Muneb Taim, nació en 2001 cerca de Damasco y es un fotoperiodista sirio que cubre gráficamente noticias centradas en temas sociales y conflictos bélicos. Al principio de su carrera, en 2014, trabajó como reportero independiente. Cubrió el asedio a Douma, Ghouta Oriental, Idlib y Alepo hasta principios de 2020.

Según cuenta, durante la guerra, todo lo que se considera normal desaparece. La rutina diaria es definitivamente anormal, aunque parezca normal para quienes viven allí. Todos los días caen bombas, muere gente, se destruyen edificios. Y aunque no se puede negar la realidad de la guerra, sin embargo, hay quienes tratan de resistir utilizando su determinación, su esperanza y su deseo de vivir.

Su pasión por la fotografía comenzó como un pasatiempo, coleccionando fotografías de artículos en línea que solía leer durante su trabajo como administrador. Recogió más de 10.000 fotos de noticias de todo el mundo, con la esperanza de que algún día haría fotos como éstas. Tras el inicio del levantamiento sirio en marzo de 2011, sus primeros pasos fueron documentar los acontecimientos utilizando su teléfono móvil como fotógrafo/vídeo aficionado. Sin embargo, los acontecimientos dieron un giro dramático y empezó a aprender más sobre fotografía a través de Internet y observando el trabajo de los profesionales. Empezó a trabajar como fotógrafo independiente en Douma y los suburbios de Damasco en 2011, cubriendo manifestaciones y funerales. Su primer encargo fue cubrir el ataque químico contra  Ghouta Oriental, cerca de Damasco, en agosto de 2013. Allí vió un pequeño bebé hospitalizado. Cuando se acercó a él no había sangre ni heridas, parecía que estaba durmiendo entre los cadáveres. Le hizo fotos y se fue a los lugares bombardeados por el ataque químico. Fue un momento horrible entrar en barrios desiertos donde muchos residentes habían muerto por las armas químicas. Mientras trabajaba en esa tarea, los ataques aéreos causaron muchas muertes en su ciudad. Vio a muchas personas con miembros y ojos perdidos, entre ellos niños y mujeres. Los gritos de dolor de los heridos resonaban en sus oídos por la noche. Visitaba con frecuencia las instalaciones médicas y cada vez que veía a los pacientes, no podía hacer otra cosa que rezar por ellos. Muneb respeta a los fotógrafos que se preocupan por la gente que fotografían. “Hay que estar conectado con las personas cuando se trabaja con ella y preocuparse por sus sentimientos. La cámara es demasiado dañina en la mano equivocada”, dice.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, hasta diciembre de 2020 habían muerto en Siria casi 390.000 personas y 200.000 habían desaparecido, de las cuales 120.000 eran civiles. Más de la mitad de los 22 millones de habitantes de Siria antes de la guerra huyeron de sus hogares.

 

Mouneb Taim