BUENOS AIRES DE NOCHE VISTO DESDE UN AVION
Respiro
profundo. Medito. Acabo una larga siesta. Empiezo un largo libro. Salgo a
correr por el parque. Preparo la cena (nada raro, un salteado al wok), (…)
tomo una copa de vino. Enciendo la tele. Noticieros. Violencia. Lustro los
zapatos. Póker con amigos. All in. Voy. En la autopista. Morir de
amor. Viajando en avión. La playa, muy muy de mañana. Celos. Buenos Aires de
noche. Allí está. Siempre. La mujer más hermosa. La de sonrisa infinita. La de
pensamientos descabellados. Música. Música. Música.
Respiro profundo. Medito:
Imprescindible una pausa en el ajetreo diario. Un punto y aparte. Hay una
mundanal conspiración y hay que batir las alas hasta llegar muy lejos, hasta
oír el silencio. Ensordecer los relojes despertadores, pulverizar los
celulares. Combatir el smoke con agua mineral y aires bucólicos.
Apartarse, en puntas de pie, pacíficamente, de la alienación. Ver el caos desde
arriba. Estado mental elevado. Hacerse un rinconcito en las nubes. Conversarse
a uno mismo. Música propuesta: “Moonshiner”, de Cat Power.
Acabo una larga siesta:
No duermo siesta, pero cuando lo hago, lo hago de verdad. Nada de quince
minutos. Nada de sueños cronometrados. Me acuesto y duermo, cuatro, cinco, seis
horas. Me entrego al malestar de no dormir por la noche y dar mil vueltas. Es
el precio que se paga por una siesta épica. Todos en la calle salen de sus
trabajos. Los chicos salen de la escuela. El día transcurre, como si yo no
existiera. La siesta me hizo invisible. La siesta me colocó en un lugar del
universo donde he desaparecido completamente. Música para acompañar esta
intromisión al mundo de Orfeo con varias horas de antelación: el disco “Kid
A”
de Radiohead, principalmente la canción “How to
disappear completely”
.
Empiezo un largo libro:
Por lo general escuchar canciones con mucha lírica suele ser contraproducente a
la hora de acompañar un libro. La exigencia que implica la lectura,
focalizarse, hace que sea necesaria una música sutil, casi de ascensor de
hotel, más que de protagonismo. No aconsejo a Lou Reed o a Leonard
Cohen
. Me gusta pensar en que un buen partenaire
si leo Boquitas Pintadas, de Manuel Puig, o Ágil
Mente
, de Estanislao Bachrach, es el disco “Post”
de Björk. “Possibly maybe” puede estremecer las pieles más
duras.
Salgo a correr por el parque:
Hay cinco cosas infaltables a la hora de salir a hacer una actividad física:
calzado apropiado, escenario inspirador (urbanizado o el pulmón verde de una
ciudad; concurrido o desolado), un clima que acompañe (en este ítem las
opciones nuevamente pueden variar: hay quienes prefieren mucho sol, hay quienes
prefieren mucho frío, una tenue brisa, pero de ninguna manera alguien elegirá
una lluvia torrencial), hidratación adecuada y música. Yo nunca fui de los
modernosos, pongo “Motorhead”, de Motorhead y me creo un
misil balístico intercontinental.
Preparo la cena (nada raro, un
salteado al wok), tomo una copa de vino
:
La cocina y el vino son sinónimos de Francia. Si bien el wok es
de origen chino, el salteado es estrictamente francés: es el método en el que
se cocina manteniendo en movimiento constante (sautée) el corte de carne en cuestión, en mi caso un lomo o un filet
mignon
con aceite de oliva o pollo y vegetales. Ah… y el vino. Si la opción
es pollo y vegetales, el maridaje será con un pinot gris. Ah… y la música… “Belle
a en crever”
, de Olivia Ruiz, es perfecta para cocinar un jueves
a la noche, previo a una tercera cita.
Enciendo la tele. Noticieros.
Violencia
: El mundo entero es un volcán en erupción. Perdón por el
pesimismo. La vida sigue solo porque miramos para otro lado. Es necesario
hacerlo. Las explosiones hacen ruido un rato. Los colectivos estallan a veces.
