¿De qué va tu primera novela?
De este lado del charco es una novela sobre una familia de inmigrantes uruguayos que se instala en el conurbano bonaerense justo antes de los setenta. Está escrita desde el punto de vista de Adrian, un narrador personaje que transita el fin de su infancia, su adolescencia y una parte de su vida adulta. Supongo, no lo sé a ciencia cierta, que me interesaba hablar de los vínculos familiares más primarios.
Una vez Claudia Piñeiro dijo que la primera novela de uno es el vómito de la historia familiar. Que uno como escritor necesita escribir eso para poder escribir todo lo demás. Creo que ésta novela no es una excepción, con lo bueno y lo malo que implica.
¿Cuál fue el disparador que te ayudo a escribirlo?
Escribí un cuento sobre una anécdota que se contaba en mi familia. Un tío mío, cuando era chico, se subía por la medianera al techo de la casa de la vecina, cantaba y golpeaba con una vara metálica durante horas y no la dejaba dormir la siesta. En casa se contaba como una situación infantil para ejemplificar lo insoportable que podía llegar a ser mi tío de pibe. Por algún motivo, cada vez que mi vieja o mi abuela decían algo sobre eso, siempre recordaban que la vecina tenía unas tetas enormes. Se ve que eran inolvidables. A mí me gustaba la imagen de un chico que acababa de llegar del país vecino en una edad en la que la soledad es insoportable. Se encuentra acá en Buenos Aires sin amigos y sin nada mejor que hacer que sentarse a cantar en el techo, aunque eso le rompiera las pelotas a los vecinos. Me parecía una situación muy triste, y cuando me puse a escribirla me di cuenta de que el personaje (mi tío tal vez lo hacía por otros motivos, nunca lo sabré) subía para mirarle las tetas a la vecina, que interrumpir la siesta era una excusa. Ese primer texto fue un cuento en el que, de manera incipiente, está narrado el mundo de la novela. Luego escribí otros sin darme cuenta de que tenían casi el mismo punto de vista y los mismos personajes y que también surgieron de anécdotas mínimas y no tan mínimas. En un momento mi maestra y mis compañeros de taller me dijeron: esto es una novela, déjate de joder. Así que empecé a pensar en el proyecto de esa forma, no tenía ni idea de dónde iba terminar.
La anécdota de la vecina de las tetas grandes y el pibe recién llegado del Uruguay en el techo, convertida en cuento fue el primer capítulo, pero cuando terminé de escribir la novela quedaba raro, así que lo cambié al segundo capítulo y después al tercero, hasta que Ariel Bermani cuando estábamos editándola se dio cuenta de que no sabíamos dónde ponerlo porque si bien había sido el impulso inicial, por cuestión de estructura y demás no era compatible con el resto de la novela.
¿En que se parecen De este lado del charco a Fósforos mojados, tu primer libro?
Yo creo que no se parecen en nada. La primera diferencia es que Fósforos mojados es un libro de cuatro cuentos en los que construí situaciones realistas con elementos extraños que son parte de la cotidianeidad de esos personajes. Salvador Raggioque es profesor de castellano en la universidad de Minnesota y es el editor que tuvo la gentileza de publicar ese e-book, dio una clase de “literatura insólita” y eligió el cuento Dora para un examen y esa palabra, insólita, a mí me pareció graciosa y me hizo muy feliz porque no sabía cómo definir a esos cuentos. Ponerle nombre a las cosas de algún modo tranquiliza. En cambio De este lado del charco es una novela escrita en clave realista, otro universo, un universo que no tuve que inventar porque ya estaba inventado y que si bien yo conozco de cerca, necesité escribirlo para entenderlo.
Mariana ¿Sos de reunir anotaciones de borradores, memorizar pequeños diálogos en transportes públicos, letras de canciones o todo fue escrito desde cero, de a poco o de un zarpazo?
La verdad es que no anoto mucho, me fascino con alguna situación y si no me la puedo sacar de la cabeza me siento a escribir cuando puedo, pero construyo más en la cabeza. Con respecto a De este lado del charco, me llevó mucho tiempo escribir esa novela. Como tres años.
¿Cuándo nació en vos el arte de escribir?
Mi vieja me enseñó a escribir a los cuatro años, me leía mucho. Yo creo que eso debe haber sido importante para mí porque escribo desde que tengo memoria, desde que sé escribir. Y siempre escribí ficción, escribía en diarios íntimos y mentía porque no tenía cosas muy importantes o entretenidas que contar. Yo esperaba que alguien encontrara el diario y lo leyera. Desde muy chica tuve bien en claro que escribía para otro. También de adolescente les mandaba cartas a mis primos de San Juan con historias con alguna base de verdad pero que eran pura mentira. Trataba de embellecer las anécdotas o de darle un dramatismo que la realidad no tenía. Hasta ahí yo no me daba cuenta de que quería ser escritora. Eso vino después. No creo que haya sido una decisión que tomé, solo que un día me di cuenta de que todo lo que hacía lo hacía para escribir mejor. Querer escribir bien, sí fue una decisión, pero eso es otra cosa.
Lo ridículo es que nadie, nunca me pidió ni me pide que le cuente nada pero a mí la realidad me resulta más interesante a través de la ficción o soy una mitómana que escribe para justificarse, yo qué sé.
Contame, ¿cómo fue tu experiencia en la convocatoria Itaú?
Yo ya había quedado finalista del concurso ITAU de cuento digital en el 2012 y estaba segurísima que iba a quedar entre los ganadores porque todo estaba saliendo particularmente bien en esa época de mi vida, pero no quedé. Volví a participar en el 2013 con Golpes acolchados y al contrario del año anterior todo me estaba saliendo para el culo y fui a la premiación con cero expectativa pero gané el segundo premio. La verdad es que fue una sorpresa y una alegría. Creo que eso sirvió para que Suburbano que es una editorial de Miami conociera mi texto a través de las redes y decidiera publicar Fósforos mojados.
Mariana Komiseroff (Don Torcuato, 1984) Estudió dirección y crítica de teatro. En 2006 obtuvo una mención especial en el concurso Cultura positiva, de la Fundación Huésped por su obra fotográfica Indiferencia No. Ha publicado relatos en varias antologías y en las revistas Lamujerdemivida y Casquivana. En 2013 ganó el segundo premio de “Itaú cuento digital”. En 2014 participó del proyecto 8cho&8cho y SuburbanoEdiciones publicó su e-book de cuentos Fósforos mojados. De este lado del charco es su primera novela y saldrá publicada por Editorial Conejos.