LUCAS DAMIÁN CORTIANA
Pss pss
me dices. Si
me regalas una mandarina, no sé, soy capaz de algunas cosas. Pero yo sé que es
un embuste, una mentira grande como el edificio Chrysler y un poco más bajito
que el Burj Khalifa, pero no tanto. Porque no me vas a dar nada. Ni la manita
para caminar un rato por la avenida y pelearme con los muchachitos que fuman en
la esquina de los monoblocks y te gritan por ese culo vendo hasta mi madre y
mis hermanas o mueves el culo como si te estuvieras escapando de un león o tu
culo es una anticipación de la muerte y cada meneo una anticipación de la
resurrección, porque hay chicos que fuman pero también leen a Schopenhauer; ni
siquiera un besito vas a darme para que cuando tú te vayas siga relamiéndome
los labios con el gusto que me dejas a Marlboro smooth, azúcar pero apenas una
cucharada y mandarinas, porque una vez te regalé algunas. La semana pasada me
dijiste lo mismo, que te diera mi bufanda, mis guantes y mi camperita beige de
corderoy, que habías salido de verano y que el frío y que la tos y que no te
podías dar el lujo de enfermarte porque mañana tenías que trabajar. Y de qué
trabajas, porque hasta donde yo sabía eras de sentarte en el sofá a desayunar a
eso de las diez de la mañana y te quedabas ahí con la tele prendida y de golpe
qué hora es, no puedo entender cómo se hicieron las diecisiete de repente. Pero
conocí un tipo me dices. Tiene el pelo largo porque viene de viajar dos años
por Etiopía, Somalia y Eritrea y allí no hay peluquerías. Además se perdió en
el mar o en el desierto ya no recuerdo, pero me dijo que el barco o el camello
ya no recuerdo, y el agua o la arena ya no sé pero me vio sentada en la vereda
haciendo una cadena de gente con papel y tijera y me dijo rubia me cortas el
pelo. Así que eres peluquera. Tampoco eso. Si me das una mandarina te digo.
me dices. Si
me regalas una mandarina, no sé, soy capaz de algunas cosas. Pero yo sé que es
un embuste, una mentira grande como el edificio Chrysler y un poco más bajito
que el Burj Khalifa, pero no tanto. Porque no me vas a dar nada. Ni la manita
para caminar un rato por la avenida y pelearme con los muchachitos que fuman en
la esquina de los monoblocks y te gritan por ese culo vendo hasta mi madre y
mis hermanas o mueves el culo como si te estuvieras escapando de un león o tu
culo es una anticipación de la muerte y cada meneo una anticipación de la
resurrección, porque hay chicos que fuman pero también leen a Schopenhauer; ni
siquiera un besito vas a darme para que cuando tú te vayas siga relamiéndome
los labios con el gusto que me dejas a Marlboro smooth, azúcar pero apenas una
cucharada y mandarinas, porque una vez te regalé algunas. La semana pasada me
dijiste lo mismo, que te diera mi bufanda, mis guantes y mi camperita beige de
corderoy, que habías salido de verano y que el frío y que la tos y que no te
podías dar el lujo de enfermarte porque mañana tenías que trabajar. Y de qué
trabajas, porque hasta donde yo sabía eras de sentarte en el sofá a desayunar a
eso de las diez de la mañana y te quedabas ahí con la tele prendida y de golpe
qué hora es, no puedo entender cómo se hicieron las diecisiete de repente. Pero
conocí un tipo me dices. Tiene el pelo largo porque viene de viajar dos años
por Etiopía, Somalia y Eritrea y allí no hay peluquerías. Además se perdió en
el mar o en el desierto ya no recuerdo, pero me dijo que el barco o el camello
ya no recuerdo, y el agua o la arena ya no sé pero me vio sentada en la vereda
haciendo una cadena de gente con papel y tijera y me dijo rubia me cortas el
pelo. Así que eres peluquera. Tampoco eso. Si me das una mandarina te digo.
Así es Tourette, cada día que me
ve me pide un pañuelo para sonarse la nariz (y me dice te doy un beso en la
frente porque estás cansado pero no me lo da) o el diario para leer el horóscopo
(y te muerdo el lóbulo de la oreja pero no me muerde y eso que me dejaría
sangrar) o cinco pesos en monedas para las máquinas de ositos de peluche (y te
enseño el color de mi corpiño y te escarbo la piel y te rasco el ombligo y te
serrucho a la mitad porque me gustas así partido en dos) o escarbadientes o un
martillo o un dime qué opina la gente de mí por allí, dicen que estoy loca, ¿verdad?
ve me pide un pañuelo para sonarse la nariz (y me dice te doy un beso en la
frente porque estás cansado pero no me lo da) o el diario para leer el horóscopo
(y te muerdo el lóbulo de la oreja pero no me muerde y eso que me dejaría
sangrar) o cinco pesos en monedas para las máquinas de ositos de peluche (y te
enseño el color de mi corpiño y te escarbo la piel y te rasco el ombligo y te
serrucho a la mitad porque me gustas así partido en dos) o escarbadientes o un
martillo o un dime qué opina la gente de mí por allí, dicen que estoy loca, ¿verdad?
