Cuando en la lluviosa
mañana del 15 de enero de 1947 una mujer que paseaba con su hija de tres años
encontró un cadáver desnudo y descuartizado en un baldío de Los Ángeles, nadie
podía imaginar que empezaba el caso de asesinato sin resolver más importante de
Estados Unidos. Un caso comparable – por su morbosidad y repercusión en
periódicos, libros y películas-  a la farándula
mediática de Jack el Destripador, con resultados, por otra parte, iguales. Es
decir, cero.

El cuerpo troceado no
tardó en ser identificado. Se trataba de una joven de 25 años, de nombre
Elizabeth Short, nacida en Boston en 1924,  a la que pronto las páginas de sucesos
apodaron La Dalia Negra. Su vida había sido un compendio de desgracias. El
padre desapareció simulando un suicidio, su prometido murió en accidente aéreo
cuando la boda estaba a punto, y los sueños de abrirse camino como actriz en
Hollywood acabaron en la ruina física y moral.  Los forenses determinaron  que Elizabeth había sido torturada durante
días, mientras seguía consciente, y a partir de ahí se desencadenó un delirio
de informaciones y teorías contradictorias. Lo real era que el cadáver estaba seccionado
por la mitad a la altura de la cintura, y le habían cortado el rostro desde la
comisura de los labios hasta las orejas. También le habían arrancado el
corazón, el bazo y los intestinos, y le habían fracturado las piernas y la
cabeza con un bate. Apenas había sangre y los descuartizados restos aparecían
limpios y lavados.
El desconocido
asesino, igual que ocurrió con el Destripador de Londres, no resistió la
tentación narcisista de anunciarse en los medios. A los pocos días del macabro
hallazgo llamó al editor del periódico Los
Angeles Examiner
para quejarse de que no estaban siguiendo correctamente el
suceso. Más de cincuenta hombres y mujeres confesaron ser los autores del
asesinato. Las pistas de la investigación policial terminaron embrollándose
cada vez más hasta llegar a un callejón sin salida. Una confusión provocada
también por el enloquecido amarillismo de la prensa. Uno de los reporteros que
siguió el caso declararía que si el asesinato no se resolvió fue debido a los
periodistas, que pisotearon pruebas y retuvieron información. Los reporteros
entraban libremente en las comisarías, se sentaban en los escritorios de los
policías y respondían por ellos al teléfono. 
La investigación terminó siendo un circo caótico.
Más de cincuenta años
después, James Ellroy se atrevió a novelar el crimen en La Dalia Negra, reeditada ahora por Penguin Random House, primera
obra del llamado Cuarteto de Los Ángeles, un clásico del género negro, cuatro
novelas que dejan al descubierto la cara oculta y siniestra del entorno de
Hollywood, y por extensión de una sociedad podrida por el culto al éxito y al
dinero.
Basándose en el triste
destino de Elizabeth Short, Ellroy construye un relato de engaño, obsesiones
degeneradas, sexo, política y corrupción, que se adentra en las simas más
tenebrosas de la condición humana. Sabe de qué habla. Su propia madre  también apareció asesinada en Los Ángeles,
arrojada en una carretera,  once años
después de que muriera La Dalia Negra. El asesino tampoco fue descubierto,
aunque a estas alturas no parezca importarle a nadie.
En el epílogo inédito
de esta nueva edición, Ellroy confiesa que lleva el ADN creativo de las dos
mujeres, que han asumido para él una única forma fantasmal e inextricable.
“No sé quién mató a
esas mujeres-confiesa-. Y ahora tampoco me importa. Ya he hecho las paces con
todo eso. Ya he dejado atrás mis trucos de niño atormentado y los he
reemplazado por el amor a las historias y a la lectura.”
Eso dice Ellroy, pero
no se lo crean. Una madre asesinada, un padre enfermo y una juventud de
delincuencia, alcohol y drogas, con paso por la cárcel incluido, no dejan
resquicio a la inmunidad psíquica. El mérito de Ellroy es que ha dado salida a
sus fantasmas a través de su trabajo como novelista, recreando la realidad  que subyace tras los oropeles de la política y
los grandes acontecimientos públicos. Se ha convertido en un alquimista de la
historia. “Mezclo lo fáctico con lo ficticio y los transformo en un continuo
coherente y por tanto comprensible y psicológicamente complejo”.
Si hay una mejor
definición de novela (negro)histórica, yo no la conozco.
                               

La Dalia Negra/ James
Ellroy/ Literatura Random House/Traducción Albert Solé/ Barcelona, 2016.
Fernando Martínez Laínez,
escritor y periodista de amplia trayectoria, fue uno de los iniciadores de la
novela negra en España. Ha escrito también, entre otros géneros, libros de
viajes, biografias, guiones de radio y televisión, divulgación histórica y literatura juvenil.