D´Annunzio. Dibujo de Tullio Pericoli.

El gran depredador, el amante guerrero, el tuerto vidente,
el poeta seductor… Son algunos de los títulos de los muchos ensayos y
biografías que han aparecido en estos últimos años (…)

sobre Gabriele D’Annunzio
y que han intentado definir la poliédrica personalidad de este autor
(1863-1938) del que la editorial Fórcola acaba de publicar No
dejaría nunca de escribirte. Las cartas de amor a Barbara Leoni
, con
una introducción de Amelia Pérez de Villar, que se ha encargado de la
traducción y que se suma a la lista de las recientes publicaciones de
D’Annunzio en España. Aunque nunca estuvo ausente de nuestras librerías,
los tópicos que rodean el «poeta profeta», como le llamaron, se repiten casi siempre en la misma dirección y perjudican una obra literaria que, al ser muy extensa e ir desde la poesía a la
novela pasando por el teatro, tiene muchos altibajos.

Si dejamos a un lado sus frases célebres con las que
justificó su vida, como el vivir inimitable o la pasión en todas las
cosas
, lo que resulta evidente es que el motor
de arranque de este joven de buena familia nacido en 1863 en una pequeña ciudad
italiana, Pescara, fue huir de la provincia.
En su fuga a través de distintas geografías, amores y
escándalos, construye un personaje al que viste con las distintas tendencias
del tiempo que le tocó vivir, como el superhombre nietzscheano,
el esteta que ama la juventud eterna o el dandysmo del bello gesto.
D’Annunzio quiso ser más que un simple literato y escribir la gran novela de
una vida: la suya, en la que pudiese proyectar los muchos lados de su
personalidad.

D´Annunzio con Manuela Villarosa en el hipódromo

Como Malaparte o Malraux, fue un hombre
camaleónico, con un gran talento para adecuarse a la tendencia dominante, más
que inventarla o descubrirla, y donde su egotismo se midió por su capacidad
de adaptarse a una situación ventajosa
, lo que también se ve en su obra
literaria, donde se reflejan las influencias de las distintas tendencias
dominantes en cada momento, desde el decadentismo finisecular hasta las
vanguardias de comienzos de siglo XX.
Si tenemos que buscar una definición que resuma su vida, la que mejor le va es la del hombre de acción. Como tal, deseó todo y su
contrario, tuvo erotismo y renuncia, pecado y honor, fe y nihilismo
, aunque el
elemento decisivo fue seguir la pasión dominante del momento, porque los sentidos no
engañan.

Ególatra y sensual, a lo largo de su vida amorosa se suceden las conquistas;
algunas de ellas, como Eleonora Duse o Ida Rubenstein, fueron las
grandes actrices de su época. Aunque ya antes tuvo mujer, hijos y unos
cuantos adulterios.

Angèle Lager, Tamara de Lempicka, Marios Kartualler y Evelina Morasso
Si se tiene en cuenta que D’Annunzio era más bien feo, el
mérito es doble. Pero su ego veía en sus carencias una virtud. Según contaba, su calvicie le permitía enseñar un cráneo igual de hermoso que un galgo, un caballo de
carreras bien entrenado o las piernas de Ida Rubinstein
.
Hasta el final de su vida pasó de una amante a otra e hizo de la infidelidad una coartada para abandonar a una
por otra. Buen conocedor de las mujeres, sabía endulzarles el oído con una boca
capaz de contarles lo que deseaban escuchar como darles placer. Cruel y con
un punto fetichista
, llevaba las riendas de sus relaciones con mano firme
en beneficio de su carrera literaria.
Bárbara Leoni, que no se llamaba así pero que él rebautizó como hizo con
todas sus amantes, fue la primera de una larga serie y con la que empezó una correspondencia
amorosa, al igual que hizo con otras muchas. En todos sus epistolarios amorosos
es común lo mucho que sufre y muere de amor, aunque la carne siempre está
dispuesta a resucitar.

La pianista Luisa Baccara
Políticamente, fue elegido diputado por la derecha en 1897
para terminar en la izquierda debido a la actitud represiva del gobierno
conservador de entonces. Tras su estancia parisina, donde vivirá de 1910 a 1915
huyendo de acreedores y familia, se convierte entre escándalos y conquistas
amorosas en un heredero de la tradición italiana del literato al estilo de Cellini,
Cagliostro y Casanova.
De regreso a Italia en 1915, toma partido a favor de la
intervención en la Primera Guerra Mundial al lado de los aliados. D’Annunzio
pensaba que con ello Italia podría reafirmarse como potencia imperialista y
lograr la reunificación con los territorios del Trentino, Alto
Adigio
, Venezia Julia, Istria, y parte de la Dalmazia que estaban en manos del imperio austro-húngaro. 
En lo personal, D’Annunzio ve en la guerra un nuevo escenario donde
adquirir ese lado heroico que falta a su biografía. Desde luego demostró valor y pese a sus más de 50 años consiguió ser alistado, servir en las
tres armas y realizar grandes hazañas bélicas, como dirigir la
escuadrilla que bombardeó Viena con propaganda redactada y lanzada por
él mismo, pues no pilotaba.

