MARTA M. VALLS

La mejor novela traducida del
2016 (puesta a leer listas sobre el mejor libro del año prefiero hacerme yo una)
es para esta lectora: “Por último, el corazón” de la canadiense Margaret Atwood. Y gran parte del mérito se lo lleva la traductora, Laura Fernández. 

Ya sé que muchos lectores no estarán de acuerdo con esta clasificación y
votarían por Lucía Berlin y su “Manual para mujeres de la limpieza” pero creo
que estamos hablando de novela y no de relatos. Vaya por delante que puestos a
elegir un libro de relatos traducidos, votaría a favor de Lucia Berlin como el
mejor del año.

Pero regresando a Margaret Atwood http://margaretatwood.ca,
en esta novela distópica estilo J.G. Ballard (el escritor inglés que escribió
las mejores distopías que yo he leído) y que no es la primera vez que la
escritora canadiense la cultiva con éxito, nos habla de un mundo próximo a
nuestras vidas y, por lo tanto, creíble. O al menos nos proporciona el
sentimiento de que es posible que pronto ocurra en nuestras sociedades.
La autora canadiense cuenta la
historia de una pareja, Stan y Charmaine, que acepta participar en un
experimento social en la ciudad de Consilience. Ambos son víctimas de la crisis,
no amorosa, si no global, económica, y que se ha llevado por delante todo, empezando
por el amor y su casa. 
Margaret Atwood
A Stan y Charmaine solo les queda el coche donde duermen y del que
salen para realizar trabajos esporádicos o buscar comida entre las sobras de los
supermercados y de los restaurantes. Pero ni siquiera en su situación están
tranquilos, porque en ese  escenario
posapocalíptico hay otros espectros humanos como ellos que intentan robarles.
Por eso, cuando descubren los
anuncios del Proyecto Positrón deciden 
probar suerte y presentarse para ser seleccionados. Positrón ofrece
vivir en régimen alterno un mes dentro de una cárcel y un mes fuera haciendo
trabajos comunitarios. Un intento aparente de remediar la situación de crisis y,
de paso, prosperar gracias al trabajo de sus residentes que, al mismo tiempo,
son sus presos.
Estos últimos pueden hacer
realidad un mundo soñado de seguridad y pleno empleo, y no tener que
preocuparse de que les asalten o hagan añicos los cristales del vehículo, o
tener que lavarse en gasolineras cuando consiguen algo de dinero.
En sus celdas, aunque estrechas,
cuentan con radios y televisiones donde los programas de los años cincuenta y
sesenta del siglo pasado les ofrece el mundo tranquilo de la posguerra.
Pero la realidad del Proyecto Positrón
es otra, y Atwood despliega en él muchas de sus querencias, como la
contradicción entre la monogamia y el deseo humano, la mexcla entre sexo y
dominación, el amor y el libertinaje… Atwood sabe llevar la intriga y emplea
multiplicidad de registros en ese escenario de desesperación e individualismo
extremo.
No vamos a desvelar las
peripecias de Carmaine y Stan para intentar reconquistar su libertad sin darse
cuenta que del  bienestar se goza solo
practicando almenos un poco de maldad. Y si en el Proyecto Positrón lo último
que cuenta es el corazón, como afirma el título de  esta novela, mi corazón lector siente
debilidad por esta novela, la mejor del año pasado.

Marta M. Valls nació en Santander, vivió en muy variados lugares y
sus pasiones son el yoga, el flamenco y la lectura.https://www.facebook.com/marta.valls.75