SANDRA ÁVILA



Raquel Robles (Buenos Aires,1971). Es hija de desaparecidos y militante fundadora de la agrupación H.I.J.O.S. Colaboró en diferentes medios gráficos y revistas. Publicó las novelas Perder (Alfaguara, 2008), merecedora del Premio Clarín, La Dieta de las malas noticias (Alfaguara, 2012) y Pequeños combatientes (Alfaguara, 2013). Actualmente terminó de escribir Papá ha muerto. Le gustaría escribir un libro con el escritor y su compañero de vida Juan Mattio. (…)





¿Cómo
fue el disparador que te llevo a escribir: “Papá ha muerto”?
Estaba escribiendo otra novela, mucho más compleja
y me quedé trabada sin tener cómo seguir. Me di cuenta de que necesitaba
aprender ciertos procedimientos técnicos para poder continuarla. Esta novela
usaba como texto de referencia la Biblia de un modo muy intenso, por lo cual
decidí estudiarla. En la lectura de la Biblia me encontré con la historia de
Sodoma, de Lot y de su familia y entonces pensé que para adquirir esa destreza
técnica que necesitaba podía hacer una especia de práctica con ese extracto.
Entonces usé esa anécdota -la de una familia que protege a unos ángeles del
pueblo que golpea las puertas de la casa para conocerlos- con otros
protagonistas: los guerrilleros del Che en Bolivia que huían después de que él
fuera asesinado.
¿A qué tipo de público va dirigida
especialmente esta obra?

No sé cuál es el público que lee lo que escribo.
Supongo que uno siempre escribe para una especie de lector ideal que puede ir
siguiendo el proceso de crecimiento y apreciando los aprendizajes técnicos que
se van produciendo con el tiempo y el trabajo.

Nos
podés contar un poco de qué va esta historia, o son muchas historias.

La historia cuenta la relación entre el grupo de
cuatro guerrilleros que quedaron esperando en un pueblito mínimo en Bolivia
mientras los otros dos habían ido a buscar una salida a la ciudad, y una
familia de campesinos que los aloja. En esa casa, uno de ellos, le cuenta a una
de las hijas la historia de la revolución cubana, o más precisamente la historia
del Che y los guerrilleros adolescentes que fueron parte de su columna desde
los primeros momentos. En ese contar y ese escuchar, se va tejiendo un amor de
palabras y de nostalgias, de imposibles y de nuevos mundos, tanto para el
hombre que cuenta como para la mujer que lo escucha.

¿Cuánto
tiempo te llevó escribir las primeras y lo que fue el cierre del libro?

No fueron muchos meses de trabajo, pero sí muy
intensos. Me propuse terminarlo en tres meses y me dediqué todos los días.
Después de terminar, el primer borrador tuvo varias reescrituras pero, en
relación a otros trabajos me dio la satisfacción de tener la novela terminada
en relativamente poco tiempo.

¿Cómo
definirías tu estilo de escritura?

Me gusta pensar que no tengo un estilo. Creo que
cada proyecto literario requiere un esfuerzo por encontrar el modo en que esa
historia debe ser contada.  O inclusive
los proyectos literarios a veces empiezan por el modo -como en el caso de esta
novela- y después encuentran la historia en la que ese modo puede viajar.

¿Qué temas no pueden faltar en tu género?
No me gustan los escritores que tienen “tema”. Creo
que los que se dedican a un tema hacen un trabajo académico más que literario.
Más allá de que uno pueda escribir, en el fondo, siempre sobre los mismos temas
en un sentido más profundo.

¿De
qué asuntos no tratarías o cuales son los que crees que en un futuro cercano te
gustaría abarcar?
No hay temas que no trataría, aunque por supuesto
debe haber un montón de cosas sobre las que no escribiría porque no las conozco
o no me conmueven. Pero ni siquiera están en mi imaginario para negarlas. En
relación al futuro me gustaría escribir una historia que vengo cocinando hace
rato que creo que trata sobre la venganza o sobre el tabú de la venganza.

¿Con
qué escritor o escritora te gustaría escribir un libro en Coautoría ?
Me gustaría escribir con Juan Mattio. Porque es mi
compañero en la vida y porque es un escritor deslumbrante. Ya hicimos un
intento, que tuvo sus virtudes pero creo que todavía éramos unos escritores con
menos herramientas y después cada uno se dedicó a sus proyectos. Pero la
experiencia fue hermosa y en alguna vuelta del camino me gustaría repetirla.

Como
escritora, ¿tenés alguna anécdota así que te haya marcado o que cada tanto la
recuerdes y te parezca increíble y que quieras compartir con nosotros?

No sé si lo que voy a decir puede decirse que es
una anécdota pero sí es algo que me marcó. En algún momento de estos años, en
el mismo hacer, en el ejercicio de escribir o leer todos los días, comprendí de
un modo muy profundo que lo que estaba haciendo era trabajar. No estaba dándome
un recreo ni era un lujo ni era un modo de escapar del imperativo de hacer algo
socialmente útil: era un trabajo. Y eso cambió toda mi forma de producir y de
pensar la literatura.

Raquel Robles