ANNA MARIA IGLESIA
Desde que surgió la idea de esta sección, tuvimos
claro que debía estar dedicada a la literatura de lengua española,
principalmente contemporánea, sin excluir, evidentemente, los clásicos, cuya
recuperación editorial no sólo los vuelve a ofrecer a los lectores, sino que
los repropone desde una relectura que solamente hace posible el transcurso del
tiempo.
Sin embargo, a medida que se acercaba el momento
de ponerme a teclear el artículo y de enfrentarme a la siempre complicada
elección del tema, me di cuenta de que poco sirve plantear una sección en torno
a la literatura contemporánea, sea ésta en lengua castellana o no, sin antes
plantearse un par de cuestiones: ¿Qué lleva a un determinado editor a publicar
un libro? Y ¿por qué determinados títulos deben ser, o así se considera,
publicados?
de ponerme a teclear el artículo y de enfrentarme a la siempre complicada
elección del tema, me di cuenta de que poco sirve plantear una sección en torno
a la literatura contemporánea, sea ésta en lengua castellana o no, sin antes
plantearse un par de cuestiones: ¿Qué lleva a un determinado editor a publicar
un libro? Y ¿por qué determinados títulos deben ser, o así se considera,
publicados?
Cuando se pregunta a un editor qué implica su
trabajo, la mayoría suele contestar que ser editor significa apostar por autores
y obras, significa descubrir escritores, presentar a los lectores obras de
valor, en definitiva, significa ser osado en el intento de renovar el panorama
literario descubriendo autores y haciéndolos crecer construyendo con ellos una
estrecha relación de colaboración e, incluso, de protección. Sin embargo, más allá de los bonitos e
ideales propósitos, la verdad es que en muchas –demasiadas- ocasiones el refrán
es el que manda: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
trabajo, la mayoría suele contestar que ser editor significa apostar por autores
y obras, significa descubrir escritores, presentar a los lectores obras de
valor, en definitiva, significa ser osado en el intento de renovar el panorama
literario descubriendo autores y haciéndolos crecer construyendo con ellos una
estrecha relación de colaboración e, incluso, de protección. Sin embargo, más allá de los bonitos e
ideales propósitos, la verdad es que en muchas –demasiadas- ocasiones el refrán
es el que manda: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
El mundo editorial tiende, en gran medida, a
aferrarse a valores seguros, sobre todo, comerciales, capaces de redondear las
cuentas a final de año. El capital simbólico, representado por esos autores que
“dan prestigio, pero no dinero”, solo es permitible si se tiene el contrapeso
del autor que, independientemente de su valor –o ausencia de él-, obtiene las
ventas necesarias. A veces, los dos capitales –el económico y el simbólico-
corresponden, como es el caso de Vargas Llosa, aunque puede que su último
trabajo no sea el mejor ejemplo, literariamente hablando.
aferrarse a valores seguros, sobre todo, comerciales, capaces de redondear las
cuentas a final de año. El capital simbólico, representado por esos autores que
“dan prestigio, pero no dinero”, solo es permitible si se tiene el contrapeso
del autor que, independientemente de su valor –o ausencia de él-, obtiene las
ventas necesarias. A veces, los dos capitales –el económico y el simbólico-
corresponden, como es el caso de Vargas Llosa, aunque puede que su último
trabajo no sea el mejor ejemplo, literariamente hablando.
En un país de pocos lectores, ya es suerte que se
lean los autores de nombre (re)conocido; la mayoría de editores suelen comentar
que la introducción en el mercado de un autor nuevo, sobre todo si no viene
avalado por un reconocimiento internacional, resulta un arduo trabajo que,
muchas veces, no tiene otro resultado que la frustración. Ante la gran
avalancha mensual de novedades, destacar el propio libro es de por sí una
hazaña y todavía lo es más si ese libro no lleva en portada un título y un
autor capaz de despertar el interés de los lectores, así como de los medios
que, a veces por inercia, otras por compromiso y otras aún por imposibilidad
debido al enorme volumen de lo publicado, pasan por alto los libros que más
apadrinamiento necesitarían.
lean los autores de nombre (re)conocido; la mayoría de editores suelen comentar
que la introducción en el mercado de un autor nuevo, sobre todo si no viene
avalado por un reconocimiento internacional, resulta un arduo trabajo que,
muchas veces, no tiene otro resultado que la frustración. Ante la gran
avalancha mensual de novedades, destacar el propio libro es de por sí una
hazaña y todavía lo es más si ese libro no lleva en portada un título y un
autor capaz de despertar el interés de los lectores, así como de los medios
que, a veces por inercia, otras por compromiso y otras aún por imposibilidad
debido al enorme volumen de lo publicado, pasan por alto los libros que más
apadrinamiento necesitarían.
