habitualmente con su banda de rock Los Barriletes Cósmicos; (…)
se disfrazó
de superhéroe para promocionar un libro; pero quizá la faceta de la que el
argentino Sebastián Pandolfelli (Lanús, Buenos Aires, 1977) se siente
más orgulloso es de haberse aproximado con su escritura a Alberto Laiseca
(Rosario, 1941) hasta convertirse en su lugarteniente. Ha publicado Rocanrol
(2008, Funesiana) y Choripán social (2012, Wu Wei), además de
escribir Me pusieron algo en el trago y bailé toda la noche, que
él califica de impublicable, y un libro de relatos, Diamante.
de He-Man, Mazinger, G.I.Joe y los soldaditos; no las
escribía pero me pasaba un rato inventando. Me acuerdo de un relato que escribí
a los 11 o 12 años, “Terror en VHS”: un videoclub embrujado donde
un tipo alquilaba una película de terror que cuando la ponía, salía el diablo
de la pantalla y lo perseguía por la casa… un delirio. Recuerdo que le hice
una tapa con cartón y lo mostré como mi primer libro a los parientes. El primer
cuento que publiqué fue en una revista barrial que hacía mi tía en Pompeya
(Buenos Aires). Años después lo metí dentro de la novela Choripán social
como un sueño de uno de los personajes. Fue como un chiste egocéntrico de
autohomenaje. Ya en 2003 empecé a hacer taller con Alberto Laiseca
y con el tiempo terminé siendo uno de sus asistentes, o como él me llama su
lugarteniente. Durante estos años conocí a muchísimos escritores y editores
y las cosas empezaron a suceder.
Observo a mi alrededor, leo, escucho y eso decanta llevando al papel mi manera
de ver el mundo. Uso mucho el humor y sobre todo la ironía. Mi novela Choripán social es una sátira sobre
la idiosincrasia argentina y los devenires de la política. Rocanrol es una parodia a las historias de bandas de rock. Diamante, que todavía está inédito, es un conjunto de relatos que pinta un
fresco del conurbano bonaerense. Ahora estoy terminando un libro nuevo de
cuentos clase B, con marcianos, vampiros y freaks que se llama La abuela de Rambo y, aunque es pura
joda, los tópicos son los mismos, lo social, la política, el arte, la religión.
Ya está todo inventado, así que solo nos queda reformular los temas heredados y
divertirnos un rato con eso.
canciones, melodías. Soy un poco inquieto. Y si no hago nada me aburro. Puedo
pasar horas mirando al techo, pero en realidad estoy produciendo algo. Primero
aparece una idea, pero está muy difusa y necesita desarrollarse. Así que en
cuanto aparece no la agarro enseguida, sino que la dejo dando vueltas en el
enjambre de mi cabeza. Si es medianamente potable va a volver. Cuando reaparece
y toma forma, la bajo a algo concreto; si es una canción agarro la guitarra y
compongo; y si es una historia voy a la notebook y la escribo. Después
hay que dejar reposar y tomar un poco de distancia para poder volver al tiempo
y corregir la versión final. Todo lleva tiempo. La idea. La bajada. Escribir.
Retocar. Dejar reposar. Volver y corregir.
escritor poco conocido al momento de buscar un editor?
es uno mismo. Ya sea por tener demasiada autocrítica y no mostrar o mostrar
poco o no confiar del todo en lo que uno escribe, o por el contrario por ser
altamente soberbio y creerse Borges cuando apenas escribiste dos
cuentitos para un fanzine del colegio. Hay que tener paciencia. Hay que
esperar. Hay que salir a hacer sociales, conocer gente, conocer a otros
escritores, a editores, lectores, charlar, intercambiar experiencias y entender
que si uno confía en lo que escribe y el trabajo es bueno, tarde o temprano le
va a llegar la hora de publicarse.
para publicar?
ellos, a veces, saben qué buscan. Los textos tienen que tener una buena
calidad, o ser publicables, eso es seguro. Los editores son tipos que hacen su
trabajo por amor y por eso les tengo el mayor de los respetos. No se gana un
mango editando libros en una editorial chica e independiente, así que la
mayoría lo hace porque les gusta y buscan una literatura acorde a sus catálogos
y eso es acorde a sus gustos personales. En cambio, los editores de las
multimegasúpercapitalistas no son editores de oficio, en general, o quizá hay
un editor que recomienda algo, pero las decisiones las toma un contador o un
bicho peor que eso. Las editoriales grandes ya no son lo que eran hace 20 o 30
años. Ahora son empresas, casi todas del mismo dueño y que tienen que tener
ganancias. Así que para ellos los libros son lo mismo que hamburguesas de Mac
Pato. Eso lo cuenta muy bien André Schiffrin en su libro La edición sin editores y en los que
escribió después.
haya ocurrido en tu carrera?
hojeé por primera vez El jardín de la
máquinas parlantes y me
pareció increíble. El libro no era de él, se lo habían prestado, así que no me
lo pude llevar. Lo busqué en librerías pero era inconseguible. Había salido en
el 98 y estaba descatalogado. Unos meses después fui a Rosario a visitar
a otro amigo, librero, editor y músico. Ahí tenía el libro y lo compré. Lo
empecé a leer en el bondi de vuelta a Buenos Aires y no lo pude
dejar. Leí las 750 páginas en 2 días. Cuando lo terminé me dije que tenía que
conocer al tipo que escribió esa maravilla, que me había hecho ver la
literatura de otro modo. Era Alberto Laiseca, un tipo que no conocía y
que contaba cuentos de terror en la televisión por cable. Una semana después,
estaba caminando por Av. Corrientes y al pasar por el bar del Centro
Cultural Rojas lo vi, sentado en una mesa. Estaba contando cuentos en vivo.
Entré, me tomé una cerveza y lo escuché. Al terminar me acerqué a charlar. Me
anoté en su taller. Y doce años después soy su asistente. Y hasta ayudé un
poquito al editor en el trabajo de reedición de El jardín de las máquinas parlantes.