Con motivo de la celebración de las mujeres escritoras hemos querido traer a colación unas pocas reseñas de libros escritos por mujeres de distintos géneros, publicados por esta revista web en estos últimos meses. Es una selección de libros de mi cosecha y que he leído salvo uno, que empezaré a leer en breve y por eso lo he puesto en esta lista. Esta selección no tiene otro significado que rendir un homenaje a las mujeres escritoras en su día y, de paso, a las lectoras.
Gestar un tópico. Azahara Alonso
1.- Escribe Azahara Alonso en “Gestar un tópico” (Ril editores, 2020) que “lo que no se puede escribir, como si fuese una incógnita, carece de nombre”. En algún modo deja al lector de este libro de poemas en prosa que ponga los nombres de su escritura porque incógnitas hay muchas. No conviene asustarse. Leer poesía es salir a buscar los significados ajenos en un bosque de palabras y de los que nuestra lectura se apropia para encontrar otros conceptos.
2.- Asociaciones y metáforas, lenguaje y filosofía, tal es el crucigrama que nos tiende Azahara Alonso en su libro para que encontremos en la sopa de letras la palabra que nos conviene para completarlo. No podemos acudir a lo histórico ni a los afectos. Tampoco a la sociología ni la psicología. De esta última materia Azahara escribe que “no es mas que un trabajo de seducción para que dejemos de tomarnos en serio”. Por eso lo que teje el hilo de estos poemas una identidad material.
3.- Azahara Alonso (Oviedo, 1988), colaboradora de Libros, nocturnidad y alevosía, y autora del libro de aforismos Bajas presiones (2016), entre otras acciones, nos invita a un pensar distraído, a “distraerse para no pensar”. Seguimos leyendo. “Yo no soy pesimista. Es el mundo el que es pésimo”. En algunos momentos el poema se enrosca hacia el aforismo breve que es también una forma de pisar fragmentos de un ensayo o un tuit. Arqueologías de nuestra época.
4.- La autora dijo en la presentación de su libro que no es tiempo de gestas, sino de gestos. Por eso escribe que el “único consuelo es gestar un tópico”. Sin embargo, nada se repite demasiado en estas páginas. Al contrario, suena a poco oído salvo lo inevitable y cierto. Ella cree que en la vida de todos existen “dos payasos: el que solo aspira a quedarse donde está y el que imagina que un poco más allá se encontraría mejor”.
5.- En esa intersección carecemos de brújula que indique la vía que conviene transitar. “Cada idea es una isla, pero como instalarse en ella si sus habitantes son ascetas”, escribe Azahara. Mas el pasatiempo consiste justo en eso: rellenar con letras las casillas en blanco de nuestro pensamiento distraído.
6.- Si las casillas están vacías no queda otra que deducir y señalar dónde está la separación entre las distintas palabras para resolverlo. Sabemos que “las palabras que se pronuncian no son las palabras que se escriben”. O si se prefiere, para comer la nuez hay que romper la cáscara. Abrir para encontrar. Masticar lo pensado por otros buscando las palabras que completen el crucigrama de nuestros días.
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Tocando lejos. Inma Villanueva Ayala
Aunque se trata ciertamente de una historia de amor, la historia de alguien que no acaba de entender por qué se deja de amar a los que más se ha amado -el amor, dice la narradora y protagonista, “se desgasta como la punta de un lápiz de carboncillo”-, la novela es también un libro de viajes y una suerte de confesión, algo que no sorprenderá a los aficionados a la literatura, pues el viaje de verdad siempre acaba convirtiéndose en viaje interior.