Pss pss me dices, me das un gajo
de la mandarina más anaranjada que traigas y me exprimo el corazón ahora mismo
contra estas macetas con cactus. Hagamos un trato más justo, le digo, te doy el
kilo y medio que traigo para el cóctel al Cava sólo si me dices por qué te
llamas Tourette, ¿qué no es el nombre de un trastorno neuropsiquiátrico? Y te
vas. No sé si ofendida por la demanda o porque te gusta desaparecer
completamente como esa canción de Radiohead, el momento ya pasó/ sí, se fue/ no
estoy aquí/ esto no está pasando. Y me voy, también, porque el único árbol que
da flores en esta calle eres tú. Y me voy a mi casa, también, para asomarme por
la ventana a seguir el rastro por tu olor de cada bulevar que atraviesas y por cada
rotonda en que giras ciento ochenta grados y por cada barrio en el que los
chicos le gritan algo a tu culo y ver si puedo descifrar si cuando entras a tu
habitación lo primero que haces es darle leche a los gatos o electrocutarte con
el secador de pelos. O si hay alguien en la cocina, alguien de cabellos largos que
viene de naufragar por los camellos, alguien que te hace jugos de mandarina y a
cambio le das, lo que sea que le hayas ofrecido.
de la mandarina más anaranjada que traigas y me exprimo el corazón ahora mismo
contra estas macetas con cactus. Hagamos un trato más justo, le digo, te doy el
kilo y medio que traigo para el cóctel al Cava sólo si me dices por qué te
llamas Tourette, ¿qué no es el nombre de un trastorno neuropsiquiátrico? Y te
vas. No sé si ofendida por la demanda o porque te gusta desaparecer
completamente como esa canción de Radiohead, el momento ya pasó/ sí, se fue/ no
estoy aquí/ esto no está pasando. Y me voy, también, porque el único árbol que
da flores en esta calle eres tú. Y me voy a mi casa, también, para asomarme por
la ventana a seguir el rastro por tu olor de cada bulevar que atraviesas y por cada
rotonda en que giras ciento ochenta grados y por cada barrio en el que los
chicos le gritan algo a tu culo y ver si puedo descifrar si cuando entras a tu
habitación lo primero que haces es darle leche a los gatos o electrocutarte con
el secador de pelos. O si hay alguien en la cocina, alguien de cabellos largos que
viene de naufragar por los camellos, alguien que te hace jugos de mandarina y a
cambio le das, lo que sea que le hayas ofrecido.
Ya no se puede vivir así. Mañana
renuncio al trabajo. Mañana cierro la puerta de entrada y me trago las llaves. Voy
a pasar por la esquina donde Tourette me saluda y le voy a decir hasta dentro
de un par de años. Me voy, de viaje al África o a Nuuk o hasta el mesozoico a
deambular por la Pangea hasta que me crezca el pelo lo suficiente y Tourette
acepte cortarlo por una mandarina. O dos. O tres.
renuncio al trabajo. Mañana cierro la puerta de entrada y me trago las llaves. Voy
a pasar por la esquina donde Tourette me saluda y le voy a decir hasta dentro
de un par de años. Me voy, de viaje al África o a Nuuk o hasta el mesozoico a
deambular por la Pangea hasta que me crezca el pelo lo suficiente y Tourette
acepte cortarlo por una mandarina. O dos. O tres.
Lucas Damián
Cortiana (Chivilcoy,
Argentina, 1983), escritor, ha colaborado en diversos medios y publicado en
diversas antologías y ha obtenido el premio «Pluma de Plata» en el
certamen de poesía organizado por la SADE. En la página
de Facebook “Rata Carmelito” pueden encontrarse retales de su
poesía.
Cortiana (Chivilcoy,
Argentina, 1983), escritor, ha colaborado en diversos medios y publicado en
diversas antologías y ha obtenido el premio «Pluma de Plata» en el
certamen de poesía organizado por la SADE. En la página
de Facebook “Rata Carmelito” pueden encontrarse retales de su
poesía.