Este ensayo es una visita a la literatura de un país fronterizo, como puede serlo a un vecino nuestro gracias a que la proximidad fomenta el trato y puede acabar incluso en amistad. El escritor y crítico literario Toni Montesinos ha desarrollado a lo largo de estos años una amistad duradera con los autores y libros publicados en Francia y que le ha servido para realizar este interesante recorrido por las letras francesas. Montesinos toma de un artículo de Mario Vargas Llosa sobra la tradición literaria de ese país el título de su ensayo: Palabrería de lujo con el subtítulo De la Ilustración hasta Houllebecq, aunque se extienda a otros autores más recientes.

Palabrería de lujo es una red de historias sobre escritores y libros, pero también de opiniones e ideas sobre los mismos, interconectados con sorprendente facilidad si se tiene en cuenta que parte de Michel de Montaigne y sus Essais (1580) hasta llegar a nuestros días. Cada autor está conectado no sólo al periodo histórico que vivió, sino a las vicisitudes de su obra y relaciones con otras similares en una exposición que a menudo no es cronológica. Montesinos resume la esencia de cada escritor con la ligereza y profundidad del guía que sabe que hay mucho que enseñar pero que no disponemos de tiempo ilimitado. Además, no estamos obligados a detenernos en todo lo que se nos ofrece y si lo preferimos podemos ir a lo que más nos gusta o interesa.

En este tour que tiene por epicentro la capital francesa, se aprende de sus grandes momentos literarios que pasan por la Ilustración, el Siglo de las Luces, François de Chateubriand, los grandes novelistas del XIX hasta desembocar en el siglo XX donde el listón se mantiene alto en sus inicios con Marcel Proust. Imposible no hablar de las dos guerras mundiales, la Ocupación alemana que tanto juego literario dará entonces y después, y los grandes embates ideológicos que afectan a las letras francesas.

 

Toni Montesinos

 

 

Toni Montesinos tiende una red que relaciona puntos en apariencia distantes y cercanos, como por ejemplo al hablar del París de Patrick Modiano aparece Walter Benjamin con su inconcluso Libro de Pasajes. Incluso Azorín o José Muñoz Millares con su libro La ciudad de los pasos lejanos.

En la segunda mitad del siglo XX hay tanto que contar como en la primera. Simone de Baeuvoir, Sartre, Albert Camus con su novela La Peste que la pandemia ha devuelto a una actualidad de la que nunca se fue, Boris Vian, el Mayo del 68… sin desdeñar algunas polémicas que enseñan la condición humana de quienes dictan sentencias morales en sus obras que no cumplen en sus vidas. No se trata de enjuiciar a nadie sino de alejarse de maniqueísmos y ver mejor el campo de juego. Además, el tiempo permite modular los ideales del pasado venidos a menos.

La otra ventaja es que Montesinos juega en casa y nos habla desde lo que aquí conocemos de nuestros vecinos del norte. Esos que nos cruzamos en la escalera y que algunos hemos hecho amistad con ellos gracias al lujo de su originalidad, la búsqueda de otras vías narrativas, y tantos y otros hallazgos que encontramos en sus obras.

Por eso coincidimos con el autor cuando al referirse a sus lecturas afrancesadas nos trae a colación una cita de Michel de Montaigne. “Toda la gloria que yo pretendo alcanzar de mi existencia consiste en haberla vivido tranquila; tranquila según mi propia idea de felicidad. Puesto que la filosofía no supo encontrar ningún camino que condujera a la calma de la vida, y que fuera aplicable a todos, que cada cual lo busque por sus propios medios”. En palabrerías de lujo, por ejemplo.

Pero nada mejor que el autor explique mejor sus intenciones al escribir Palabrería de lujo.

 

 

 

A qué se debe la elección del tema de este ensayo.

Al hecho de ser un lector, esencialmente, un crítico literario prolífico en grado sumo y, por supuesto, un escritor que aspira a abordar diversos géneros, pues el ensayo en mi caso se funde muchas veces con otros tonos literarios propios de registros diferentes. Me di cuenta que a lo largo de lo que llevo de vida había leído –y había escrito de– mucha literatura francesa, hasta el punto de que podía desarrollar un recorrido desde un periodo tan significativo como la Ilustración, hasta llegar a la actualidad con autores llamativos. En todo caso, mi intención es deleitar enseñando, o informando, o reflexionando, y además con un texto que se aleja de las historias de la literatura al uso, pues el libro se lee de forma compacta e interconectada desde la primera hasta la última línea, pasando de cada sección a otra, haciendo un todo del conjunto.

 

Respecto otras literaturas europeas, ¿en qué se diferencia la francesa de las otras en líneas generales?

