A Ioana Zlotescu, por los caminos abiertos.

I

 

En el capítulo XVII de su Automoribundia (1888-1948) (1948), Ramón Gómez de la Serna evoca su etapa escolar en el colegio de las Escuelas Pías de San Antón de Madrid, regentado por los Padres Escolapios. El colegio estaba situado entre las calles de Hortaleza, Santa Brígida y Farmacia, cercano a su domicilio en la calle de Fuencarral, donde vivía con sus padres desde finales de 1901.  El origen de esta institución se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII, y por ella pasaron, en el siglo XIX, alumnos tan brillantes como los escritores Víctor Hugo, Bretón de los Herreros, Ventura de la Vega, Mariano José de Larra -un mito referencial de Ramón- o el pintor Eduardo Rosales, del que copiaría, como luego veremos más adelante, un fragmento de una pintura suya en aquella revista estudiantil confeccionada por él que tituló El Postal. Y más cercanos a la generación de Ramón, nacido en 1888, el erudito y bibliógrafo Pascual de Gayangos, el arabista Emilio García Gómez, el periodista y escritorAlejandro Pérez Lugín, los músicos Conrado del Campo y Federico Moreno Torroba, el político Gabriel Maura Gamazo o el escritor y dramaturgo Jardiel Poncela. La construcción de este colegio se debió al arquitecto Francisco de Rivas y la iglesia albergaba La última comunión de San José de Calasanz pintado por Francisco de Goya en 1819, cuadro que sin duda vería en muchas ocasiones el jovencísimo Ramón, quien dedicaría al pintor aragonés, primero una conferencia, “Goya o la ribera del Manzanares” (1927) y luego una monografía, Goya (1928). “El cuadro -según consta en el comentario del Museo del Prado con motivo de su instalación temporal en las salas del museo en 2018- estaba dirigido a los profesores y alumnos del colegio de Madrid y a los fieles que asistieran a las funciones religiosas en la popular iglesia de San Antón y prefigura “un tema clásico del mundo occidental, como es el de estudio de las tres edades del hombre”, entre otros posibles significados. En el chaflán, entre las calles de Hortaleza y Santa Brígida, todavía puede verse la fuente que diseñó el arquitecto clasicista Ventura Rodríguez conocida como Fuente de los Galápagos (1772) y, que tras ser reformada en 1900, se conocería popularmente como Fuente de los Delfines, fuente que debió causar admiración al joven Ramón porque la recuerda en sus memorias.

 

Detengámonos, por un momento, en lo que Ramón recuerda en Automoribundia de aquella etapa adolescente, en el colegio: “Después de esas experiencias de colegios, Palencia y Frechilla, mi padre, que había sido diputado por Hinojosa del Duque, pidió la excedencia como registrador y volvimos a Madrid. […] Madrid se ofrecía como la estación grande del triunfo difícil de buen destino. Era la capital de muchos círculos concéntricos […] Nos establecimos en una casa de la calle de Fuencarral 35 y 37 […] El nuevo colegio de segunda enseñanza fue el regentado por los padres escolapios, y que daba a tres calles, entrando nosotros por la puerta de la calle de la Farmacia, viejo edificio en el que estudió Fígaro y al que Goya visitó con constancia, con un alma de paz para la que se vacía todo Madrid como haciendo el mayor hueco para eso. Todo en el gran caserón, lleno de celdas, de iglesias y de capillas, tenía un aire silente, sobrio y un tanto misterioso, porque se relacionaba con la fuente de viaje antiguo, que hay en su chaflán de la  calle de Hortaleza, y donde los delfines se enlazan y no se sabe si el agua que echa el de la derecha es del de la izquierda, o viceversa. Un nuevo colegio -por sombrío que sea- es un itinerario, tales tiendas, tales esquinas, tal material en el piso de las calles. Yo no veía sino ese itinerario y sus sorpresas al ir y venir. Lo demás era la monotonía de lo impreso en los libros abominables encuadernados en cartoné y con olor a tormento pedagógico. Según pasan los cursos voy tomando raigambre con mi Madrid actual, y surge ya con ciego empuje de jabalí mi afición literaria, pues aprovechando los domingos y demás fiestas de guardar, yo como un loco, solo en el comedor de la casa -mesa con dos tablas añadidas-, preparo un periódico en gelatina que titulo El Postal. Tengo pocos colaboradores, casi todo lo hago yo, pero a veces colaboran Ramos de Castro -gran escritor después- y Pérez Diego, doctor de genial visión que ha llegado a triunfar. Tiraba veinticinco ejemplares y, aunque alguna vez me ayudó la gelatina, generalmente escribía veinticinco veces el texto y dibujaba y coloreaba veinticinco veces las muchas ilustraciones -alguna a doble página- que llevaba el texto. Tenacidad, ceguera ante la luz remota pero deslumbradora del arte, primeros pasos en el camino interminable […] Todo es confuso en esa raya entre la infancia y la adolescencia, y oigo que repiten a mi lado, ante intransigencias, melancolías y turbaciones mías, ´que estoy en la del pavo´. Así llego al nuevo siglo” [Gómez de la Serna, Ramón. Automoribundia (1888-1948). Edición dirigida por Ioana Zlotescu. Barcelona: Galaxia Gutenberg, [1948], 1998: 175-176].

 

Del fragmento escogido me interesa destacar algunos aspectos. Primero, la idea de la ciudad como itinerario que refleja muy bien ya en el Ramón adolescente su curiosidad por los espacios urbanos: las calles, las tiendas y el discurrir de la vida cotidiana, en definitiva, aquel Madrid del 900, que luego evocaría magistralmente, por cierto, desde Buenos Aires, en las numerosas semblanzas que dedicó a otros escritores, recogidas en dos de sus libros biográficos esenciales, Retratos contemporáneos (1941) y Nuevos retratos contemporáneos (1945), que he estudiado recientemente [Alaminos López, Eduardo. “Madrid al fondo. Brevísima antología ramoniana (1) y (2)”. En Las palabras vuelan. Librosnocturnidadyalevosia.com de 3 de diciembre y 10 de diciembre de 2019]. Segundo, su temprana rebeldía frente a la obligatoriedad de la escuela y frente a una pedagogía un tanto abstrusa, cuyo tedio sin duda le motivó e impulsó, para contrarrestar aquel ambiente, a crear aquel periódico o revista casera, que distribuía entre sus condiscípulos, un periódico o revista donde volcar sus anhelos y críticas adolescentes y sus primeros balbuceos en el arte, tanto literario como plástico. Luego al hablar de la revista con más detalle nos hemos de referir a los colaboradores que cita en un momento dado.

 

 

Ramón ya había hecho una referencia a este periódico de su época estudiantil en la primera y breve autobiografía que incluyó, bajo ese marbete, “Mi autobiografía”, en La sagrada cripta de Pombo (1924), ese “libre,  ultravertebrado” y misceláneo libro, en donde traza sus comienzos periodísticos en dos epígrafes claramente diferenciados: “Primera adolescencia” y “Mi periodismo”. En el primero, que es el que ahora nos interesa ahora, comenta: “Publiqué el periódico de gelatina, difícil, desgarrador, con todos los dolores de una nueva dentición, que en mí fue terrible, céltica. Sobre todo, de aquel recuerdo del periódico, la impresión mayor que me queda es la de un suplemento que imprimí en mi imprentilla, cuando la pérdida de las Colonias, suceso que adiviné con un fuerte desprendimiento telepático de los riñones, metido en la persiana y la esquina del balcón una tarde de tormenta. Solo al día siguiente se anunció la derrota” [Gómez de la Serna, Ramón. La sagrada cripta de Pombo. (Tomo IIº, aunque independiente del Iº, pudiendo leerse el IIº sin contar con el Iº. Madrid: Trieste, [1924], 1986: 569]. Luego nos hemos de referir a ese hecho de la pérdida de la Colonias -el llamado Desastre del 98- y al periódico o suplemento al que se refiere que, ya lo adelanto, no fue El Postal.

 

Dos retratos fotográficos de aquellos años, incluidos en La sagrada cripta de Pombo, ilustran esta primeriza referencia autobiográfica, en los quevemos a un Ramón con doce años de edad, en 1900, “en un pueblo de Castilla la Vieja (Frechilla)”, antes de volver a Madrid, y otro, con diecisiete años, “Yo, el año 1905, en vísperas de publicar mi primer libro ´Entrado en fuego´”. Entre uno y otro adivinamos al Ramón alumno de segunda enseñanza en los Escolapios. Ambas fotografías nos hablan de dos estéticas antagónicas que sugieren su evolución personal, la transformación de un muchacho un tanto asilvestrado, en 1900, a un joven ya atildado, preocupado por la imagen, que posa frente a la cámara con cierto distanciamiento propio de un dandy. Ese cambio de fisonomía y maneras nos habla, sin duda, del rito de paso en su formación y de sus tempranos intereses vinculados con el “ciego empuje” de su afición literaria que nunca le abandonaría, y que comenzaría a volcar precisamente en esta revista, El Postal.

 

 

Sin duda El Postal -revista o periódico, tanto da- que subtituló (como era habitual en muchísimas publicaciones de la época) como Revistadefensora de los derechos estudiantiles, señalizando con ello un territorio, se enmarca en ese rito de paso. Sin embargo no debemos considerar este hecho como un caso aislado. Este tipo de publicaciones estudiantiles y caseras debieron ser frecuentes. Sabemos, por ejemplo, que el compositor gaditano Manuel de Falla en “sus años de infancia […] se entretenía en editar revistillas” de títulos tan jocosos como “El Burlón” o “El Cascabel” [García del Busto, José Luis. Falla. Madrid: Alianza Editorial /Ayuntamiento de Madrid: 1995: 8]

 

¿Por qué eligió el joven Ramón el título de El Postal para su periódico o revista escolar? Ni él, ni sus biógrafos -Miguel Pérez Ferrero o Gaspar Gómez de la Serna- han sugerido nada al respecto. En torno a la fecha en que Ramón confeccionó su periódico se publicaron una serie de revistas que tenían en su título el término “Postal”, como el Boletín de la Tarjeta Postal, Cádiz Postal, Calendario Postal, España Postal, Heraldo Postal. Se trataba de publicaciones cuyos contenidos versaban sobre las tarjetas postales y su coleccionismo (cartofilia) o con Correos y la Telegrafía. Francesc Fontbona ha señalado cómo las postales permitían “multiplicar la imagen de una manera fácil” y propagar asimismo ideas, incluyendo “una ampliación fotográfica o un dibujo hecho exprofeso” [Fontbona, Francesc. “Texto e imagen”. En Historia de la edición y de la lectura en España, 1472-1914. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003: 709]. Miguel Ángel Santamaría considera que los años comprendidos entre 1901-1910 fue la “Edad de Oro” de la producción masiva y generalización de la postal ilustrada. “En 1902 -escribe- la casa Hauser y Menet [alcanzó] una producción de más de medio millón de tarjetas mensuales” [Santamaría, Miguel Ángel. “Breve historia de la tarjeta postal ilustrada”. Catálogo de la exposición Álbum. Madrid, Museo Municipal, 1989:12]. Hauser y Menet fue una imprenta de artes gráficas fundada en 1890, con sede en Madrid, por los fotógrafos suizos Oscar Hauser Muller y Adolfo Menet Kurstiner.​​

 

No es raro, por tanto,  conjeturar que el joven Ramón utilizara para su revista o periódico ese nombre eufónico de El Postal, teniendo, además en cuenta, como luego veremos, que una parte de los dibujos que hizo para ilustrarlo tomaron como base iconográfica algunos contenidos de las postales. Otra cuestión que dice mucho del propósito de Ramón para confeccionar este periódico o revista es el subtítulo que le añadió, el deRevista defensora de los derechos estudiantiles que nos muestran a un jovencísimo Ramón atento a determinados problemas de la actualidad de la enseñanza y a cierto compromiso crítico con la realidad que le rodeaba.

