ANNA MARÍA IGLESIA

 

 

“Follar es lo
único que desean los que van a morir. Follar es lo único que desean los que
están en las cárceles y en los hospitales. Los impotentes lo único que desean
es follar. Los castrados lo único que desean es follar. Los heridos graves, los
suicidas, los seguidores irredentos de Heidegger.”
Con estas
palabras de Roberto Bolaño, Costanza Ternicier abre La trayectoria de los aviones en el aire (Editorial Comba), su
segunda novela tras Hamaca, que acaba
de publicar Caballo de Troya. La autora chilena y residente en Barcelona, se
apoya en el texto de Bolaño Literatura+enfermedad=Enfermedad
para construir una narración donde la enfermedad comienza siendo una
experiencia vital, dotando así al relato de un pseudo-sustrato biográfico, para
convertirse en metáfora de un proceso de escritura que no solo apela a la
ecuación de Bolaño, sino que trasgrede los límites de la definición de
escritura como lapsus calami para apelar a una construcción
evocativa-memorialística de un yo, el de la protagonista, que solo se enuncia a
través del “tú”, mientras que se construye retrospectivamente a través de una
tercera persona que lo narra. Amaya, la protagonista, es ese “tú” al que el
“yo” apela, pero al mismo tiempo es un “ella”, cuya historia es narrada desde
la omnisciencia de un narrador anónimo.
 “La enfermedad es el lado nocturno de la vida,
una ciudadanía más cara”, escribe Susan Sontag, palabras que Ternicier recupera
junto a las de Bolaño y que sirven, las de la ensayista norteamericana, para
parafrasear el planteamiento narrativo de Ternicier en ese juego entre el
“ella” y el “tú”: el “ella” se narra desde ese “reino de los sanos” al que
apela Sontag, mientras que el “tú” se inscribe y se narra desde el “reino de
los enfermos”.
El “ella” y el
“tú” se corresponden, coinciden en ese “yo” en construcción, sin embargo, el
“ella” de Amaya es narrado desde fuera, desde una especie de perspectiva sana
desde donde reconstruir la historia de la protagonista sin intervenir en ella,
mientras que el “tú” es una apelación de un “yo” que es la suma de ese “ella” y
ese “tú” cuya historia se ha ido escribiendo en la medida que el lector avanza
en la lectura de la novela.
Ternicier mezcla así géneros biográficos, huyendo
de la autoficción tradicional (un yo correspondiente nominativamente, que no
por fuerza biográficamente, al yo del autor) e incorporando fragmentos de
diarios, los de la propia Amaya, o algún texto epistolar. De esta manera, la
autora juega con la autoría del yo, ¿quién escribe a Amalia? Y con este
interrogante de fondo, Ternicier plantea la enfermedad primero como una excusa
y, segundo, como una pulsión para el escribir: “Amaya había leído que Cioran,
con su pesimismo que llega a dar risa, en la Rumanía de los años veinte,
aspiraba a tener sífilis para obtener gloria literaria. La enfermedad estaría
compensada por una genialidad hiperproductiva, por la sobreactividad mental que
le permitiría producir a mil y luego hundiría en la locura”.
Constanza Ternicier
Hiperproductividad,
sobreactividad y, podría añadirse, hipersexualización, porque como ya señalaba
Bolaño, la expresión última de la enfermedad que nace de la literatura es la pulsión
sexual, que define a Amaya en su rememoración de una historia que se
interrumpió cuando dejó Chile para viajar hasta Londres y en sus primeras
aventuras londinenses. Sin embargo, experiencias aparte, la hipersexualización
de Amaya debe entenderse como una pulsión de deseo, de un deseo que tiene tanto
que ver con la fisicidad como con la escritura. Amaya contiene en sí misma los
términos de la adicción de Bolaño, la literatura y la enfermedad, y ambas se
manifiestan en una pulsión que, paradójicamente, desde la inmovilidad de la
cama de hospital llevan a hiperproductividad e hipersexualización del cuerpo y
de su escritura.
Sin lugar a
duras, La trayectoria de los aviones en
el aire
es, hasta el momento, el trabajo más destacado de Ternicier.
Mientras Hamaca es la escritura de un
proyecto narrativo que no termina de consolidarse, La trayectoria de los aviones en el aire es el primer trabajo donde
pueden vislumbrarse unos caminos narrativos lo suficientemente bien trazados
para poder pensar en Ternicier no solo como escritora, sino como una escritora
con un universo literario y, en su caso, habría que añadir teórico propio.
La autora,
según sus palabras, está preparando su tercera novela, centrada en Barcelona,
ciudad donde actualmente reside. Será este próximo trabajo el que nos
confirmará si la senda tomada en su segunda novela, lejos de ser algo casual,
implica la construcción de una voy y de un proyecto literario que merecerá
nuestra atención.

 

Anna María Iglesia (Granada, 1986, residente en
Barcelona) está terminado una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro
del doctorado de Teoría de la literatura y literatura comparada. Se define
principalmente como lectora. Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo
cultural como freelance, colaborando con distintos medios. El Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El
Confidencial
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