Foto de Antonio Fdez

 

Sandra Ávila es escritora y periodista. Nació en González Catán, (Buenos Aires) pero es de Ranchos por adopción. Comenzó a escribir cuentos y poesías a mediados del 98. Sus primeros cuentos cortos se publicaron en antologías de obras inéditas latinoamericanas de habla hispana. En 2010 ganó el Premio Valentín. En 2010 se unió al staff de la página web española de literatura: Libros, nocturnidad y alevosía donde publicó relatos y novelas por entregas. Participó en varios talleres literarios en Chascomús y en Córdoba, donde actualmente vive. Allí forma parte del grupo Literario “El otro lado”. Colabora en diversos medios gráficos, revistas digitales y blogs.

Ha publicado varios libros artesanales a puro pulmón, entre ellos: Cuentos urbanos, Limbo, Alma desnuda y Esto no es el fin del mundo pero es un caos. También en la editorial Másmedula LP, apareció Confluencias (2016), una antología de textos de varios escritores, Sofocados (2014) y Marysol (2017). Ahora acaba de salir a la  calle su último libro de poesía Cuchillos y rosas.

Para contarnos cómo ser independiente sin morir en el intento, Sandra Avila toma la palabra en primera persona.

(El texto anterior apareció en la revista Hábitat)

http://revistahabitat.com/?p=5153

 

Sandra Ávila

 

“Hacia el 2012 intenté publicar mis primeros libros lo que no resultó ser tarea fácil. Tras varios intentos fallidos de publicación en diversas editoriales emprendí la tarea de autoeditarme. Hice libros artesanales que tenían portadas a color, cintas, marcadores de páginas y etiquetas pegadas a mano. En esas autoediciones salieron a la luz cuatro libros, Cuentos urbanos fue el primer libro de cuentos. Le siguieron Esto no es el fin del mundo pero es un caos, Alma desnuda y Limbo. Dos años más tarde, Ediciones Masmédula publicó Sofocados, un libro de cuentos.

Cuchillos y Rosas es un libro de poesías que surgió al finalizar Marysol una novela juvenil que publiqué en el 2017. Este libro es la resaca, la secuela, el residuo que quedó después de creer que uno escribió y lo dio todo. Pero siempre queda algo más, algo que agregar, que decir, que reflexionar, se toman frases, conclusiones de sentires, no es más de lo mismo sino que al contrario. El ejercicio de escribir constantemente a un ritmo parejo hace que todo sea cada vez mejor, por lo menos eso intento (no recuerdo haber dejado de escribir en años). En esta profesión uno va clonando, va transitando por una especie de metamorfosis donde los cambios están presentes, las vivencias y las creencias también van cambiando. La escritura termina siendo una mezcla equilibrada de experiencias vividas y otras ficcionadas donde el escritor se nutre de lo vivido, de lo que le cuentan, de lo que ve o que presiente de cerca como un simple espectador, y como si fuese de noche vivimos con los oídos agudos donde cualquier murmullo se acopla, retumba e inspiran para contar historias. Pero también el día que dejemos de creer en el amor entonces estamos perdidos. Por eso los escritores tenemos esa necesidad de expresar y volcar sensaciones en el teclado y arrojarlas al viento para quien quiera las tome e interprete.”