En el libro de Ramiro Sanchiz, Federico Stahl es un escritor uruguayo que lleva años tratando de crear un subgénero de ciencia ficción al que denominó trashpunk, caracterizado por ser el sucesor tercermundista del cyberpunk fundado por William Gibson y Bruce Sterling.

A pesar de su ambicioso proyecto, Stahl no escribe desde su última separación y se cuestiona el derecho de llamarse escritor. Sin embargo, el encargo que su amigo Rex recibe de un dealer se presenta como el material necesario para volver a intentar un cuento trashpunk: Rex deberá dirigirse al departamento de un viejo bioquímico en el Palacio Salvo y conseguir doscientos gramos de una sustancia que revolucionará el   mundo de las drogas de diseño. Si bien la misión falla, Rex recibe el ofrecimiento de convertirse en la primera persona en comunicarse con una inteligencia no humana a partir de la combinación de una máquina, un cóctel de sustancias alucinógenas y unas antiparras que lo conectarán con la realidad virtual.

De esta forma, aunque el viejo bioquímico no logra su cometido ya que la inteligencia artificial no se percibe “como cosa, sino como ser”, Rex tiene una experiencia definida como el “psicoanálisis definitivo e instantáneo” que le permite ver cosas del pasado y ahondar en sus procesos de pensamiento. Desde este momento, Trashpunk girará en torno a los miedos, las dudas y las ganas de Stahl de experimentar su propio viaje y así poder retornar a la escritura.
El principal logro de Ramiro Sanchiz en Trashpunk es la victoria en la lucha que libra su personaje Stahl: a partir del combo tecnología y bajo nivel de vida propio del cyberpunk clásico, Sanchiz construye una historia protagonizada por seres marginales, dentro de una Montevideo “colonizada por chicas reggaetoneras con rollos desbordando de sus pantalones varias tallas por debajo de la correcta”. En definitiva, escribe en código trashpunk made in Uruguay, con guiños a Burroughs, Philiph Dick, Jim Morrison y David Bowie.
(Publicada originalmente en Revista Tónica, junio de 2012)