Hace pocos días
finalizó una magnífica exposición de la
fotógrafa chilena Paz Errázuriz (Santiago de Chile, 1944)
, muy bien
comisariada por Juan Vicente Aliaga en
las salas Mapfre de Madrid (…)


La excelente página de la fundación nos permite
visualizar la muestra con gran eficacia luego de su clausura. Si bien ya
conocía con anterioridad la obra de esta artista (la última ocasión se dio en
la pasada Bienal de Venecia como representante de su país junto a Loty Rosenfeld, otra magnífica artista
que hace unos tres años vimos una muy buena selección de su trabajo en el CAAC
de Sevilla) ha sido con motivo de esta exposición –generosa en ejemplos y
argumentos visuales y muy bien estructurada u organizada- lo que me ha
permitido un “pensar” su obra de manera, si no opuesta a cuando la conocí, sí
considerablemente alterada en cuantos a elementos estructuradores de sentido.

Sirva al respecto
un primer ejemplo que intentaré desarrollar más adelante: paseando por las
salas me asaltaba continuamente el famoso comentario de Walter Benjamin en relación a la obra fotográfica del artista
francés Eugène Atget, en concreto
cuando expresó que interpretaba las calles de París como si fueran la escena de
un crimen. Con total exactitud sus palabras fueran estas: “La escena de un crimen siempre está desierta; se fotografía con el
propósito de reunir pruebas. Con Atget las fotografías se transforman en
pruebas estándar de hechos históricos y adquieren una significación política
oculta
”. La obra de Paz Errázuriz, y en primera instancia digamos “visual”,
nada tiene que ver con la de Atget, pero, pero…Digamos que son infinitas las
formas de fotografiar “la escena del crimen”, tantas como la responsabilidad
del artista fotógrafo en la responsabilidad “ética” ante lo artísticamente
documentado, y sin duda es diversa la “posición”, o el ángulo de visión, que
cada creador de realidades humanas y vitales se impone a sí mismo como
estrategia mental de trabajo y organización. Pero antes de llegar a ello se
impone una mínima información biográfica.
El 11 de Septiembre
de1973 fue el día que se produjo el golpe de estado del general Augusto Pinochet, y con ello una
ruptura radical y muy traumática en el panorama artístico chileno, caracterizado
hasta entonces por la voluntad modernizadora impulsada unos pocos años antes
durante el gobierno democrático de Salvador
Allende
. En esta brutal alteración de la vida social y creativa de los
chilenos se debe situar el momento en que la obra de Paz Errázuriz se configura
formal y conceptualmente, pero sin duda también en cuanto al compromiso
adquirido como respuesta, crítica y denuncia, al régimen pinochetista impuesto.
Es en esta nueva realidad cuando surge en 1979 el grupo CADA (Colectivo Acciones de Arte), defendido
por la teórica y crítica cultural Nelly
Richard
como «escena de avanzada» (son palabras suyas) ante la
urgencia de crear plataformas artísticas que dieran cuenta de una lucha o
resistencia “otra” contra los abusos y asesinatos de la dictadura.
El grupo CADA
estaba formado por un “directorio” bastante inusual en cuanto a la
configuración de asociaciones artísticas, pues lo integraban la escritora Diamela Eltit, el poeta Raúl Zurita y los artistas visuales Lotty Rosenfeld y Juan Castillo, e incluso un sociólogo, Fernando Balcells. Paz Errázuriz nunca formó parte de este
colectivo, pero fue una más que activa y solidaria compañera de viaje del
grupo, como también de algunos de sus integrantes, en concreto con la novelista
Diamela Eltit con la que colaboró en varias ocasiones. En las acciones y
perfomances realizada por CADA confluyeron dos elementos centrales: la
necesidad de renovación teórica y práctica del quehacer artístico nacional,
vinculándolo a las corrientes neo vanguardistas mundiales (incluso con las
contradicciones inherentes a ese mismo deseo); y la urgencia de resituar este
quehacer sobre la fusión de arte y vida, entendida esta fusión como sustento
programático que se expresaba en las acciones realizadas por el colectivo. Ambas
preocupaciones, sin lugar a dudas, formaban parte del ideario privado de Paz
Errázuriz, plenamente compartido con CADA,
máxime cuando en 1981 fue cofundadora de la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), creada por
fotógrafos comprometidos en documentar la vida en las calles de Santiago
durante el sangriento régimen de Pinochet. En este punto volvemos a centrarnos
en la exposición de Madrid.
