Fernando
Castillo
cierra su particular trilogía sobre la Ocupación alemana de Francia (1940-1944)
durante la segunda Guerra Mundial con este ensayo publicado por la editorial
Fórcola, Españoles en París 1940-1944.
Constelación literaria durante la Ocupación
.
Una
trilogía  que empezó con Noche y niebla en el París ocupado (2012),
una gran investigación historico-literaria sobre el lado más oscuro de esos
años como fue la colaboración mafiosa con el ocupante. En este caso centrada
en  el inefable periodista y escritor César González Ruano; el agregado de
policía en la embajada española en París durante la Ocupación, Pedro Urraca; el
padre del escritor Patrick Modiano Albert Modiano; y un judío colaboracionista
que al final de la guerra se  refugiará
en España, André Gabison.
En el
siguiente, París-Modiano De la
Ocupación a Mayo del 68,
nos
habla a través  de la biografía del
escritor francés Patrick
Modiano
del París ocupado y la vida compleja y equívoca de sus padres
durante la Segunda Guerra Mundial, una presencia que se repite en la obra del
Premio Nobel de Literatura francés. Fernando Castillo da una vuelta de tuerca
más a esos «années noires» y la colaboración mafiosa, puesta al servicio del
ocupante, en una  galería de personajes y
situaciones  inolvidables.
En
este último ensayo, Españoles en París
1940-1944. Constelación literaria durante la Ocupación
, Fernando Castillo nos
descubre una faceta poco conocida de ese periodo y como fue la estancia en
París de más de cuarenta escritores españoles que por circunstancias diversas y
desde posiciones distintas vivieron allí. Al igual que la mayoría de los
franceses, sólo unos pocos corrieron riesgos o formaron parte de la resistencia
lo mismo que otra colaboró con el ocupante, mientras que la mayoría intentó
sobrevivir.
César González Ruano. Pedro Flores, 1942
Por
estas páginas bien escritas y mejor dcumentadas aparecen las “grandes figuras”
de aquello años como Max Aub, César
González Ruano, Gregorio Marañón y Jorge Semprún, junto a otros menos
habituales como Manuel Chaves NogalesCorpus BargaJoan
Estelrich
 o Mercè Rodoreda. Pero dejemos que sea el autor que explique mejor su libro.
¿Cuál
es el mejor testimonio de aquellos años escrito por los escritores y
periodistas que traes a colación?
Curiosamente, dada la importancia
histórica del acontecimiento que les tocó vivir, la Ocupación no inspira apenas
a los escritores españoles que estuvieron en París durante los años que van de
1940 a 1944. Durante este periodo escribir si escribieron, aunque apenas
recojan la realidad de esos años negros. Lo que hay sobre todo son alusiones
dispersas en las obras de contenido memorialístico como las muy distintas de
Victoria Kent y de César González Ruano, situadas en las antipodas.
Hay sin embargo alguna descripción del
París ocupado, como la de un texto de Corpus Barga titulado  “París, marzo de 1943”, incluido en el cuarto
y último tomo de sus memorias, Los pasos perdidos, en el que recoge su
visita a París en 1944, aunque al redactarlo años después equivoca el año y
adelanta la visita parisina a 1943. Son unas cuantas páginas que se encuentran
entre lo mejor de lo dedicado a la Ocupación en París por las que desfilan
españoles y tipos de la ciudad como negocinates del mercado negro con los que
coincide en Lipp. Junto a ellas destacaría también la obra de María Casares,
Residente privilegiada
, y la de Victoria Kent, aunque en este último caso
el tono sea mucho más intimista.
Otra cosa son los testimonios de la
crisis de la III República y los días de la derrota en mayo y junio 1940, la
llamada defaite. Sobre e estos acontecimientos las obras de Manuel
Chaves Nogales y de Carles Soldevilla son de gran interés y fuerza.
Aunque
el más conocido de todos ellos tal vez sea César González Ruano, llama la
atención la trayectoria del ilustrador Carlos Fontseré y el pintor Manuel
Viola. ¿Acaso fueron ejemplos del ambiente equívoco de aquellos años?
Si, sin duda todos ellos son unos
adecuados representantes del ambiente extraño del París oku. Entre ellos
sobresale el que ahora podemos calificar de modianesco César González Ruano, un
personaje que en obras como La alegría de andar, André, pas de chance,  o Manuel de Montparnasse  y, por supuesto, Mi medio siglo se
confiesa a medias,
describe en primera persona, ocultando solo lo más
comprometedor, aunque  ofreciendo pistas
para adivinarlo, su actividad en el milieu parisino de la colaboración
económica y mafiosa. Son una páginas que describen décadas antes de su
publicación, el mundo de las primeras obras de Patrick Modiano que forman la
llamada Trilogía de la Ocupación, compartiendo personajes como los
miembros de la banda de la calle Lauriston. Todo además en primera persona, lo
que convierte a estas obras en una guía imprescindible para navegar por el
mundo de los españoles en París.
