El escritor Arthur Koestler contó en su autobiografía https://cutt.ly/esFuvMW que la búsqueda constante del amor le llevó de una mujer a otra sin que en la mayoría de las ocasiones, pasara de ser una relación esporádica. Sin embargo, como creía enamorarse siempre, no se consideraba un libertino pues le salvaba esa pasión momentánea. Esa continúa búsqueda y huida en el terreno amoroso tiene también, según él, otra explicación. Cuando podemos predecir la respuesta de nuestra pareja, sostiene, todo ha muerto porque nuestra curiosidad hacia esa persona está acabada.

Lo que hace tiempo podía ser visto como una coartada de un hombre mujeriego, y desde luego Koestler lo fue, después de los diversos sucesos conocidos sobre sus relaciones con las parejas y amantes que tuvo, le conducen a una categoría distinta más cercana al depredador sexual.

Arquetipo del intelectual comprometido del siglo XX, Koestler nació en Budapest, en 1905, en una familia de origen judío. De joven vio el final del imperio austrohúngaro como estudiante en Viena. Simpatizó con la revolución comunista húngara de Bela Kun. Dejó los estudios y se hizo sionista. Trabajó en un kibutz sionista en Palestina que entonces se encontraba bajo el dominio inglés. Desencantado con el sionismo, regresó a Europa y se afilió en 1931 al Partido Comunista Alemán. Viajó por la Rusia estalinista, se hizo periodista y cubrió la guerra civil española.

Corresponsal del diario «News Chronicle» fue detenido en Málaga en 1937 por las tropas de Franco. Condenado a muerte, fue liberado gracias a un canje. Su estancia en la cárcel malagueña, y en la que pensó que llegaría a ser fusilado como otros encarcelados, fue la experiencia central de su vida que contó en su libro Diálogo con la muerte. Y también le convirtió en un abanderado en contra de la pena capital. De su peripecia española se publicó hace unos años un libro de Jorge Freire, Nuestro hombre en España https://cutt.ly/RsFu5hF en el que cuenta desde distintas perspectivas estos avatares de Koestler.

Tras abandonar el Partido Comunista (influido por las purgas estalinistas, el pacto Hitler-Stalin y la actuación soviética en la Guerra Civil, entre otros motivos), se convirtió en un furibundo anticomunista. Koestler nunca fue un hombre de términos medios.

 

Pierre Zarcate

 

De las dos mejores biografías que existen sobre él, y que dan bastante juego no sólo por su vida sino por el personaje, la última, escrita por Michael Scammell https://cutt.ly/PsFiTXW es la que más se acerca a esta personalidad camaleónica que siempre se movió entre opuestos. Scammell afirma que tenía una predisposición neurótica que le conducía a causas extremas sin pasos intermedios. Insatisfecho permanente, todo era poco para él, vivía en un estado de ansiedad continua. En algún modo, era un absolutista furibundo. Cuando abrazaba una causa, o una mujer, iba hasta el final. En el sexo encontraba cierta satisfacción a su ansiedad. Un placer cinegético. Y como podía permitírselo, gracias a su aúrea y respetabilidad de antiguo combatiente de muchas causas que habían sido hasta cierto punto necesarias, lo ejercía sin pudor ni freno sin importarle la situación de la mujer o incluso si era la esposa de algún amigo suyo.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue detenido en Francia por los alemanes. Gracias a la ayuda del Servicio de Inteligencia británico, con el que colaboró, fue puesto en libertad condicional y lograr llegar hasta Inglaterra, país cuya nacionalidad adoptó y donde vivió hasta su muerte. En los años finales de su vida, Koestler mostró un gran interés por la ciencia, el esoterismo, la parasicología, además de la sicología y el psicoanálisis, materias en las que llegó a tener un gran conocimiento y que le sirvió para redondear muchos personajes de sus novelas, como en «El cero y el infinito», su gran obra.

