Pankiewicz, calle de Madrid, 1916
Un rasgo esencial de los
movimientos vanguardistas es la estrecha vinculación entre poesía y artes
plásticas
, una conexión que se traduce en la realización de manifiestos, (…)

proclamas y proyectos comunes que tienen en las revistas literarias el medio
para expresar la voluntad de modernidad de poetas y artistas. También desde sus
comienzos es habitual la presencia en la mayoría de los ismos que
surgen desde principios del siglo XX de lo que se podría llamar agitadores
culturales
, en su mayoría escritores y más concretamente poetas, cuya
actividad rebasa el ámbito literario.

A partir de Marinetti y
el futurismo, la lista de quienes estimulan los movimientos de “lo
Nuevo” es amplia: Apollinaire y el cubismo, Vicente Huidobro
y el creacionismo, Maiakovsky y el constructivismo, Tristan
Tzara
y el dadaísmo, André Breton y el surrealismo
Un grupo que, al igual que los artistas, reaccionó de manera muy diferente en
el adverso contexto de la Primera Guerra Mundial que había llenado Europa de
trincheras, alambradas y recelos, acabando con la libertad, ingenua y
decimonónica, en la que, con los luises de oro y el francés, no existían fronteras.
Si algunos optaron por el patriotismo que les llevó a proclamas bélicas o
incluso al frente, como Apollinaire o Marinetti, otros se inclinaron por un
pacifismo que les llevó al exilio.
Julian Przybos, Z Ponad, 1932, club. Strzeminski

La Gran Guerra fue fértil agua
de mayo para la incipiente vanguardia española, pues Barcelona y,
especialmente, Madrid se convirtieron en destino de artistas y
escritores de todas las nacionalidades que huían de un incómodo París en
guerra, en el que unas veces caían bombas de los zeppelines y otras del Gran
Berta. Los franceses Albert Gleizes, Jacques Lipchitz, Marie
Laurencin
, Francis Picabia, el matrimonio orfista formado por
Robert y Sonia Delaunay, el mexicano Diego Rivera y el chileno Vicente
Huidobro
dejaron la ciudad del arte y se instalaron en la capital de España
llevando consigo la buena nueva de la modernidad. Junto a ellos, abanderados de
la novedad que llegaba del norte avanzado, también llegó a Madrid un grupo de
artistas y poetas polacos, que al ser súbditos del Imperio Austro-Húngaro
o de Alemania habían sido expulsados de Francia. A pesar de ser
una nacionalidad un tanto exótica en la España de la época, su vinculación con
los partidarios del Arte Nuevo en España fue tan estrecha que el
desarrollo de la vanguardia hispana es inseparable de los polacos que llegaron
a una Villa y Corte dividida entre aliadófilos y germanófilos y en plena crisis
del sistema de la Restauración. Se trata de los artistas Wladislaw Jahl,
Lucia Auerbach, Józef Pankiewicz, Marian Paszkiewicz y Waclaw
Zawadowski
, a los que acompañaba el poeta y teórico cracoviano Tadeusz
Peiper
. Un grupo que venía de relacionarse con la modernidad más activa que
anidaba en París y que estimuló el ultraísmo, el primero y más plural de
los movimientos vanguardistas surgidos en España, que no se puede entender sin
su presencia.
En Madrid, donde unos
permanecieron más tiempo que otros, y donde expusieron en lugar tan insólito
como el patio del Ministerio de Estado, el Palacio de Santa Cruz, hoy
Ministerio de Asuntos Exteriores, les aguardaban otros inquietos oteadores de
lo nuevo como Ramón Gómez de la Serna, ya convertido en Ramón, Guillermo
de Torre
y Rafael Cansinos Assens, el estado mayor del movimiento
ultra tanto en la poesía como en las artes, dispuestos a recibir su visión de
la vanguardia. A su estela y a la de otros emigrés de la literatura y el
arte residentes en ese Madrid granviario y en renovación de 1918, en el que los
tranvías ya eran eléctricos para espanto de Azorín, navegaría una larga
nómina de poetas que ha recogido Juan Manuel Bonet en la imprescindible
antología Las cosas se han roto, verdadero canon del
movimiento que más ismos fagocitó: Rafael Lasso de la Vega, Gerardo
Diego
, Rogelio Buendía, César M. Arconada, César
González-Ruano
, Evaristo Correa Calderón, tan próximo al antólogo y poeta,
el propio Jorge Luis Borges… Junto a ellos y en estrecha colaboración
trabajarían artistas como Rafael Barradas, Francisco Bores, Norah
Borges
y Daniel Vázquez Díaz, a los que se añadirían luego José
María Ucelay
, Pancho Cossío, Carlos Saénz de Tejada y Francisco
Santa Cruz
. La mayoría de ellos coincidiría con sus poemas y sus
ilustraciones en muchas de las revistas literarias convertidas en efímeras
plataformas de encuentro y difusión de las nuevas inquietudes, tanto en la
literatura como en las artes plásticas. Un amplio grupo que está formado por Grecia,
Reflector, Alfar
y sobre todo Ultra, que
destaca como la gran revista del movimiento.