D´Annunzio comiendo el rancho de la tropa
En D’Annunzio la guerra implica también lo que aman los
hombres de acción, la camaradería, la emoción del peligro, el probarse a sí
mismo. Y precisamente fue en un amerizaje forzoso con un hidroavión donde
perdió un ojo.
El rechazo del presidente estadounidense Wilson a
ceder Fiume a Italia (la actual Rijeka en Croacia) y los
territorios colindantes donde vivían numerosas colonias de italianos
alimentaron la polémica de la vitoria mutilada y empujaron a D’Annunzio a
ocupar militarmente Fiume en septiembre de 1919 con una partida de militares
que se rebelaron a la orden de evacuación dada por el Gobierno italiano.
Con la conquista de Fiume el hombre de acción se transforma
en un moderno condotiero renacentista.
El poeta hace realidad sus sueños durante los quince
meses que duró la ocupación, y en el que creó el Estado Libre de Fiume. Allí se pusieron en práctica
muchas medidas que preconizarán años después los participantes en «el
mayo del 68»
, empezando por el conocido lema de «La
imaginación al poder»
.
El esteta firmó una Constitución donde se dice que la
vida es bella y digna solo cuando es vivida grave y magníficamente por el
hombre enteramente renovado por la libertad
, y en la ciudad-Estado se
instauró un particular régimen que atrae a revolucionarios de izquierda y
derecha, aventureros, futuristas como Marinetti, y toda clase de gente que desprecia las normas burguesas. En Fiume se celebran
conciertos al aire libre, pues la música es una de las musas de la ciudad, fiestas multitudinarias,
manifestaciones, desfiles, se abusa de todo tipo de drogas y la autoridad brilla por su ausencia.

Guido Keller
En su círculo íntimo e D´Annunzio aparecen personajes al estilo de Corto
Maltés
, como  Guido Keller o
el poeta vanguardista belga Léon Kochnitzky, su ministro de Asuntos
Exteriores durante un tiempo.
Keller fue uno de los ases de la aviación italiana durante
la guerra y en Fiume dirigió un grupo de legionarios fiumanos dedicados a la
piratería en el Adriático para aliviar el bloqueo al que estaba sometida la
ciudad. Estos ladrones al estilo de Robin Hood fueron la base de una
economía pirata que sostuvo Fiume junto a las donaciones de simpatizantes
italianos y la Cruz Roja. Entre un golpe de mano y otro Keller, cocainómano
irredento como muchos de sus camaradas, fundó una asociación de hombres libres
llamada «Yoga». Vegetariano y nudista, llegó a volar en
solitario hasta Roma para lanzar flores sobre la sede del Parlamento.
Este rumbo alejó a los elementos más conservadores y
nacionalistas que no estaban de acuerdo con esa tendencia anarquista o medidas
como la creación de la Liga de Naciones Antiimperialistas (una réplica a
la ginebrina Sociedad de Naciones) o una Constitución donde se
contemplaban medidas novedosas para entonces, como el voto de la mujer, la
educación gratuita, la asistencia sanitaria, al seguro de desempleo, el
divorcio (lo que atrajo un turismo tipo Las Vegas de parejas que deseaban
separarse), o las pensiones.

D´Annunzio con Léon Kochnitzky

Pero D’Annunzio carecía de la capacidad estratégica que
transforma al demiurgo en un jefe de un movimiento político verdadero, y por
eso  Malaparte dijo que Fiume fue la
aventura frustrada de un príncipe que no había leído a Maquiavelo
Tras
llegar el Gobierno italiano a un acuerdo con Yugoslavia, el ejército intervino
militarmente y desalojó a los ocupantes. Los legionarios fiumanos y sus
fantasiosos uniformes poco pudieron hacer para oponerse. El fracaso de
D’Annunzio anuncia el de todas las vanguardias, que revelarán su incapacidad
para ir de la fase prepolítica a la política.

A la postre, será el político verdadero, Mussolini,
el que juegue mejor sus cartas y consiga la conquista del
poder
. Aunque antes de la marcha sobre Roma tuvo numerosos contactos con
Mussolini, que se apropió de muchos de sus ritos, D´Annunzio se retiró en 1921
a Gardone Riviera (cerca del lago de Garda) a una villa que trasformará
en un museo personal y que denominó Il Vittoriale. Allí vivió
sordo a los cantos de sirena que le lanzó el fascismo en compañía de la
pianista Luisa Baccara, aunque tuvo otras aventuras amorosas.

D´Annunzio un año antes de morir
Controlado y exaltado por Mussolini, al que solo le
interesaba que el héroe nacional no interviniese en la política, el fascismo le pagó
todos sus caprichos, fuese cocaína o prostitutas, aparte de editar sus obras completas
en una edición de lujo.
Aplastado por sus utopías y el fracaso político, el
poeta se califica como póstumo a sí mismo y escribe odiar el propio vivir
inimitable
. Fiel a su vocación erótica fúnebre, escribe El libro secreto, e intenta seducir a  toda mujer que le visita e influir en los jóvenes, cuando dice tres años
antes de su muerte: yo puedo tener tres veces veinte años, o cuatro o cinco,
pero tengo veinte años
.

D’Annunzio morirá en 1938 entre el desinterés de la sociedad literaria
y la curiosidad de la gente  que se volcará sobre su primera
biografía, Vida secreta de Gabriele d’Annunzio, escrita por su
secretario Tom Antognini y publicada el mismo año de su muerte. Fiel a
la tradición de los secretarios vengativos, contará las miserias del poeta. Así, entre
otros detalles, nos enteramos que pesaba 75 kilos y medía un
metro y 64 centímetros, tenía un cuerpo ágil como un hombre de treinta años y
las uñas con pequeñas manchas blancas que atribuía a las mentiras que contaba a
sus amantes. Hay hombres que ganan la batalla del tiempo con una voluntad
que alterna lo trágico y lo grotesco, la rebeldía y el compromiso porque en
su vida y obra encontramos dudas y certezas que todavía nos persiguen.

Aunque sea solo por eso, D’Annunzio siempre regresará a las librerías.