No tiene título
esta muestra, o sí lo tiene: PAZ
ERRÁZURIZ
. Tampoco es necesario. Al igual que no lo tiene ninguna “escena
del crimen”. Ocurre que hay una gran diferencia entre fotografiar el escenario
del delito y fotografiar el delito mismo. Por “delito” no se debería
interpretar únicamente su condición jurídico/penal (que en definitiva es la
lectura “política” que la artista lleva a cabo), también la representación
“humanista” de una parte (numerosa) de la sociedad en la periferia de la
dignidad como seres humanos. Ciertamente en la contemplación de la miseria que
la artista lleva a cabo hay, a no dudar, una consideración piadosa (quizás no
tanto “respetuosa”, especialmente en la terrorífica serie de miserables
“centros de salud mentales”, obras que a mí me han causado un cierto rechazo
ético) hacia la escena del crimen, como lo hay en otra artista en la que
también pensaba mientras veía la muestra. Me refiero a la estadounidense Diane Arbus. Ambas son, en efecto,
“cirujanas” de las zonas más deprimidas de las respectivas sociedades en las
que viven y han nacido. Ambas mantienen una irrenunciable piedad hacia sus
criaturas, y ambas se distancian “brechtianamente” de lo fotografiado, si bien
de muy diferente manera.
Esta diferencia en
adoptar la distancia correcta está muy bien ejemplarizada en una afirmación de
Arbus. Dice así: “Si solo me motivara la curiosidad,
constaría decirle a alguien ‘Quiero ir a su casa para que me hable y me cuente
la historia de su vida’. La gente diría ‘está chiflada’. Más aún, se pondría en
guardia. Pero la cámara es una especie de licencia. Mucha gente quiere que se
le preste atención, y además es una clase de atención razonable
”.
Meditando sobre
estas palabras me asaltan muchas dudas. ¿Es lo mismo fotografiar la miseria (no
económica) de los deprimidos suburbios de las ricas ciudades de USA que la
miseria (sí de base económica) de las poblaciones que rodean el cinturón
“presentable” de las ciudades chilenas? No. La distancia de Arbus es de raíz y ética calvinistas,
la de Errázuriz es abruptamente
católica. Arbus fotografía una “monstruosidad” unipersonal, y Errázuriz una “realidad
monstruosa” donde el sujeto, o los sujetos, son siempre víctimas de una muy
injusta realidad externa. Arbus consigue siempre un inteligente destilado capaz
de transformarse en un reflejo directo de la conciencia, lógica, moral ética y
gusto del espectador, al que siempre termina por halagar. Errázuriz “desprecia”
al espectador (con piedad, y al mismo tiempo sin compasión alguna), del que
consigue asumir una culpabilidad (muy “católica”, bien mirado) no tanto como
sujeto que se encuentra contemplando el horror desde una barrera privilegiada,
pero sí como el invitado que asiste a la “autenticidad” de la fiesta de la
miseria.
Por eso la obra
extraordinaria, de rara y cruel belleza, de Paz Errázuriz lo que en esencia desarrolla es un muy singular discurso
sobre el drama y en la insistencia del cumplimiento de determinadas leyes
formales, y en la que se prescinde tanto de la historia (estas fotografías son
el anti Magnum por excelencia) como
de la relación dialéctica que pudiera existir entre forma y contenido. No hay
más “forma” que la que contemplamos, ni más “contenido” del que seamos capaces
de pensar y meditar por nosotros mismos.
Luis Francisco
Pérez
, madrileño de una década «gloriosa». Miguel Bosé dice que los
nacidos en esa década estamos entre lo mejor que ha dado este país en el siglo
XX. No estoy seguro de ello pero me gusta pensar que así es. Teórico y
crítico de arte contemporáneo. En ocasiones también comisario de
exposiciones. Desde las década de los 80 he escrito en todas las revistas
de arte (en papel) que se han publicado en este país, así como en otras de
Europa y Latinoamérica. Las mismas que he visto desaparecer una detrás de otra.
Me sigue interesando la producción artística contemporánea (y la literatura y
la música…). Sigo escribiendo. Sigo amando.