He escrito Palabrería de lujo partiendo de que en efecto la literatura francesa puede tener características diferenciadoras, y mediante el título precisamente, hallado en un artículo de Mario Vargas Llosa, encontré que ciertamente puede presentar cierto retoricismo tan brillante a veces como vacuo otras. De ahí el contraste entre el negativo “palabrería” y el admirativo “de lujo”. No cabe olvidar que toda literatura es un ejercicio, un intento artístico, una búsqueda, una formulación concreta de una intención específica llevada al lenguaje. Esto se percibe claramente en las vanguardias, en los experimentalismos de mediados del siglo XX, en cómo en el XVIII lo literario se mezcla con lo filosófico, lo político, lo moral…

 

¿Qué es lo que define una literatura como nacional: ¿la lengua, el espacio geográfico o una historia común?

Claramente la lengua, que crea lectores que encaran lo literario de una manera particular, y la historia del país que se pisa, y el contexto social. No se entendería a Rousseau, a Zola o a Houellebecq sin considerar en qué mundo y en qué tiempo viven. Ahora bien, con la globalización, los autores políglotas y la omnipresencia del inglés directa o indirecta, la busca de una voz propia que hace literatura de acusado egocentrismo, etcétera, creo que ese concepto de literatura nacional ya se ha difuminado. La literatura española de la segunda mitad del siglo XX tiene lazos con la latinoamericana, las nuevas generaciones han crecido con los narradores y poetas de moda norteamericanos, las literaturas del este de Europa, marcadas por el devenir de sus historias a menudo duras y represivas, salen de ese entorno para abrirse a otros asuntos contemporáneos…

 

De la literatura francesa, que género te gusta más y por qué.

Aquel que cuida el lenguaje con respeto y ganas de innovar y embellecer la expresión, algo que se ha perdido en líneas generales, en todo un marasmo de literatura actual que no atiende al estilo lo más mínimo en multitud de ocasiones. Me da igual el género, un texto ensayístico puede tener mucha más intensidad emocional que otro de creación narrativa, por ejemplo. Durante una época me atrajeron muchos los poemas en prosa de Baudelaire; en otras, la obsesiva elección de palabras de Flaubert. Me parece que las intuiciones lectoras cambian a medida que uno cumple años y ha incursionado en libros y más libros, algunos nos encantaron pero no volveríamos a ellos, otros que admiramos ahora nos aburren sobremanera, unos pocos los tendremos siempre cerca porque merecerán la relectura.

 

Si tuvieras que recomendar tres libros que mencionas en tu ensayo a nuestros lectores, ¿cuáles serían y por qué razón?

Montaigne por encima de todo y de todos. Le dedico el prefacio solamente, pero le doy mucha importancia, porque es el que mejor ha hablado de la naturaleza humana, el más sincero, el más innovador, pues él solo fundó todo un género literario, y el que mejor equilibra el respeto por la tradición literaria, la libertad lectora y el uso de la literatura en busca de algo que siempre resulta atrayente: aprender el arte de la vida. Por otra parte, Proust es una de mis debilidades, con esa narrativa oceánica, que se demora páginas y páginas en pequeños detalles, y su impronta psicológica. Y Chateaubriand me impactó sobremanera en su momento al leer sus memorias, todo un cajón de sastre romántico, histórico, autobiográfico, melancólico… Todo intensidad y belleza, pasión vital y ansia por el hecho de que los recuerdos no se difuminen para siempre.

 

 

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Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es poeta, escritor y crítico literario. Colabora en el diario La Razón y revistas culturales como Clarín y Cuadernos Hispanoamericanos. Autor de cuatro novelas –Solos en los bares de noche (2002), Hildur (2009), La soledad del tirador (2014); El fantasma de la verdad (2018)– y del libro misceláneo El gran impaciente. Suicidio literario y filosófico (2005), ha recogido sus versos en Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010 y la apócrifa Antología poética del suicidio(siglo XX). Algunos de sus ensayos sobre poesía y narrativa universales están reunidos en Experiencia y memoria (2007) y Desarticulación (2009), respectivamente, y los de carácter fílmico en Que todo en la vida es cine. Escritos autobiográficos sobre películas (2013). Por La pasión incontenible. Éxito y rabia en la narrativa norteamericana (2013), recibió el XI Premio Internacional de Crítica Literaria Amado Alonso. Sus últimos ensayos son El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau (2017); Escribir. Leer. Vivir Goethe, Tolstói, Mann, Zweig y Kafka (2017); y La ocasión fugaz: ensayos sobre poesía española e hispanoamericana (2018).  No habrá muerte. Letras del gulag y el nazismo: de Borís Pasternak a Imre Kertész (2018).