-Querido, mira que razón tiene lo que estoy leyendo.
-¿Qué dice?
-Cada cierto tiempo los gobernantes se despiertan con la boca seca y la cabeza como un bombo, sienten una náusea y exclaman:
-¡Hay que acabar con la droga!
«Así que ponen en marcha planes para solucionar el problema, aunque el principal problema es que nunca se sabe muy bien lo que desean ni a qué se refieren. Porque en el sacro roto de un concepto difuso se pueden meter las más diversas sustancias, de efectos muy diferentes. Desde el hachís a la aspirina, desde el opio a los garbanzos.
-No le falta razón.
-Sigo. » Suele ser una batalla de antemano perdida, porque desde el principio de los tiempos, al animal humano le ha gustado meterse cosas en el cuerpo más que a un tonto un lápiz. Pero en fin, cuando la defensa de la salud se convierte en un acta de guerra que no desdeña soluciones violentas, es la propia salud, no hay duda, lo que se pone en peligro. Y aún con la amenaza del palo, la prohibición incita al personal a ponerse ciego. De este modo, es fácil encontrarse con la sonrisa bobalicona de los que dan saltos y se besan con el MDA, la mirada flotante del fumador de cáñamo, la palabrería incontenida del usuario de la cocaína o el divagar melancólico del heroinómano…
-Sigue, me interesa.
-Un caballero, dispuesto a explorar todo tipo de territorios siguiendo la eterna exigencia de llegar hasta el límite, está por encima de torpes liviandades, especialmente del uso ignorante de las fórmulas y de las alteraciones de los comportamientos… así que pasa como si nada entre las estupefacciones y las piruetas saltimbanquis que provoca la química en la sesera de los pelotones febriles entregados al extravío. Pero, demonios, acaba sin poder librarse de caer en la triquiñuela de malignas pócimas y bebedizos. El garrafón, el matarratas, el martillazo metílico, llámenlo como quieran. Ningún plan de saneamiento social lo tienes en cuenta porque, como diría cualquier responsable de bar nocturno, no existe. Pero, como las meigas y sus hechizos ponzoñosos, haberlo, hay.
-¿Quién es el autor?
-Jorge Berlanga en «Un hombre en apuros».
-Me gusta.
-Es de un libro que se titula «Un hombre en apuros».
Jorge Berlanga (Madrid, 1958-2011), fue un periodista y escritor español, autor también de diferentes guiones de películas.