 

En su biografía sobre Ramón Gómez de la Serna, Vida de Ramón (Cruz y Raya, 1935), el periodista y escritor Miguel Pérez Ferrero, amigo suyo, se preguntaba “¿Cómo fue la infancia de Ramón Gómez de la Serna? De seco modo, como si no quisiera recordarla, nos ofrece él la mejor síntesis en escuetísimas palabras”: “Mi infancia y, aun mejor, mi adolescencia fueron atroces”. Probablemente esta confesión a la que Ferrero dio una importante relevancia procede de un escrito del propio Ramón que este le leyó a Ferrero cuando “al enterarse que yo me disponía a trazar un apunte biográfico suyo, me ha leído cómo va a comenzar su obra”, en la que “voy a corregir mis otras biografías y autobiografías”. A ese aspecto -lo atroz-, Ferrero añade el de la precocidad: “es también precoz, como serán precoces sus pasos iniciales de escritor”. Sobre la publicación de un “periódico de gelatina” -cuyo título no menciona- señala Ferrero: “También lo cuenta él: Publicó el periódico de gelatina. Ramón -¿quién ha dicho que el soñador es ajeno a la actualidad?- tiene entonces su fuerte presentimiento: “la impresión mayor que me queda es la de  un suplemento que imprimí en mi imprentilla, cuando la pérdida de las Colonias, suceso que adiviné con un fuerte desprendimiento telepático de los riñones, metido en la persiana y la esquina del balcón una tarde de tormenta. Solo al día siguiente se anunció la derrota” ¡Qué revelación para él la de este íntimo suceso! Ya no necesitará nunca decirse: Hay que ser valiente de veras”.

 

La alusión a la pérdida de las Colonias, ya lo hemos apuntado, plantea un problema. Ferrero se hace eco en ese párrafo, sin mayor precisión, de lo que Ramón ya había publicado al respecto en La sagrada cripta de Pombo (1924) en donde habla en un mismo párrafo de “el periódico de gelatina” y de “un suplemento que imprimí en mi imprentilla, cuando la perdida de las Colonias”. El “periódico” se refiere, sin duda, a la revista escolar El Postal, pero este lo confeccionó años después de aquel desastre, mientras que el “suplemento” hace referencia, así lo creo, a otra publicación que compuso con el título de La Verdad, pero de la que no se sabe prácticamente nada, salvo lo que comentaremos más adelante a propósito de un dibujo suyo en el que aparece precisamente ese título. Es habitual en Ramón la confusión de fechas. Creo que la explicación de este párrafo reside en el hecho de que al redactarlo, Ramón asoció y mezcló, pasado el tiempo, dos hechos similares cronológicamente separados por varios años, el de la confección de El Postal y la elaboración de un suplemento en el marco del mismo suceso histórico, el Desastre del 98. Sin embargo la fecha que aparece en El Postal es mayoritariamente la de 1902.

 

La verdad -permítaseme el juego de palabras- es que La Verdad se compadece mejor con aquel suceso histórico que con ese otro título de El Postal. Lo que Ferrero viene a subrayar con sus comentarios -a veces algo imprecisos y crípticos- es que Ramón superó (con aquel periódico o revista escolar) en su adolescencia “el temor de la burla que habrán de suscitar sus primeras palabras colocadas en fila, unas tras otras, y sus ideas eslabonadas […] el Ramón adolescente contrasta su novedad con las cosas y las cree recién nacidas y en espera de que él las dé un nombre y un significado. No quiere aprender lo que nadie debe enseñarle y se encastilla en su balcón de insumiso y adivino. […] Ramón es ya dueño de su verdad y está dispuesto a llevarla  adelante, cueste lo que cueste. Su verdad son las cosas tales como él las siente y las ve y no como se las presentan ajenas manos y miradas ajenas. Comienza su lucha con el medio en que habrá de desenvolverse y del que habrá de triunfar un día. Es el precoz -siempre el precoz- que se da cuenta desde el primer instante y no se aviene a dar rodeos inútiles” [Pérez Ferrero, Miguel, 1935: 11-13]. El Postal -y cuesta creer que con diez años ya confeccionara un periódico o suplemento- cumpliría la función de darle esa seguridad.

 

El hermano de Ramón, Julio Gómez de la Serna, ha recordado en distintas ocasiones la etapa adolescente de nuestro escritor y la confección casera de aquel periódico que él califica de “una especie de semanario”: “En el piso de la calle de Fuencarral, Ramón con algunos condiscípulos, confeccionó en nuestra casa una especie de semanario, El Postal -“Órgano defensor de los derechos estudiantiles”- ¡nada menos! Recuerdo la terrible lámina de gelatina, impregnada de la no menos terrible anilina, para reproducir los artículos compuestos con una imprentilla y las ilustraciones, casi todas obra de Ramón”. También Julio se refiere a la copia, en pintura, que realizó Ramón de dos retratos de escritores, Ibsen y Azorín: “Yo le veía llegar a nuestra casa, tanto de la calle Fuencarral como al piso de la calle de la Puebla, cargado de libros, adquiridos en su mayoría en las llamadas librerías de lance. Sus autores predilectos entonces fueron Ibsen (de quién copió un retrato, colocado tras el cristal de un armario-estantería), Poe, Balzac, Stendhal, Baudelaire, Dostoyevski, Verlaine… Y entre los españoles, asomando también bajo el cristal de aquel armario, había un retrato de Azorín, en plena juventud, con melena corta y monóculo, pintado asimismo por Ramón” [Gómez de la Serna, Julio, 1972: 10].

 

Años antes, en 1943, Julio había redactado, “a finales de agosto en Cercedilla y en septiembre en Pombo”, “unos retazos” de su memoria familiar en los que se refiere, por un lado, a otros aspectos del Postal que califica de “cuadernillo ingenuo” y, por otro, al aprendizaje del dibujo al que les sometía a ambos su padre, Javier Gómez de la Serna. Escuchemos sus palabras: “Ramón volvió de nuevo, definitivamente a Madrid… Años de estudios y sobre todo de reclusión […] Y enseguida el primer conato periodístico de Ramón: un semanario compuesto por una imprentilla de mano y reproducido sobre una lámina violeta -jalea venenosa- impregnada de anilina, aquella anilina que manchaba terriblemente los dedos. Tengo hoy por un azar extraño, un número de aquel semanario “El Postal”. Él figuraba como director de aquel cuadernillo ingenuo, en cuya portada se lee: “Revista defensora de los Derechos estudiantiles”… Tenía su tarifa mensual (provincias, 0,65 ptas.; Madrid, 0,50), sus anuncios (entre ellos “La Gloriosa” -Restaurant- Alcalá, 186); se reproducían unas acuarelas de Ramón, muy del gusto de entonces (copia de una cabeza por Rosales; y otra original ‘a la manera negra’, titulada “En el puesto” con una rozagante aguadora, vista de espaldas); artículos de chismografía escolar y hasta ´una carta abierta´”. También en estos recuerdos Julio nos revela aspectos muy interesantes sobre la faceta dibujística de Ramón: “Mañanas que nuestro padre, buen aficionado al dibujo -como a todas las artes- nos hacía copiar ¡al filo de las seis!, ante unas grandes hojas, con carboncillo y difumino, sentados alrededor de la mesa, unos terribles vaciados de las testas de Sócrates, Séneca y Cervantes, colocados en el centro” [Gómez de la Serna, Julio, [1943], 1987: VI].

 

El escritor y periodista Gaspar Gómez de la Serna, primo de Ramón, publicó, en 1963, la que es, hoy por hoy, la más extensa y completa biografía sobre Ramón. Tras referirse a la vuelta de la familia de Frechilla, “un pueblecito olvidado en la provincia de Palencia, en Tierra de Campos”, donde Ramón vivió tres años, alude al domicilio donde se instaló la familia en la calle de Fuencarral que “era en aquel año de 1901 la gran vía populosa y comercial de Madrid”, desde donde, como ya hemos visto, Ramón acudía al colegio de los Padres Escolapios y “en donde había de continuar sus estudios de segunda enseñanza, con exámenes finales en el instituto del Cardenal Cisneros, en la calle de los Reyes”. Tras estas líneas, Gaspar hace un comentario sumamente interesante para el tema que nos ocupa: “Pero Ramón, despertado ya a la vocación literaria, iniciaba sus primeras aproximaciones a la publicidad en un periodiquito impreso en elemental multicopista de gelatina –El Postal-, con la principal colaboración de Ramos de Castro y de Pérez de Diego […]. Mas la adolescencia estaba en puertas. Ramón el año uno [1901] tenía los trece de su edad y se encontraba ante el primer acto del siglo como un actor al que están llamando a escena con urgencia” [Gómez de la Serna, Gaspar, 1963: 29-30].

 

En este mismo año de la publicación de la biografía de Gaspar Gómez de la Serna, Luis S. Granjel, médico e historiador de la medicina, daba a la luz un ambicioso libro en el que condensaba la vida y la trayectoria de nuestro escritor. En el capítulo II, “El Escritor”, comenta que “Gómez de la Serna inició su quehacer de escritor redactando, cuando aún era un niño, un periódico, El Postal lo título, que difunde entre sus condiscípulos en el Colegio de los Padres Escolapios; pocos años después conseguirá colaborar en algunos periódicos de provincias; su aprendizaje literario lo completó gobernando la revista Prometeo desde 1908 a 1912” [Granjel, Luis S., 1963: 76-77]. Parece claro que Granjel sitúa aquella aventura escolar de Ramón en el ámbito del periodismo, faceta que fue esencial en la vida y en la obra de nuestro escritor.

 

Por último, el escritor y periodista Mariano Tudela asocia la existencia de El Postal a la condición de “aprendiz de escritor de domingo” que, a su juicio, fue Ramón en su adolescencia. “Si el resto de los días de la semana los dedicaba a los estudios en el colegio de los Padres Escolapios […], el domingo lo empleaba por entero a escribir. […] Ramón tenía ansias de novedad, voluntad de bucear en las aguas de lo no descubierto y deseo enfervorizado de no parecerse a nadie. Por proyectar hasta ideaba una revista de entusiasmos renovadores y juveniles. Aquella revista no habría de pasar de la condición de revista casera, pero Ramón escribió muchos números, casi todo lo hacía él y únicamente contó con algunos compañeros de colegio, entre los que cabe destacar a Ramos de Castro, que andando los años gozó de algún predicamento como escritor. Pero los días pasaban y los proyectos y las ambiciones literarias se desbocaban. El Postal, que así se llamaba la revistilla, no podía ser más que una efímera etapa que, sin embargo, tuvo la virtud de llamar la atención paterna sobre las aficiones de su primogénito y le convenció para animarlas” [Tudela, Mariano, 1988: 44-45]. Esta referencia al padre es muy importante,  luego veremos un ejemplo de cómo, bajo la firma de “Mentor”, dejó su huella escrita en las páginas de la susodicha revista.

 

 

II

 

El Postal. Temática y dibujos

 

La Universidad de Pittsburgh conserva un ejemplar facticio de esta revista juvenil de Ramón que puede consultarse en internet en http://digital.library.pitt.edu/islandora/search/catch_all_fields_mt%3A . La ficha catalográfica elaborada por los responsables de la Universidad nos ofrece de ella los siguientes datos. Título: “El Postal”. Primer libro creado por Ramón; fecha: 1902; el número de inventario o identificador; la colección a la que está adscrito, la tipología del documento: “Manuscrito”, y las páginas: 1 a 168. No se dan, no sabemos muy bien por qué, las medidas. El conjunto de hojas que se han conservado está reunido en una encuadernación de color rojo. En lo que podríamos considerar la portada se lee en letra manuscrita (a bolígrafo azul), pero no de Ramón, lo siguiente: “Publicado en 1902 / a los 14 años / Lo importante era copiar para 20 suscriptores cada número” [pg. 3. En adelante todas las páginas que se citan corresponden al ejemplar conservado en la Universidad de Pittsburgh]. La frase tiene el tono de haber sido recogida por alguien -¿Luisa Sofovich?- de labios de Ramón, y de haberse escrito con la intención de aclarar lo temprano de su confección -a los 14 años-, el procedimiento empleado y el ámbito de los destinatarios.

 

La confección por el joven Ramón de este periódico o revista a la gelatina coincide, como se ha señalado, con su despertar a la vocación literaria, cuando contaba con 14 años. Y lo lleva a cabo, como ya hemos indicado, en su domicilio de la calle de Fuencarral, 35 y 37, 2º izquierdo, donde vivió con sus padres desde finales de 1901 o principios de 1902 hasta 1903. Sin embargo, la data predominante y recurrente que vemos  en la mayor parte de las hojas conservadas es la de 1902, pero también hay algunas páginas en las que aparece la fecha de 1903 [pgs. 107, 109 y 117]. Quizá el dígito “1903” sea, en esos casos, consecuencia de un error a la hora de estampillarlo manualmente, habida cuenta de que a lo largo de sus páginas nos encontramos con una gran cantidad de errores “tipográficos”, debido a que los ejemplares se confeccionaban a mano, uno a uno, con una imprentilla casera. No obstante nos queda la duda de que, por ejemplo, en el caso de la [pg. 107] aparece, en la parte superior la fecha “11 Domingo del año 1903”. Solo saldríamos de dudas si pudiésemos comprobar esta fecha en los veinte ejemplares de ese número. Así que, por el momento, la cronología más objetiva corresponde a 1902. Tampoco se le puede pedir a un escolar precisión continua si tenía que confeccionar y copiar 20 ejemplares cada domingo.

