En un tiempo en el que se habla y se escribe tanto –y, por fin, tan libremente– sobre la maternidad, es difícil encontrar libros que no se nos caigan de las manos, en contra del tradicional discurso entusiasta, del lado de una condena en tono irritado o lastimoso. Por eso Contra los hijos, de Lina Meruane (Santiago de Chile, 1970), se aparece ante el lector –la lectora– como una pequeña joya de mordaz inteligencia ya desde sus excelentemente escogidas citas de apertura: «¡No lo puedo creer! ¡Me olvidé de tener hijos!», se lamentó Sophie Calle; «¿Cuántos hijos te gustaría tener? Cero», dijo Roberto Bolaño; «Y exclamó, para qué habremos nacido, y yo le contesté que nacimos porque a la pareja le vino ganas y no usó preservativos, y ella me dijo que siempre los usaría para no traer hijos degenerados a este mundo también degenerado y amargo…», dejó escrito Aurora Venturini. En la selección de referencias están ya presentes las líneas maestras del tono que Meruane emplea en este ensayo-diatriba: un humor ácido y una ironía contundente que vehiculan la crítica sin complacencias a la creación y lo creado como parte de un mundo corrompido en casi todas sus dimensiones.

Publicado en 2014 en Chile, Contra los hijos llegó a España a finales de 2017 gracias a Literatura Random House. En estos años, los temas tratados en el libro están siendo objeto de numerosas publicaciones y de un relato sometido a debate en casi cada posible red de comunicación. Es justamente el carácter desenvuelto y fresco de la prosa de Meruane, al que aludíamos, el que permite que las tesis de Contra los hijos resulten sugerentes, ya sea para asimilarlas como acertadas, ya sea para contradecirlas. Pero no solamente por la forma: además, la autora lleva a cabo una argumentación bien desarrollada que contrasta con el elenco de testimonios en ocasiones demasiado centrados en lo meramente emocional como prueba de validez de una posición o alternativa. Por eso, más allá de algunas formulaciones atractivas en su enunciación («La máquina de hacer hijos es nuestra condena», «Escribir y criar es una verdadera hazaña para una persona que además necesita un sueldo»), es interesante dejarse llevar por el discurso de Lina Meruane, que se adentra en cuestiones ecológicas, económicas, laborales, identitarias… todas ellas desde una perspectiva feminista.

Lina Meruane

Quizá lo más destacable de su planteamiento es que trasciende la trama de la maternidad y, como en un zoom out, la lectura de Contra los hijos nos instala en una crítica mucho más amplia e inclemente, la dirigida contra el capitalismo: «Este sistema le ha endosado a la familia, pero, como siempre, sobre todo a la mujer, la responsabilidad por todo lo que el Estado ya no le ofrece a su ciudadanía. (…) En las sociedades neocapitalistas el futuro esplendor del hijo (la optimización de todas las dimensiones de su vida) es lo único que el padre y por supuesto la madre creen poder brindarle: todo lo demás que desee una mujer-madre queda entonces reducido a una irresponsabilidad contra el bienestar y la supervivencia de sus descendientes», razón por la que no dudan en redoblar sus esfuerzos hasta límites demasiado expuestos. Qué remedio. Y sí, Lina Meruane se refiere a la mujer con apellido: mujer-madre, como veíamos, pero también mujer-escritora, mujer-sin-hijos, socióloga-y-madre-única, letrada-sin-hijos, autora-no-madre, madre-militante, mujer-obrera y tantas otras especificaciones para tratar de asir lo que se presenta como un estereotipo mucho más rico de lo que puede parecer en su representación inicial.

Fredric Jameson lo formuló de manera casi irrefutable: «Hoy en día, al hombre (sic) contemporáneo le resulta más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo». Así, y esta es la clave, el hijo se termina concibiendo –probablemente de manera involuntaria– como un proyecto, una producción, re-producción del éxito o fracaso de la familia que lo crea, de su madre. Pero sigue habiendo un espacio para la resistencia, tanto en el sistema como en la maternidad, que es, al fin y al cabo, una de las posibilidades que la biología brinda a la mujer, muchas veces cumplida por inercia cultural. Por eso, y pervirtiendo la fórmula de Jameson, podríamos decir que hoy, por fin y por fortuna, a la mujer contemporánea le resulta más fácil imaginarse el fin de la mística de la feminidad asociada al deseo de ser madre. Mucho más fácil que antes.

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