La
religión (y la teología) son temas que siempre han atraído a los escritores de
literatura fantástica o de ciencia ficción. En particular, la Iglesia Católica,
desde un perfil temporal y espiritual, ha conseguido una atención especial
tanto desde un punto de vista positivo como negativo. Muchos autores lo han
tomado como sujeto para hacer futurología. El concepto de fin de la Iglesia
puede entenderse de muchas maneras, ya que una religión que tiene un poder
temporal puede concluir su misión de diferentes formas. Obviamente, las
llamadas profecías de Malaquías son a menudo el punto de partida, sobre todo en
los últimos años a medida que se acerca el final de la lista de papas contenida
en dichas profecías, y publicado por primera vez en 1595 como un apéndice a Legnum Vitae de Arnold de Wyon. En cambio, muchos sostienen que es
un texto elaborado alrededor de 1590 por un famoso falsificador, Alfonso
Ceccarelli, una especie de Simónides umbro.
religión (y la teología) son temas que siempre han atraído a los escritores de
literatura fantástica o de ciencia ficción. En particular, la Iglesia Católica,
desde un perfil temporal y espiritual, ha conseguido una atención especial
tanto desde un punto de vista positivo como negativo. Muchos autores lo han
tomado como sujeto para hacer futurología. El concepto de fin de la Iglesia
puede entenderse de muchas maneras, ya que una religión que tiene un poder
temporal puede concluir su misión de diferentes formas. Obviamente, las
llamadas profecías de Malaquías son a menudo el punto de partida, sobre todo en
los últimos años a medida que se acerca el final de la lista de papas contenida
en dichas profecías, y publicado por primera vez en 1595 como un apéndice a Legnum Vitae de Arnold de Wyon. En cambio, muchos sostienen que es
un texto elaborado alrededor de 1590 por un famoso falsificador, Alfonso
Ceccarelli, una especie de Simónides umbro.
Sea
lo que sea, de acuerdo con esa lista, que comienza a partir de Celestino II en
1143, el anterior pontífice, el papa Benedicto XVI sería el 111 y penúltimo en
la serie con el lema De Gloria Olivae. Inmediatamente después hay
una frase que algunos creen se refieren a este papa, mientras que la mayoría
entiende que está destinada 112 y último papa: «Durante la última
persecución de la Santa Iglesia Romana se sentará (en el trono) Pedro Romano
que será el pastor de la grey en medio de muchas tribulaciones; terminadas
estas, la ciudad de las siete colinas será destruida y el juez terrible juzgará
a la gente».
lo que sea, de acuerdo con esa lista, que comienza a partir de Celestino II en
1143, el anterior pontífice, el papa Benedicto XVI sería el 111 y penúltimo en
la serie con el lema De Gloria Olivae. Inmediatamente después hay
una frase que algunos creen se refieren a este papa, mientras que la mayoría
entiende que está destinada 112 y último papa: «Durante la última
persecución de la Santa Iglesia Romana se sentará (en el trono) Pedro Romano
que será el pastor de la grey en medio de muchas tribulaciones; terminadas
estas, la ciudad de las siete colinas será destruida y el juez terrible juzgará
a la gente».
Esta
conclusión apocalíptica, de acuerdo con muchas otras profecías cristianas, ha
atraído la atención de muchos escritores que la han entendido de diferentes
maneras. Una Iglesia y el Papado puede morir y caer no sólo materialmente como
espiritualmente, concluyendo, fracasando o distorsionando su misión. El primero
que tenemos que recordar, es el gran
olvidado de la literatura italiana, Guido Morselli el antimoderno, y su primera
novela tras el período realista que escribió entre 1966-67 «Roma sin
papa», y también el primero publicado por la editorial Adelphi, en 1974,
después de su suicidio el año anterior. Morselli rechazaba el presente y por lo
tanto la religión de su época, que ya manifestaba síntomas de decadencia en los
años sesenta del siglo XX (el Concilio Vaticano II había terminado en 1965 con
todas sus innovaciones). El fin de la Iglesia de Roma y el Papado es descrita
en su novela como una decadencia abismal de los valores tradicionales del
cristianismo. La suya es una crítica a la Iglesia «puesta al día» con
papas comprometidos a favor de la liberalización de las drogas, la anticoncepción,
la eutanasia, y que utilizan más el psicoanálisis freudiano que la teología, y
donde el turismo de masas es una bendición puesto que todo en el Estado
Vaticano está diseñado para hacer dinero. La Iglesia ha terminado porque ya no
es la verdadera Iglesia.