 

El procedimiento para su realización fue el de la gelatina que le permitía a Ramón la posibilidad de sacar copias para esos veinte suscriptores, a los que se dirige como director de la revista en numerosas ocasiones [pg. 107]. Ramón, muchos años después, en 1921, mencionará este procedimiento, una forma de multicopia, en el artículo “Variaciones. París. Aspectos”, publicado en el periódico La Tribuna, el 18 de octubre de 1921 (núm. 3395, pg. 3), al comentar los menús de los restaurantes “´tirados en las máquinas de gelatina´ que de vez en cuando, cuando está vieja, se convierte en una sopa más del menú, de esa ´sopa morada a la moda de Caen´”. El color de los textos de El Postal oscila entre el azul y el negro generalmente. El morado y el violeta aparecen en ocasiones en algunos dibujos. ¿Utilizaría Ramón una máquina como aquí dice en el artículo? ¿O todo se haría estrictamente a mano? A una “multicopista de gelatina” para la confección de la revista se refiere Gaspar Gómez de la Serna, aunque Ramón habla de copias a mano y repetición, tanto de los textos como de los dibujos que discurren por sus páginas, y su hermano Julio, como ya hemos visto, de una “lámina de gelatina, impregnada de anilina, para reproducir los artículos compuestos con una imprentilla”.

 

En los testimonios que hemos recogido, tanto Ramón como su biógrafo Gaspar Gómez de la Serna señalan como colaboradores de la revista solo a Ramos de Castro y a Pérez de Diego. Pero lo cierto es que, a pesar de que Ramón se atribuye casi en solitario su realización, la lista de colaboradores que aparecen en las páginas conservadas es más numerosa. Con ello creo que Ramón quería dar la impresión de que El Postal, aunque publicación escolar, se asemejaba a un periódico o revista al uso, con su director, subdirector, administrador, redactores, noticieros -periodistas de calle- dibujantes y caricaturistas, es decir, una redacción en toda regla como se refleja en las [pgs. 50-53], encabezada por la expresión “Personal de El Postal” y seguida del listado de colaboradores con sus cargos respectivos. La lista recoge 20 colaboradores y 12 suscriptores, algunos de ellos presentes en ambas categorías.

 

El Postal. Revista defensora de los derechos estudiantiles alternaba textos -poco extensos lógicamente- bajo diferentes formatos: editoriales, artículos, sueltos o gacetillas, avisos escolares, cartas, composiciones poéticas y literarias sobre los más diversos asuntos, y anuncios publicitarios de establecimientos comerciales, juegos (jeroglíficos y acertijos o adivinanzas) y, especialmente, dibujos, que es el aspecto que vamos a estudiar preferentemente. Los numerosos dibujos que ilustraron sus páginas y que se han conservado -la mayoría de ellos del propio Ramón- nos permiten calificar El Postal de revista o periódico ilustrado, en el que la imagen ocupaba un lugar destacado, como correspondía a los modelos periodísticos de la época, basados en esa “conjunción de texto e imagen” a la que se ha referido Francesc Fontbona en los siguientes términos: “el producto editorial que mejor partido supo sacar de la conjunción de texto e imagen fue la prensa” [Fontbona, Francesc. “Texto e imagen”. En Historia de la edición y de la lectura en España, 1472-1914. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003: 707 ],

 

Los colaboradores

 

Entre las [pgs. 50-53] con el encabezamiento “Personal de El Postal”, ya lo hemos apuntado, se muestran, a dos columnas, los nombres de los colaboradores (la columna de la izquierda) y la de los suscriptores (columna de la derecha). La primera columna la encabeza “R G. SERNA Director”, seguido de: FELIX OLIVAN SUBDIRECTOR / M. LASCAR JEFE REDACTOR  /M (en realidad es F) R CASTRO ADMINISTRADOR / JOSE ESCASI REDACTOR /  REDACTORES / N REDONDO REDACTOR / S DEL MAZO IDEM / M GONZALEZ IDEM / J JIMÉNEZ IDEM / A GUTIÉRREZ / DIBUJANTES / G DE LA SERNA / F OLIVAN / M R CASTRO / R-KAS / NOTICIEROS / EDUARDO PEÑA / G GAVIO. En columna de la derecha, la de los “Subcritores” (sic): LUIS MOLINA / CESAR ESCOBAR / FELIX OLIVAN / E DE LAS HERAS / M S CANTALEJO / MATEO MILLE / F LA GASALES  / S JECANOLAT / E LA MASELAS / L G DEL BARRIO / EDUARDO PEÑA ETC / CARICATURISTAS / CHISPA / GEDEÓNCITO / CACHUPIN / BERRUGUIN.

 

El nombre que aparece con mayor frecuencia, aparte del de Ramón, es el de F. Oliván. Este último debió de mantener la amistad con Ramón a lo largo del tiempo porque nos lo encontramos citado en la lista del llamado “banquete-sucursal” en el restaurante el “Oro del Rhin” (12 de marzo de 1923) que se le dio a Ramón simultáneamente con otro banquete, en el aristocrático en Lhardy, y cuya lista de asistentes recogió en La sagrada cripta de Pombo [Gómez de la Serna, Ramón, (Tomo IIº, aunque independiente del Iº, pudiendo leerse el IIº sin contar con el Iº. Madrid: Trieste, [1924], 1986: 636] y que volvió a incluir en su Automoribundia [Gómez de la Serna, Ramón. Automoribundia (1888-1948). Edición dirigida por Ioana Zlotescu. Barcelona: Galaxia Gutenberg, [1948] 1998: 447]. Probablemente Oliván sea uno de los que aparecen en la fotografía reproducida en la página 633 de La sagrada cripta de Pombo [edición Trieste, 1986].

 

Además del papel que asumió Ramón como director, en la [pg.135] nos encontramos con una “Carta abierta” dirigida a él en la que se consigna que además de ser el “director propietario” es también “redactor, repartidor y cajista” resaltándose así su responsabilidad, casi exclusiva, en la confección del periódico. Lamentablemente no sabemos quién la firma. Se alude en ella a “mi colaboración para la nueva revista”. La expresión es enigmática, salvo que  esta página se corresponda con los inicios, por lo de “nueva revista”, con los primeros números de El Postal, del que no sabemos cuántos números se llegaron a publicar. También podríamos pensar que lo de “nueva revista” se esté refiriendo a la otra publicación, el denominado “suplemento”, La Verdad,  del que no conocemos prácticamente nada, pero que habría que considerar como una publicación paralela con aquella. Si esto fuera así las fechas encajarían de otra manera, y El Postal y La Verdad tendrían una misma cronología y, por tanto, la referencia a la pérdida de las Colonias podría ser interpretada como un desliz de memoria de Ramón que explicaría el desajuste de su edad que se produce si tomamos al pie de la letra lo que escribió en su temprana “Mi autobiografía”. Si El Postal lo confeccionó con catorce años, La Verdad, de ser cierto lo que dice en su primera autobiografía, lo hubiese realizado con diez años, lo que nos parece bastante improbable.

 

El texto de esa carta dirigida a Ramón aparece inscrito en un ovalo con un adorno floral, en cuyo vértice inferior leemos “Versos por S. Mazo”. Fuera del óvalo, a la derecha, hay un dibujo, de Ramón, en el que se ve una pequeña figura sentada, en una mesa, escribiendo o componiendo la revista, una clara referencia a su actividad en ella. Es esta, sin duda, una de las primeras imágenes, sino la primera, de la amplia iconografía que conservamos de Ramón plasmada en cuadros, dibujos y fotografías en el que le vemos sobre una mesa escribiendo. El dibujo hace hincapié bien en el hecho de la escritura o bien en la composición del periódico, reforzado además por la firma: “DIBUJO POR RAMÓN G. SERNA”. En cuanto a las firmas de los dibujos, Ramón utilizará en El Postal diversas variantes como luego veremos al estudiar sus dibujos.

 

Los contenidos de El Postal

 

Por tratarse de una revista dirigida al alumnado del Colegio de Los Escolapios para defender sus derechos estudiantiles según reza en el subtítulo, y cuyo lema fue “CON EL ESTUDIO Y EL ESTUDIANTE” [pg. 9], en El Postal se abordaron prioritariamente asuntos relacionados con la enseñanza, mediante textos de naturaleza crítica, en los que no faltó, a veces, un tono satírico muy directo, pero también aparecieron en sus páginas  informaciones precisas a base de noticias o avisos de carácter estudiantil, incluso noticias de otra índole fuera de ese marco, relacionadas con la actualidad política del momento. También se incluyeron  contenidos estrictamente literarios como unos “cuentos fantásticos” y algunas composiciones poéticas que firmó el propio Ramón y que, probablemente, son reflejo de sus primeros escarceos en el campo literario. También podemos leer, quizá inspirado por él, un texto circunscrito al género de la crónica madrileñista como el que firmó su hermano José sobre El Retiro.

 

Además de esta clase de colaboraciones, en El Postal también aparecieron numerosos anuncios de establecimientos comerciales, en esa línea del interés por la iconografía popular urbana que tanto atraería luego a Ramón en escritos y dibujos, así como  juegos y pasatiempos, precedentes de los que cultivaría con sus amigos en la tertulia de Pombo. Pero sobre todo publicó en las páginas de la revista muchos dibujos de su mano, aunque también varios colaboradores -F. Olivan, R. Castro, Gedeón, Chispita o Demetrio- firmaron algunos, por cierto, de gran calidad gráfica. El carácter de todos esos dibujos es heterogéneo también, pero advertimos con frecuencia un tono predominantemente caricaturesco. Todos estos trabajos y colaboraciones confieren a la revista una tonalidad miscelánea y heterogénea, cualidades muy del gusto y de los intereses que posteriormente reflejaría Ramón en su obra.

 

Contra Romanones

 

La temática de El Postal es variada. En sus páginas se abordan temas relativos a la enseñanza a base de textos que oscilan, como hemos apuntado, entre la crítica, con acento satírico, y la mera información. La figura de Álvaro Figueroa y Torres, conde de Romanones, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes con Sagasta, durante los años 1901-1902, fue objeto de dardos e invectivas personales, incluida la cojera que padecía, motivo por el que era caricaturizado en la prensa de la época. Veamos algunos ejemplos. M. Cantalejo firma el texto “Contra el cojo” [pg. 71] que no me resisto a transcribir íntegramente: “Protesto sí señor contra tanta majadería. Como se le ha metido a V. en la cabeza Sr. Conde de Romanones ¿a quién se le ocurre  mudar todos los años dos o tres veces los planes de enseñanza? Y sobre todo tan egoísta con los libros. Eso no debe hacerse y llegará un momento en que alcemos la voz y corra V. peligro de quedarse cojo de la otra pata. Yo lo que creo estudiaba V. [es] lo que ha estudiado Garibaldi”. Este Garibaldi no es el político italiano, sino un mendigo madrileño muy popular, alcohólico, al que también se le dedican unas líneas y un magnífico dibujo, cuya autoría se debe a Ramón. La comparación con este, al hablar del político liberal, es sin duda ejemplo del tono satírico que tiene en ciertos momentos El Postal.

 

Sobre Romanones también El Postal publicó la cuarteta “Lo que regala Don Luis Molina a Romanones”: “Le regalo unas chuletas / Una caja de Pastillas / Unas muy buenas muletas / y un buen palo en las costillas”, enmarcada por un estilizado, y estilísticamente modernista, dibujo floral de Ramón, en claro contraste con el contenido [pg. 76]; el artículo titulado “La enseñanza en 1902” -“artículo que ganó el primer premio en el concurso”- firmado por F. Olivan en el que manifiesta lo que encuentra censurable en el Plan del Conde de Romanones [pg.133]; el aviso “Petición Denegada” en el que leemos: “El Conde de Romanones fundó -en su acepción de establecer- en su Decreto sobre Inspección de Enseñanza. Ha denegado la petición que le hizo el Vicario de los Escolapios para que exceptuara a los profesores del requisito de proveerse de los títulos académicos que exige el Decreto Peña” [pg. 137]; una carta a Romanones firmada por M S C: “Protesto sí señor contra tanta majadería como se le ha debido meter a V. en la cabeza Sr. C. de Romanones. A quién se le ocurre mandar todos los años 2 o 3 veces los Planes de Segunda enseñanza y sobre todo del modo tan egoísta con que trata a los libres. Eso no debe hacerse y llegará un día en que nos alcemos y corra peligro su otra pata. Suyo aff. Un libre para… protestar. MSC” [pg. 150]; o la  composición poética y humorística “El soldado sabio” de Ramón: “Un cabo mandó a un soldado / que le escribiera una carta / y tantas faltas ensarta / que el cabo muy enfadado / al recluta preguntó / bestia me quieres decir / quién te ha enseñado a escribir / que pones con H Yo / y él con muchas pretensiones / le contestó enfurruñado / sepa V. que yo he estudiado / por el Plan de Romanones” [pg. 150].

