Una idea que de manera creo que inevitable se aparece al ver la pintura de Federico Echevarría es el de que es culta; que su belleza, su refinamiento y su manifestación madura y reflexiva implica un proceso de asimilación cultural largo, muy desde el origen, arraigado en una concepción del arte, y por lo tanto de la existencia, en la que el hábito de la cultura tiene un lugar importante junto a los demás deseos que configuran al creador. La propia complejidad que es evidente en ella, señala la multiplicidad de estímulos, el numeroso acopio de claves, de referencias y de acumulada sabiduría que aparecen tras levantar levemente la alfombra de su empuje expresivo. La cultura, evidentemente, es una pasión más de las que alimentan la creación, una pasión que afecta a la conciencia del arte como elemento de cohesión existencial y de continuidad y universalidad del conocimiento. Gracias a ella, la obra de arte no está sola desde su misma concepción. La pintura de Echevarría, en este sentido, no está sola.
También podría decirse que no lo está por otra razón: el pintor es hijo de pintor –Federico Echevarría– y sobrino nieto de pintor –Juan Echevarría–, ambos dos referencias muy considerables de la pintura española. La calidad de la pintura del tercer pintor Echevarría de la familia, de todas maneras, se la da su propio autor, aunque es probable en el aprendizaje de su estilo y en esa particularidad que estoy destacando sí puede haber influido su situación biográfica, como es habitual en las familias de artistas.
Esa naturaleza culta implica ya un sentido del orden, de la elaboración reflexiva del material artístico. La reflexión activa la memoria, y la memoria introduce la distancia, el dominio panorámico de la materia de la creación. Lo que esa elaboración, por ello, puede perder en inmediatez, gana en profundidad. Echevarría ha elegido elementos estilísticos del expresionismo abstracto –no duda en bautizar a sus obras como Expresiones abstractas–, como son las manchas aleatorias en mayor o menor grado, las materias rasgadas, los materiales encontrados y de desecho, empleados en gran medida por sus colores y texturas originales o naturales antes que por su manipulación formal. Pero quizá una diferencia esencial con el empleo tradicional de esos materiales esté en que su carácter original de detrito o despojo deja paso a una presencia noble. Un cartón rizado, una cuerda o una malla metálica no son testimonio de un desgaste, de una dolorosa exclusión, de un desagarro, y por lo tanto no son un residuo deleznable. El cartón, la cuerda, la madera desnuda y troceada son hijos de la misma alquimia, de la misma revelación que el bronce o el mármol, y manifiestan su entidad material plena, y no un mensaje jerárquico y angustiado. El cromatismo sobrio y elegante colabora en ello. Esto se corresponde con un orden clásico, con una manera dentro de la tradición de tratar el material, aunque la novedad consiste en dar cartas de nobleza a materiales “otros”, a materiales de uso común, que el primer expresionismo abstracto o el arte povera empleó con una connotación de marginalidad y rechazo.
Pero la naturaleza expresionista de esta pintura no es la única. Es inevitable también percibir que la manifestación más evidente de ese orden está en la geometría expresa que aparece en ella, y que en gran manera es el resultado más evidente de ese orden latente. Junto a los dictados expresionistas aparecen los constructivos: rectángulos, cuadrados, círculos. Y lo verdaderamente original de lo que Echevarría nos transmite con esta contigüidad es que no se percibe como antagonismo, sino como una complementariedad, y con ello se constata una realidad que está por encima de lo que cada elección significa. Esa realidad se hace visible como una enumeración de las dos clases de motivos, que al distribuirse “ordenadamente” en el espacio, hacen que el orden de la geometría, de una manera natural y probablemente inevitable, colonice el caos de todo el conjunto. “Una ordenada enumeración de expresiones” puede ser en muchos casos la mejor definición de estos cuadros.
Hay que ser muy prudente con las puertas de entrada a la interpretación de las cualidades estilísticas y al señalamiento de sus orígenes. Sin embargo, hay un dato sobre el autor que no me resisto a destacar. Echevarría arrastra una muy larga y cuajada profesión de arquitecto, lo que le proporciona una particular manera de pensar los materiales y las composiciones espaciales, que no son las de la mera expresión. El orden de que hablo está en deuda muy probablemente con el que puede imponer un arquitecto que ha razonado el espacio y que se ha visto obligado a dotarlo de equilibrio, de dimensión humana y, además, de suficiente expresión. Esa sabia reconciliación de contrarios, la conciencia de que los materiales expresan, pero también construyen, de que el espacio es habitable, además de ser un campo experimental, y de que el orden no solo es una necesidad doméstica, sino también cósmica, está quizá en la pintura de Echevarría por haber reflexionado la arquitectura.
Javier Viar. Exdirector del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
FEDERICO ECHEVARRIA SAINZ (ARQUITECTO, PINTOR Y ESCULTOR)
ARQUITECTURA:
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PINTURA Y ESCULTURA:
Instagram: @federicoechevarriasainz Youtube: https://youtu.be/IOL0oIX9‐78
PROXIMA EXPOSICION:
Galería Materna y Herencia C/ Ruiz de Alarcón, 27 ‐28014 Madrid 12/03/20 a 5/04/20
www.maternayherencia.com / @maternayherencia.artgallerey
EXPOSICIONES EN PREPARACION:
Museo de Arte Moderno de Astana (Kazajistán) Beirut (Líbano)
Museo de Arte Moderno de Atlanta (Estados Unidos)
EXPOSICIÓN ANTOLÓGICA 140 Obras:
29/11/19 a 07/03/20 “Expresiones Abstractas” en el Centro de Arte La Casarosa (Málaga) https://www.lavozdigital.es/an
EXPOSICIONES (1990 a 2019)
Galería A.C. Arte Contemporáneo Galería Alvar
Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid Alaria Centro de Arte