conclusión apocalíptica, de acuerdo con muchas otras profecías cristianas, ha
atraído la atención de muchos escritores que la han entendido de diferentes
maneras. Una Iglesia y el Papado puede morir y caer no sólo materialmente como
espiritualmente, concluyendo, fracasando o distorsionando su misión. El primero
que tenemos que recordar, es el gran
olvidado de la literatura italiana, Guido Morselli el antimoderno, y su primera
novela tras el período realista que escribió entre 1966-67 «Roma sin
papa», y también el primero publicado por la editorial Adelphi, en 1974,
después de su suicidio el año anterior. Morselli rechazaba el presente y por lo
tanto la religión de su época, que ya manifestaba síntomas de decadencia en los
años sesenta del siglo XX (el Concilio Vaticano II había terminado en 1965 con
todas sus innovaciones). El fin de la Iglesia de Roma y el Papado es descrita
en su novela como una decadencia abismal de los valores tradicionales del
cristianismo. La suya es una crítica a la Iglesia «puesta al día» con
papas comprometidos a favor de la liberalización de las drogas, la anticoncepción,
la eutanasia, y que utilizan más el psicoanálisis freudiano que la teología, y
donde el turismo de masas es una bendición puesto que todo en el Estado
Vaticano está diseñado para hacer dinero. La Iglesia ha terminado porque ya no
es la verdadera Iglesia.
De
una mercantilización total, para uso y disfrute de los turistas, habla también,
pero desde una perspectiva más laica,
Roberto Vacca en el cuento «El último Papa» (1965), donde el
Pontífice se exhibe en sus funciones para ser contemplado por todos los
curiosos del mundo, previo pago, bajo el eslogan «El
Papa-a-Peep-Show» (los Peepshow son shows eróticos). Y, si se
me consiente una autocitación, me permito señalar que en un cuento que escribí
con Piero Prosperi cuando éramos veinteañeros (Petrus Romanus, 1965) se contaba
el final «político» del papado bajo un régimen comunista establecido
en Italia. Pero el tiempo pasa y los peligros para la Iglesia Católica cambian:
por ejemplo, el relativismo de los valores, la crisis de las vocaciones, la
agresividad del Islam, han llevado a dos autores a describir un final
traumático, una rendición incondicional. Cincuenta años después Prosperi, en su
novela La Mezquita de San Marco (Bietti, 2007) afirma que en 2015 el Papa
Benedicto XVII, el sucesor de Ratzinger, después de crear un grupo de asesores
musulmanes para ampliar el diálogo, en un discurso Urbi et Orbi declara
concluida la «herejía cristiana» y pide a Alá que readmita a los
católicos dentro la comunidad de los creyentes musulmanes.
una mercantilización total, para uso y disfrute de los turistas, habla también,
pero desde una perspectiva más laica,
Roberto Vacca en el cuento «El último Papa» (1965), donde el
Pontífice se exhibe en sus funciones para ser contemplado por todos los
curiosos del mundo, previo pago, bajo el eslogan «El
Papa-a-Peep-Show» (los Peepshow son shows eróticos). Y, si se
me consiente una autocitación, me permito señalar que en un cuento que escribí
con Piero Prosperi cuando éramos veinteañeros (Petrus Romanus, 1965) se contaba
el final «político» del papado bajo un régimen comunista establecido
en Italia. Pero el tiempo pasa y los peligros para la Iglesia Católica cambian:
por ejemplo, el relativismo de los valores, la crisis de las vocaciones, la
agresividad del Islam, han llevado a dos autores a describir un final
traumático, una rendición incondicional. Cincuenta años después Prosperi, en su
novela La Mezquita de San Marco (Bietti, 2007) afirma que en 2015 el Papa
Benedicto XVII, el sucesor de Ratzinger, después de crear un grupo de asesores
musulmanes para ampliar el diálogo, en un discurso Urbi et Orbi declara
concluida la «herejía cristiana» y pide a Alá que readmita a los
católicos dentro la comunidad de los creyentes musulmanes.
Recientemente,
Antonio Bellomi vuelve sobre el asunto y en su Finis Mundi (antología
Apocalipsis 2012, Bietti) se inspira en la profecía maya sobre el fin del mundo
para imaginar la muerte de Benedicto XVI y la de su sucesor elegido en el
cónclave, el cardenal indonesio Juan Ali Sudarto, que elige para sí el nombre
de Husein I y que, sin llevar ningún símbolo de la cruz, empieza su primer
discurso a la multitud, diciendo: «En nombre de Alá, ¿misericordioso o
compasivo? …». Y uno de los personajes de la historia dice: «No es
el fin del mundo. Es el fin de la era de la Iglesia de Roma como la hemos
conocido… «.
