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pieza, ahí, cerca de la calle Garay. Había llegado cargada de bolsos, una noche
de septiembre, muy tarde, y desde entonces siempre estuve al día con el pago
del alquiler. El cuartito se hallaba en el primer piso. Disponía de una mesa,
una silla, una cama, un placar de dos puertas y eso era todo. Lo suficiente
para sobrevivir. La escalera era de madera y la madera de los peldaños crujía
al apoyar cada pie; era obvio que uno no podía escabullirse. Por más que
intentara subir en puntas de pie, siempre había un ruido; la madera avisaba.
que a él le sobrara, aparte de sus años, era el tiempo, así que cada vez que
alguien le debía dinero del alquiler, lo esperaba afuera, como un cazador,
hasta cualquier hora. Lo comprobé yo misma en cuanto me atrasé unos días.
tarde adrede, para probar. Al segundo día decidí llegar más tarde que en la
primera noche, pero él permanecía en la puerta, la tercera, la cuarta, la
quinta y las siguientes noches siempre me estaba esperando en la puerta, no
importaba a qué hora llegara, me lo encontraba siempre ahí, firme como un
centinela, desabrido, antipático, rígido.
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hacer? – me indagaba. Cada vez mi contestación era la misma: ¡Mañana! ¡Mañana!
semana. Le dije:
DNI. Se lo dejo de garantía, y
cuando le pague usted me lo devuelve.
al arreglo. Dijo:
que cuidarlo y llevarlo con vos. Vos tenés que pagarme con dinero, como
arreglamos.
amiga y yo pasábamos las tardes en la plaza cercana, debajo de un ombú.
Hablábamos y nos reíamos por cualquier cosa, y ella estaba al tanto de cada
detalle de mi vida. Entre las dos hicimos un plan para mi escape, y cada vez que
suponíamos como habría de suceder, nos tentaba la risa, porque nos caía muy
gracioso imaginar la cara del viejo enojado, corriéndonos por la calle. Tal vez
se calentara demasiado y sacara el chumbo que no se le caía de la cintura.
económico. Cedés, libros, ropa, cosas que he adquirido precisamente en estos
últimos años. Si perdía todo eso era quedarme en pelotas… Me dije entonces
que el plan debía ser embolsarme todo.
que el gallego se fuese a dormir y bajar las bolsas atadas a una cuerda desde
la ventana de arriba; mi amiga las recibiría y luego me esperaría en la plaza o
en un locutorio que quedaba allí cerca. El plan parecía realizable, pero cuando
quisimos llevarlo a acabo descubrimos que había muchos obstáculos. Los otros
inquilinos eran posibles buchones de la maniobra; la tía del gallego que,
aunque tuviera como cien años, estaba más lúcida que mi amiga vos y yo juntas.
Y la puerta de metal, que te delataba cada vez que la usabas, porque estaba
oxidada.
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esperando a sus inquilinos morosos afuera e intentar cobrarles la deuda. Lo
pensé, y mi amiga pensó, que el tipo tendría horarios de siesta o de almuerzo. Es
cierto, todos los humanos los tenemos, pero resultaba que cuando él no estaba
siempre aparecía alguien que nos impedía ejecutar el plan y escapar como ratas
tal cual lo habíamos diseñado.
doce días, nunca le pagué.
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sufrí mucho me partieron el alma y el corazón de una manera inexplicable,
aunque hacia más de dos años que salíamos él era un tipo raro de poco hablar, nunca sabia que quería ni
que pensaba, era un tipo frío y
con cuestiones relacionadas al sexo: era muy convencional aunque ambos teníamos
mucho que aprender.
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necesitaba tiempo para pensar, yo conocí a otro que calmaba mis penas, pero
cuando este empezó a poner estúpidas excusas para no verme “Porque había perdido a su perra”
me empecé a ver con otro que me saboreaba y gozaba, pero luego este otro
desapareció del mapa y nunca más supe de él, con lo que tuve que buscar otro
compinche de vida y de aventuras que poco me duró porque me dejó colgada tras
arreglarse con su ex novia. Ahí termine yo otra vez echa una piltrafa,
sufriendo por culpa del maldito
amor, luego vino el corto luto hasta
sentí con ganas de estar acompañada y descubrir nuevas sensaciones, con
deseos de regalar dulces besos. Una vez más me volví a enamorar de un tipo que
supe después que no era para mí por muchas razones. Ahí si vino el verdadero
luto que duro casi como un embarazo.
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yo necesitaba, realmente estaba más sola que un hongo. Y mi amiga también era muy afortunada en el juego así
que ese lapso de tiempo en el que ella se quedo sin trabajo, se mudo un tiempo
a mi departamento de la calle Las Heras y pasábamos tanto tiempo juntas que una
día casi sin darnos cuenta en que ambas nos sentíamos desconsoladas y vacías
decidimos amarnos, a ella nunca volvió a sentir que la invadía la
desolación, y a mí nunca más la preocupación por tipos fatigosos, inexpertos,
inseguros y con tan pocas ganas de legalizar relaciones. Yo pensaba que eso de
ser una chica gay solo era
cuestión de dejarse crecer pelos en las axilas, caminar y vestir como macho,
pero no. Me di cuenta que podía
conservar mi femineidad, mi delicadeza, como quien dice mi exquisitez y seguir siendo yo misma. Sin tener que
preocuparme nunca más por penes ni hombres, esas cosas son parte del pasado…
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Gracias a vos, Sandra!!
Saludos!
Isidoro
Muchas gracias a Isidoro Reta Duarte que acepto hacer los dibujos desde el primer momento, y como era de imaginar todo quedo estupendo.
Saludos.