Por todo ello, cuando una editorial decide
apostar por un autor y un título que, a priori, tiene todas las que perder en
el cruel y, a veces, autodestructivo mundo de la venta de libros, una tiene si
no la obligación, sí la curiosidad de detenerse frente al libro para, primero,
preguntarse el porqué de su atrevida publicación y, segundo, para mostrar
admiración por un gesto que, cada vez más, adquiere tintes heroicos. Y es así
que una decide cambiar la apertura de esta sección para poder prestar algo de
espacio y de interés a La vida de Kostas
Venetis, publicada por la editorial madrileña Dos Bigotes.
apostar por un autor y un título que, a priori, tiene todas las que perder en
el cruel y, a veces, autodestructivo mundo de la venta de libros, una tiene si
no la obligación, sí la curiosidad de detenerse frente al libro para, primero,
preguntarse el porqué de su atrevida publicación y, segundo, para mostrar
admiración por un gesto que, cada vez más, adquiere tintes heroicos. Y es así
que una decide cambiar la apertura de esta sección para poder prestar algo de
espacio y de interés a La vida de Kostas
Venetis, publicada por la editorial madrileña Dos Bigotes.
Nacido el 23 de abril de 1954 en la ciudad rumana
de Brasov, el autor, Octavian Soviany, nunca había sido traducido al castellano.
Si bien hace algunos años una editorial inglesa le propuso traducir La vida de Kosta Venetis, el proyecto
todavía no se ha llevado a cabo y la obra narrativa de Soviany resulta más bien
desconocida para los lectores europeos. “Un autor rumano empieza a ser
reconocido en su país cuando es reconocido en el extranjero”, decía hace unos
días Soviany en Barcelona, recordando compatriotas como Mircea Éliade o Émile
Cioran, cuya elección del francés como lengua literaria y ensayística los situó
y los sigue situando dentro del campo literario francés, haciendo de Rumanía
solamente un dato biográfico. Lo mismo sucede con Vintilâ Horia que, nacido en
la población rumana de Segarcea, obtuvo el Premio Goncourt en 1960 por Dieu est né en exil y murió en Collado Villalba,
Madrid, en 1992. La trayectoria intelectual y vital de estos tres autores nada
tiene que ver con la de Soviany que, hasta hace pocos años, alternó la docencia
en un instituto con la escritura literaria. Poeta y narrador, ahora dirige una
revista literaria en Rumanía, país sobre el cual, involuntaria o
voluntariamente, termina hablando cuando se le pregunta sobre su novela recién
publicada en España.
de Brasov, el autor, Octavian Soviany, nunca había sido traducido al castellano.
Si bien hace algunos años una editorial inglesa le propuso traducir La vida de Kosta Venetis, el proyecto
todavía no se ha llevado a cabo y la obra narrativa de Soviany resulta más bien
desconocida para los lectores europeos. “Un autor rumano empieza a ser
reconocido en su país cuando es reconocido en el extranjero”, decía hace unos
días Soviany en Barcelona, recordando compatriotas como Mircea Éliade o Émile
Cioran, cuya elección del francés como lengua literaria y ensayística los situó
y los sigue situando dentro del campo literario francés, haciendo de Rumanía
solamente un dato biográfico. Lo mismo sucede con Vintilâ Horia que, nacido en
la población rumana de Segarcea, obtuvo el Premio Goncourt en 1960 por Dieu est né en exil y murió en Collado Villalba,
Madrid, en 1992. La trayectoria intelectual y vital de estos tres autores nada
tiene que ver con la de Soviany que, hasta hace pocos años, alternó la docencia
en un instituto con la escritura literaria. Poeta y narrador, ahora dirige una
revista literaria en Rumanía, país sobre el cual, involuntaria o
voluntariamente, termina hablando cuando se le pregunta sobre su novela recién
publicada en España.
Son muchos y diversos las etiquetas que la
crítica rumana ha atribuido a La vida de
Kostas Venetis: novela de aventura, novela erótica, novela histórica,
novela apocalíptica, novela que mezcla la sexualidad y la religión, reescritura
de Las mil y una noches, novela
esotérica…. Infinidad de etiquetas, algunas atribuidas más con el propósito de
escándalo que de descripción de la obra, que, sin embargo, sino describir
elementos de la novela, sin conseguir definirla en su totalidad.
crítica rumana ha atribuido a La vida de
Kostas Venetis: novela de aventura, novela erótica, novela histórica,
novela apocalíptica, novela que mezcla la sexualidad y la religión, reescritura
de Las mil y una noches, novela
esotérica…. Infinidad de etiquetas, algunas atribuidas más con el propósito de
escándalo que de descripción de la obra, que, sin embargo, sino describir
elementos de la novela, sin conseguir definirla en su totalidad.