El escenario es Cuba, la Cuba de Fidel Castro, magnífica y cochambrosa como su capital, una ciudad donde las palabras “liquidación de existencias” en un gran cartel no pueden leerse sin sobresalto. Frente al decorado cartón piedra preparado para los turistas, se va abriendo al lector de Tocando lejos la Cuba verdadera, mezcla dolorosa de ansias de vivir y resignación encarnada en la figura del protagonista de la historia, un cantante septuagenario capaz todavía de enamorar a las mujeres… https://cutt.ly/zglyTpG
Marie Curie. Adela Muñoz Páez
No puede decirse que Madame Curie (1867-1934) haya estado escasa de atención en forma de libros. Y bien que lo merece: Premio Nobel de Física en 1903 (compartido, como más abajo se dirá) y de Química en 1911. Sólo en España hemos de mencionar la biografía de José Manuel Sánchez Ron en 2000 -en realidad, una historia de la radiactividad, con motivo de su centenario- y ahora esta otra, cuya autora, Adela Muñoz Páez, es Catedrática de Química Inorgánica en la Universidad de Sevilla, especializada en el estudio de materiales en fuentes de radiación sincrotón y que ha firmado trabajos tan importantes como la celebrada Historia del veneno. De la cicuta al polonio (2012).
Y eso sin contar con las aportaciones a la figura de Curie provenientes de fuera de nuestro país y de fechas anteriores, como de las de Eva Curie, su hija (Marie Curie, 1938) o la de Susan Quinn, Marie Curie. A Life, 1995).
Del libro que se va a reseñar hay que empezar destacando que estamos, una vez más, ante una obra de divulgación, o sea, no dirigida en exclusiva a los especialistas. Un profano como es el autor de estas líneas puede leerla sin perderse nada, a poco que ponga un poco de concentración. Tiene uno la impresión de que, dentro de unos años, sólo van a existir este tipo de cosas: o los autores se saben explicar para todos o mejor que vayan pensando en echar el cierre. Quedarían para explicar a estudiantes de biotecnología en unas aulas in vitro, por poner una referencia entre muchas otras posibles. La marginalidad más absoluta. Muy sabios tal vez y con sabe Dios qué diplomas, pero también muy colgados, aunque, eso sí, contentísimos de haberse conocido…. https://cutt.ly/iglyS9a
Inés Martín Rodrigo. Una «Habitación compartida»
(Carmen Siguenza. EFE 12 de junio 2020)
La periodista y escritora Inés Martín Rodrigo, que lleva años haciendo entrevistas a gente del mundo de la cultura, ha querido encerrar ahora en «Una habitación compartida» las voces de las escritoras que más huella han dejado en ella. Un libro de entrevistas cuyo título es un guiño a Virginia Woolf.
Con prólogo de Enrique Vila-Matas, «Una habitación compartida», publicado por Debate, es un libro de conversaciones con autoras de todas las edades, un libro de grandes mujeres que convierten la entrevista en pura literatura y que permite al lector entrar en el pensamiento de cada una de ellas.
Vivian Gornick, Zadie Smith, Elena Poniatowska, Edna O’Brien, Deborah Levy, Margaret Atwood, Lidia Davis, Jeannette Winterson, Ida Vitale, Gloria Steinem, Siri Hustvedt, Elvira Navarro o Isabel Allende, entre otras, habitan este «cuarto compartido», en una antología de entrevistas-conversación en las que se habla de su trabajo, de las dificultades que han tenido por ser mujeres, del feminismo y de los pliegues de la vida en general.
«Después de más de una década conversando con personajes culturales de todo tipo, me di cuenta de que en mi cabeza resonaban, con fuerza, las voces de grandes escritoras. Consideré que había llegado el momento de escucharlas, de ver lo que tienen que decir sobre literatura pero también sobre muchos otros temas que tienen que ver con el hecho de ser mujer y escritora hoy en día», explica a Efe la autora de «Azules son las horas».
Martín Rodrigo, periodista cultural de ABC, emplea distancia para arrojar luz sobre este coro de voces, que se han quedado en 31 pero que podrían haber sido más.