Antonio Bellomi vuelve sobre el asunto y en su Finis Mundi (antología
Apocalipsis 2012, Bietti) se inspira en la profecía maya sobre el fin del mundo
para imaginar la muerte de Benedicto XVI y la de su sucesor elegido en el
cónclave, el cardenal indonesio Juan Ali Sudarto, que elige para sí el nombre
de Husein I y que, sin llevar ningún símbolo de la cruz, empieza su primer
discurso a la multitud, diciendo: «En nombre de Alá, ¿misericordioso o
compasivo? …». Y uno de los personajes de la historia dice: «No es
el fin del mundo. Es el fin de la era de la Iglesia de Roma como la hemos
conocido… «.
También
los autores anglosajones han abordado el tema desde la ciencia ficción y una
actitud futurista. La historia más interesante no es El dilema Benedicto
XVI J.H.Brennan (1977), y citado en estos días sólo por la coincidencia
del nombre. En el libro se habla de las visiones del Papa para declarar la
guerra contra un dictador y de un psicoanalista al que llaman para ver si son
verdaderas o falsas. La obra más curiosa es Proyect Pope de un
gran autor como Clifford D. Simak. Escrito en 1981, habla del planeta Vaticano
17, donde se ha refugiado una raza de robots que, incapaces de acceder en la
tierra a la religión católica porque no tienen alma, han creado una
civilización y una religión parecida a la católica con idénticas estructuras y
ritos, y que construyen el «papa definitivo», que es un inmenso
ordenador en el que se puede introducir todo el conocimiento del universo. Dos
cuestiones, la religión y los robots, típicos de Simak que los usa para
decretar el fin de la Iglesia como la hemos conocido hasta ahora. Sobre el tema
de los autómatas, Robert Silverberg con Buenas noticias desde el
Vaticano (1971) imagina un futuro cónclave en el que sale elegido un papa
robot que en lugar de dirigirse a los fieles en la Plaza de San Pedro enciende
sus propios cohetes y desaparece en el cielo. Pero no es necesario ser de metal
para decidir y hacer cosas inesperadas: el Papa Roberto I descrito por Norman
Spinrad en su Deus X escribe una encíclica en la que proclama la
posibilidad de trasplantar el alma entre los seres humanos, como si fuera el
corazón, hígado o pulmones. (Diario, 18 febrero 2013)
los autores anglosajones han abordado el tema desde la ciencia ficción y una
actitud futurista. La historia más interesante no es El dilema Benedicto
XVI J.H.Brennan (1977), y citado en estos días sólo por la coincidencia
del nombre. En el libro se habla de las visiones del Papa para declarar la
guerra contra un dictador y de un psicoanalista al que llaman para ver si son
verdaderas o falsas. La obra más curiosa es Proyect Pope de un
gran autor como Clifford D. Simak. Escrito en 1981, habla del planeta Vaticano
17, donde se ha refugiado una raza de robots que, incapaces de acceder en la
tierra a la religión católica porque no tienen alma, han creado una
civilización y una religión parecida a la católica con idénticas estructuras y
ritos, y que construyen el «papa definitivo», que es un inmenso
ordenador en el que se puede introducir todo el conocimiento del universo. Dos
cuestiones, la religión y los robots, típicos de Simak que los usa para
decretar el fin de la Iglesia como la hemos conocido hasta ahora. Sobre el tema
de los autómatas, Robert Silverberg con Buenas noticias desde el
Vaticano (1971) imagina un futuro cónclave en el que sale elegido un papa
robot que en lugar de dirigirse a los fieles en la Plaza de San Pedro enciende
sus propios cohetes y desaparece en el cielo. Pero no es necesario ser de metal
para decidir y hacer cosas inesperadas: el Papa Roberto I descrito por Norman
Spinrad en su Deus X escribe una encíclica en la que proclama la
posibilidad de trasplantar el alma entre los seres humanos, como si fuera el
corazón, hígado o pulmones. (Diario, 18 febrero 2013)
Le religioni (e la teologia) sono argomenti che hanno sempre
attirato gli scrittori fantastici e fantascientifici. In particolare la Chiesa
cattolica, sotto il profilo temporale e spirituale, ha ottenuto attenzione
speciale sia in positivo che negativo. Molti autori ne hanno preso spunto per
le loro ipotesi proiettate nel futuro. È soprattutto la fine della Chiesa che
ha sollecitato la loro immaginazione. Il concetto di «fine» può infatti
intendersi in molti modi: una religione che ha anche un potere temporale può
concludere la propria missione in forme diverse. Ovviamente le cosiddette
Profezie di Malachia sono spesso lo spunto di base, specie negli ultimi anni
dato che ci si avvia alla conclusione dell’elenco dei papi contenuto in quello
scritto, pubblicato per la prima volta nel 1595 in appendice a «Legnum Vitae»
di Arnold de Wyon. Molti sostengono invece che sia un testo realizzato intorno
al 1590 da un famoso falsario, Alfonso Ceccarelli, una specie di Simonides
umbro.