Tadeusz Peiper. Juan Gris, 1924
A este ambiente y a este grupo
de artistas polacos, que asistieron a la independencia de Polonia desde Madrid,
y tomando como eje a su agitador cultural, el poeta Tadeusz Peiper, la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando
le ha dedicado recientemente una
exposición titulada “Tadeusz Peiper. Heraldo de la vanguardia entre España y
Polonia”
, comisariada por Juan Manuel Bonet y Monika Poliwka, en la
que se recoge su actividad madrileña y polaca, así como la vinculación
existente entre los movimientos vanguardistas de los dos países. Esta muestra,
la primera dedicada a esta curiosa conexión polaca del movimiento ultraísta,
que estuvo siempre presente pero nunca del todo desvelada, revela la
importancia que tuvo el grupo de artistas del Este en la vanguardia española
entre 1918 y 1921, pero también, y en esto reside la novedad que aporta la
iniciativa, la repercusión de su actividad madrileña en el desarrollo de la
vanguardia polaca. Un itinerario de ida y vuelta semejante al recorrido por la
propia exposición, inaugurada primero en Varsovia antes del verano y luego en
Madrid, que ha reavivado anteriores lazos y que sitúa a las dos ciudades en los
itinerarios vanguardistas de los años veinte.
La exposición se ha
desarrollado a partir de la trayectoria personal de Tadeusz Peiper, iniciada en
el París de la Primera Guerra Mundial, continuada con su estancia madrileña y
concluida con su regreso en 1921 a la Polonia independiente presidida por el
mariscal Józef Pilsudski. A su Cracovia natal llegó Peiper procedente de
Madrid después de perder en la estación de Viena su ya celebre maleta -a
la que la propia Monika Poliwka hace unos años le ha dedicado un trabajo-, en
la que seguramente llevaba una variada muestra de la modernidad europea en
forma de libros de tipografía y asunto novedoso, dibujos, grabados, pinturas y
probablemente algún manuscrito reunidos a lo largo de unos años de intensa
creatividad. Regresaba el poeta a modo de profeta de la modernidad con una
amplia experiencia tras su estancia parisina y madrileña, de manera que
contribuyó al extraordinario fenómeno de conseguir que la vanguardia polaca,
tan próxima a la rusa, compartiera lenguajes con las nuevas ideas desarrolladas
en Francia y España, con las que mantuvo el contacto durante tiempo,
contribuyendo a darle una especial originalidad.
En el primer apartado de la
exposición, se agrupan los trabajos más tempranos de los artistas y escritores
polacos realizados tanto en el París anterior a 1914 como en su entorno
madrileño tras llegar procedentes de Francia al ser expulsados por ser súbditos
del Imperio Austro-Húngaro. En él se han recogido obras tanto próximas al fauvismo
como ligeramente cubistizantes, entre las que destacaban varias pinturas de
Józef Pankiewicz, especialmente la conocida pero poco contemplada fuera de las
reproducciones “Calle de Madrid”, una vista un tanto geométrica de la
calle Augusto Figueroa, acompañada de su magnifico boceto al carbón, hasta
ahora inédito en exposiciones españolas. Junto a ella sobresalían también la
llamada “Terraza en Madrid”, de coloridos geranios, y el titulado “Paisaje
español”
, también de Pankiewicz, que al igual que el hasta ahora perdido “Paisaje”,
de Marian Paszkiewicz, un artista escurridizo, al que Bonet encuentra cierto
tono cezanniano, son una novedosa visión de este género en España.