«Ellas fueron las que, de algún modo, más me cambiaron; y no me refiero sólo al oficio periodístico, sino también a mí como persona, todas ellas me movieron por dentro, me conmovieron, y de sus conversaciones salí diferente», argumenta.
Una vez elegidas, dice, lo que tuvo claro fue el orden en el que aparecerían en el libro: de la más joven, Carmen María Machado, a la mayor, Ida Vitale.
«Lo hice así -continúa- porque, aunque el libro puede empezar a leerse por cualquier capítulo, me gustaría que se percibiera ese contraste en las opiniones a medida que van pasando los años, desde la vehemencia más propia de la juventud a la reposada conciencia de la madurez y la vejez».
Las entrevistas son también un ensayo, como dice su autora, porque muestran un crisol de opiniones, de las más importantes, sobre la idea del feminismo.
«Desde la más activista a la más reticente a esa exposición pública, todas se consideran feministas y se definen como tales. Entendiendo por feminismo la reivindicación de la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres por mucho que, sobre todo en los últimos años, haya quien se empeñe en desvirtuar el término con fines, sin duda, políticos e ideológicos», afirma.
En este mismo sentido, Martín Rodrigo añade que el hecho de plantear el libro así, en orden ascendente de años, permite percibir de una manera muy clara cómo el feminismo no es algo que se inventara ayer.
«Las generaciones más jóvenes deben tener presente a toda esa genealogía de grandes mujeres que están detrás de ellas y sin las cuales hoy no estarían aquí», recuerda.
No están todas, unas se han quedado en el tintero, y alguna en deseo, como la escritora y periodista estadounidense de 85 años Joan Didion, que de momento no ha podido ser entrevistada. Y entre las entrevistas más emocionantes, la de la autora irlandesa Edna O’Brien, a sus 88 años, en su casa de Londres.
«El rato que compartí con ella en su biblioteca, rodeada de sus tesoros y de todos los fantasmas que la acompañan y la protegen, de Virginia Woolf, de James Joyce, de Beckett, de Philip Roth, ese momento en el que me sacó un trocito de pastel… todo eso me cambió. Regresé a Madrid siendo una persona distinta, una persona mejor», concluye.
Y entre la más duras de roer, por difícil de atrapar, Jeannette Winterson (Manchester, Inglaterra, 1959).
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El infinito en un junco. Irene Vallejo
Sin temor a ser injustos, podemos reconocer que pocas veces se han dirigido a nosotros de esta manera en un libro: «Eres un tipo muy especial de lector y desciendes de una genealogía de innovadores. Este diálogo silencioso entre tú y yo, libre y secreto, es una asombrosa invención». En los escasos libros que de veras nos interpelan ocupamos roles aleatorios, pero no es habitual ser para el autor un lector en esta clase de pureza. De ahí en parte la conquista, de la pertenencia a una misma hermandad, la de los bibliófilos. La cita está extraída de El infinito en un junco (Siruela, 2019), un volumen que, en efecto, nos hace partícipes, en una apasionante escucha, del origen y evolución del saber, del alfabeto y de los libros durante el período de la antigüedad grecolatina. Su autora, Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) es doctora en Filología Clásica, divulgadora del mundo antiguo y autora de varios títulos de narrativa y ensayo. Estas facetas confluyen de un modo brillante en el ambicioso y reciente proyecto que ha recibido el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2019 y el Premio Las Librerías Recomiendan de No Ficción 2020.
