CAPÍTULO 3

 

—Estaba aquí hasta hace un instante.

— Pues ya no está. ¿O crees que me lo he comido?

— Yo diría que sí.

— ¿Ah sí? ¿Y cómo sería eso?

— Bueno, no sé. Pero las jaulas son para que nada entre ni nada salga, ¿no? Y de esta   jaula, el canario salió. De eso no hay dudas.

— Pensemos: usted entró preguntando si vendía aves para el hogar. A lo que yo contesté…

—  “Tengo exactamente lo que está buscando.”

— Lo que seguramente a usted le pareció…

— La típica respuesta de un comerciante hábil que quiere vender a toda costa.

— Sin embargo, pareció muy inquieto cuando le mostré el último canario llegado de las islas Azores. Un…

— Un serinus nicæ canaria domestica.

— Pero señor, recuerde que es una expresión latina, dígalo con cursivas.

— Un serinus nicæ canaria domestica.

— Que le interesó porque…

— Nica es un nombre de mujer que me resulta familiar.

— Ahora bien, no me importó si ese es el nombre de su madre, esposa o hija, sólo le dije que no encontraría otro igual en toda la Calle de los Pareados. Usted se rascó la cabeza pensativo, luego colocó su mano en el mentón y exclamó a viva voz:

—  “¡Lo llevo dentro de aquella bonita jaula!”

— Y resulta que aquella bonita jaula es el modelo “Houdini S.XXI”. ¿Sabe qué significa eso?

— Sí, que sólo a un idiota se le ocurre hacer jaulas para canarios escapistas.

— Allí tiene su respuesta.

— ¿No hay manera de llamarlo?

— Déjeme ver en este antiguo libro de taxonomía… no será fácil… estos canarios son… una vez que se van…

Pero el canario se posó en la ventana con una papelito en el pico y en el papelito un número.

— ¿Eso es un número de teléfono? ¿Y qué más dice?

— Mi nombre. Dice: “Llámame, Boris.”

— ¿Y quién firma?

— Por ahora, sólo el canario. Me lo llevo.

 

(Continuará…)