 

Anuncios del Colegio 

 

También relacionados con la enseñanza se incluyen, en El Postal, anuncios internos del colegio como este: “Ya está abierta la Secretaría de S. Antón. Del cuadro de precios reproducimos lo siguiente. 4 [   ] 6 asignaturas 25 Pst. 80 cént. En esta cantidad está incluido el papel de pagos al Estado, Timbres e Impresos. Horas de Secretaría desde el 15 de septiembre al 5 de octubre todos los días laborales de 9 a 12 de la mañana. El Director” [pg. 155]; la propuesta de un concurso de artículos sobre enseñanza: “Apreciables. Hemos designado hacer un concurso de artículos sobre enseñanza para lo cual todos los subscriptores llevarán un artículo antes del domingo. Administración y Redacción Fuencarral 35 y 37, 2º izquierda. Al que no lo mande no se le volverá a mandar el periódico. Sin más por hoy se declara servidor de V.V. El Director” [pg. 115]; o, simplemente, noticias como: “Asignaturas de 4 Curso en 1902 / “HISTORIA UNIVERSAL / ALGEBRA Y TRIGONOMETRÍA / LENGUA FRANCESA 2º CURSO / DIBUJO / GIMNASIA/ ELEMENTOS DE COSMOGRAFÍA Y FÍSICA DEL GLOBO” [pg. 54]; sobre “Instrucción Pública”: “El Ministro se propone publicar el 15 del actual un decreto sobre la Inspección de Enseñanza Oficial” [pg. 115]; o, por último, “LA INSTRUCCIÓN PUBLICA / LA ENSEÑANZA. De El Decreto. Reproducimos Art. 31 La cosmografía será explicada por el catedrático de matemáticas. Art. 5 No es obligatorio el estudio del inglés o alemán hasta que no se consignen en los presupuestos” [pg. 145].

 

Otros contenidos: crónicas y composiciones literarias

 

Pese al carácter escolar de la revista, El Postal no excluyó otro tipo de asuntos o temas propios de actualidad. Así discurren por sus páginas noticias sobre el “Crimen de Fuencarral” que comienza: “La sentencia / según noticias fidedignas…” [pg. 23]; la Guerra de África, uno de los temas candentes de la actualidad en la España de aquellos días [pg. 28]; un mitin sobre Cataluña, cuyo texto es una réplica a un periódico cuyo nombre no se cita [pg. 34]; la crónica, de sabor madrileñista, a la que ya hemos aludido,  firmada por el hermano de Ramón, José, sobre El Retiro, un texto de alabanza al parque y de crítica a las autoridades [municipales] por los recortes hechos a su extensión. Leamos lo que se dice en él:  “Sin que Madrid sea un paraíso en este concepto hay todavía en él más de lo que necesitamos pues la mayoría de los madrileños no tienen mucha afición a salir y prefieren al aire libre del campo el ambiente pútrido de las covachas. Es el Retiro un hermoso parque, un magnífico desahogo para una población a pesar de las mermas de terreno que le han hecho sufrir quitándole la mayor parte. Es digno de más atención de la que tenemos con él pues a cierta hora no lo frecuentan más que algún niño desocupado, algún melancólico y algún suicida. José G. de la Serna [pg. 79]. Texto en el que observamos un cierto tono higienista. No es fácil precisar si los recortes a su extensión se refieren a hechos pasados o son alusivos a la merma que iba a sufrir el parque con motivo de la construcción del Palacio de Correos y Telecomunicaciones en los llamados Jardines del Buen Retiro, de cuya construcción ya se hablaba, según Pedro Montoliú, en 1903 [Montoliú Camps, Pedro. Enciclopedia de Madrid. Barcelona: Editorial Planeta, 2002: 409-410]. Suponemos que este  artículo estuvo inspirado por el propio Ramón que tanto habría de escribir en el futuro sobre Madrid. También en esta misma línea está la carta abierta, que firma M.M.G. al Director: “Ruegole haga constar al Alcalde que los obreros del Ayuntamiento dejen el Retiro libre de escombros y que hagan quitar los adoquines salidos de la vía pública para evitar caídas como la que se llevó el otro día cierto… conocido. Sin más por hoy suyo aff. M.M.G.” [pg.154]. También de contenido madrileñista es la carta dirigida al Director por MM [Mateo Mille] denunciando ciertos abusos en el Paseo de Rosales: “Sr. Director de El Postal. Mi distinguido amigo Serna. Con motivo de los abusos que se cometen en Rosales quitando los respaldos de hierro de los bancos del paseo, me veo obligado a escribirle estas cortas letras para que las haga públicas en su revista y se hagan cartas de ello a las autoridades. Sin más por hoy suyo afectísimo MM” [pg. 80].

 

También en El Postal, Ramón incluyó composiciones literarias propias -a tener en cuenta en su biografía como escritor en ciernes- como esos cuentos fantásticos dedicados “A mis padres”, fechados en 1902 [pg. 94], La pereza y la diligencia” [pg. 101]; “La apariencia y el desengaño” [pg. 102], “La prudencia y la imprudencia” [solo aparece el título] “La corona y el juguete” [solo aparece el título] y “Muerte mutua” [en prensa, pg. 104], precedidos de un prólogo que firma “Mentor”. Mentor es un personaje mitológico, pero también “una persona con mayor experiencia o conocimiento que ayuda a otra de menos experiencia y conocimiento”. Por lo que se dice en el prólogo y por la forma en que está redactado pienso que es obra de su padre -Mentor- animando a su hijo a perseverar en su afición literaria. No olvidemos que años después, el padre financió la revista Prometeo plataforma de Ramón ya como escritor en toda regla. Merece la pena transcribir esas palabras prologales: “Digno de elogio es el activo esfuerzo intelectual del joven que empieza y ambiciona llegar a la altura. Sus primeros pasos en la literatura como en la ciencia tienen que ser torpes y defectuosos. Pero así empezaron todos y así llegaron después. Esta colección de cuentos revela idea aunque su forma sea tosca. Darle un molde más permanente resultará grato para el mismo autor pues siempre son gratos los recuerdos de la infancia y le servirán para poder graduar en lo futuro sus adelantos. Mentor” [pg. 96].

 

Miscelánea y heterogeneidades

 

Ya hemos aludido al tono misceláneo de El Postal. A lo consignado hasta aquí se suman otros aspectos. Uno de ellos es una referencia al coleccionismo de postales. Bajo el epígrafe “Tarjetas postales” se suceden varias composiciones, compuestas en el interior de unos rectángulos, a modo de celdillas, a base de rectángulos formados por trazos gruesos de imprenta en azul. En la [pg. 158] dos: “Tengo seis tarjetas / que postales llaman / cinco las regalo / a mis camaradas / y una sola dejo / para mi guardada”. La siguiente está dedicada “A don Ricardo Escaureaza” (“Representa un joven estudiante”): “Mi querido Ricardito / como tú haces colección / y es grande tu aplicación / conserva este recuerdito”. Y en la [pg. 161]: “La 2 a R Cos”, “Representa a Guzmán el Bueno”. “Mi buen amigo Rafael / como tienes gran memoria / de este trozo de historia / hazme su relato fiel”. “La 3 a E Arángo”. (Representa al Gigante Goliat”), pero no se incluye ningún texto. En relación con estas composiciones dedicadas a este tipo de coleccionismo, es interesante recordar que las postales fueron un medio esencial en la difusión de imágenes, “una  manera fácil de propagar -según Fontbona- unas ideas, unas creencias” [Fontbona, Francesc. “Texto e imagen”. En Historia de la edición y de la lectura en España, 1472-1914. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez: 2003: 709], cuya máxima difusión en nuestro país tuvo lugar precisamente en estos años en que Ramón confeccionaba su revista. Pero también es interesante la referencia a este medio gráfico por lo que puede tener de precedente del “museo” ramoniano que, años después, desarrollaría al confeccionar los heterogéneos estamparios de sus torreones o del interés manifiesto y constante que Ramón tuvo por la fotografía y la imagen que con tanta amplitud ha estudiado recientemente Humberto Huergo Cardoso.

 

En este ámbito de heterogeneidades que fue El Postal vienen a sumarse, por último, noticias y breves, de muy variada índole. Entre las primeras, sobre condiscípulos, como las dedicadas a Luis Molina, M.S. Cantalejo o Mateo Mille: “Luis Molina redactor de El Postal gravemente enfermo por tifus. Deseamos se restablezca”; “Nuestro amigo Don M. S. Cantalejo ha salido para Manzanares. Provincia de Ciudad Real”;  “Tenemos un nuevo escritor Mateo Mille” [pg. 38]; “Nuestro querido amigo D. Luis Molina está mejor dentro de la gravedad. Lo celebramos” [pg. 77] o “El número que viene traerá… un artículo sobre la enseñanza de nuestro compañero y condiscípulo Molina que ha llevado un premio este curso” [pg.44]. Y breves -textos de corta extensión en la jerga periodística- sobre acontecimientos de la actualidad: “Noticias sobre Teatros: “Cómico. El día 30 volverán al trabajo Loreto Prado y Enrique Chicote” [pg. 115]; “Tánger 14 / No hay nada que pueda decidir la preponderancia de unos sobre otros” o “Un periodista inglés ha salido para el campamento del Rogui” [pg. 29]. El Rogui fue Yilali Ben Dris  Zerhuni, apodado Bu Hamara (o Abu Himara, que significa el padre de la burra, “el asno”) o, entre los occidentales, el Roghi, el Pretendiente. Desde 1903 una parte del Rif estaba bajo control de este. Además de este tipo de noticias, aparecen avisos como “El número que viene traerá una fotografía de Canalejas”, político liberal al que estuvo vinculado el padre de Ramón y al que dedicaría, años después, elogiosos comentarios o “El que pueda prestar local para una conferencia avise RGS [pg. 62], que nos muestra ya muy temprano otra faceta de nuestro escritor como es la de conferenciante en ciernes, actividad que luego desarrollaría ampliamente renovando formatos y modos de presentarse ante el público y precedente mediato, sin duda también, de la conferencia sobre Ibsen  que pronunciaría -como ha contado Gaspar Gómez de la Serna- en su época del instituto “en el salón de actos de los bomberos en la Plaza Mayor” en torno a 1908 [Gómez de la Serna, Gaspar. Ramón (Obra y vida). Madrid: Taurus, 1963: 38].

 

Anuncios

 

Los anuncios de establecimientos comerciales ocuparon, bien con formato manuscrito, o bien confeccionados por medio de la tipografía de imprentilla, una parte destacada de las páginas de El Postal. Ya hemos visto como el hermano de Ramón, Julio, recordaba que El Postal “tenía [además de] su tarifa mensual […] sus anuncios”. Los anuncios, pese a su modestia formal, constituyen una parte importante de la revista, aunque nunca podremos saber si Ramón los incluyó por semejanza con los periódicos y las revistas profesionales, o como reclamo para recabar una ayuda económica que contribuyera a los gastos de  la confección de la revista. En este sentido, es relevante que varios de los establecimientos comerciales que aparecen citados en El Postal estuviesen en la calle de Fuencarral [pgs. 4 (Tarjetas Postales); 15 (Bazar inglés); 74 y 119 (Casa F. Pontes: Objetos de escritorio y dibujo y literatura); 93 (Casa Revuelta); 165 (Vinos Finos)] o próxima a ella, como la de la Puebla [pg. 114 (Muebles, camas)]. También en la calle de Fuencarral se situaba la Redacción y Administración de la Revista [pg. 30], que incluye también el reclamo “Se admiten artículos, dibujos, anuncios. Administración y Redacción Fuencarral 35 y 37, 2º izquierda. No se devuelven los originales”. No hay que olvidar tampoco, en este sentido, lo dicho por Gaspar Gómez de la Serna a propósito de la calle de Fuencarral, en ese Madrid del 900, todavía muy galdosiano en sus usos y costumbres, calificándola de “la gran vía populosa y comercial de Madrid”.