Julian Przybos, Z Ponad
Entre la impresionante
papelería ultraísta que ha aportado la exposición complementando la pintura y
los dibujos, se han podido ver piezas tan interesantes y curiosas como el Manifiesto
ultraísta vertical
de Guillermo de Torre, con grabados de Norah Borges
y Rafael Barradas, o un número de la revista Horizonte, ilustrada
por Ucelay. Junto a él, había un conjunto de ejemplares raros que se ven
en pocas ocasiones, como los de la revista madrileña Tobogán o la
coruñesa Alfar, como el folleto-catálogo de la exposición de los
pintores polacos en el Ministerio de Estado, como el más conocido pero no por
ello menos interesante ejemplar de Tour-Eiffel de Vicente
Huidobro, con el pochoir de Robert Delaunay de 1918, como el volumen de Hélices,
el poemario de Guillermo de Torre con cubierta de Barradas… Como remate, solo
hubiera faltado un ejemplar del mítico y casi único La prosa del
Transiberiano y de la pequeña Jehanne de Francia
, el libro
acordeón de Blaise Cendrars y Sonia Delaunay, faro de los libros de
artista del que seguro alguno quedó en Madrid perdido en alguna biblioteca, que
no tardará en seguir la ruta ramoniana que conduce al Rastro. A modo de
consuelo, se puede encontrar una foto en el catálogo.
Mención expresa por su interés
y novedad merece el apartado dedicado a la vanguardia polaca, más precisamente,
cracoviana, tras el regreso de Tadeusz Peiper a su ciudad natal. Es este un
momento en el que la ilustración de revistas y libros con la más espectacular
tipografía alcanza una gran brillantez, combinando sus autores influjos de la
modernidad del Este y del Oeste. Difícil, muy difícil, escoger entre todo lo
que se ha expuesto y que tan infrecuente resulta ver por aquí, aunque es
imposible no reparar en las cubiertas de los libros de Julian Przybos,
en la de Wladislaw Strzeminski dedicada a una obra de teatro de Peiper,
que sirve de monograma al conjunto de la exposición, en la de Kazimierz
Sowinski
que presenta una obra de Marian Piechal, en los ejemplares
de Zwrotnica, la conocida revista peiperiana de preciosas
cubiertas equivalente en el este a la de la lionesa Manomètre desde
la que proclamó, rodeado de otros poetas futuristas y constructivos de
Cracovia, el “principio de las tres emes” –Metrópoli, Masa, Máquina-,
que creía debería inspirar toda sociedad que quisiera ser nueva, creyendo aún
en la utopía vanguardista que pensaba que la técnica y la ciudad crearían un
nuevo mundo en el que la vida sería muy diferente, hasta que Fritz Lang con
su “Metrópolis” y la crisis del 29 pusieron las cosas en su
sitio.

