“TE PEDIRÁN QUE TE EQUIVOQUES EN CUALQUIER SITIO DONDE ESTÉS. ESTA ES LA
ESENCIA DE LA VIDA. ESTÁN OBLIGADOS A VIOLAR TU IDENTIDAD. ANTES O
DESPUÉS TODA CRIATURA VIVIENTE DEBE HACERLO. ES LA SOMBRA FINAL, LA DERROTA DE
LA CREACIÓN: ES LA MALDICIÓN QUE HACE SU TRABAJO, LA MALDICIÓN QUE SE NUTRE DE
LA VIDA Y EN TODO LUGAR DEL UNIVERSO”.Philip K.
Dick. Do androids dream of electric sheep
Philip K. Dick es el autor de la novela Do Androids Dream of Electric Sheep?, novela en la que se basó el realizador Ridley Scott para hacer la película Blade Runner. Mucho se ha dicho y escrito de este extraordinario escritor de ciencia ficción que ocupa una posición de primer plano entre los grandes escritores norteamericano de su género, como Kurt Vonnegut o Úrsula K. Le Guin. Pero lo que nos interesa destacar de Dick, es el carácter “metafantacientífico” de su narrativa por la profunda reflexión que lleva a cabo sobre los modelos y las reglas de dicho género, hasta poner en discusión el concepto mismo sobre el que se basaba la ciencia ficción. Así, Philip K. Dick ha escrito ciencia ficción sobre la ciencia ficción, criticando valores y significados, pero siendo capaz de plasmar a través de sus novelas la crisis que aflige el hombre tecnológico y la sociedad americana moderna.
Lo que está claro es la deuda de Dick, desde sus primeros cuentos y novelas de los años 50, hacia Asimov y Van Vogt, aunque sólo sea por los asuntos tratados – los androides perfectos que imitan las funciones del hombre, la presencia de mutantes y de hombres con capacidades extrahumanas, la lucha por un poder cínico y tremendo inmutable en el tiempo-. Pero también resulta innegable la originalidad con la que Dick ha manipulado estos asuntos, gracias a su interpretación crítica y profundidad personal.
El pesimismo de Dick al criticar la sociedad americana no es solo de naturaleza social sino existencial, sinónimo de una visión fundamentalmente trágica de la vida. Así como en la imagen del futuro que nos presenta se ve al hombre explotar las enormes posibilidades que le son ofrecidas por el progreso científico, al mismo tiempo, el hombre se encuentra en manos de fuerzas titánicas. Sin memoria ni identidad, en una realidad ilusoria y rehén de la ciencia, el hombre de hoy día se halla en un futuro que ya no es mítico y que se ha transformado en angustia existencial. En la narrativa de Philip K. Dick, el Bien y el Mal son exprimidos casi hasta el límite del maniqueísmo. El Caos y la Disgregación construyen el Mal entre los escombros y las ruinas de una ciudad donde la suciedad ambiental se mezcla con la basura tecnológica que se encuentra depositada en las aceras. El Bien, potencialmente expresado en la materia, como fuerza vibrante del universo, existe pero aún tiene que venir, por lo que se convierte en una espera permanente. Y sobretodo la casualidad que domina un universo sin piedad y sin moral, y que destruye continuamente la realidad.
Hacer un discurso general sobre la obra de Dick lleva consigo siempre una
cierta dificultad a causa de la variedad temática de su trabajo y de la
compleja personalidad de su persona. Sin duda alguna, al comienzo de su carrera
había un mayor optimismo. The variable man (1953), novela breve y tal
vez el primer trabajo comprometido del escritor americano, refleja el mensaje
asimoviano de una ciencia ficción democrática: resulta evidente que el foco de
atención gira sobre los efectos de los descubrimientos científicos, no sobre
los descubrimientos científicos, parafraseando, en esto, a H.G. Wells y
sus scientific romance. En 1953, mientras dominaba la fiebre
anticomunista en los Estados Unidos, Dick contribuye al compromiso civil
con The Man who japed alineándose con la mejor ciencia ficción
social. Con Eye in the Sky pone de relieve la neurosis de la sociedad
americana de los años 50 a través de una visión relativa de la realidad que se
convertirá, con el tiempo, en el perno central de su narrativa, distanciándose
de los objetivos de la ciencia ficción social.
Y es así también en The man in the high castle (1962) donde Dick nos cuenta de un mundo donde el Eje han ganado la Segunda Guerra Mundial. El continente africano ha sido destruido en un experimento y Alemania y Japón se han dividido el mundo. La sociedad americana es destruida por el dominio de otras fuerzas culturales, y el destino de cada individuo es determinado por la violencia ajena y el azar como un Genius loci. Dick no realiza aquí una relectura fantástica de la historia, sino que ha planificado una trama sensacional donde el azar se ha mezclado con la historia. En ese sentido se sitúan también sus dos novela extra-terrestres The Three Stigmata of Palmer Eldrich (1964) y Martian Time-slip (1964) en el que Marte aparece como un planeta desolado donde habitan pioneros que se rigen por las implacables leyes de la utilidad económica y la especulación. Una realidad marciana que viene a ser una copia desenfocada de la realidad americana. Dick regresa a una representación más directa de la realidad americana con The simulacra (1964) novela centrada en la manipulación de los centros de información de masas por parte de las autoridades, pero sobre todo con Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968) en el que la sociedad está amenazada por una poderosísima industria de sofisticados mecanismos tecnológicos, capaz de lanzar al mercado androides tan perfectos que pueden confundirse con los hombres para luego sustituirlos.

