Ernesto Cardenal
Con
motivo de la entrega hoy a Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925) del
premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en Madrid, hablamos de su poesía,
pues aunque símbolo de la revolución sandinista, sacerdote, ex ministro de
cultura, escultor y traductor,Cardenal es ante todo un poeta que con su eterna boina
negra y sus 87 años sigue al pie del cañón, tanto en la política como en la
poesía. 

Ernesto Cardenal
Con las
tres marías del cielo de Solentiname y un prólogo de Thomas Merton, el Señor
Ernesto Cardenal hunde sus manos dentro de Managua y toda su tradición
literaria para los momentos en que la poesía se queda sin voz. Con el corazón
hecho un nudo de oraciones y cuentas conjuga sus sueños con el amanecer, que
con esfuerzo toma su lugar en la cuesta del horizonte, sus ojos apenas ven que
por el semblante de la aurora incendiada los pájaros se acercan, y es un cuerpo
tembloroso el talento del Señor Ernesto Cardenal cuando la palabra que brota de
la nada narra las emociones vividas una noche de San Juan de la Cruz muy
personal y, es así desnudado de amor cuando la memoria poética, con sus
geografías accidentadas por la dulzura, entra a la historia triste de Nicaragua
como si entrara a la recámara de un rey derrotado. El Señor Ernesto Cardenal es
un poeta consagrado a su palabra y en el vértigo de la altura, por el vuelo
ensayado en el verbo, abre con los brazos suspendidos en el aire la infinidad
de recuerdos para tener el coraje de volver al interior del vientre materno, al
interior de la tierra para nacer de nuevo de las mariposas, que al aletear
todas juntas en la ventana, no dejan escuchar el ruido del mar espumoso que al
mezclarse en el atardecer empapan las sombras que el Señor Ernesto Cardenal
vence al tomarse de la vida con sus dos manos, y, el amor con el que vive
penitente entibia el cuenco de agua donde apoya su rostro que se confunde con
el cuerpo doliente que busca su poesía, su pobreza, y las campanas, que
anuncian en Solentiname la hora en que el poeta decidido, convencido, abrumado y
atravesado como una gacela, despierta totalmente devastado por la inspiración,
de la que sólo le queda un manojo de palabras que van rodando enamoradas,
saciadas, invencibles, resucitadas una y otra vez, por la penumbra de su
imaginación que recrea la lluvia, el deseo y el soplo primero porque todavía el
Señor Ernesto Cardenal cree en el amor y ardoroso escribe sin aliento, al caer
el cielo sobre Solentiname que acaricia los techos altos de las iglesias para
convidar con su lluvia la esperanza de lo imposible.
Ernesto Cardenal