Noi anuncios
A esta reunión de selecta
papelería polaca, habitual en el quehacer de los comisarios, le ha acompañado
un despliegue de pinturas tan interesantes como las de León Chwistek,
cuyo retrato de Tytus Czyewski, otro destacado artista, es de gran
modernidad; las de Leon Dolzycki, que aúna futurismo y expresionismo en
sus pinturas, confirmando una tendencia característica de la vanguardia
centroeuropea; de Wladislaw Strzeminski, cuya “Composición suprematista”
es una mezcla de lo que luego harán Auguste Herbin, Ben Nicholson
o Esteban Vicente. A todos ellos se unen piezas de Fernand Léger,
Juan Gris, Kazimir Malévich… que han subrayado las relaciones
de la vanguardia cracoviana con toda Europa.
La exposición revela la
conexión existente en el seno del grupo polaco entre las diferentes
manifestaciones artísticas, pues en su actividad no solo estaba presente la
pintura o el grabado, sino también las artes decorativas, como demuestra el
jarrón pintado por Wladislaw Jahl, una pieza rara que ahora se ha expuesto por
vez primera. Se trata de una cerámica de diseño moderno que se vendía en la
tienda que abrió Sonia Delaunay en Madrid durante su estancia, un
establecimiento tan chic como de moda en el que, junto a los audaces
modelos de la llamada “la rusa” que se atrevían a llevar algunas modernas de la
aristocracia y la burguesía madrileña –la leyenda dice que hasta hace poco
podían encontrarse en el Rastro madrileño vestidos con la etiqueta “Sonia
Terk”
-, se vendían obras de vanguardia realizadas por los artistas
franceses y polacos exiliados.
En la actividad artística del
universo ultraísta son fundamentales las ilustraciones, los grabados, en su
mayoría xilografías, que pueblan los libros y revistas del movimiento, hasta el
extremo de que puede considerarse a esta actividad en la que confluyen arte y
literatura la manifestación más acabada de los artistas del ismo
hispano. Así lo muestra el magnífico apartado que recoge las cubiertas de la
revista de Guillermo de Torre, Ultra, que es quizás el estandarte de la
vinculación polaca con el mundo ultraísta pues en sus cubiertas se combinaban todos
los ismos convirtiéndolos en propios. Junto a las maderas de aire
expresionista de Norah Borges –entre las que se han escogido una vista de
Buenos Aires que no está lejos de la cubierta que hará poco después para el
mítico libro de su hermano, Fervor de Buenos Aires, y otra
dedicada al circo en la que predomina un aire muy a lo Doctor Caligari
y las vibracionistas de Rafael Barradas, se encuentran las muy futuristas
xilografías de Jahl y Auerbach como un compendio de los lenguajes nuevos. Un
conjunto de ilustraciones que es el apogeo del grabado, de la modernidad y del
apetito unitario del movimiento ultra al devorar todos los ismos y
digerirlos como uno propio, revelando la prodigiosa capacidad sincrética de sus
miembros.

Wladyslaw Strzemiński, Kompozycja postsuprematyczna 2, 1923
Ha sido una gran exposición que
ha destacado en un momento especialmente parco en este tipo de iniciativas que
culmina anteriores muestras del mismo comisario –verdadero Champollion del
movimiento ultra-, como las dedicadas al ultraísmo y las artes en el IVAM,
a Rafael Alberti y a los Ismos ramonianos en el Museo
Reina Sofía
o, en labores de colaborador, al México estridentista en el Instituto
Cervantes
de Madrid, todas con el mismo sesgo y discurso riguroso que ha
contribuido a poner en la historia del arte y la literatura un momento
especifico vida cultural de la España del siglo pasado.

Es imposible no referirse al
exquisito catálogo que por su diseño y contenido no tardará en formar parte de
los libros buscados, como ha sucedido con otros que recogían iniciativas
semejantes, también impulsadas por Juan Manuel Bonet. Y estoy pensando sobre
todo en “México ilustrado” o en el pionero “Ultraísmo y las artes
plásticas”
, este último verdadera confirmación de la realidad ultraísta. En
el volumen editado para esta exposición se recogen los trabajos esenciales de
Monika Poliwka, especialista en la Polonia de la vanguardia en España como
demuestran sus anteriores exposiciones dedicadas a este asunto o al escritor y
pintor Bruno Schultz, en el que por fin se desvelan todos los extremos
del grupo polaco y su vinculación con los modernos españoles, y la visión a lo baedeker
del mapa ultraísta español realizada por Bonet. Junto a ellos están también los
textos de Inés R. Artola, un estudio comparado de ambas vanguardias, y
del gran especialista polaco Piotr Rypson acerca de Tadeusz Peiper. Es
una obra que es mucho más que un mero catálogo, con ser mucho esto, y que se
añade a los trabajos de Gloria Videla, Jaime Brihuega, Eugenio
Carmona
, Javier Pérez Segura, Isabel García y el propio Juan
Manuel Bonet para completar el conocimiento de esa especial, fugaz, discutida,
variada, temprana pero sin duda interesante vanguardia española que fue el
ultraísmo, y sus conexiones con el exterior.

Jahl, 1920

Fernando Castillo Cáceres (Madrid, 1953) ha comisariado exposiciones de
pintura y fotografía, y entre sus libros publicados destacan Capital aborrecida. La aversión hacia Madrid en la literatura y la sociedad, del 98 a la postguerra (Madrid, Polifemo, 2010). Tintín-Hergé,
una vida del siglo XX
 (Fórcola, 2011), Noche y niebla
en el París ocupado
 (Fórcola, 2012) y París-Modiano (Fórcola 2015).