Y es que La
vida de Kostas Venetis va más allá del erotismo y de la pornografía, va
mucho más allá de la subversión religiosa y, sobre todo, lejos está de ser una
novela sobre las aventuras de Kostas Venetis, a pesar de que la historia narre
los viajes de éste desde su Grecia natal hasta Venecia, pasando por Viena y por
Paris, en la segunda mitad del XIX. El viaje de Venetis debe leerse como una
metáfora del viaje de Europa, verdadera protagonista de esta novela, que bien
podría definirse como un viaje a los abismos de la civilización europea. La
novela comienza cuando el viaje ya ha terminado: Kostas Venetis cuenta su
historia y, por tanto, la historia de ese continente que ha recorrido a lo
largo de los años, a su joven amante, a quien sodomiza a pesar de la enfermedad
y el peso de los años. El sexo se convierte en un mecanismo de control: a
través del sexo, Kostas domina y mantiene a su lado a su joven amante de la
misma manera que fue a través del sexo que Kostas fue dominado desde muy niño.
vida de Kostas Venetis va más allá del erotismo y de la pornografía, va
mucho más allá de la subversión religiosa y, sobre todo, lejos está de ser una
novela sobre las aventuras de Kostas Venetis, a pesar de que la historia narre
los viajes de éste desde su Grecia natal hasta Venecia, pasando por Viena y por
Paris, en la segunda mitad del XIX. El viaje de Venetis debe leerse como una
metáfora del viaje de Europa, verdadera protagonista de esta novela, que bien
podría definirse como un viaje a los abismos de la civilización europea. La
novela comienza cuando el viaje ya ha terminado: Kostas Venetis cuenta su
historia y, por tanto, la historia de ese continente que ha recorrido a lo
largo de los años, a su joven amante, a quien sodomiza a pesar de la enfermedad
y el peso de los años. El sexo se convierte en un mecanismo de control: a
través del sexo, Kostas domina y mantiene a su lado a su joven amante de la
misma manera que fue a través del sexo que Kostas fue dominado desde muy niño.
El sexo es violencia y la violencia es aquello
que impera en la sociedad europea que descubre Kostas: detrás de la
magnificencia del París haussmaniano, detrás de la Viena fin de siècle, detrás de la cuna cultural que debiera ser Grecia,
se descubre un mundo herido por la desigualdad, por la miseria de gran parte de
sus habitantes, por las ansias de poder, por la ausencia de conmiseración y,
sobre todo, por la lucha para sobrevivir, cueste lo que cueste.
que impera en la sociedad europea que descubre Kostas: detrás de la
magnificencia del París haussmaniano, detrás de la Viena fin de siècle, detrás de la cuna cultural que debiera ser Grecia,
se descubre un mundo herido por la desigualdad, por la miseria de gran parte de
sus habitantes, por las ansias de poder, por la ausencia de conmiseración y,
sobre todo, por la lucha para sobrevivir, cueste lo que cueste.
La vida
de Kostas Venetis es, en verdad,
una novela sobre la debilidad porque, como dice el propio Kostas releyendo a
Nietzsche: “La mayoría de la gente hace mal por debilidad”. Se trata de un mal
“que proviene desde los adentros”, un mal que tiene que ver con la debilidad
social y económica vinculada a la pobreza y a la miseria, pero también con la
debilidad moral. Si el Satiricón de
Petronio puede leerse como un viaje a las alcantarillas del Imperio Romano, un
viaje en torno a la putrefacción social, política y económica del Imperio de
Nerón, La vida de Kostas Venetis es
un viaje a las alcantarillas de una Europa que, por entonces, era más un ideal
que una realidad y, sin embargo ya contenía aquella podredumbre de hoy: Kostas
Venetis viaja por el continente a las órdenes de un supuesto revolucionario
rumano, viaja esclavizado y, a la vez, esclavizando a quienes consigue tener
bajo su control.
de Kostas Venetis es, en verdad,
una novela sobre la debilidad porque, como dice el propio Kostas releyendo a
Nietzsche: “La mayoría de la gente hace mal por debilidad”. Se trata de un mal
“que proviene desde los adentros”, un mal que tiene que ver con la debilidad
social y económica vinculada a la pobreza y a la miseria, pero también con la
debilidad moral. Si el Satiricón de
Petronio puede leerse como un viaje a las alcantarillas del Imperio Romano, un
viaje en torno a la putrefacción social, política y económica del Imperio de
Nerón, La vida de Kostas Venetis es
un viaje a las alcantarillas de una Europa que, por entonces, era más un ideal
que una realidad y, sin embargo ya contenía aquella podredumbre de hoy: Kostas
Venetis viaja por el continente a las órdenes de un supuesto revolucionario
rumano, viaja esclavizado y, a la vez, esclavizando a quienes consigue tener
bajo su control.