 

Como ya hemos señalado, los anuncios se compusieron bien por medio de letras de imprentilla [pg. 85: Ampliaciones al Crayón Montera 71; “La Gloriosa” Restaurant Alcalá 186] o bien de forma manuscrita dentro de recuadros o celdillas a página completa [pgs. 93 y 115]. La mayoría corresponden a  establecimientos comerciales como sastrerías, restaurantes, tiendas de vinos, estudios de fotografía y fotograbado, de ampliaciones (a partir de fotografías), floristerías, artículos de fiesta y carnavales, joyerías, muebles, objetos de escritorio, dibujo y literatura (papelerías) y postales, que reflejan muy bien ese mundo urbano y local que tanto desarrollo cobraría en la obra literaria y gráfica posterior de Ramón. Aunque, como ya se ha señalado, los anuncios son mayoritariamente manuscritos, también aparece uno asociado a una imagen de carácter xilográfico (o similar) como el de “Vinos Finos Fuencarral 45” [pg. 165] que nos recuerda la parte gráfica de los pliegos de aleluyas. Solo aparece un reclamo sobre la venta de una casa y otro sobre un local de espectáculos [pg. 42]. Este último asociado con un dibujo que luego examinaremos. La presencia de la publicidad comercial en las páginas de El Postal, además de la función imitadora que pudiera tener con otros medios de prensa profesionales, fue sin duda una manifestación temprana del interés de Ramón por la crónica y la iconografía urbanas que tanto le atraería posteriormente.

 

Los juegos y pasatiempos

 

Los juegos y pasatiempos -jeroglíficos, acertijos, juegos de palabras, chistes o baturradas- también ocuparon un espacio destacado en las páginas de la revista, sin duda un señuelo más para contribuir a su difusión, aunque a decir verdad, aquellos también formaban parte de la prensa periódica del momento, y, por tanto, susceptibles de ser imitados. El interés de Ramón por los juegos, de palabras e imágenes, fue una constante en su obra, y los incluidos en El Postal se pueden considerar un antecedente, aunque primerizo y  lejano, de los que él y los tertulianos de Pombo practicaron en las altas horas de la madrugada en la tertulia pombiana, algunos de cuyos ejemplos recogió y glosó en los dos libros dedicados a su célebre tertulia, Pombo (1918) y La sagrada cripta de Pombo (1924).

 

En  las páginas que se han conservado de El Postal nos encontramos con varios jeroglíficos. El primero que aparece se debe a un tal “Mumununo”, cuya fonética recuerda al apellido de Unamuno -¿parodia intencionada?- compuesto por un dibujo sencillo, casi infantil, en el que se ve, de izquierda a derecha y de arriba abajo, una mano, un sobre, otra mano, cuatro puntos, una mujer de perfil, la letra D y un hombre escribiendo sobre una mesa  tocado con un gorro [pg. 39]. La solución aparece en otra hoja: “Mano sobre mano / como mujer de escribano” [pg. 83]. F. Olivan, colaborador de la revista, firma dos jeroglíficos, reunidos en una misma página, encabezada por la frase: “Jeroglíficos por F. Olivan”. En el primero vemos el ordinal 1º y en el centro un 1 grande y ancho con fondo negro en cuyo interior se abre un círculo con una cabeza de perfil de un hombre. En el segundo, al igual que el anterior dentro de un rectángulo, vemos las letras T I N atravesadas por un pequeño rectángulo en cuyo interior se lee “vale…”. [pg. 56]. Inmediatamente debajo de ambos jeroglíficos se incluye la solución de otro anterior, cuya imagen no se ha conservado. La solución de los dos jeroglíficos de Olivan aparece en la [pg. 124]: el 1º corresponde a  “Sacar la cara por uno” y el 2º  a “Valentín”.

 

Ramón firma una página con siete jeroglíficos a base de pequeños dibujitos de objetos, figuras y palabras en francés, de una sencillez casi infantil. Uno de ellos alude probablemente al circo [pg. 72], diversión que le atrajo especialmente y sobre la que escribió páginas memorables en calidad de “cronista del Circo” como dejó impreso en una de sus tarjetas de visita. Ese mundo de objetos que tanto le atrajo se visualiza aquí en las imágenes de un peine, un tintero o una máscara. También nos encontramos con un jeroglífico exclusivamente elaborado mediante dibujo, sin palabras ni signos de otra naturaleza, remitido por “R – Z´ X K –W” (nombre, creemos, en clave, o mero juego) compuesto por dos pequeños personajes -muy bien dibujados, por cierto-, una china que señala con un puntero o cosa similar a un hombre con sombrero, a los que le rodea una cenefa decorativa de círculos, montañas y arbolitos [pg. 82]. La solución  aparece en la [pg. 156]: “Tocarle a uno la china”. Un tal Papajia remite un jeroglífico compuesto solo por números y letras: “1º C / 2º A t” [pg. 138].

 

Junto a los jeroglíficos se incluyen otros juegos como acertijos o juegos de palabras. Corresponde a la primera categoría “El que me nombra me rompe” [pg. 62] y a la segunda, “Fuga de vocales” por F. Oliván, en el que cada signo (punto o guion) representa una vocal [pg. 156]:

 

C – L ´ S .  D . L . F ´ RT . N .

N – C – D .  P . R . L –  G . . R R .

  1. N – L . S P – . S . LL . . N L . I . N .

. P R P – D . S T – L  L.T – – RR .

 

Y por último, dentro de este ámbito de juegos, el chiste o baturrada,  que firma y dibuja también Ramón: “De qe te ríes… tontu si es / me quería bañar” [pg. 87]. La escena muestra a dos personajes y un burro alejándose, tras tirar a su dueño al agua. Otro personaje, en la orilla de un río o lagunilla, se lleva la mano a la cabeza, sorprendido de que el otro esté, de medio cuerpo, dentro del agua. Este se dirige a él con el brazo extendido, exclamando la frase anterior. La gracia, o baturrada, consiste en que el burro le ha tirado al agua y para no ser objeto de risa se disculpa afirmando que lo que quería era bañarse. Una “baturrada” es una “acción, dicho o hecho propios del baturro” (DRAE), es decir, del rústico aragonés. Los chistes de baturros fueron muy frecuentes tanto en la tradición oral como en el ámbito gráfico. Por eso no es extraño que el joven Ramón incluya uno aquí.

 

Dibujos

 

Los dibujos constituyen individualmente y como conjunto la parte más interesante de la revista El Postal, que bien hubiera podido contener en el subtítulo también, por su reiterada presencia, el sintagma “Revista ilustrada”. La importancia de estos la subraya el mismo Ramón en dos ocasiones, primero cuando se dirige a los “Lectores” en los siguientes términos: “Mis queridos lectores este periódico es muy ilustrado y en el cual van los más brillantes artículos de los más [listos] de la sociedad, los dibujos de la actualidad y otros varios sueltos interesantes también. Digo y hago saber que todos los suscriptores tienen derecho de los extraordinarios y unas cubiertas para encuadernar todos los periódicos y un bonito almanaque. El director R. G. de la Serna [rubricado]” [pg. 68] y, segundo, cuando firma este aviso: “A MIS LECTORES / LA CAUSA DE QUE NO HAYA / SALIDO ANTES ES PORQUE / ESTABA MALO EL DIRECTOR Y / HASTA HOY NO HA PODIDO /  ENCARGARSE DE ALGUNOS DIBUJOS / LA / REDACCIÓN” [pg. 124]. Las cursivas son mías. Estas dos aclaraciones muestran por sí mismas, sin mayor comentario, la importancia que Ramón confirió a este aspecto de la revista y, lo que a mí me parece más significativo, la relevancia que daba a su participación y autoría en este campo, pues realizó la mayor parte de ellos. En cuanto a lo “este periódico es muy ilustrado”, he aquí un ejemplo de la habilidad polisémica del joven escritor.

 

Esos “dibujos de la actualidad” marcan, sin duda, un aspecto esencial de la revista.  De un total de setenta y seis dibujos conservados en las ciento sesenta y cinco páginas que se custodian en el archivo de la Universidad de Pittsburg, los dibujos de Ramón, firmados o no, alcanzan la cifra de sesenta, cantidad que por sí misma nos habla de la importancia que este le dio a la ilustración y corrobora el esfuerzo personal que le dedicó a esta faceta que, como recordaba su hermano Julio, debía mucho, en estos comienzos de su andadura publicista, a la obligación paterna de copiar, al carboncillo y difumino, vaciados de yeso de Sócrates, Séneca o Cervantes. Precisamente dos de los dibujos conservados de su mano son copias de otras obras de arte [pgs. 78-81 y 119]. De esos sesenta dibujos, el joven Ramón firmó treinta y cinco, y las firmas que utilizó son interesantes de destacar por la variedad de fórmulas que empleó si tenemos en cuenta que cuando ya empezó como escritor consolidado a ilustrar sus artículos y a incluir sus dibujos en libros y prensa periódica redujo toda esa panoplia de firmas y rúbricas a una simple R con punto seguido o sin él a modo de anagrama o como ejemplificación de una marca propia, acorde con su psicología personal fuertemente individualista o mero correlato de su proyección cultural o mediática, mecanismo que también aplicó a su nombre [Alaminos López, Eduardo. Un manuscrito autógrafo de Ramón Gómez de la Serna sobre Jacinto Benavente en la Biblioteca Histórica Municipal. Madrid: Ayuntamiento de Madrid, 2017: 17].

 

La firma y la rúbrica son un signo de afirmación, pero a la vez también de diferenciación. En El Postal, el joven Ramón utilizó dos sistemas para firmar sus dibujos, bien mediante letra de imprentilla en mayúsculas, bien de manera manuscrita, y en ambos casos empleó distintas variantes. Solo aparece un caso en el que combina ambos sistemas al mismo tiempo [pg. 24], en el que aparece su nombre manuscrito “tapando” el que había escrito con letra de imprenta mientras que conserva la letra de imprenta para el apellido. No está claro por qué hizo esto, quizá quedó especialmente satisfecho del dibujo y del texto, a toda página, y sobrescribió encima el nombre. A veces, en algunos dibujos de los que se debió de sentir también muy orgulloso, firmó bajo ambas modalidades al tiempo [pg. 51] o empleó hasta tres formas manuscritas en el mismo dibujo [pg. 144]. También hay un solo caso en que la firma es únicamente una S [pg. 10, en este caso reforzada previamente por la expresión “Caricatura por”].

 

Con tipografía de imprenta encontramos los siguientes registros: “RAMON G SERNA” [pg. 5]; “DIBUJO POR RAMÓN G. SERNA” [pgs. 7, 19, 43 130, 146, 148]; “Por R G SERNA” [pg. 51, 57, 78, 85, 109, 110, 116, 153]; “Por R G S” [pg. 55]; “COPIA POR R G SERNA” [Pg. 78]. Mientras que en la modalidad manuscrita encontramos las siguientes variantes: “Serna” [pg. 21, 35, 41, 117]; “Por R G S” [pgs. 20, 69]; Serna R (y la R sobre un +) [pg 34, 160]; RGS (en vertical separadas las i por una —) [pg. 51], “Por Serna (R)” [pg. 60]; “R G. Serna [pgs. 71]; “R G de la Serna” con rúbrica incluida [pg. 73, 86]; “R. G. S” [pg. 86]; “R sobre un +”, modalidad que es la que más se acerca a la futura R en solitario [pgs. 118, 144]; “R – Serna [pg. 144].

 

Todas estas modalidades de autoría representadas por la firma desembocarán años después, como ya hemos escrito, en una simple R mayúscula y manuscrita, con punto o sin él. En un libro tan tardío como Trampantojos (1947), Ramón escribió en el prólogo que las Greguerías ilustradas que incluye en él “están aclaradas por dibujos de mi pluma, dibujos legítimos […] estén firmados o no con una R” [Gómez de la Serna, Ramón.Trampantojos. Por Ramón Gómez de la Serna. Portada y Dibujos del autor. Buenos Aires: Orientación Cultural Editores, 1947: 3].

