MALCOLM LARDER

Mark Twain


Mark
Twain
tenía 35 años en 1870 y era un escritor reconocido. En aquel mundo en el
que terminaba la conquista del salvaje Oeste y se inauguraba la primera línea
de ferrocarril, Twain había tenido un gran éxito con su libro La célebre
rana saltadora del distrito de Calaveras
, un éxito renovado el año anterior
con Los inocentes en el extranjero del que había vendido mas de
110.000 ejemplares. De este modo Twain se encaminaba a convertirse en el
escritor más leído y aclamado de América. 

Justo
en aquel tiempo el escritor empezó a escribir un relato con una intención
satírica sobre sus compatriotas. Se llamaba Extract from Captain
Stormfield’s Visit to Heaven
o El Viaje al Paraíso.

La
América en la que causaba furor Mark Twain era todavía un país fundamentalista
protestante y de fondo puritano. La firmeza de las convicciones y la esperanza
en la vida ultraterrenal se concretaba en una visión vaga e indistinta de un
paraíso en el que, en sus grandes líneas, era idéntico al cielo medieval,
expurgado de todas aquellas cuestiones que, según los puritanos, sólo
eran  incrustaciones supersticiosas católicas; un cielo donde los elegidos
habrían finalmente tenido la satisfacción de encontrar y mirar a la cara a esos
profetas y patriarcas, que tenían un gran protagonismo en las lecturas nocturnas
que se hacían de la Biblia por parte de la mayoría de las familias y
que, de paso, servían para  elegir el nombre que se ponía a los niños. Por
ello, la gente tenía una visión simplista que nada tenía que ver con
la que tuvieron los místicos de siglos anteriores y, menos aún, aceptaban
bromas o ironías sobre aquel vago ideal de esa religión profética y paternal
que buscaba sobre todo dar una respuesta pedagógica a las preguntas de los
chiquillos y a tener como objetivo final, un feliz  descanso a los
cansados pioneros que viajaban a través de los territorios de la Unión.
Miniatura de la Biblia de Carlos II el Calvo 823-877
También
Mark Twain, durante la primera parte
de su vida, compartió los grandes ideales de sus compatriotas. Fue un humorista
que bromeaba sobre los asuntos terrenales pero dejaba en paz a los santos. Pero
justo en el periodo que hemos indicado el escritor tuvo una crisis religiosa,
en la que su fe sobre un Dios personal se vino abajo. Entonces quiso salir de
esta crisis del modo que mejor sabía: de una forma humorística. Su humorismo,
por lo tanto, no se contentó ya solo con los asuntos terrestres, sino que
intentó dar el asalto al paraíso tradicional. Mark Twain estaba muy
impresionado con las conversaciones que había tenido con su amigo, el profesor Higgings de la Universidad de Harvard
sobre el universo y el concepto de distancia medible en años luz, para indicar
la inmensidad de los espacios interestelares. Por eso él imaginó que su héroe, el capitán Stromfield, apenas muerto,
alcanzaba el paraíso celestial a la velocidad de 300.000 kilómetros al segundo;
o sea, la de la luz.

El
valor moral del texto de Twain viene dado de la alegría que siente al
describirlo. En realidad, El viaje hacia el Paraíso debe haber sido para
él una liberación, y mas que divertir a sus compatriotas, Twain pretende
confirmar a si mismo el rechazo a esa fe religiosa en la que se había educado
desde la juventud. Desde este punto de vista, este relato conecta con toda la
crítica positivista de la segunda mitad del siglo XIX. Pero a diferencia de tantas
obras surgidas con el mismo espíritu, en esta Mark Twain permanece siempre en
lo irónico-grotesco.  Bastaría el episodio de las alas desmontables de los
Ángeles, que son repuestas y atornilladas solo cuando deben servir como hábitos
de ceremonia, para hacernos sentir que el aire del paraíso sienta bien al
talento de este escritor.
Sin
embargo, una vez que lo hubo acabado, Mark Twain lo guardó en un cajón y no lo
publicó. El ambiente del momento no era propicio y la censura combinada de su
amigo, el reverendo Joseph Twichell,
el editor de la revista Atlantic Monthly,
y de su consorte Livy, bastante
estricta en estas cuestiones, le hizo respetar las leyes no escritas de la Respectability;
un acatamiento que le obligó a renuncias y sumisiones dolorosas como le ocurrió
con la visita de Máximo Gorki. El
escritor ruso había ido a Estados Unidos para recoger fondos en favor de los
revolucionarios de su país. En un primer momento se organizó un gran banquete
en su honor, que debía ser presidido por Mark Twain. De pronto, estalló el
escándalo: ¡Gorki vivía con una mujer con la que no estaba casado! Toda la
gente bien pensó y dijo que Gorki no era una persona «respetable», y
que todos aquellos que le apoyaban o iban con él tampoco eran «respetables».
A Mark Twain no le quedó mas remedio que declinar el honor de presidir el
banquete.

Pese a
estas sumisiones tácticas, Twain se acordaba siempre de El viaje al paraíso,
que seguía inédito. Anciano y en el culmen de su gloria, Mark Twain, en su casa
de Redding, pensaba siempre en su relato en el que había puesto bastante de su
vida espiritual. Y así escribió en 1900 a su hija Lucy: «Se encuentra todavía en esa caja fuerte o, al menos, se
encontraba hace diez años, cuando lo vi la última vez. Todavía tengo la
intención de acabarlo y la tendré hasta el final de mi vida».

Twain
cumplió con su palabra y lo publicó en 1909, un año antes de morir. Fue la
venganza que preparó durante toda su existencia en contra del «conformismo americano» y, en
particular contra el director de Atlantic Monthly, el reverendo Twichell
y su mujer.