Por el contrario, las memorias del
cartelista de la CNT, Carles Fontseré, escritas mucho después de los
acontecimientos, dan la sensación de cierta artificialidad, de haberse
redactado antes consultando bibliografía de la época que atendiendo a sus
impresiones directas. Parecen recuerdos reconstruidos años después lo que le
permite mantener unas opiniones acerca de la resistencia y la colaboración  insostenibles antes de los ensayos y las
novelas dedicadas al asunto aparecidas a principios de los años setenta.
Manuel Viola, íntimo de CGR, es otra
cosa. Un poeta que en esos años devino en pintor y que estaba alrededor del
mundo de los surrealistas de  La Main
à Plume
 , la revista
clandestina que impulsó Georges Hugnet. No escribió nada al respecto y es una
pena pues tenia muchas cosas que contar, especialmente de sus actividades con
González Ruano, con el pintor Oscar Domínguez y con el escultor Honorio García
Condoy, un grupo que sabia mucho del tráfico de obras de arte, en su mayoría
falsas.
A
quien destacarías entre los escritores catalanes que vivieron aquellos años por
su valía?
El grupo de escritores que forman esa
galaxia catalana en el París ocupado es especialmente brillante y diría que
numeroso. Entre todos ellos, destacan por su obra Carles Riba, quien escribió
las Elegies de Bierville, y los textos de Sebastiá Gasch y Ferran
Canyameres, dos diarios que se pueden considerar complementarios pues ambos
eran amigos muy cercanos  y vivieron
juntos parte de la Ocupación por lo que ambos trabajos son dos visiones de un
mismo asunto.
En
una Francia dividida entre la minoría resistente y la colaboracionista, ¿qué
proporción hubo entre los escritores y periodistas españoles de germanófilos y
aliadófilos?
En contra de lo que pudiera pensarse, la
mayor parte de los escritores españoles que permanecieron en París durante la
Segunda Guerra Mundial pertenecían al exilio republicano, a lo que luego se
llamará la “España peregrina”. La mayoría de ellos se vieron obligados a
permanecer en el París alemán, lo que significa que estaban en lo que se podía
considerar territorio enemigo. Muchos de ellos, sin papeles, tuvieron que vivir
en la clandestinidad y en condiciones tan
difíciles como peligrosas. Las vidas de Victoria Kent,  de Consuelo Berges, de María Lejarraga, Max
Aub –quien además era de origen judío y alemán–, de los comunistas Jorge
Semprún, José María Quiroga Pla o Emili González Nadal, del mismo Manuel Viola,
dan idea del riesgo que corrieron y que en el caso de Berges y Aub se sustanció
en la deportacion a España y en un campo de concentración en Argelia.
Por el contrario, personajes fuera de
toda sospecha como el periodista Mariano Daranas, muy próximo al nazismo, Joan
Estellrich, vinculado a los servicios secretos del franquismo, quizás Antonio
de Zuloaga, o el mismo César González Ruano, se movían en el París ocupado sin
ningún problema. Incluso, con más soltura y provecho que antes de la Ocupación.
¿Qué
similitudes y diferencias encuentras entre Jorge Semprún y María Casares?
Les acerca
que ambos eran hijos de destacadas personalidades republicanas. Ella, del jefe
de gobierno, Santiago Casares Quiroga, y él, de José María Semprún Gurrea,
escritor y diplomático. Sin embargo, les diferencia su  peripecia en la Francia ocupada. Jorge
Semprún formó parte de la Resistencia, concretamente del maquis comunista FTP-MOI
(Francs-Tireurs et Partisans-Main d’Oeuvre Immigrée), participando en acciones
armadas que le llevaron al campo de Buchenwald en 1943. Por el contrario, María
Casares durante estos años inició y consolidó tanto una brillantisima carrera
como actriz, como su relación con Albert Camus en un París en el que la
actividad cultural continuó con gran brillantez en lso llamados años oscuros.
¿Y
entre Consuelo Berges y Victoria Kent?
En este caso, más allá de su compromiso
con la causa de la República y de  su
condición de exiliadas, solo cabe señalar la común condición de perseguidas por
las autoridades de Ocupación, de la que Kent pudo librarse.
Si
César González Ruano fue una especie de mefistófeles¿ quien fue el ángel de la
guarda?
Ciertamente no fue el del París ocupado
un entorno propicio a comportamientos angelicales. Al contrario, era un momento
y un escenario en el que primaba el sálvese quien pueda y sobre todo la
posibilidad de obtener beneficios de la situación. Naturalmente, todo ello no
excluyen comportamientos solidarios y sobre todo de gran dignidad y discreción
como los de Victoria Kent, María Lejárraga, Emili Gonzalez Nadal, Max Aub,
Álvaro de Orriols, Carles Riba, Jacinto Luis Guereña, Mercé Rodoreda o Antonio
Porras. Todos ellos sufrieron las muchas adversidades de un tiempo muy difícil
con una actitud elegante.