La grandeza de esta novela consiste en que refleja las purgas estalinianas a través de la confesión final de un dirigente del Partido Comunista, Rubashov. Koestler sabe adentrarse en la mente de los interrogadores y del acusado, siguiendo la dialéctica entre los fines y los medios tan propia del marxismo leninismo. Nadie se explicaba fuera de Rusia era esas largas confesiones de dirigentes comunistas que pedían la muerte después de acusarse de ser agentes del fascismo.

Rubashov confiesa porque siempre somos culpables de algo, las condiciones carcelarias, la falta de sueño, el hambre, el frío… lo que le conduce a un callejón sin salida donde él también descubre que es una agente del fascismo internacional. Koestler no profundiza demasiado en la tortura y lo deja en un duelo psicológico donde una de las partes está en inferioridad de condiciones, situación que se acentúa según pasan los días.

En 1981, enfermo de leucemia y parkinson, Koestler se suicidó en Londres, junto a su tercera mujer, Cynthia que estaba bien de salud. En su testamento dejó dinero para financiar una cátedra de parasicología en la Universidad de Edimburgo, que puso un busto de bronce en su honor y que años después fue retirado.

 

Pierre Zarcate

 

En su autobiografía Koestler da mucha importancia a lo sicológico. También hay páginas en que explica con excesivo detalle hechos que hoy día importan menos, algo normal en memorias y autobiografías, pegadas al tiempo de quien las escribe. Otro inconveniente es que las numerosas referencias a obras suyas distraen un poco la atención del lector. Y siempre subyace la impresión de que es incapaz de responder a la pregunta que le atormenta sobre su pasado estalinista en el que llegó a denunciar a una amante y compañera:

-¿Cómo pude caer tan bajo y en semejante falacia?

En sus explicaciones echa mano del sicoanálisis. Dice que, en su caso, esa entrega total a una sola causa fue una terapia contra el sentimiento de culpa que había arraigado en él desde la infancia inculcado por sus padres, en especial la madre, a la que odiaba y que en el momento de su muerte acusa de egoísmo por querer estrecharle la mano.

Su autobiografía es uno de los mejores testimonios acerca de la turbulenta primera mitad del siglo XX  y sus protagonistas. Sin acudir a maniqueísmos banales o prejuicios ideológicos sabemos que en su mayor parte no siguieron un camino de perfección. Aunque tampoco sabemos si puestos en su misma situación hubiésemos actuado de una manera distinta. Resulta fácil leer el pasado con las gafas del presente. En cualquier caso, las memorias se leen con agrado y resultan interesantes.

 

El hombre que despreciaba a las mujeres

Pero en nuestros días interesa más lo privado que lo público, sobretodo si es conflictivo o sirve para «ampliar» nuestra visión sobre el personaje. Esta tendencia, acentuada por una corrección política que no tiene en cuenta el contexto histórico, implica que el deber de cualquier buena biografía es el de «revisar» el personaje a la luz de nuevas revelaciones, documentos, lo que de paso sirve para promocionar el libro si hay algún motivo de escándalo.

En la biografía escrita por el profesor David Cesarani https://cutt.ly/8sFofeH, que es una obra seria y bien documentada sobre la vida de Koestler, al entrar en lo privado nos descubre las miserias humanas de su biografiado, especialmente en el campo sexual. Para el profesor Cesarani, la violencia era casi un «sello» del personaje Koestler. También nos enteramos de que era un bebedor empedernido y que, una vez ebrio, a veces intentaba conseguir favores sexuales de manera violenta.

 

Pierre Zarcate

Una forma de actuar que era un secreto a voces en el círculo íntimo del escritor. Tres años antes de aparecer esta biografía, la mujer de un dirigente del partido Laborista, Michael Foot (1913-2010), Jill Craigie, le acusó en 1995 de haberla violado empleando la violencia en los años cincuenta. Podemos imaginarnos las consecuencias de esta acusación si hubiese sido hecha con Koestler vivo, pero hacía más de diez años que se había suicidado. Al hilo de ello, un periódico inglés, el Sunday Observer citó sin nombrarlo a un ex ministro que decía que «Koestler fue un hombre terrible, hizo proposiciones a mi esposa…» Y otro político confirmó que «Koestler era un reconocido mujeriego que también acosó a su mujer».