 

Solo nos hemos referido a las firmas de los dibujos, pero en la [pg. 68]  incluye un texto manuscrito dirigido a los lectores [pg. 68] que firma y rubrica de forma y manera que nos hace recordar las firmas y las rúbricas enmarañadas de los calígrafos o los notarios del pasado. Sobre los primeros el erudito don Emilio Cotarelo y Mori dedicó un libro a la familia de los Morante [Cotarelo y Mori, Emilio, 1906], en el que  recoge un variado elenco de letras, pero también adornos a base de dibujos de figuras, pájaros o caras que, aunque no tengan nada que ver con lo ejecutado en El Postal, lo traigo a colación porque me inclino a pensar que bastantes dibujos ulteriores de Ramón recogen la influencia de esos ejemplos. No olvidemos que Ramón frecuentó con mayor asiduidad de lo que se cree ese mundo de eruditos madrileñistas a los que citó y de los que se sirvió en varias ocasiones.

 

Como hemos apuntado ya, el dibujo ocupó un lugar destacado en El Postal. Aquellos “dibujos de la actualidad” se enmarcan, por lo general, en el ámbito de la ilustración y el vector predominante en ellos es el de la caricatura. Su “actualidad” nos permite clasificarlos por temas aunque, paradójicamente, no se corresponden cuantitativamente con los contenidos textuales de la revista, pues su campo iconográfico abarca otros muchos aspectos. Ensayando una cierta taxonomía, pero sin afán de jerarquización ni sistematización, podemos clasificar los dibujos de Ramón para El Postal dentro de los siguientes grupos: figuras femeninas, figuras masculinas, tipos sociales y marginales, costumbres, oficios, personajes políticos, escenas, enseñanza, circo, alegorías y emblemas, copias, jeroglíficos y chistes (pasatiempos), objetos y dibujos decorativos.

 

Las figuras femeninas contabilizan 8 dibujos, y en ellas nos encontramos con tipologías referidas a la moda [pg. 20], la mujer “modernista” [pg.13], una gitana [pgs. 53-55], como soporte para anuncio de la revista [pgs. 5, 7 y 117], como una figura de corte casi “regionalista” [pg. 161] o, simplemente, en un estudio de una cabeza [pgs. 35-37]. Estos dibujos son los que de forma más explícita reproducen modelos femeninos basados en los de las postales.

 

Las figuras masculinas (aisladas) suman 11 ejemplos y están menos definidas en cuanto a sus contenidos iconográficos. Pueden encuadrarse en el mundo de la elegancia, el orden burgués o aristocrático [pgs. 51 y 71], la sátira [pg. 56], el anuncio publicitario [pg. 17 y 112], la actualidad [pg. 32], el regionalismo [pg. 115], los juegos o pasatiempos [pg. 89] y, por último, la actividad profesional [pg. 135]. Además de estas figuras masculinas, individualizadas, aparecen otras muchas, pero asociadas a contenidos narrativos o escenas que hemos clasificado en otros grupos, que señalamos a continuación.

 

 

Los tipos marginales están magníficamente representados por la figura de Garibaldi, al que ya hemos aludido. No se trata de la figura del político italiano, sino de un mendigo madrileño, alcohólico, que debió ser muy popular en Madrid, llamado Baldomero “El Cubero” [Eduardo Valero García. “El borracho Garibaldi”, Fototeca HUM, 2015]. Este dibujo juvenil de Ramón (casi retrato del mendigo) [pgs. 8-10] coincide bastante con la fotografía que ilustró un artículo suyo que años después publicaría sobre este personaje en La Tribuna con el título, “Variaciones. Garibaldi”, el de 7 de enero de 1920 (núm. 2.939, pg. 7). El sombrero con el que vemos a Garibaldi en la fotografía que ilustra este artículo es idéntico al que dibuja el joven Ramón en El Postal, además de la coincidencia del detalle de las medallas colgadas sobre su pecho, indumentaria que caracterizó y singularizó a este personaje del lumpen madrileño. Probablemente el joven Ramón se inspiró directamente en esta fotografía que guardaría como solía hacer en el archivo gráfico que fue reuniendo a lo largo de su vida y que reutilizó de nuevo, en este caso, muchos años después. El artículo de La Tribuna empieza así: “Garibaldi fue para mí desde pequeño algo así como un general que no había sido sanguinario”. El hecho de que asocie con su infancia o adolescencia aquella estrambótica figura explica muy bien su presencia gráfica en las páginas de El Postal. Dibujado a pluma, pincel, tinta china y aguadas de color fucsia, negro y amarillo es, sin duda, uno de los mejores dibujos de esta colección hechos por Ramón para El Postal. Vemos al mendigo con  el brazo izquierdo extendido como señalando algo. La postura de las piernas recuerda la de algunos personajes dibujados o grabados por Goya, quien bien pudo ser  otra fuente de inspiración para la composición, además de la fotográfica. Es muy interesante, y acertada, la imagen de las manos, la derecha, cerrada, resuelta como una forma apretada, sin detalle alguno, en esa onda goyesca. Sin duda este Garibaldi forma parte principal de la extensa galería de personajes raros y atrabiliarios que tanto fascinaron luego a Ramón, pero cuya curiosidad sobre ellos ya se despierta, como vemos, en la adolescencia.

 

Dentro de los tipos sociales y urbanos a los que tantos comentarios dedicaría en su literatura posterior, hay que encuadrar en este momento adolescente y estudiantil 6 dibujos que hemos clasificado como tipos sociales y oficios, entre los que destaca el de ese caballero elegante que titula “De vuelta” [pg. 51] y que asocia con el golf. Se trata de un excelente dibujo minucioso y realista en los detalles, tanto de la fisonomía como de la vestimenta del personaje, realizado a pluma, tinta china y acuarela marrón que representa a un hombre, de pie, con traje deportivo, jugador de golf, deporte que se empezó a practicar en España en 1891. La minuciosidad con que dibuja al personaje no es lo habitual en Ramón, pero debió de experimentar un gran placer al fijar en el papel una imagen tan detallista y expresiva como esta, imagen que podemos encuadrar dentro del registro específico de la ilustración y de los anuncios publicitarios a base de dibujos muy cuidados que, años después, sin embargo, tanto denostaría por lo alambicado de su factura.

 

También relacionado con ciertos aspectos sociales y de costumbres hay que situar el espléndido dibujo (a doble página) titulado “La siesta” [pg. 152], a pluma, pincel, tinta china y acuarela marrón. Merece la pena que nos detengamos en su descripción. Se trata de una composición, en horizontal, de un hombre, orondo, con las manos entrelazadas sobre su barriga algo prominente, cara redonda, de gesto algo estúpido, tumbado en una hamaca que cuelga de dos alcayatas clavadas en la pared. Con estas mínimas referencias -las alcayatas- consigue Ramón transmitirnos la sensación del espacio concreto de la habitación, reforzada además por la curva elipsoide que forman hamaca y cuerpo. Si no fuera porque es obra de un joven escolar, “ilustrador” en ciernes, si se nos permite la expresión, podríamos relacionar esta composición con la que Velázquez llevó a cabo en su Pablo de Valladolid, en el que vemos al bufón de pie “en un espacio indeterminado […] que obliga al espectador a enfrentarse directamente, sin intermediarios, que le distraigan, con el sujeto que tiene delante” [Portús, Javier. Guía Velázquez. Madrid, Museo del Prado: 1999: 162]. Detalles como la camiseta, los calzones y la chaqueta colgando a los pies de la hamaca contribuyen al realismo de la escena no exenta de humor. La cara (rostro) del hombre se gira levemente hacia la derecha, con un ojo cerrado, como subrayando que está a punto de dormirse y entrar en ese mundo placentero que supone ese momento del día. Detalle humorístico que refuerza tan atávica costumbre española es la presencia del botijo que yace a los pies del personaje. Los calzones de cuadritos y la postura de ambos pies y de los dedos ahondan en el sentido satírico que el joven Ramón quiso trasladar al dibujo, uno de los mejores, sin duda, de toda la serie que realizó.

 

Los oficios y personajes que encarnan una actividad concreta están representados por las figuras de un magistrado o examinador [pg. 40]; un mozo de cuerda [pg. 116]; un pelotari [pg. 131], un cantante [pg. 139] y un aguador [pg. 148]. El dibujo del magistrado o examinador que de ambas formas puede interpretarse muestra una inscripción en la que pone “uno de el (sic) el tribunal”. Dibujado a página entera, y realizado con pincel, pluma y aguadas marrones, negras y grises muestra a un hombre, de perfil, con barba, sentado en una mesa sobre la que hay una escribanía y unos papeles escritos. El personaje mira fuera del plano hacia alguien a quien parece escuchar o al que está preguntando algo. Ramón ha subrayado la severidad del personaje valiéndose de unas formas angulosas para representar el rostro y acentuando su corporeidad mediante el empleo de una intensa aguada negra.

 

En el mozo de cuerda, el joven Ramón hace gala de una cierta conciencia social sobre la penuria a la que se veían obligados estos trabajadores. No será la única vez que dibuje a estos menestrales ambulantes. El dibujo, de finos trazos, está ejecutado a pincel y tinta china, y nos muestra al mozo de cuerda con boina, llevando varios bultos, cuya carga le hace sudar, pues de su cabeza, cubierta con una gorra identificativa de su oficio, le caen dos gruesas gotas de sudor, mientras camina cargado. A sus pies representa un charco, consecuencia de su esfuerzo y sudor, a modo de nota simbólica y expresión, en definitiva, del realismo con el que ha tratado al personaje.

 

En la figura del pelotari, a pluma, pincel, tinta china y aguadas en marrón y amarillo, Ramón se ha esforzado por representar el movimiento y la torsión corporal del jugador, al que sorprendemos en el instante en que acaba de lanzar, sirviéndose de la habitual cesta, la pelota, que vemos suspendida en el aire. La pequeña e irregular mancha negra a sus pies y unas líneas crecientes que avanzan hacia nosotros contribuyen a reforzar la idea de movimiento y la energía con que actúa el jugador, resaltada además por la intensidad con que mira hacia el otro extremo. ¿Asistiría Ramón a algún partido en el frecuentadísimo frontón Jai Alai tan popular en esos años en Madrid? ¿O se serviría de alguna ilustración sobre estos partidos como la realizada por Narciso Méndez Bringa y grabada por Eugenio Vela en 1891 en dicho frontón?

 

El cantante, con enorme cabezota y cuerpo con piernas menguado, tiene un tono claramente caricaturesco acentuado por los rasgos un tanto brutos de su rostro. Los rasgos de la cabeza muestran ya ese carácter desinhibido, un realismo sui generis, que tendrán muchos de los dibujos posteriores del Ramón adulto. De tono parecido al mozo de cuerda, es la figura que hemos calificado de aguador, dibujo realizado a pluma, pincel y aguada fucsia. Se trata de un hombre que va cargados con diversos objetos propios de su actividad, un botijo, un cubo y lo que parece un pequeño tonel o cuba. De la boca le cuelga otro objeto de difícil identificación, pero el hecho de que sea así da la idea de la enorme carga que se ve obligado a transportar, sensación acentuada por la joroba que deforma su espalda. Tan excesiva carga contrasta con las dos piernecillas y la enorme cabeza con que el joven Ramón ha dibujado la figura, en la que observamos detalles tan relevantes como la gorra que cubre su cabeza y el enorme bigote de su rostro, típicos, en la época, de estos trabajadores menesterosos.

 

La presencia de personajes políticos se centra fundamentalmente en las figuras del conde de Romanones [pgs. 21-23, 24], de Antonio Maura [pg. 60], de Sagasta [pg. 109, 115] y del sultán Abd al-Aziz [pg. 109]. En el caso de Romanones -político vinculado con el Partido Liberal, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (entre el 6 de marzo de 1901 y el 9 de diciembre de 1902) en el gobierno de Práxedes Mateo Sagasta-, los dibujos que le representan muestran un tratamiento gráfico marcado por un acentuado tono caricaturesco en consonancia con su defecto físico, la cojera, deficiencia que también se subrayaba en la prensa de la época. Ese acerbo tono caricaturesco corre en paralelo con la virulencia de los textos que Ramón y sus compañeros de los Escolapios plasmaron sobre él, como hemos visto, en estas páginas de El Postal.