En el café La Rotonde, en 1925. De izquierda a derecha, Mariano Alarcón; Dunyach; Carlos Esplá; Blasco Ibáñez, Unamuno, Corpus Barga;
Corpus
Barga era hasta el momento de la ocupación el más afrancesado de todos ellos
por tener mujer francesa y haber vivido más años que ninguno en Francia?
Muchos de los escritores españoles que
estuvieron en París durante la Ocupación habían residido en la capital francesa
durante tiempo, desde el siniestro orresponsal del ABC, Mariano Daranas a
Gregorio Marañon pasando por Joan Estellrich o el citado Corpus Barga. Incluso,
los había como Max Aub, que habían nacido en ella. Otros como José María
Semprún Gurrea o Carles Soldevila, conocían sobradamente la ciudad y es que
París fue una urbe muy próxima a la vida cultural española durante gran parte
del pasado siglo.
¿La
colaboración francesa con el ocupante, bien de corte ideológico o político por
el régimen de Vichy es el pasado que no pasa como se ha puesto de manifiesto
con el homenaje de Macron y Netanyahu a las víctimas del Velódromo de Invierno,
o es un intento de crear un relato equidistante entre la mitificación de la
resistencia y la maldición de la colaboración?
A lo largo de las últimas décadas
la  versión oficialista surgida de la
guerra, tan gaullista como resistencialista, ha experimentado una profunda
revisión que se ha hecho más intensa a medida que pasaba el tiempo y se
alejaban los acontecimientos. Desde los primeros trabajos de Robert O. Paxton y
Pascal Ory o de  las novelas de Patrick
Modiano y las películas de Claude Lellouch o Louis Malle, a la altura de los
primeros setenta, la revisión de las versiones oficiales, especialmente en lo
referido al antisemitismo y a la supuesta unanimidad de los franceses frente al
ocupante, son cuestiones que hoy día ya prácticamente nadie discute,
especialmente fuera del país vecino. Ahora, los actos de glorificación de la
Resistencia y de la victoria sobre Alemania, algo también debatido, conviven
con las muestras de desagravio y reconocimiento a las victimas, especialmente
las de origen judío.
No obstante, en la sociedad francesa
quizás falta todavía una asunción de la colaboración –política, cultural,
económica, mafiosa y personal–que mantuvieron
muchos franceses con los alemanes como demuestra lo sucedido
recientemente al retirarse la placa de homenaje a los torturados y asesinados
en  la sede de la banda de la rue
Lauriston y su sustitución por otra más elíptica, menos explicita, en la que se eluden las referencias a la condición de
franceses que tenían los ejecutores. Unos hechos que sin duda hay que
relacionar con el auge del Frente Nacional y el apoyo recibido por una gran
parte de la sociedad francesa. Todo ello no facilitará laa revisión de lo
sucedido y probablemente explique el gesto del presidente Macron hacia las
victimas del Vel d’hiv y el entierro de Simone Weill, muerta hace unos días, en
el Panteón. En cualquier caso, parece que hoy día Francia sigue dividida al
respecto.
Fernando Castillo
Fernando
Castillo Cáceres (Madrid, 1953) es licenciado en Ciencias Políticas y
Ciencias de la Información. Su trayectoria profesional en la Administración
Pública en diferentes Departamentos ha estado ligada a los estudios y a la
gestión cultural en áreas como la defensa y las relaciones internacionales, el
derecho, la historia y las ciencias sociales. Así mismo, desde diversos puestos
administrativos y del ámbito privado, ha llevado a cabo diferentes proyectos
culturales de carácter artístico y editorial.
Ha
comisariado exposiciones de pintura y fotografía («La vida cotidiana en el
Ejército. Fotografías 1855-1925»; «Periodismo gráfico y línea clara: Luis
Bagaría. Dibujos de El Sol, 1920-1930»; «Dos miradas, una visión. Los dibujos
de guerra de Carlos Sáenz de Tejada y Joaquín Valverde»; «Punto de Encuentro.
Confluencias entre arte y literatura 1919-1945»; «Geografía Modiano»;
«Tintín, 25 miradas»; «Nord-Sud. Bernard Plossu & Juan Manuel Bonet»).
Ha publicado
varios libros y numerosos artículos en revistas universitarias y especializadas
acerca de historia cultural y social. Actualmente colabora en diversas revistas
y suplementos culturales. Entre sus últimos libros publicados destacan:
-Madrid y el
Arte Nuevo. Vanguardia y arquitectura 1925-1936 (Madrid, La Librería,
2011).
Los
años de Madridgrado
 (Fórcola, 2016).