SANDRA ÁVILA


Alberto Rodríguez
Maiztegui
nació en Buenos Aires en 1983 y vive en la ciudad de Córdoba. Autor de
la novela Boyando (Caballo negro editora 2012) y del libro de poemas Benshi
(Caballo negro editora 2015) ha escrito diversos cuentos, algunos de ellos
premiados en diferentes concursos.

¿Cómo nació la
idea de tu primer libro Boyando?
Boyando nació como nacen las historias que da gusto ponerse a escribir:
el famoso “qué pasaría si…” En el caso de la novela, estaba rumiando la idea de
escribir sobre los viajes o, mejor, sobre la imposibilidad de viajar hoy en
donde está todo tan dirigido, tan segmentado y saturado de información. Venía
escribiendo apuntes en relación a ese tema hasta que apareció la convocatoria
para el premio Indio Rico 2010 “Diario de viaje imaginario” y bueno, esta
convocatoria forzó un poco la escritura y cortó con la infinitización de los
apuntes y notas y lecturas: una especie de punto de corte. 

¿Las primeras
lecturas?
Mis primeras lecturas fueron los comics, los libros de “Elije tu propia
aventura”  y la colección de “El barco de
vapor” que me compraba mi madre.

¿Cuáles son tus
autores favoritos?
Después, de adolescente leí a Cortázar,
Kafka, Stevenson, Chesterton, Dickens, en fin, los clásicos hasta que
encontré a Cesar Aira y a partir de
ahí se amplió mi mapa de lecturas y me encontré con Arturo Carrera, Silvio Mattoni, Bonnefoy, Gandolfo, Fogwill, Lethem,
Bolaño
; con el descubrimiento de Aira
se me presentó un mundo literario nuevo. Este año leí El jilguero de Donna Tarth
y me pareció increíble.
Alberto Rodríguez Maiztegui
¿Qué pretendes cuando escribes?
Lo que más intento al momento de escribir es darle un lugar de
privilegio a la fantasía porque creo que nada es más frágil que un hecho. Una vez
un amigo me dijo que era un “cronista hiperreal” no sé muy bien qué quiere
decir pero me gustó. Cuando escribo poesía intento darle lugar a lo
inexperimentable, eso imposible de manifestarse; quizás lo más cercano a la
presencia que se pueda llegar.

¿Que estás escribiendo ahora?
Ahora estoy trabajando en una novela que está muy deshilachada así que
no puedo decir mucho sobre qué trata. También encontré un tema sobre el que
estoy investigando para un nuevo libro de poemas que, si bien es más reciente,
le veo muchas más probabilidades de concreción en el corto plazo que a la
novela. También estoy a la mitad de la escritura de un argumento para un
musical que quiero hacer con un amigo. 

¿Cómo ves los escritores de Córdoba ?
Veo muy bien a la literatura de Córdoba. Se han sumado varias
editoriales nuevas a las que ya estaban y eso amplía mucho la producción local.
De hecho, a mis dos libros los publiqué en Caballo
Negro Editora
que este año cumplió cinco años y que sigue editando, y
cuenta ya con varias colecciones. Este año participó de la feria de Buenos
Aires junto a tres sellos (Mansalva y
Blatt y Ríos
de Buenos Aires e Iván
Rosado
de Rosario) mostrando una producción importantísima por fuera de los
grupos editoriales concentrados. También se ha consolidado y se sigue
consolidando el festival de Poesía de Córdoba que se realiza en marzo como así
también el FILIC que se realiza en agosto. Hay muchos y variados talleres
literarios y se han inaugurado nuevas librerías lo que hace que los libros
circulen. Hay mucho escritores y muy buenos y eso sube la vara de la producción
en general.

Benshi parte de un misterio ¿quiénes eran esos
hombres encargados de relatarle al público las películas mudas en el Japón de
comienzos del siglo XX? Frente a la ausencia de respuesta con prueba
irrefutable, está la posibilidad inmejorable de construir infinitas rutas de
sentidos que pasan por abajo o por arriba, que nunca se tocan o se cruzan
indefinidamente. O también Alberto, que como el fotógrafo de Blow up y Las
babas del diablo, busca con palabras una imagen dentro de una imagen, dentro de
una imagen, y así multiplicadas. O como ese otro cronista oriental, Chris
Marker, que habla en Sin sol de la capacidad de los japoneses de comulgar con
las cosas, de ser ellas por un instante.
Para la mayoría el cine empezó en diciembre de 1895
en un café de París. Que la inocencia les valga, Platón hablaba del cine cuando
pensó la caverna. Y cuando en silencio pasaba ese tren de sombras alguien
cuenta a los demás lo que sus ojos divisaron ahí dentro y capaz no
comprendieron del todo. Eso ya era, y puede ser aún hoy, un benshi.
Frente a distancias insondables, Alberto Rodríguez
Maiztegui contrapone la cercanía de la poesía, cuya calidez derriba mitos,
salta muros, cruza océanos. De Japón a ¿la Argentina? De la imagen a la
palabra. De lo milenario a ¿lo contemporáneo? Del cine mudo al grito del
sonoro. De la angustia de la pérdida a la epifanía del nacimiento. De grandes
bocanadas de tiempo elipsado al estiramiento del presente, que aspira
eternidad. Y narra, envestido en armadura de poeta, del fuera de campo, al
campo.
Alejandro Cozza


Poemas de “Benshi”

(Presentación)
Se corre el telón
para que todos puedan ver
la novedad. Al
lado del cinematógrafo
alguien con un
traje de tres piezas comienza
la introducción a
la maravilla
y mientras
disecciona los componentes
uno por uno opera
la transformación
porque sí
quién sabe
y así el gritón de
feria se convierte
en narrador del
silencio
también un
componente necesario
un engranaje para que todo fluya y sea posible.
(Magia)
Si uno levanta la
película hacia el resplandor
se puede ver la
transparencia el revés
de algo que nace
constante como una fuerza
antes de quedar en
la penumbra
en lo traslucido
de uno que quiere
interponerse sobre
la velocidad y más allá
de todo digo: esto
que está ahí dicen brota
como si fuera un
bebé que se aferra a un cuerpo
para también estar acá.
(El lugar como
intervalo)
No soy nada sino
una sombra
que aparece en
intervalos
y entonces el hilo
ahí va cosiendo
los retazos de una
memoria que falla.
No soy nada sino
un rumor
apenas salpicado
por el brillo
intermitente
delante del ruido
de las poleas que
hacen pasar
la película. Cómo
decir esto
que pasa y se
repite y siempre

parece
nuevo.