Para Scammell, Craigie inventó la violación cuando era anciana y Cesarani habría engrandecido la historia para vender más ejemplares de su libro. Cesarani, mucho más crítico con Koestler que Scammell, le acusó de ser un violador en serie y Scammell le defiende diciendo que formaban parte del machismo de la época, cuando no se debían a un temperamento centroeuropeo, o el alcohol que le animaba a insinuaba a las mujeres, estuvieran solteras, casadas o acompañadas (y por lo visto con cierta predilección por las mujeres de los políticos).

La lectura de la autobiografía de Koestler y de las biografías de Cesari y Scammell nos permiten llegar a la conclusión de que el ego de Koestler era inmenso. Un narciso que presumía de una inteligencia superior a la media. Aunque en cierto modo brutal, también sabía ser amable y divertido cuando le interesaba. Según el mismo, sufría una inseguridad permanente que le llevaba a competir con el paisaje humano que le rodeaba para vencerla compitiendo. Sin embargo, su segunda mujer, que temblaba solo al verle, dijo que volcaba en los demás el odio que sentía hacia si mismo. Si a través de Scammell nos enteramos que se ponía de puntillas en las fiestas sociales para parecer más alto, Cesarani dice que intentó mimetizarse en el medio ambiente british sin lograrlo del todo.

Aunque fue un gran seductor (la lista de sus amoríos incluye a Simone de Beauvoir que lo retrató en una novela suya en clave) en el fondo sentía un profundo desprecio por las mujeres. Sobretodo con las que mantuvo una relación duradera donde buscaba una sumisión sin condiciones. De todas ellas, la que se llevó la peor parte fue la última, Cynthia, una mujer a la que anuló y humillaba, aparte de hacerle abortar tres veces. Koestler tampoco quiso conocer a la única hija que tuvo y podríamos seguir con un rosario de miserias y vilezas, a las que no son ajenos los malos tratos, y que le convierten en una persona despreciable. Sin embargo, también tuvo defensores importantes como Julian Barnes que fue amigo suyo.

Koestler conocía bien la sicología femenina, y suya es la frase que «se aprende a pensar mediante los libros, pero las mujeres nos enseñan a vivir». O que de una mujer se puede esperar todo y su contrario. Resulta evidente que era un hombre que huía de sí mismo, lo que demuestra su vida repleta de entregas y fugas, no sólo amorosas, sino ideológicas y profesionales. Koestler creía que el impulso sexual es irracional y se encuentra condicionado por la infancia y el inconsciente. Pero en muchos casos fue mas allá de lo que es lícito hacer para seducir a una mujer. Si Cesarani ejerce el papel de fiscal al enjuiciar la vida de Koestler y Scammell de abogado defensor, sólo queda dar la última palabra al acusado antes de que el jurado de lectores emita su juicio.

«El sistema cerrado de pensamiento agudiza las facultades mentales   -dice Koestler en sus memorias- y produce un tipo de inteligencia escolástica, talmúdica, minuciosa, que no ofrece ninguna protección cuando quieres cometer las más toscas imbecilidades. La gente de este tipo se encuentra a menudo entre los intelectuales.»

 

Pierre Zarcate

Entre sus obras destacan:

http://tus libros.com

Diálogo con la Muerte. Testamento español.

Espartaco: Los gladiadores (1940).
Oscuridad a mediodía. El cero y el infinito (1941).
La espuma de la tierra (1941).
Llegada y salida (1943).
Ladrones nocturnos (1946).
La edad de la insatisfacción (1950).
Flecha en el Azul (1952).
La escritura invisible (1954).
Reflexiones sobre la horca (1957).
Los sonámbulos(1959).
El espíritu de la máquina (1968).
Las call girls (1973).
El Imperio Kázaro y su herencia (1976).
Janus: A Summing Up (1978) (traducido al español: Jano, Debate, 1981).