Su viaje es la huida de alguien que no tiene ni
patria ni destino, alguien que se aferra a cualquier cosa para sobrevivir,
obligado a olvidarse de cualquier límite entre el bien y el mal, entre lo legal
y lo ilegal, con tal de sobrevivir. Si la Europa de Soiany es el mundo del dios
muerto de Nietzsche, Kostas Venetis encarna ese más allá del bien y del mal
nietzscheano: cuando todos los valores se han agotado, cuando no hay ningún
principio regidor, ¿qué diferencia hay entre el mal y el bien? ¿Acaso no
terminan siendo la misma cosa?
patria ni destino, alguien que se aferra a cualquier cosa para sobrevivir,
obligado a olvidarse de cualquier límite entre el bien y el mal, entre lo legal
y lo ilegal, con tal de sobrevivir. Si la Europa de Soiany es el mundo del dios
muerto de Nietzsche, Kostas Venetis encarna ese más allá del bien y del mal
nietzscheano: cuando todos los valores se han agotado, cuando no hay ningún
principio regidor, ¿qué diferencia hay entre el mal y el bien? ¿Acaso no
terminan siendo la misma cosa?
Confiesa Soviany que cuando escribió La vida de Kostas Venetis no pensaba en
el siglo XIX, sino en el presente, en Rumanía, donde pobreza y corrupción son
los rasgos más destacables. “Hay gente que echa de menos el comunismo, porque
con la llegada del capitalismo muchas fábricas se privatizaron de mano de
inversores extranjeros y muchas otras tuvieron que cerrar. Se perdieron
muchísimos puestos de trabajo, la tasa de paro es altísima y la pobreza se
extiende por todo el país. En Rumanía hay una élite que vive muy bien y una
gran parte de la sociedad que vive sumida en la pobreza”, comenta Soviany,
poniendo el acento en la corrupción del país: “ahí se paga por todo. Si vas al
médico tienes que pagar una mordida, en el colegio de tus hijos también tienes
que pagar a los profesores… allí todo se compra y se vende. Los partidos
políticos, en las zonas rurales, ganan comprando a los vecinos, que se aferran
a ese dinero para poder sobrevivir”. A la pregunta de si él también añora, al
menos en parte, el comunismo, Soviany es contundente: “todos los males nos han
llegado desde el este”. La vida de Kosta
Venetis no es una parábola de la historia de Rumanía, pero podría serlo; no
es una parábola sobre Europa, aunque podría serlo. La vida de Kosta Venetis es el retrato de un mundo que ha llegado a
su fin y, paradójicamente, ese mundo es el nuestro.
el siglo XIX, sino en el presente, en Rumanía, donde pobreza y corrupción son
los rasgos más destacables. “Hay gente que echa de menos el comunismo, porque
con la llegada del capitalismo muchas fábricas se privatizaron de mano de
inversores extranjeros y muchas otras tuvieron que cerrar. Se perdieron
muchísimos puestos de trabajo, la tasa de paro es altísima y la pobreza se
extiende por todo el país. En Rumanía hay una élite que vive muy bien y una
gran parte de la sociedad que vive sumida en la pobreza”, comenta Soviany,
poniendo el acento en la corrupción del país: “ahí se paga por todo. Si vas al
médico tienes que pagar una mordida, en el colegio de tus hijos también tienes
que pagar a los profesores… allí todo se compra y se vende. Los partidos
políticos, en las zonas rurales, ganan comprando a los vecinos, que se aferran
a ese dinero para poder sobrevivir”. A la pregunta de si él también añora, al
menos en parte, el comunismo, Soviany es contundente: “todos los males nos han
llegado desde el este”. La vida de Kosta
Venetis no es una parábola de la historia de Rumanía, pero podría serlo; no
es una parábola sobre Europa, aunque podría serlo. La vida de Kosta Venetis es el retrato de un mundo que ha llegado a
su fin y, paradójicamente, ese mundo es el nuestro.
Traducción: Doina Fagadaru
Diseño de portada: Raúl Lázaro
Número de páginas: 452
Precio: 19.95€
Anna
María Iglesia (Granada, 1986, residente en Barcelona) está terminado
una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro del doctorado de Teoría
de la literatura y literatura comparada. Se define principalmente como lectora.
Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo cultural como freelance,
colaborando con distintos medios. El
Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El Confidencial.
María Iglesia (Granada, 1986, residente en Barcelona) está terminado
una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro del doctorado de Teoría
de la literatura y literatura comparada. Se define principalmente como lectora.
Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo cultural como freelance,
colaborando con distintos medios. El
Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El Confidencial.
Interesante Anna María! gracias