 

En el dibujo, firmado “RG.S”, en el que Romanones aparece “haciendo el plan de 1900 a 1903” [pgs. 21-23], la muleta se sitúa al mismo nivel que la propia figura, cuya cabeza parece estar realizada a partir de una caricatura de la prensa periódica del momento, o quizá de una fotografía. El otro dibujo sobre Romanones [pg. 24] que ilustra el texto “SI AL PEDIRTE / VACACIONES, / ROMANONES / DICES, NO / EN TUS PATAS / INCOMPLETAS / LAS MULETAS / RO[MP]O YO”, le representa frontalmente, con chistera, pernera cortada o recogida insinuando la falta de la pierna, muleta y una banda que le cruza el traje con la inscripción “Roma”, abreviatura de Romanones, o quizá “Romo”, poco probable, que habría que interpretar como una alusión al apellido materno. El carácter y la grafía de este dibujo son bien distintos al precedente. Tanto la figura de Romanones  como las que representan las asignaturas de “Francés”, “Oratoria” o “Retórica”, están dibujadas íntegramente a lápiz (único ejemplo en los dibujos realizados por Ramón en El Postal) con un tratamiento muy esquemático en el que la corporeidad de los personajes se resuelve mediante un trazado de líneas paralelas. Este sistema de rayas lo utilizará profusamente Ramón, con mayor libertad y energía, en sus dibujos posteriores, sistema muy común, por otra parte, en el tratamiento gráfico de las figuras de muchos dibujantes e ilustradores de periódicos y revistas del XIX y principios del siglo XX. Junto a la figura del político, en la parte inferior de la página aparecen cuatro personajes que encarnan distintas asignaturas, también de factura sencilla, presentados de perfil, de forma escalonada y en disminución. En dos de ellas    -“Retórica” y “A[ritmética] y Geometría”- ha sustituido el lápiz por el pincel y la tinta china, utilizada esta a modo de pincelada de descarga a los pies de los personajes como referencia al espacio en que se sitúan, recurso expresivo que ya hemos visto utilizar a Ramón en otros dibujos. La composición de la página, en la que se aúnan dibujo y texto, se completa con una pila de cuatro libros de los que vemos sus cantos, antecedente, eso sí, lejano, de la pila de libros que dibujará muchos años después en una de sus “escena(s) grafitada(s) y transcrita por mí de la noche pombiana”, incluida en La sagrada cripta de Pombo (1924) con la leyenda “se van a rifar libros”.

 

Los dibujos relativos a Maura son dos escenas de carácter narrativo, pero de difícil interpretación. Ambas se desarrollan en un despacho. La identidad de Maura se descubre porque en el respaldo del sillón leemos la inscripción “Maura”. Frente a él, en el otro lado de la mesa, hay un personaje de pie, y al fondo una puerta de cuarterones. En la primera, el personaje que está de pie muestra en su vestimenta -un uniforme- la inscripción “Animal” y su cabeza va cubierta por un fez. En la parte inferior hay otra inscripción que alude, casi con toda seguridad, a la clave de lo que el dibujo nos quiere contar: “Un animalito le han confundido S S con San Pedro”, significado que, por el momento, se nos escapa. Si nos fijamos detenidamente en el rostro del personaje de pie, sus facciones tienen algo de simiesco. La otra escena, con idéntica composición, muestra en la parte superior la inscripción: “Un bruto le an (sic) confundido  a su señoría con un [Morito]”.

 

Ambas escenas están vinculadas, sin duda, con la época en que Antonio Maura fue ministro de la Gobernación, que lo fue entre el 6 de diciembre de 1902 y el 20 de julio de 1903 y aluden a las negociaciones entre Francia y España sobre Marruecos y el reparto del Sultanato marroquí, cuyo precedente inmediato fue, como ha explicado Guillermo Serrano Saénz de Tejada “un principio de acuerdo [que] estuvo listo para ser firmado a finales de 1902”, pero que, “sin embargo, cuando se instó finalmente al embajador español a firmar el convenio, coincidió con los últimos días del gobierno de Práxedes Mateo Sagasta, y Fernando León y Castillo [embajador de España en Francia en ese momento] quiso dejar la decisión al gobierno entrante. El Gobierno conservador de Francisco Silvela rehusó después firmarlo a menos de que Gran Bretaña formase parte, por lo que el convenio quedó non nato” (Serrano Sáenz de Tejada, Guillermo. De la guerra de Marruecos y el combate que no debió ser. Madrid, Ministerio de Defensa, 2013: 22).

 

Lo relevante, en este caso, es cómo a un joven alumno de catorce años se le ocurre incluir en las páginas de su revista o periódico escolar un tema de esta naturaleza, así como la figura de Abd al-Aziz vinculada estrechamente con estos hechos, relativos a la política de las potencias coloniales europeas sobre Marruecos. La respuesta puede ser doble. Bien porque el asunto de Marruecos era de actualidad candente para la sociedad de la época y de obligada inclusión en la prensa -de hecho en las páginas en que aparecen los retratos de Sagasta y Abd al-Aziz les precede la inscripción “Actualidad”-, bien por que daba con ello salida a los comentarios que, con toda seguridad, oiría en casa a su padre, Francisco Javier Gómez de la Serna, abogado y político del Partido Liberal, seguidor, primero de Sagasta y, después, de Canalejas. Recordemos que en ese año -1902- Maura entró a militar en el Partido Conservador. De desvelar el exacto significado de ambas escenas podríamos inferir la opinión del padre sobre esos asuntos.

 

También en este ámbito de los personajes políticos y en el mismo contexto aparece el retrato, firmado por Ramón, un tanto convencional, presumiblemente copiado de alguna fotografía publicada en la prensa del momento, de Abd al-Aziz [pg. 109], quien accedió al sultanato con catorce años, en 1894. Asimismo relacionadas con estos hechos se incluyen [pg. 29] las siguientes gacetillas o breves, bajo el epígrafe “La Guerra de África”: “Tánger 14. No hay nada que pueda decidir la preponderancia de unos sobre otros” y “Un periodista inglés ha salido para el campamento del Rogui”. Este apodo –el Roghi- se refiere a Yilali Mohamed el Yusfi ez Zerhuni, apodado BuHamara (o Abu Himara, “el asno), el Rogui o el Pretendiente, quien “se sublevó como autodenominado sultán de Marruecos el 31 de octubre de 1902 y logró hacerse con el control de un extenso territorio al noroeste de Marruecos, que comprendía la provincia de Taza hasta las mismas afueras de Melilla” (Serrano Sáenz de Tejada, Guillermo. De la guerra de Marruecos y el combate que no debió ser. Madrid, Ministerio de Defensa, 2013: 23). En esta página, en la parte superior, aparece una pequeña figurita de un marroquí montado en camello con diversas plantas a sus pies, entre las que destaca la que parece ser la flor de una pita. El dibujo, que no he considerado de la mano de Ramón, está inacabado, pero es de un detallismo preciosista que, salvando las distancias lógicamente, me recuerda cosas marroquíes de Fortuny.

 

Completa este apartado de políticos la figura de Práxedes Mateo Sagasta, del Partido Liberal, bajo dos especies gráficas bien distintas, la del retrato convencional, de perfil, envejecido y próximo a su muerte, fechado en 1903, año en el que murió (5 de enero) [pg. 109], y otro, de carácter caricaturesco en el que se exageran ciertos rasgos fisonómicos del personaje como la enorme nariz y la enorme boca habituales en el extenso repertorio de caricaturas sobre el político [pg. 115]. En esta caricatura creo detectar, además de su ancianidad, una cierta expresión lindante con la irascibilidad o la locura. Si la fecha del primero es correcta y no una “errata de imprenta” podríamos aducir que El Postal también abarcó este año.

 

En El Postal, Ramón incluyó una serie de dibujos que podemos calificar como escenas. Temáticamente las podemos clasificar en varios subgrupos: escenas urbanas, escenas de interior o escena(s) de examen. En el primer subgrupo, nos encontramos con cuatro asuntos bien diferenciados; una escena con tres guardias y un paisano; otra de un soldado; la fachada de un salón de espectáculos y, por último, una mujer en un aguaducho en la calle. La primera de estas escenas [pg. 10], dibujada a lápiz, pluma, pincel, tinta china y aguadas grises, azules y marrones, nos muestra una composición formada por cuatro figuras, tres guardias y un paisano que caminan con gran celeridad con las piernas muy abiertas, imprimiendo a la composición un gran dinamismo, reforzado, además, por la escala y perspectiva de las figuras. El paisano lleva al hombro un saco donde pone “Jamón”, alusión quizá a su condición de ladrón, por el que es conducido entre los tres guardias, identificados a su vez no solo por la inscripción puesta debajo “guardias”, sino también por el ros que cubre sus cabezas y los sables que llevan al cinto. Dos de los guardias también cargan con sendos bultos, el primero porta una cesta con botellas; el segundo un saco donde leemos “patatas”; mientras que el tercero también lleva otro bulto de no fácil identificación. Puede tratarse, como hemos dicho, de un robo, pero también de una requisa de mercancías de un vendedor ambulante que, apesadumbrado y serio, camina entre los guardias, tocado por una gorrilla. Esta última posibilidad nos la sugiere el que a continuación de “guardias” leemos, incompleta, esta inscripción: “[    ] juego en el Retiro”. Tampoco la inscripción “Caricatura por S” que abre la composición, colocada en la parte superior de la hoja, nos ayuda a definir con precisión el significado de la escena. La “S” equivale, sin duda, a la inicial del apellido: Serna. No debemos olvidar que el Retiro fue escenario de los juegos del Ramón niño, y que acudía con su padre y sus hermanos a dibujar allí y quizá se le quedó grabada una escena semejante a esta, que luego llevó a estas páginas de su revista.

 

Mayor dificultad plantea interpretar el significado de la escena [pg. 19], dibujada a pincel, pluma, tinta china y aguadas de color azul, marrón, amarillo y gris, en la que se ve a un militar, que lleva un bulto entre sus brazos, cruza una calle de noche, calle representada por varias casas, modestas en su apariencia, sobre las que flota una luna en cuarto menguante dibujada como si fuese un rostro. La figura del militar, pero sobre todo su rostro, muestra un perfil marcadamente caricaturesco, y en su rostro la barba en punta hace eco compositivo con las punteras de las botas y la nariz de la luna. Barba y punteras resaltan además el impulso y el movimiento que lleva el militar, cuya  vestimenta está resuelta con mucha precisión en los detalles del pantalón, botas, espuelas y gorro. Muy meritorio en este dibujo juvenil de Ramón es la acentuada perspectiva con que ha compuesto la escena, mediante líneas fugadas en el suelo, que nos transmite una sensación de pregnancia y verosimilitud. En muchos de sus dibujos posteriores, Ramón cuidó los “efectos” de la perspectiva y el encaje correcto de las figuras y los objetos en el espacio.

 

Perteneciente a este subgrupo de escenas urbanas o de calle es el dibujo de la fachada de un salón de espectáculos [pg. 45]. Afortunadamente se ha conservado un texto [pg. 42] que aclara el dibujo de esta fachada y que merece la pena transcribir pues algunas palabras de él aparecen también en el dibujo: “VASA[  ] RAT MAJICO / EL MEJOR PUES / UN HOMBRE DETRÁS / […] HABLA / POR LAS FIGURAS”  / RECOMENDAMOS / A NUESTROS LECTORES / LE VISITEN / EL DIRECTOR. PRECIOS / 40 PREFERENCIA / GENERAL [ ]2 / LA EMPRESA”.  Realizado a pincel, pluma, y aguadas de tono fucsia, marrón y gris, muestra la fachada y los accesos de entrada a una sala dedicada a aquellos espectáculos populares que se situaban en la esfera, deducible por el texto transcrito, de los espectáculos mágicos o circenses que tanto habrían de interesar al Ramón adulto, y que tuvieron su origen en los cosmoramas, dioramas y titirimundi, precedentes inmediatos del cinematógrafo, sin olvidar, claro está, el ámbito circense. En el frontispicio de la fachada Ramón dibujó la inscripción: “Vida [.  ] pat Mjico” [por Májico] y está decorada con algunas figuras alusivas, sin duda, a alguna de las escenas relacionadas con el espectáculo. También representó, bien visibles, los huecos de acceso a las distintas entradas, en una de las cuales puede leerse el rótulo “[   ] Prefer[entes]”. Aunque muy esquemático, el dibujo tiene un carácter marcadamente informativo y parece evidente que está asociado con la publicidad de un local de espectáculos y diversión.

 

Y, por último, en este ámbito de las escenas callejeras el estupendo y expresivo dibujo titulado “En el Puesto” [pg. 85]. A este dibujo, realizado escuetamente a pincel y tinta china, se refirió, como ya hemos visto, Julio Gómez de la Serna, cuando comentaba que en El Postal “se reproducían unas acuarelas de Ramón, muy del gusto de entonces (copia de una cabeza por Rosales; y otra original ‘a la manera negra’, titulada “En el puesto” con una rozagante aguadora, vista de espaldas)” [Gómez de la Serna, Julio. Mi hermano Ramón y yo (The case of the remembrance)”. En Ramón Gómez de la Serna. El Circo. Barcelona: Plaza & Janes Editores [1943], 1987: VI].