attirato gli scrittori fantastici e fantascientifici. In particolare la Chiesa
cattolica, sotto il profilo temporale e spirituale, ha ottenuto attenzione
speciale sia in positivo che negativo. Molti autori ne hanno preso spunto per
le loro ipotesi proiettate nel futuro. È soprattutto la fine della Chiesa che
ha sollecitato la loro immaginazione. Il concetto di «fine» può infatti
intendersi in molti modi: una religione che ha anche un potere temporale può
concludere la propria missione in forme diverse. Ovviamente le cosiddette
Profezie di Malachia sono spesso lo spunto di base, specie negli ultimi anni
dato che ci si avvia alla conclusione dell’elenco dei papi contenuto in quello
scritto, pubblicato per la prima volta nel 1595 in appendice a «Legnum Vitae»
di Arnold de Wyon. Molti sostengono invece che sia un testo realizzato intorno
al 1590 da un famoso falsario, Alfonso Ceccarelli, una specie di Simonides
umbro.
Sia come sia, in base a quella elencazione, che parte da
Celestino II nel 1143, l’attuale Benedetto XVI sarebbe il 111esimo e penultimo
della serie con il moto «De Gloria olivae». Subito dopo c’è una citazione che
alcuni interpreti riferiscono a questi, mentre la maggioranza intende come riferita
al 112° e conclusivo pontefice: «Durante l’ultima persecuzione di Santa Romana
Chiesa siederà (sul trono) Pietro Romano che pascerà il gregge in mezzo a molte
tribolazioni; terminate queste la città dei sette colli sarà distrutta, e il
terribile Giudice giudicherà la gente».
Celestino II nel 1143, l’attuale Benedetto XVI sarebbe il 111esimo e penultimo
della serie con il moto «De Gloria olivae». Subito dopo c’è una citazione che
alcuni interpreti riferiscono a questi, mentre la maggioranza intende come riferita
al 112° e conclusivo pontefice: «Durante l’ultima persecuzione di Santa Romana
Chiesa siederà (sul trono) Pietro Romano che pascerà il gregge in mezzo a molte
tribolazioni; terminate queste la città dei sette colli sarà distrutta, e il
terribile Giudice giudicherà la gente».
Questa conclusione apocalittica, in linea con molte altre
profezie cristiane, non poteva non colpire certi scrittori che l’hanno intesa
in modi diversi. Una Chiesa e un Papato possono estinguersi e crollare non solo
e non tanto materialmente, quanto spiritualmente, concludendo, fallendo o
distorcendo la loro missione. E così per primo si deve ricordare il grande
rimosso della letteratura italiana, Guido Morselli l’antimoderno, che come suo
primo romanzo dopo il periodo realista scrisse nel 1966-7 Roma senza papa,
anche il primo pubblicato da Adelphi nel 1974 dopo il suo suicidio l’anno
precedente. Morselli rifiutava l’oggi e quindi la religione del suo oggi, che
già manifestava sintomi di decadenza negli anni Sessanta del Novecento (il
Concilio Vaticano II si era concluso nel 1965 con tutte le sue novità), e
quindi la fine della Chiesa di Roma e del Papato viene descritta nel suo
romanzo come una decadenza abissale dei valori tradizionali del Cristianesimo.
