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La Naturaleza es la protagonista absoluta de la obra de Pilar Pequeño, un trabajo en el que la belleza reina sobre todas las cosas, pero en el que encontramos método, estrategia creativa y coherencia. Desde 1981, fecha en la que podemos datar sus primeros trabajos, hasta la actualidad, la observación de su entorno, y muy especialmente la búsqueda de ciertos aspectos de la naturaleza, definen en gran medida toda su producción. Si exceptuamos la serie Washington (1988-1991), en la que fotografía paisajes urbanos y edificios principalmente, todo el resto de su obra está compuesto por imágenes de flores, plantas y entornos naturales.

En un proceso de ida y vuelta, desde sus Paisajes de 1982 hasta Huellas su serie más actual, Pequeño fotografía las diversas posibilidades que nos ofrece el mundo natural, una especie de botánica sutil y lírica que rescata la belleza y anula el paso del tiempo en todo lo que retrata.

En Invernaderos (1982-1990), se centra en esas estructuras en las que durante todo el año se mantiene una misma temperatura, una especie de retratos de interior en el que las plantas y la humedad crecen entre plásticos. En 1985 realiza Hojas, un trabajo delicado y minucioso que es el preámbulo de su serie más importante Plantas, que se inicia en 1993 y que se continua hasta hoy, en diferentes series: charcos, flores silvestres, flores naturales, flores sumergidas…Diversas posibilidades para adentrarse en un mundo vegetal en el que el agua es muy importante, por las posibilidades que ofrece de transparencias y matices a las hojas y plantas. Flores y plantas que a veces son fotografiadas en sus paseos por el campo, y otras trasladadas a su estudio, colocadas e iluminadas, creando bodegones esenciales en los que la luz y la sombra definen formas y brillos. Plantas y frutos que componen todo un catálogo botánico, siempre en unos formatos fuera del tiempo, a la justa medida de unas imágenes intimistas y delicadas que parecen exigir nuestra calma y nuestro silencio para poder acceder a sus secretos.

Su último trabajo trata sobre la huella del hombre en la naturaleza, una vuelta a su trabajo “americano” de finales de 1980, ampliando su objetivo y abarcando, siempre de una forma elegante y clásica, los puntos de fuga, y los elementos destacados de los edificios. Ruinas de lugares abandonados, en los que por los huecos de ventanas o puertas vemos asomar a la Naturaleza, auténtica y total protagonista de toda su trayectoria.

 

Texto de Rosa Olivares, 100 fotógrafos españoles. Editorial: Exit y recogido de la página de Pilar Pequeño https://pilarpequeno.com

MAR MENOR

 

Pilar Pequeño (Madrid, 1944). Desde muy temprano inicia una intensa relación con el dibujo. En 1961, ya en la universidad, conoce a José Puga, que más tarde será su marido, y que es quien la introduce en la fotografía, tanto en los aspectos técnicos como en el lenguaje propio de ese medio de creación. En 1965 entra a formar parte de la Real Sociedad Fotográfica; allí conoce a grandes fotógrafos, como Gabriel Cualladó, Paco Gómez… y a otros que como ella en aquel momento estaban empezando, como Juan Manuel Castro Prieto, Antonio Tabernero… Desde 1975 a 1977 reside junto a su familia en Estados Unidos, donde recibe clases de dibujo. A partir de 1979, a fin de profundizar en el dibujo, asiste durante dos años al estudio del pintor Justo Barboza. Durante un tiempo compagina el dibujo y la fotografía, trabajando indistintamente en uno y otro medio, y en 1982 inicia su primera serie sobre Paisaje, donde el agua, que estará presente en toda su obra posterior, aparece en forma de ríos, arroyos, niebla… Un periodo muy importante para su formación es cuando ese mismo año José Puga, junto con Rafael Roa y Rafael Ramírez, abren en Madrid la Galería Image. Con las exposiciones se celebran coloquios con la presencia de los autores. De ese modo conocerá a los que exponen en la galería: Humberto Rivas, Toni Catany, Manolo Laguillo, Eva Rubinstein… y también a Luis Revenga, en aquel momento crítico de fotografía del diario El País y que luego será comisario de muchas de sus exposiciones. En la galería recibe los cursos «Sistema de zonas» y «Revelado de alta calidad. Copia de museo». Entre 1982 y 1990 realiza su primer trabajo de plantas, Invernadero. Son tomas muy cercanas en las que juega con esa proximidad, con la fragmentación de la escena y con la visión distorsionada de las plantas a través del plástico para producir la ambigüedad y la capacidad de sugerir, que hace que las imágenes rocen la abstracción. De 1985 es su serie más corta, Hojas. Nuevamente juega con la abstracción que parte de la realidad, utilizando el agua como elemento transformador. Desde 1988 hasta 1991 viaja por Europa y Estados Unidos y realiza su primer trabajo de paisaje urbano: una serie sobre el Área Metropolitana de Washington. En 1993 comienza a fotografiar las plantas en su estudio, creando naturalezas muertas. Este trabajo es el más amplio y representativo de su obra, en el que continúa experimentando actualmente. Se desarrolla en torno a las transparencias. Hay todo un juego de sugerencias y ambigüedades propiciado por el agua, el cristal y la acción de la luz.

De 2000 a 2005 desarrolla la primera parte de su serie Huellas, son fotografías de lugares abandonados; un trabajo sobre la acción del hombre en el paisaje, el paso del tiempo, la memoria y la recuperación por la naturaleza de los lugares que el hombre ha abandonado. El núcleo de este trabajo es el estudio de dos edificios con una arquitectura y un clima muy diferentes, uno situado en el Mar Menor y otro en el Baixo Miño. donde se puede apreciar cómo condiciona el carácter de las ruinas el lugar geográfico donde se encuentran ubicadas. La diferencia no solo la marca la arquitectura, sino también la actuación de la naturaleza sobre las edificaciones.

Con motivo de la celebración en 2005 de la exposición Don Quijote, una nueva mirada, comienza la serie Bodegones, recreando en blanco y negro la atmósfera de los bodegones del Siglo de Oro.

Entre 2006 y 2007 realiza la serie La Samanna, impresiones en la isla de San Martín, en las Antillas francesas. En 2008 comienza a trabajar con la cámara digital y realiza las primeras investigaciones con el color concebido como lenguaje en sí mismo. Ese mismo año inicia un nuevo proyecto, utilizando por primera vez el color, Paisajes cercanos, con fotografías del entorno natural en el que vive y de los lugares por donde pasea. Como en sus primeros paisajes, sigue buscando los cambios que producen la luz y el discurrir de las estaciones en el agua de los ríos y arroyos y en sus orillas.. A partir del 2009, incorpora también el color a sus naturalezas muertas. En 2010 es galardonada por el Ministerio de Cultura con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes por el conjunto de su obra. En el año 2012 retoma su serie Huellas y vuelve a fotografiar, después de más de diez años, el edificio situado en el Baixo Miño. En 2016 finaliza su trabajo Huellas volviendo al edificio del Mar Menor. La Fundación de Amigos del Museo del Prado, con motivo del bicentenario de la fundación del Museo, la invita a participar en el proyecto: Doce fotógrafos en el Museo del Prado. Doce miradas diferentes y personales que se inspiran en los grandes maestros del Museo. Elige como fuente de inspiración la espléndida colección de bodegones y floreros que atesora el Prado. El resultado del proyecto se expone en el edificio Villanueva en 2018. Para 2019 prepara una exposición de naturalezas muertas, en la que incluirá los bodegones y floreros realizados en la preparación del proyecto del Prado.

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