You may say I’m a dreamer, but I’m not the only one…
(Imagine, John
Lennon)
Por mucho que imaginase, jamás hubiera
imaginado toparme con John Lennon en La Habana. Supongo que
cuando vas a alojarte en casa de amigos -como era mi caso- y sabes que ellos
ejercerán de guías y te harán recorrer todos los rincones que valen la pena y
que están al alcance de su mano apenas planificas nada y te dejas llevar. Quizá
si hubiera leído algún documento de viajes sobre Cuba habría sabido que
hay un parque que lleva el nombre del mítico ex beatle
Tuve la suerte de conocer la isla
caribeña desde dentro: nada de superhoteles con pulseras “todo incluido” (y sí
lección casera de elaboración de tamales); nada de exóticos mojitos (y
sí cervezas Bucanero en un patio trasero); nada de Havana Club (y
sí un ron macerado en casa con motivo del nacimiento de uno de los críos de la
familia); nada de visitas a grandes monumentos (y sí deliciosa colaboración en
el taller de Ediciones El Vigía). Para mí, Cuba tiene el sabor de Matanzas,
la otrora llamada Atenas cubana por su increíble vida cultural: sus dos
ríos, sus puentes, sus casas de fachadas desconchadas y ropa tendida, de
colores vivos tanto en la naturaleza vecina como en sus edificios…
Pero en uno de aquellos nueve días de
inolvidable viaje, mis anfitriones tuvieron a bien llevarme a recorrer las
calles de La Habana. ¡¡¡Y ni siquiera entramos en La Bodeguita del Medio
a probar uno de esos deliciosos rones que a buen seguro degustó Ernest
Hemingway
!!! Hicimos una ruta bien alternativa…
Después de almorzar en un sitio muy
familiar que gustaba mucho a mis amigos (recuerdo que estaba decorado con todo
tipo de objetos de múltiples disciplinas deportivas), arrancamos el auto y
fuimos a El Vedado, un barrio de la capital cercano a la legendaria Plaza
de la Revolución
y en el que me esperaba una tremenda sorpresa.
Allí, sentado en un banco, con las
piernas cruzadas y reposando su cuerpo sobre el respaldo, estaba John, dejando
pasar la vida ante sus ojos…
Más tarde supe que se trataba de una
obra del escultor cubano José Villa, inaugurada en 2000 en un parque ya
existente y que, a partir de ese momento, tomó el nombre del mítico compositor
de, entre otras, “Give peace a chance”.
Mis amigos estaban más que orgullosos
de que me gustase tanto ese lugar al que me habían llevado y decidimos
inmortalizar el momento… Pero faltaba algo… Algo no estaba bien… ¿Y sus gafas?
¿Dónde estaban las eternas gafas redondas de John Lennon?
De repente un viejito se nos acercó y
nos dijo: “Si quieren tomar alguna fotografía, acá tienen los espejuelos”.
Los sacó del bolsillo de su camisa y los situó en el lugar donde debían estar.
Cuando le preguntamos por qué se los había quitado, nos respondió que era su
trabajo velar por ellos, que habían sufrido más de un ataque y más de un robo y
que por eso los guardaba todo el tiempo hasta que llegaba algún turista a
visitar la escultura.
Delante del banco una placa recuerda
una de sus frases más famosas traducidas al español: “Puedes decir que soy un
soñador, pero no soy el único”. Y nos reímos por la ironía que suponía que
alguien tan utópico como él ahora estuviera obligado a disponer de un guardián
para sus modestos espejuelos.

Años después, visité una
escultura que homenajea al cineasta Woody Allen en Oviedo (norte
de España), a la que le ocurría algo parecido. Pero eso ya es otra historia…