Foto de Robert Doisneau

Sandra Ávila

Con motivo de nuestro segundo
aniversario hemos decido festejarlo con un extra de varias entradas junto a los
lectores y a los amigos blogueros que nos han acompañado desde el inicio.
Somos un grupo de buscadores de tesoros, la mayoría escritores, de
distinta edad, profesión y procedencia geográfica aunados por una misma afición
(la palabra escrita y la imagen, como hemos enseñado en cada entrada de nuestro
blog). Cada uno de nosotros tiene la certeza de que todo escritor, artista
plástico, ilustrador y fotógrafo que hemos publicado en nuestras páginas nos ha
enseñado algo, así como nos ha invitado  a ver desde su ángulo este mundo con
otro color y formato. Que celebremos
nuevos aniversarios juntos y muchas gracias por visitarnos y  confiar en nosotros.

Foto de Robert Doisneau

Enrique López Viejo

Queridos amigos de LIBROS NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA, os saludo celebrando
los dos años de vida de este blog, y lo hago de la mano de mí querido Thomas de
Quincey, pensando en libros, en miles de libros.

El autor de El asesinato considerado como una de las bellas artes o las Confesiones de un comedor de opio inglés,
soñaba en sus breves estíos que llegará el invierno para verse aislado por la
nieve, encerrado en su biblioteca con sus cinco mil tomos en la casa que tenía
en los lagos en Grashmere. Un largo invierno frente a la chimenea, envuelto en
las volutas del humo de las palabras y sus pensamientos. Con su especial humor,
decía querer un invierno ruso, un
invierno canadiense
… no le era suficiente la dura estación en su país,
Inglaterra. Esperaba con ansia la llegada de las oscuras
nubes que traían el invierno a los páramos y montes que rodeaban su cabaña
junto al lago, en la que sólo convivía con sus libros.

A pesar de que algunos sufrimos
la primavera y que pronto llegará el verano (no así para los que estáis en otro
hemisferio), elijo a este escritor tan amante del invierno, para desearos una
estación o situación parecida: perdidos en la literatura, abandonados en el
marasmo de la pluma y el verbo o, como es el caso ahora, en este mundo digital
de tantas lecturas tras el atril del ordenador. Brindo por vosotros con de
Quincey, como lo podía hacer de la mano de otro, y lo hago por todos los que
amamos los libros y que nos reunimos en torno a este blog. Con los que sueñan
como Borges, con una biblioteca universal, infinita, o con quiénes quisieran
ser benedictinos entre los códices de una abadía rococó, (por extraño que ello
resulte en nuestros tiempos). Con muchos. Con todos aquellos que recorremos las
pantallas febriles buscando literaturas.

Nocturnidad. Toda. Todas las noches del mundo. Las adolescentes, las de
juventud, las salvajes. El recuerdo y el suspiro de tantas y por tantas. Esta misma
noche mediterránea en la que os escribo, una noche egea iluminada por una luna
llena, muy llena, como una gran lámpara decó
en medio de un inmenso azul índigo.

Todas las noches. La callada noche
de la estepa, la del valle. La que traen los cielos rosas, celestes y barrocos,
la que barre el viento. La del lirio junto al río. La de luna creciente, la de
Venus, la Vía Láctea. Las noches bajo el fulgor del volcán nevado, o junto al
glaciar azul. Las de selva. Las vividas. Las sufridas. Las del deseo, las de
los placeres y las dudas, las del ansia. Noches de  amor y de dolor. Las lóbregas, las enloquecidas, las
tórridas, las pálidas. Todas las de una vida: las románticas, existenciales, las
furiosas del bebop y las del rock and roll. Tantas tan tristes como
una follie dieciochesca, como un
nocturno de Chopin, por subir el tono o sentir los lamentos de un piano. La
noche eterna. La noche oscura del alma. Las noches que queramos. Todo el mundo
de la noche. Todos las que tenemos para borrar, recordar y desear. Ahora, en
estos momentos, la de esta pantalla gris, blanca y jaspeada por palabras e
imágenes, estas páginas que leemos, que hemos elegido, en este firmamento de la
Red, en mi caso bajo un cielo índigo, un cielo premeditado, alevoso, que sueño
brille lapislázuli.

Alevosía, palabra mayúscula de especial sentido. Ese dulce mal, esa cierta perversión. Esa denodada especial
intención, que casi siempre va acompañada de una preposición o un copulativo. “Con
alevosía”, “alevosamente”. Libros, nocturnidad y alevosía, soberbio y rotundo título, titular, nombre, cartel. La
alevosía siempre va unida a la premeditación. Nunca va sola, siempre va acompañada
y generalmente vestida de oscuro, muy vestida aunque vaya descalza. Siempre
requiere de una previa reflexión… esa obligada premeditación. Sus acepciones,
sus significados de exceso de cautela, traición o perfidia, no son los que prefiero.
Me gusta más, para la alevosía mayúscula, (la que ahora me interesa, saludando la
pervivencia de este blog), la de “denodada especial intención”, en esencia,
algo que hacemos cuando optamos por abrir estas páginas u otras, éstas que
ahora nos ocupan y que tan buen rumbo llevan.
Felicito a editores y lectores, a los que escribimos y concitamos en LIBROS
NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA, este marco alumbrado que tan romántico se presenta con
el beso y escorzo de dos amantes en un crepúsculo.
Por título y ambiente, este
aniversario se podría celebrar con un cuarteto, con un animado aire con dos
violas, un violín y un violón, abierto a todas las cuerdas que se quisieran.
Pero como uno es como es, y quiere elevar su copa, prefiero sugeriros una dulce
suite con su chacona, su zarabanda y su rondó final, un rondó alegre y festivo.
Bailar sus pasos en los teclados en los que escribimos, contradanza del
pensamiento mientras emergen las palabras burbujeantes en las iluminadas
pantallas en las nos encontramos, bajo el interesante blog que nos convoca y
reúne en momentos como éstos, en este feliz aniversario.
Con de Quincey y un rondó, os deseo las mejores noches del mundo. Larga
vida.
Alevosamente

Foto de Robert Doisneau