La sua è una critica della Chiesa «al passo coi tempi» con papi fidanzati,
favorevoli alla liberalizzazione di droga, contraccettivi, eutanasia, che
utilizza più la psicanalisi freudiana che la teologia, dove il turismo di massa
è una benedizione sicché ogni cosa nello Stato del Vaticano viene finalizzata a
fare denaro. La Chiesa è finita perché non è più la vera Chiesa.
profezie cristiane, non poteva non colpire certi scrittori che l’hanno intesa
in modi diversi. Una Chiesa e un Papato possono estinguersi e crollare non solo
e non tanto materialmente, quanto spiritualmente, concludendo, fallendo o
distorcendo la loro missione. E così per primo si deve ricordare il grande
rimosso della letteratura italiana, Guido Morselli l’antimoderno, che come suo
primo romanzo dopo il periodo realista scrisse nel 1966-7 Roma senza papa,
anche il primo pubblicato da Adelphi nel 1974 dopo il suo suicidio l’anno
precedente. Morselli rifiutava l’oggi e quindi la religione del suo oggi, che
già manifestava sintomi di decadenza negli anni Sessanta del Novecento (il
Concilio Vaticano II si era concluso nel 1965 con tutte le sue novità), e
quindi la fine della Chiesa di Roma e del Papato viene descritta nel suo
romanzo come una decadenza abissale dei valori tradizionali del Cristianesimo.
La sua è una critica della Chiesa «al passo coi tempi» con papi fidanzati,
favorevoli alla liberalizzazione di droga, contraccettivi, eutanasia, che
utilizza più la psicanalisi freudiana che la teologia, dove il turismo di massa
è una benedizione sicché ogni cosa nello Stato del Vaticano viene finalizzata a
fare denaro. La Chiesa è finita perché non è più la vera Chiesa.
E di una mercificazione totale, ad uso appunto dei turisti,
parla anche, ma in una prospettiva più laica, Roberto Vacca, nel racconto
L’ultimo papa (1965), dove il pontefice si esibisce nelle sue funzioni ad uso
dei curiosi di tutto il mondo che pagano per vederlo all’insegna dello slogan
«Peep-a-Pope-Show» (i «peepshow» sono spettacoli erotici). E, se ci si consente
un’autocitazione, mi permetterò di ricordare che in un racconto che scrissi
insieme a Piero Prosperi quando eravamo ventenni (Petrus Romanus, 1965) si
immaginava una fine “politica” del Papato sotto un regime comunista
instauratosi in Italia. Ma il tempo passa e i pericoli per la Chiesa cattolica
cambiano: ad esempio, il relativismo dei valori, la crisi delle vocazioni,
l’aggressività dell’Islam hanno indotto due autori a descriverne una fine
traumatica, una resa senza condizioni: cinquant’anni dopo Prosperi, nel suo
romanzo La moschea di San Marco (Bietti, 2007) prevede che nel 2015 Benedetto
XVII, successore di Ratzinger, dopo aver creato una commissione di consulenti
musulmani per allargare il dialogo, in un discorso Urbi et Orbi dichiari
conclusa l’«eresia cristiana» e chieda ad Allah di riammettere i cattolici
nella Umma dei credenti.
parla anche, ma in una prospettiva più laica, Roberto Vacca, nel racconto
L’ultimo papa (1965), dove il pontefice si esibisce nelle sue funzioni ad uso
dei curiosi di tutto il mondo che pagano per vederlo all’insegna dello slogan
«Peep-a-Pope-Show» (i «peepshow» sono spettacoli erotici). E, se ci si consente
un’autocitazione, mi permetterò di ricordare che in un racconto che scrissi
insieme a Piero Prosperi quando eravamo ventenni (Petrus Romanus, 1965) si
immaginava una fine “politica” del Papato sotto un regime comunista
instauratosi in Italia. Ma il tempo passa e i pericoli per la Chiesa cattolica
cambiano: ad esempio, il relativismo dei valori, la crisi delle vocazioni,
l’aggressività dell’Islam hanno indotto due autori a descriverne una fine
traumatica, una resa senza condizioni: cinquant’anni dopo Prosperi, nel suo
romanzo La moschea di San Marco (Bietti, 2007) prevede che nel 2015 Benedetto
XVII, successore di Ratzinger, dopo aver creato una commissione di consulenti
musulmani per allargare il dialogo, in un discorso Urbi et Orbi dichiari
conclusa l’«eresia cristiana» e chieda ad Allah di riammettere i cattolici
nella Umma dei credenti.
