ENRIQUE
LÓPEZ VIEJO


Se me dice que escriba sobre sexo y eso voy hacer ahora como lo hiciera  semanas pasadas mostrando mi hartazgo en algunos aspectos del mismo. Ayer estaba harto de sexo, hoy loco por el mismo. 

Es mediodía y disfruto de una brisa fresca, de una temperatura propia del estío mediterráneo y de unas óptimas condiciones para plantearme el mejor día del mundo. Buenas intenciones, calma espiritual, rumor del agua en el mar, que tengo apenas a treinta pasos, y una buena selección de músicas dieciochescas, unas suites de Marin Marais, otras de Couperin el Grande, magister francés, y de alguno de los muchos hijos de Bach, del inglés y del italiano borrachín, galantes ambos. También unas sonatas del fino maestro Francesco Veracini, virtuoso que se defenestró en Dresde, moda eterna con records históricos en la Madre de las Ciudades, Praga. (Conste que entre las músicas dispuestas, también tengo a Miles Davis y unos corriditos mexicanos en la recámara). Tengo de todo.

Voy hacer un plan de tarde y será una invitación a la danza, pensaré, soñaré, una romanza sensual, sexual y divertida. Why not? Un encantador proyecto pasional para el día que he de vivir, con sus placeres evitando dolencias y perezosas querencias, de abrazarme al tedio de Morfeo, que no lo quiero para hoy. Vaya plan. 

Comeré y me echaré la siesta. Despertaré de ella con un café, o con un helado de café. Trataré de despejar el sopor con la ingesta del estimulante, saludaré a mi dama, y me dispondré a escuchar una buena obertura barroca, francesa, con toda su parsimonia, con su particular elocuencia. Que tenga su punto noble y majestuosa, y no deje de ser alegre y vivaz. Buscaré la mejor manera de encontrar a mi partenaire, con el chan chan pertinente, la imposible añoranza de los Veinticuatro Violines del Rey. 

Luego, un rondó, será quien mueva los primeros pasos. Tras éste, un minueto. Los hay preciosos, todos coquetos. Llegará el reconocimiento, la satisfacción del encuentro. Comienza el baile. Anhelos y deseos en nuestras miradas. ¿El amor? ¿Por qué no? Ahora es cuando, el amor con el baile que se ha iniciado. Encanto, embeleso. Gallardas, pavanas, alemandas, cualquiera de ellas. Para entonces, ya nos estaremos diciendo que nos queremos, cuanto es nuestro deseo. Risas y sonrisas y la tarde que se marea entre besos ensimismados. La danza continua, cinturas y quiebros que miden nuestro gozo y nos conducen al placer.

Buena tarde. Buen humor, deliciosa brisa, violas y violones. Pasión de media tarde, pasión de estío, escorzo del calor y las sombras en el salón, con la música de nuestra parte. Como Dios, con Dios a nuestro lado. La pasión de los dioses,la que queremos, la que nos gustaría, también la humana, la que tenemos. Preciosos nombres de danzas barrocas. 

Bourrés, Courantes… El amor es una suite que se inició con la obertura, y que minueto y rondó dieron continuidad. Alegres bailes que nos llevaron a un passpié atrevido y osado, a un simpático charivari. Charivari, nombre gracioso de baile nervioso, a  la jiga inglesa, que nos hará saltar sobre nosotros mismos. La exaltación del amor y su rubor,  antes de pasar a la marcha, baile central, más lento, andante, majestuoso. El bajo continúo del propio celo del placer, los violonchelos  acompañando a los susurros, y los gemidossurgiendo con los violines. 

Amor barroco. Plan de tarde. Una zarabanda, ambiciosa y triunfadora, una chacona festiva, finalmente, un fandango hasta la saciedad. La suite tiene sus muchas danzas, y podemos elegir, pero ya han sido suficientes. Por hoy está bien. Bonito nombre el de zarabanda, como lo es el de chacota. 

Caeremos en la cortina, en el sofá, en el tálamo, en la alfombra tal vez. Dancing to the end of love, un ritmo sincopado, un divino aire judío. O una polonesa. Sí, una polonesa, una mazurca. ¡Otro rondó! Una polonesa de aire franco, bravo viento de estepa que culmina la pasión.