[…] una tragedia consta de iguales elementos que una comedia -es decir, de las veinticuatro letras del alfabeto.
J.L. Borges pensando a Aristóteles
En Acsa Sacsas (del filósofo de la escuela cínica, Baquíades de Mecenios; 856 a. C) el libro que Borges no pudo terminar de leer (ergo, ni traducir completamente al español, como era su ferviente deseo) a causa de su progresivo deterioro del espíritu, se cita al antiguo gramático sánscrito Daksheia, y su incesante, pero no menos inútil búsqueda de la “palabra total”, una que contuviera en un solo sonido —en el mejor de los casos—, o en un solo y no del todo complejo aforismo encadenado, el conocimiento del origen del mundo y el porqué de la inutilidad de los aforismos; una palabra tan breve que nadie dudaría de su misterio; cabrían en esa palabra (en ese misterio) todos los libros, —los insustituibles y el catálogo de esos libros, los excesivamente perfectos y las respuestas deficientes a sus sofismas, los escritos en todas las edades pasadas y en todos los siglos por venir—, y los nombres que todas las culturas le adjudicaron a los días —si acaso no es el mismo— del principio y del fin de la historia de los hombres. La búsqueda de esa palabra, durante el siglo XIII d. C, llegó a tener un apogeo semejante al del descubrimiento de la piedra filosofal (según se advierte en los estudios de Tomás de Aquino) y en algunas aldeas del sur de Gales se le atribuyeron similares características a la de la sustancia alquímica.
Según la biógrafa Matilde Urbach, Borges comenzó a leer el libro en la Estancia Los Álamos, cerca de la ciudad de Junín, a finales de 1921; a mediados de la década de 1940, confesó a sus afectos más cercanos, la decisión de abandonar su lectura y tratamiento de verdad, fuera del posible pasatiempo que requieren las noches, valga la redundancia, solitarias y largas. Retomó la lectura definitiva (en la voz de Manguel) y recompuso los elementos de sus traducciones preliminares pocos meses antes de su muerte. Aunque tras su ceguera, a sus tardíos 50, demandaba que le leyeran en voz alta, rehusó, hasta enero de 1986, que le refirieran cualquier mención de este libro así como del Episodio 14 del Ulises de Joyce. Urbach pretende conocer que Borges jamás leyó de Acsa Sacsasel “Tratado sobre las artes sensatas”, el “Tratado sobre el universo en las alas de un mosquito” y “Cuatro leyes de la poética futura”.
En el tratado penúltimo[1], (adhiriendo a la teoría de Urbach, Borges leyó los primeros quince de los dieciocho que componen Acsa Sacsas) una referencia al “paralelismo del todo con la nada absoluta” observa que la “palabra total” existe, pero que esa palabra precede al lenguaje y por lo tanto no existen fórmulas fonéticas o gramaticales para hallar la solución. Cuando la digresión se hace patente por ciertos escasos argumentos, Baquíades de Mecenios culpa al autor del impracticable axioma, Samuel de Regensburg, de ponderar la necedad como un arte divino. Como el lector se habrá dado cuenta, Samuel de Regensburg, no nació hasta el 1250 d. C ni escribió sus primeras liturgias para el Obispo de Ratisbona hasta el 1270 d. C. Aquel tratado, además, estaba escrito en un idioma que Baquíades aún no conocía ni imaginaba (el latín humanístico tuvo su apogeo entre los siglos XIV a XVI d. C). Cercano a los últimos párrafos del tratado dieciocho, Baquíades escribe en español y “a modo de los pergaminos de Melquíades en Macondo” que Borges nacería con el único propósito de dejar inconclusa su lectura del Acsa Sacsas. Aunque no es del todo confiable, Baquíades presenta una transliteración del sánscrito arcaico que supone que cada una de las palabras, ideas y tratados del Acsa Sacsas es apenas una letra de la “palabra total” por la que se afanó Daksheia. Se sabe que Borges compró aquel libro en Londres en 1920. A su vez, se supo que Bioy Casares en alguna ocasión mostró, ciertamente para fanfarronear, el acuse de recibo de la compra que Borges realizó en aquella olvidada librería de Camden: los diez volúmenes que conformaban la obra completa de Baquíades. En la tapa del Acsa Sacsas, casi ilegible, se observa el símbolo “α´”, que en griego helenístico —el idioma que dominaba Baquíades—, se le adjudicaba el valor de “1”. De los nueve libros restantes no hay indicios.
[1]El “Tractatus de alas super universum de culices arceant”, es mencionado por Chesterton en los estudios publicados de Dominique de Vanvajour sobre las cualidades de la paradoja de Galileo, quien indudablemente estaba pensando en el texto cuando escribió “si suprimimos lo sobrenatural, lo que nos queda es lo antinatural”.