Di recente Antonio Bellomi torna sul tema e nel suo Finis
mundi (antologia Apocalissi 2012, Bietti) prende spunto dalla profezia Maya
sulla fine del mondo per immaginarsi la morte di Bendetto XVI e il suo
successore uscito dal Conclave, il cardinale indonesiano Giovanni Ali Sudarto,
che sceglie per sé il nome di Hussein I e che, senza portare alcun simbolo
della croce, inizia la sua prima allocuzione alla folla dicendo: «In nome di
Allah, misericordioso e compassionevole…». E uno dei personaggi del racconto
dice: «Non è la fine del mondo. È la fine dell’era della Chiesa di Roma come
l’abbiano conosciuta…».
mundi (antologia Apocalissi 2012, Bietti) prende spunto dalla profezia Maya
sulla fine del mondo per immaginarsi la morte di Bendetto XVI e il suo
successore uscito dal Conclave, il cardinale indonesiano Giovanni Ali Sudarto,
che sceglie per sé il nome di Hussein I e che, senza portare alcun simbolo
della croce, inizia la sua prima allocuzione alla folla dicendo: «In nome di
Allah, misericordioso e compassionevole…». E uno dei personaggi del racconto
dice: «Non è la fine del mondo. È la fine dell’era della Chiesa di Roma come
l’abbiano conosciuta…».
Anche gli autori anglosassoni si sono avvicinati
all’argomento con atteggiamento fantascientifico e futuribile. La storia più
interessante non è il racconto Il dilemma di Benedetto XVI di J.H.Brennan
(uscito nel 1977 con un titolo diverso e tradotto da Urania nel 1978), citato
in questi giorni solo per la coincidenza del nome: vi si racconta delle visioni
del Pontefice per dichiarar guerra ad un dittatore e di uno psicanalista
chiamato per capire se esse siano vere o false. L’opera più curiosa è Il papa
definitivo di un grande nome come Clifford D. Simak. Scritto nel 1981, racconta
del pianeta Vaticano 17, dove si è rifugiata una stirpe di robot che, non
potendo accedere sulla Terra alla religione cattolica in quanto privi d’anima,
hanno creato una civiltà ed una religione simil-cattoliche con identiche
strutture e riti, costruendo il «papa definitivo», cioè un immenso computer in
cui immettere tutta la conoscenza dell’universo. Due temi, religione e robot,
tipici di Simak che li usa per decretare la fine della Chiesa come l’abbiamo
conosciuta sinora. In tema di automi Robert Silverberg con Buone notizie dal
Vaticano del 1971 immagina che da un futuribile Conclave esca un pontefice
robot che invece di rivolgersi alla gente in Piazza San Pietro accenda i propri
razzi e sparisca in alto, nel cielo. Ma non occorre essere di metallo per fare
e decidere cose inaspettate: il papa Roberto I descritto da Norman Spinrad nel
suo Deus X emana una enciclica in cui proclama la possibilità di trapiantare
l’anima tra esseri umani, come fosse il cuore, il fegato o i polmoni. (Giornale, 18 febbraio 2013)
all’argomento con atteggiamento fantascientifico e futuribile. La storia più
interessante non è il racconto Il dilemma di Benedetto XVI di J.H.Brennan
(uscito nel 1977 con un titolo diverso e tradotto da Urania nel 1978), citato
in questi giorni solo per la coincidenza del nome: vi si racconta delle visioni
del Pontefice per dichiarar guerra ad un dittatore e di uno psicanalista
chiamato per capire se esse siano vere o false. L’opera più curiosa è Il papa
definitivo di un grande nome come Clifford D. Simak. Scritto nel 1981, racconta
del pianeta Vaticano 17, dove si è rifugiata una stirpe di robot che, non
potendo accedere sulla Terra alla religione cattolica in quanto privi d’anima,
hanno creato una civiltà ed una religione simil-cattoliche con identiche
strutture e riti, costruendo il «papa definitivo», cioè un immenso computer in
cui immettere tutta la conoscenza dell’universo. Due temi, religione e robot,
tipici di Simak che li usa per decretare la fine della Chiesa come l’abbiamo
conosciuta sinora. In tema di automi Robert Silverberg con Buone notizie dal
Vaticano del 1971 immagina che da un futuribile Conclave esca un pontefice
robot che invece di rivolgersi alla gente in Piazza San Pietro accenda i propri
razzi e sparisca in alto, nel cielo. Ma non occorre essere di metallo per fare
e decidere cose inaspettate: il papa Roberto I descritto da Norman Spinrad nel
suo Deus X emana una enciclica in cui proclama la possibilità di trapiantare
l’anima tra esseri umani, come fosse il cuore, il fegato o i polmoni. (Giornale, 18 febbraio 2013)