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MEG RYAN |
Si
Meg Ryan y
Yukio Mishima no son la nueva pareja de moda de este verano tan pródiga en ellas, ¿qué tienen que ver la actriz norteamericana y el fallecido escritor japonés? (…)
Aparentemente nada y, sin embargo, hay algo en común entre estas dos figuras tan dispares que ni siquiera tuvieron vidas paralelas. Pero tras conocer los últimos avatares de Meg Ryan y leer el «Eclipse de Yukio Mishima», el libro de Shintaro Ishiara publicado por la editorial Gallo Nero comparten algo muy extendido hoy día..
Ishiara fue una amigo de Mishima (1925-1970) o al menos, conocido, que aún vive y que empezó como escritor y acabó siendo político y diputado en el parlamento japonés.
Ishinara y Mishima tuvieron una de esas relaciones típicas del mundo literario entre «maestro» y «alumno», pues cuando se conocieron en los años sesenta del siglo pasado, Mishima era toda una autoridad literaria mientras que el segundo empezaba su carrera literaria.
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Yukio Mishima |
¿Y que tiene que ver con todo ello Meg Ryan? Pues que apareció en París la semana pasada en un desfile de moda como espectadora después de un par de años de ausencia con una cara nueva, lo mismo que otras actrices que desaparecen y reaparecen tras pasar por las manos de uno o varios cirujanos plásticos que nos devuelven a estas mujeres renovadas o rehechas frente a la acción del tiempo gracias al bisturí.
Meg Ryan, esa magnifica actriz de la que aún recordamos la escena en que imitaba un orgasmo saboreando un sándwich en la película «Cuando Harry conoce a Sally«, tiene una nueva imagen que, según los especialistas en estas cuestiones, resulta mucho más estilizada, lo mismo que ha rejuvenecido la piel y logrado una mirada de ojos rasgados que poco tiene que ver con su antigua mirada de ojos azules y redondos.
Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, pues antes la precedieron otras actrices como Reneé Zellweger que también resucitó con un aspecto irreconocible. Ahora ha sido el turno, a sus 53 años, de Meg Ryan.
Construirse un nuevo cuerpo y anular el paso del tiempo a golpe de bisturí es algo que persiguen muchos y pocos lo consiguen, bien por falta de dinero o la habilidad del cirujano, que mas de una persona ha quedado desfigurada en el intento.
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Meg Ryaa tra su operación de cirugía estética |
Pero si la mujer y el hombre disponen hoy día de la ayuda del bisturi, sofisticados maquillajes, inyecciones, rellenos de grasa, y cócteles de vitaminas para rejuvenecer, no parece que les ayude para mejorar las carreras cinematográficas de estos adictos al bisturí, por lo que a la postre queda más en un gesto de narcisismo.
Sin embargo, en los lejanos años sesenta, el hombre o la mujer que deseaba reconstruirse una cara y un cuerpo, carecía de estos medios y si estirarse la piel de la cara era asunto complejo y muy costoso, el cuerpo quedaba en manos del gimnasio y las pesas, esa actividad que se llama culturismo y que permite esculpirse un cuerpo de una forma artificial.
Y eso fue lo que hizo Yukio Mishima, un hombre
contradictorio que nunca pudo superar que su escuchimizado y enfermizo cuerpo no fuese aceptado por el ejército japonés ni siquiera en los últimos momentos de la Segunda Guerra Mundial, cuando cualquier candidato resultaba bienvenido.
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Mishima dedicado al culturismo |
Así que su contribución al esfuerzo bélico japonés consistió en trabajar en una fábrica de armamento junto a otros estudiantes aunque pasaba la mayor parte del día y la noche en los refugios antiáereos debido a los incesantes bombardeos aliados.
En cierto modo, no tuvo la «suerte» de otro gran escritor, en este caso el alemás Günter Grass, que fue llamado a filas y eligió a las Waffen SS, y gracias a ello, este cuerpo de élite nazi cuenta con un premio Nobel de Literatura entre uno de sus ex combatientes, privilegio del que carece, por ejemplo, la Legión extranjera francesa.
Tal vez en el caso de Mishima ello también influyó en crear un ejército propio que acabó con el asalto a un cuartel, maniatar al jefe de aquel regimiento al que conocía, y arengar a los soldados sobre la necesidad de volver a los orígenes del Japón imperial, antes de proceder a suicidarse con el rito del sepukku.
Claro está que quien se somete a un remodelado de su propia cara y cuerpo, via bisturí o gimnasio, está sobrado de narcisismo. Y basta observar las fotos que hizo a Mishima el fotógrafo Kishin Shinoyama emulando el martirio de San Sebastián para comprobarlo. O en las que se le ve de uniforme dispuesto a realizar el suicidio ritual japonés que ellos llaman seppuku y en Occidente se conoce como harakiri.
Cierto es que Mishima, pese a todo ello, nunca dejó de escribir y dejó una obra notable que va desde el teatro clasico y moderno, a los ensayos, artículos y por supuesto novelas y cuentos.
Ya en una de sus obras fundamentales «El sol y el acero», escrita entre 1965 y 1968, y que viene a ser una especie de autobiografia suya, Mishima explica el deseo de lograr un cuerpo nuevo junto a
educar su mente y hace une reflexión sobre el significado que la literatura y las palabras han tenido en su vida.

Es por ello que su muerte, como el que pasa por el quirófano, no puede verse como un fracaso vital, y así, como señala el autor del «El eclipse de Yukio Mishima», nadie mas feliz que Mishima en la última foto que se conoce de él, pues en algún modo logró su sueño como tampoco puede verse a Meg Ryan triste tras su reaparición sino radiante, pues si el escritor japonés con su muerte evitó una decadencia que no deseaba a ninguna costa aparte de lograr inmortalizar su figura y haberse construido un nuevo cuerpo, Meg se verá igual de guapa que antes mientras mantiene el secreto de la eterna juventud. Pero tampoco se puede negar cierto engaño en uno y otro caso, pues si Mishima se regaló un cuerpo falso e intentó creer que era el suyo verdadero, Meg Ryan no logra ese aire juvenil sin ser tampoco el del atractivo la mujer madura, lo que tal vez sea una de las razones por la que no puede ser contratada para papeles de joven ni tampoco de mujer de su edad.
Y es que el lenguaje del cuerpo no es tan fácil de aprender pues está hecho de una sutil comunicación con nosotros mismos y el prójimo. Un cuerpo sabe lo que le espera cuando envejezca y deberá echar mano de otras herramientas que no sean el bisturí y el ejercicio físico excesivo, como dar mayor protagonismo a nuestra parte espiritual, para que nos proteja o ayude a sobrellevar la vejez.
Mishima decía que no quería verse con 50 años, lo que encajaba con su nihilismo que siempre está mejor acompañado de un cuerpo pujante y unos músculos bien templados. Aunque desconocemos el último pensamiento de un hombre que va a morir hay en su última foto un gesto que el autor del libro define como de libertad, la misma sonrisa de Meg que es la de quien sabe que se puede traspasar ciertas barreras, hacer realidad nuestros caprichos más íntimos o, simplemente cruzar la frontera que separa el deseo de conseguir algo y la verguenza de desearlo, una contradicción que nos define a todos, y no solo a Mishima y Meg Ryan.
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