Si bien en caso de obstinarnos en clasificarlo diríamos que El infinito en un junco es un ensayo, hay pasajes deliciosos que responden precisamente a algo poco característico del género, la presencia de su autora a través de una primera persona que confía anécdotas personales al lector. Uno de los pasajes más memorables es aquel en el que narra cómo durante una época de estudiante en Florencia visitó la Biblioteca Riccardiana para consultar un manuscrito de pergamino muy valioso, un Petrarca del siglo XIV. Pero el motivo de su visita no era tal: «Lo cierto es que no necesitaba consultar ningún manuscrito para mi investigación (…) El objetivo de mi incursión era exclusivamente hedonista». Vallejo quería «rozar y acariciar ese libro, deseaba experimentar el goce sensual tan severamente custodiado por los guardianes del patrimonio», y así todas las notas que tomó durante esos encuentros con el objeto de deseo fueron sencillamente sus impresiones sensoriales. De esta experiencia, por cierto, nació El infinito en un junco. https://cutt.ly/kglyB7B
Cuchillos y rosas. Sandra Ávila
Cuchillos y Rosas es un libro de poesías que surgió al finalizar Marysol una novela juvenil que publiqué en el 2017. Este libro es la resaca, la secuela, el residuo que quedó después de creer que uno escribió y lo dio todo. Pero siempre queda algo más, algo que agregar, que decir, que reflexionar, se toman frases, conclusiones de sentires, no es más de lo mismo sino que al contrario. El ejercicio de escribir constantemente a un ritmo parejo hace que todo sea cada vez mejor, por lo menos eso intento (no recuerdo haber dejado de escribir en años). En esta profesión uno va clonando, va transitando por una especie de metamorfosis donde los cambios están presentes, las vivencias y las creencias también van cambiando. La escritura termina siendo una mezcla equilibrada de experiencias vividas y otras ficcionadas donde el escritor se nutre de lo vivido, de lo que le cuentan, de lo que ve o que presiente de cerca como un simple espectador, y como si fuese de noche vivimos con los oídos agudos donde cualquier murmullo se acopla, retumba e inspiran para contar historias. Pero también el día que dejemos de creer en el amor entonces estamos perdidos. Por eso los escritores tenemos esa necesidad de expresar y volcar sensaciones en el teclado y arrojarlas al viento para quien quiera las tome e interprete.” https://cutt.ly/ugly6P0
La madre de Frankestein. Almudena Grandes
La Madre de Frankestein es el título de la última novela de Almudena Grandes ( Madrid, 1960) que se pondrá a la venta este mes de febrero publicada por Tusquets. Pertenece a la serie llamada Episodios de una guerra interminable y después de Inés y la alegria; El lector dde Julio Verne; Las tres bodas de Manolita; Los pacientes del doctor García, hace el número cinco en esta serie de seis que finalizará con Mariano en el Bidasoa. Es decir, es novela que pertenece a un esquema determinado, donde Almudena Grandes, que es admiradora de la obra de Benito Pérez Galdós, quiere dar cuenta de la España de unos años determinados, centrados en la larga postguerra, al modo en que el autor de Fortunata y Jacinta quiso reflejar la España del XIX en su serie de Episodios Nacionales.
El ejemplo de Galdós, sin embargo, resulta pertinente en el modo de abordar ese esquema histórico pero, sin embargo, se mantiene alejado de los presupuestos de clara raíz humanista de éste, que pertenece por pleno derecho a la estirpe de la moral cervantina, en tanto en cuanto que no se escora nunca en sus preferencias por los personajes que crea, pertenezcan éstos a la aristocracia, la clase media rampante que describe magistralmente en La de Bringas o la gente del pueblo, como se decía en aquellos tiempos, mientras que los descritos por Almudena están imbuidos de una clara preferencia ideológica, que nada tiene que ver con lo que piense el autor, antes bien es cuestión puramente literaria y sujeta a discusión, ya que, por ejemplo, en Valle Inclán, sobre todo en sus últimas obras, parece reservar el aspecto más duro de lo esperpéntico a la Corte y la aristocracia mientras resalta cada vez más el estado de cierta “inocencia” en el pueblo llano. La obra de Almudena, aunque adscrita a cierta estética realista muy alejada del expresionismo de un Valle Inclán, se escora hacia este lado aunque le falte esa tremenda, explosiva apoteosis linguística del autor de Luces de bohemia, deudor del legado quevedesco……… https://cutt.ly/UgluyVl