Entre las últimas novelas de Dick, esta es la más importante, la más rica en humanidad y tensión existencial, y la más emblemática, por el sentido del futuro que aquí se manifiesta, y que ve a una América destruida más sicológicamente que materialmente por una tercera guerra mundial. Así, la posesión de unos de los pocos animales supervivientes a la catástrofe nuclear es una señal de prestigio social y terapia. Al mismo tiempo, la vida está dominada por la tecnología y el peligro de un incesante fall-down nuclear. El hombre lucha contra su copia tecnológica mientras perfeccionadísimos androides intentan prolongar su propia vida por mucho que sea sintética y falta de toda connotación espiritual: ellos, a diferencia de los humanos, sin embargo, no tienen ninguna empatía hacia los seres animados y por eso son perseguidos y sometidos al test Voigt-Kempff con preguntas que se refieren exclusivamente a los animales. Y en clave sensacionalista encontramos la historia de amor entre uno de los protagonistas, un policía, y una chica androide. El policía dedicado a exterminar androides tiene características de hard-boiled-school. También tenemos una especie de caja mágica mediante la cual los americanos del futuro se ponen en contacto directo con Wilber Mercer, una divinidad prefabricada. Todo ello ocurre en una ciudad plomiza y degradada, repleta de torres y pirámides amenazadoras, a la sombra de un cielo oscuro y lluvioso, iluminado sólo por los fuegos de la chimeneas. En Dick, la ciudad representa el rol de protagonista como la degradación metropolitana, donde reina el artificio, las relaciones humanas se encuentran eclipsadas por el infierno tecnológico al que la humanidad ha sido condenada.
En su película, Ridley Scott lo ha entendido bien, y ha creado un Los Ángeles monstruoso, en línea con la representación de la ciudad por el cine negro americano de los años 40, desde El halcón maltés de John Huston al Gran sueño de Hawks. Una ciudad donde resulta difícil toda convivencia, se hablan múltiples idiomas, la existencia resulta promiscua, las emociones son técnicas y se recortan las libertades individuales.
Entre las últimas obras de Dick vale la pena recordar Episodio temporal y Una mirada a la oscuridad, novelas de elevado nivel literario y humano, y explícitamente autobiográficas, y que el escritor ha escrito después de un periodo muy duro de su vida, al final de los años 70, y que tras su dependencia de las drogas logró desintoxicarse.
Cuando murió en 1982 por una crisis cardiaca, dejó un enorme vacío en la narrativa de anticipación por su capacidad de ver el futuro con una mirada llena de dolor y desencanto. Como ha escrito C. Platt en
Dream makers: El objetivo de un escritor especulativo debería ser el de ver lo que los otros no ven. Los escritores que lo consiguen demuestran una originalidad creativa y ofrecen algo más que entretenimiento. Ellos dan al lector un sentido de revelación. Es suficiente una pizca de genio o de locura para ver lo que ningún otro ha visto y es necesario un formidable talento literario para presentar estas visiones en una forma literaria y en términos humanos. Philip K. Dick tiene ese talento y un poco de genio y locura, o tal vez ambos. Los suyos son libros reveladores en un sentido casi místico.
Pero Philip K. Dick ha sido, probablemente, también el primer escritor posmoderno de nuestros tiempos, y que ha sabido poner en el centro de su narrativa el final del mito del futuro, anulando la clásica relación que unía la ciencia ficción con la ciencia como un concepto de origen positivista que ve en la ciencia un árbitro de la sociedad contemporánea. En el abismo tecnológico se consuma la tragedia del hombre, entre pérdida de la memoria y aridez espiritual, en una soledad que ya es cósmica. Entre el pesimismo existencial y la filosofía, entre dudas epistemológicas e ironía, Philip K. Dick decía lo siguiente: “Yo soy así. La imaginación me paraliza. Para mí un goma en el suelo significa a) El final del mundo; b) una señal de la presencia de monstruos (aunque he olvidado el por qué)…el escritor de ciencia ficción no solo ve la posibilidad, sino posibilidades absurdas… Vuestra crisis, vuestra pena, admitido que tengáis una, no será eterna y probablemente conseguiréis sobrevivir gracias a la valentía, la inteligencia y el puro instinto vital.
Kabir, el poeta sufí del siglo XVI ha escrito que «si no habéis vivido algo hasta el fondo, no es real». Por eso yo lo vivo hasta el fondo.
Sólo entonces puedo entenderlo, no mientras lo vivo.. Mi obra, considerada en conjunto, es el intento de volver a pensar mi vida y darle un sentido. No sé si lo he conseguido.
Lo primero que veo es desorden y dolor, y es lo que debo escribir; pero he visto también valentía y situaciones cómicas, y también escribo sobre ello. Lo que me ayuda, si se trata de ayuda, es descubrir el pequeño grano de comicidad dentro de lo horrible y lo fútil….”
Egidio Eronico, cineasta y guionista italiano, nació en Roma en 1954.
Ha dirigido las siguientes películas:
(2003) My Father, Rua Alguem 5555
(1999) Il guardiano
(1997) Fiabe metropolitane
(1995) Annata di pregio
(1995) Il pardo sul lago (documentary short)
(1990) Rito di passaggio (TV movie) (co-director)
(1988) Stesso sangue
(1987) A proposito di Roma
(1986) Viaggio in città
Hide Writer (6 titles)
(2003) My Father, Rua Alguem 5555 (screenplay)
(1999) Il guardiano (writer)
(1995) Annata di pregio
(1995) Il pardo sul lago (documentary short)
(1990) Rito di passaggio (TV movie)
(1988) Stesso sangue (screenplay)
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