No es posible detenerse a pensar. Hay que continuar. Focalizar la mirada en lo
que pasa puertas hacia adentro. Cuanto mucho en nuestra ciudad. Como una
exageración en nuestro país. Pero jamás en el planeta. Quizás para tener un
tema de conversación mientras desayunamos café con medialunas, pero luego nada
más. Se trató de una ficción. No conocemos a esa gente. The Rolling Stones
acompaña el caos, el fuego y la pólvora mejor que nadie. Y hasta se atreven a
ver una luz de esperanza al final del túnel en “Gimme Shelter”.
(Segunda opción: “Chatterton”, de Ana Carolina y Seu
Jorge
).
Lustro los zapatos:
Elijo un ambo. Hago y deshago el nudo de la corbata. Me peino. Me perfumo.
Antes hubo una llamada. Una invitación. El sábado es un estado de la mente,
me digo. Busco entre mis discos de soul sin saber qué busco. Encuentro
un pirata de Al Wilson. Salvado. Pongo The snake”
y hasta las paredes se mueven. Hay buena vibra.
Lo sé porque cambio mi camisa blanca por una vintage de cuellos amplios con bordado de flores.

AL WILSON
Póker con amigos. All in. Voy:
Full house con Q y 9. Leí el bluff en el turn. Muestra las cartas, apenas un par. Esbozo una media sonrisa y
tarareo “Living on my own”, de Freddie Mercury.
En la autopista:
“L.A. Woman”, de The Doors, no es apta para
embotellamientos. Busca libertad como loca. Ama la velocidad y que las luces de
la ciudad queden atrás, bien atrás, pequeñitas en el espejo retrovisor. “L.A.
Woman” es Thelma y Louise. Se prende un pucho en la gasolinera, compra
anteojos de sol berretas, coquetea con un muchacho. Se va sin pagar. Se excita
con pensar en una persecución policial. Asaltar una licorería. Una vez pensó en
comprarse un arma. Jim Morrison grita “are you a lucky little lady in The City of Light/ or just
another lost angel?”
y pisa el acelerador.
Morir de amor:
Cuando me enamoré, no se pareció en nada a las películas. Y eso fue la primera
de cinco veces. Y contando. En verano es más fácil aferrarse al milagro. En
invierno el amor es la peor calefacción. Me dijeron que soy demasiado
asfixiante. Me dijeron que el problema era yo. Me dijeron que hay muchas
personas en el mundo, que siempre hay otras oportunidades. Me invitaron a
retirarme. Me invitaron a pagar los platos rotos, a pagar los destrozos de una
fiesta que no disfruté. “Because”. The Beatles.
Viajando en avión:
¡Esto se acaba ya mismo! Del otro lado me espera algo mejor. Increíble que tras
algunos husos horarios de distancia la vida sea otra. Cuando llegue no voy a
ser yo. Voy a ser alguien mejor. Para empezar, el sol va a cambiar mi color de
piel. El alcohol va a cambiar mi estado de ánimo. Tener los pies sobre la
tierra… eso me lo va a curar el buceo. No hablo el mismo idioma. ¿Hace falta
hacerlo? “The great gig in the sky”, de Pink Floyd.
La playa, muy muy de mañana:
Parece que hay más caracoles. Las gaviotas vuelan bajo. El océano tienta. Es la
llamada de las olas. Astrud Gilberto casi ni se esfuerza para llenar el
aire de alegría. Camino solo (eso es lo que delata la huella en la arena).
Volver al hotel es la parte más agotadora. Mientras me acerco a un cangrejo que
cierra sus tenazas con pereza, pienso en las cosas que no necesitaría si
viviera acá, en una casita en Tartaruga en la península de Buzios:
cubiertos, poner la mesa, mal humor, pantalones largos, Nietzsche, tango
y por alguna extraña razón, tampoco peluqueros. Lo que sí: muchos collares,
mucho marisco, mucha hamaca, mucho fútbol, mucha “Bossa na Praia”,
de Astrud Gilberto.
Celos:
No es uno de los pecados capitales, así que está bien. No es todo el tiempo,
así que está bien. No es sin motivos, así que está bien. No es para salvar las
apariencias, así que está bien. Solo yo salgo lastimado, así que está bien. “Tainted
love”
, de Soft Cell.

Buenos Aires de noche:
Buenos Aires obliga a ir a cenar, a ir a un teatro, a discutir de política con
un taxista. Buenos Aires finge amnesia, no le gusta
recordar sus orígenes, le gusta ser la más europea de las ciudades
latinoamericanas. A mí también, por eso no escucho a Troilo o a Piazzola
o a Goyeneche. Escucho anglo. “Night”, de Zola Jesus,
y me dejo llevar. El resto lo hace la calle…