 

Me interesa destacar de la afirmación de Julio Gómez de la Serna dos aspectos; el primero referido a la técnica, que califica de “a la manera negra”. La expresión “a la manera negra” aplicada a este dibujo induce a confusión. “A la manera negra” es una locución referida a la “técnica pictórica del grabado calcográfico, también llamada mezzotinta o grabado al humo [que] consiste en obtener los blancos de la estampa a partir de un negro total” [Diccionario del dibujo y la estampa. Vocabulario y tesauro sobre las artes del dibujo, grabado, litografía y serigrafía. Javier Blas (coordinador), Ascensión Ciruelos Gonzalo. Clemente Barrena Fernández. Madrid: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando / Calcografía Nacional, 1996: 126]. Es probable que con esa expresión Julio Gómez de la Serna quiso subrayar la ausencia de color -general en casi todos los dibujos de El Postal-, pues se trata de un dibujo realizado exclusivamente a pincel y tinta china sin ningún otro añadido gráfico más, como las aguadas a distintos colores que muestran la mayor parte de los dibujos realizados por Ramón para la revista. El otro aspecto es el comentario que hace sobre la figura femenina, la muchacha que atiende el puesto. El término “rozagante” se refiere, dicho de una vestidura, a su calidad de “vistosa y muy larga” y como adjetivo aplicado a una persona significa “vistosa o ufano(a)”. Ufano(a) nos llevaría a “lozano(a)”, sentido más próximo, sin duda, al dibujo, aunque también se puede aplicar aquí exclusivamente al vestido porque Ramón ha subrayado por medio de unas escuetas líneas onduladas y rectas, en la parte inferior, parte de su estampado. Ambas expresiones se ajustan, sin ninguna duda, a la mujer que vemos de espaldas, pero creo que Julio Gómez de la Serna quiso señalar el aspecto físico de la figura y no su vestimenta, aspecto físico inducido en el dibujo por dos trazos anchos y curvilíneos -contornos más gruesos en la pincelada- que resaltan su talle y caderas, remarcando y subrayando explícitamente así aquellas partes de su fisonomía. Precisamente el propio Ramón, muchos años después, se habría de referir a estos puestos callejeros y a esas mujeres que los servían en el artículo “Variedades. Verdaderos contrastes” publicado en el periódico La Tribuna el 24 de julio de 1919 (núm. 2.806, pg. 3) en los siguientes términos: “Los aguaduchos, pequeñas “casitas-aparadores”, pequeños altares del botijo y del aguardiente, con sus mozas de regia estirpe y sus viejos chambelanes del 89, enamorados y pródigos, también se fueron” del Paseo del Prado, que es el lugar en que los evoca en el citado artículo.

 

Junto con el de “la siesta” es este, a mi juicio, el mejor dibujo que hizo Ramón para su revista. El tema de los puestos callejeros, los establecimientos comerciales o los escaparates fue recurrente en la obra tanto literaria como gráfica de Ramón, a los que prestó una atención constante, y este dibujo puede considerarse el antecedente más lejano de todos ellos. Estos aguaduchos que con tanta gracia greguerizó como “casitas-aparadores” y “pequeños altares del botijo y del aguardiente” donde se vendía agua, refrescos, “agua de cebá” y bebidas más fuertes como el aguardiente, se instalaban en los paseos y calles de Madrid en el verano, y alcanzaron su máxima expresión artística en la zarzuela, Agua, azucarillos y aguardiente, estrenada en 1897 en el teatro Apolo, cuyo segundo acto transcurre en el aguaducho de Pepa, en el Paseo de Recoletos. Con su dibujo, Ramón sintetizó muy bien esta imagen urbana. El puesto muestra el típico tejadillo a dos aguas decorado con motivos geométricos y sobre el mostrador hay colocados un botijo y varias botellas y, al lado del puesto, un banco vacío. Las fuentes iconográficas en la que pudo inspirarse el joven Ramón para trazar este dibujo, además de esa zarzuela, son muy abundantes, pues este tema fue representado también por numerosos dibujantes, ilustradores y pintores de la época. Solo citaremos dos ejemplos próximos en el tiempo: los dibujos de Tomás Muñoz Lucena: “Escenas madrileñas. En el aguaducho”, en el Blanco y Negro de 11 julio de 1896 (núm. 271) [Bonet, Juan Manuel. Colección ABC. El efecto iceberg. Dibujo e ilustración españolas entre dos fines de siglo. Madrid: Museo ABC Centro de arte / dibujo / ilustración, 2010: 51] y el de Ángel Díaz Huertas: “El puesto de Agua”, también en Blanco y Negro, de 17 julio de 1897 [Archivo Blanco y Negro].

 

Dentro de este tipo de composiciones, que hemos calificado de escenas, quedan por considerar dos más; una vinculada con el tema de la enseñanza y otra titulada “Fuera”, cuyo sentido, pese al expresivo y significativo título, no podemos dilucidar plenamente. La primera [pg. 60] es la típica escena de un estudiante examinándose ante tres profesores sentados en una mesa que, hieráticos y con sus mucetas académicas, escuchan al examinando, al que vemos en una postura contraída y tensa, con los brazos pegados al cuerpo, gestualidad que amplifica la leyenda escrita a sus pies: “su calvario”. Y debajo de ese “calvario”, la palabra “[ES]TUDIANTIL”. Pero la composición del dibujo no acaba aquí. En la pg. [62] vemos la otra parte que completa la composición: tres fusiles, no sabemos si apoyados en el suelo o colgados de la pared, bajo los cuales leemos “Sus Rectores” y como leyenda general abajo “PASION” que enlaza con la palabra “[ES]TUDIANTIL”. El significado es claro y rotundo y muy apropiado para una revista de contenido escolar como fue El Postal. Revista defensora de los derechos estudiantiles. A modo de cenefa, estilísticamente “modernista”, toda la escena está enmarcada en una orla vegetal con flores de la variedad pensamiento, muy apropiado simbólicamente al contenido del dibujo, en el que no es difícil atisbar el enlace humorístico que tiene la escena.

 

El dibujo titulado “Fuera” [pg. 144] es, como hemos apuntado, una escena cuyo significado, en parte, se nos escapa. Queda claro, por el título, que se trata de una expulsión, pero nada en el dibujo, salvo la alusión a la propia revista, deja entrever los motivos de la misma. Realizado a pluma, pincel, tinta china y aguadas grises, marrón y azul, la escena transcurre en una habitación. Una gruesa mujer, vestida completamente de gris, levanta admonitoriamente, en señal de expulsión, su brazo derecho dirigiéndose a un militar que, medio encorvado y cabizbajo, se dispone a salir de la habitación. La mujer sostiene con la otra mano un ejemplar de El Postal. El joven Ramón ha hecho hincapié en dotar al espacio de verosimilitud, trazando las consabidas líneas de fuga en el suelo que convergen precisamente en la mano alzada (en el gesto admonitorio) de la mujer. El hombre al que manda salir es un militar vestido con una chaqueta azul y unos pantalones marrones, sable incluido, cuyo uniforme guarda semejanzas con el militar dibujado en la [pg. 19], aunque hay algunas diferencias porque aquí lleva sable y no lleva de gorro. Un cierto tono humorístico parece impregnar la escena, el dibujo posee connotaciones caricaturescas, sobre todo en la fisonomía de la mujer, cuya oronda figura contrasta con la delgadez del hombre, pero, como hemos apuntado, no queda claro por qué le recrimina y lo echa de la habitación y por qué el hombre es un militar.

 

“Ramón -recordaba su hermano Julio- ha sentido siempre predilección especial por el circo […] Yo he visto a mi hermano nervioso en el palco del circo bajo su luz paradisíaca, seguir con la mayor atención cada nuevo número que salía por la puertecita mágica de la pista, a ese magnífico ruedo de la experimentación” [Gómez de la Serna, Julio. Mi hermano Ramón y yo (The case of the remembrance)”. En Ramón Gómez de la Serna. El Circo. Barcelona: Plaza & Janes Editores [1943], 1987: XIX-XX]. El circo fue, sin duda, en los años inmediatamente anteriores a la redacción de El Postal y hasta bien entrado el primer tercio del siglo XX un espectáculo central en los usos y costumbres sociales de la época, y atrajo a públicos muy  diversos, entre los que cabe incluir a los escritores y a los artistas que han dejado una amplísima gama de escritos y obras gráficas sobre ese mundo. El circo fue una de las pasiones de Ramón y parece que ya desde su juventud formaba parte de su imaginario artístico. En estos años en que Ramón estudiaba y confeccionaba su revista había en Madrid tres circos estables, el de William Parish (sucesor del de Thomas Price), figura a la que dedicó algunos artículos en La Tribuna, el Príncipe Alfonso y el Circo Ecuestre [Alaminos López, Eduardo / Salas Vázquez, Eduardo. “Ocio y diversiones madrileños. Del reinado de Isabel II a la Segunda República. Madrid: Fundación Caja Madrid / Lunwerg Editores, 2001: 348].

 

El dibujo incluido en El Postal [pg. 87] parece estar relacionado con ese ámbito. Representa a dos payasos que emergen de un fondo negro (quizá la embocadura que da acceso a la pista) cogidos del brazos. Parece que avanzan hacia el espectador. El personaje de la izquierda, cuya cara asemeja una máscara, o sencillamente está maquillado, lleva una bolsa en la mano. El otro tocado con un gorro en forma de capirote o cucurucho además de llevar una bolsa como el anterior, lleva también unos zorros. Mientras que el vestido del primer personaje, más grueso en su constitución física, es de un solo tono, el del otro está divido en dos colores, como luego emplearía en el vestuario de su obra de teatro, Los medios seres (1929) o en su “Conferencia ½ ser”, cuya fotografía incluyó en Automoribundia (Lámina XVI, entre las páginas 400-401, de la primera edición, de 1948). Ambos personajes, melancólicos en sus expresiones como corresponde a ciertas figuras circenses, avanzan, en un espacio bastante indeterminado, pese a que el suelo está representado por líneas que se cruzan a modo de baldosas que, paradójicamente, nos producen una cierta sensación de inestabilidad. Sus miradas transmiten soledad y tristeza, como si fuesen dos seres indefensos que sólo se tienen el uno al otro. Técnicamente este dibujo, sobrio en su gama cromática, realizado a pluma, pincel, tinta china y aguadas de color marrón y amarillo, es de los dibujos más sueltos de aquel joven Ramón y en los que alcanza un mayor grado de emoción poética.

 

Otro grupo temático de dibujos que aparecen en las páginas de El Postal está formado por figuras alegóricas. Así, nos encontramos con una figura femenina [pg. 30], bastante vulgar, por cierto, de enorme melena negra y amplio pecho que, de pie sobre una esfera o globo terráqueo y apoyada sobre un enorme pájaro que vuela vertiginosamente, anuncia la revista, cuyo título, El Postal, va escrito en el interior de la esfera. Además la mujer sostiene, como si de un trofeo se tratase, otro globo en su mano izquierda extendida donde también está escrito el nombre la revista. Se da un curioso contraste entre el hieratismo de la figura y el enorme pájaro, apenas una sombra, que surca el espacio. La manera en cómo Ramón ha dibujado tan despreocupadamente los brazos de la mujer así como el resto de la figura, se convertirá en un estilema y recurso gráfico característico de sus dibujos posteriores, sobre todo en lo que atañe a la anatomía de las figuras. Iconografía eficaz también, en este caso, para comunicar el título de una revista o periódico que en su semántica alude, ya lo hemos señalado, a la transmisión veloz de noticias.

 

La figura de la República aparece en dos ocasiones [pgs. 74 y 129] como matronas con el clásico gorro frigio, la primera entre dos banderitas de España y la segunda dentro de un recuadro, ambos dibujos de poca enjundia. En la [pg. 69] nos encontramos con un dibujo a página entera que tiene más importancia por el contenido textual que muestra y por cómo ha destacado en él su firma “R G S” (manuscrita) que por su parte gráfica. Aquí, Ramón ha dibujado una diminuta figurita femenina semidesnuda, también, sin duda, alegórica, que aparece cubierta por una banda que cruza su cuerpo, lleva una vela encendida y una espada y se cubre con un gorro semejante al gorro frigio. Por encima de ella, en diagonal y a gran tamaño, ocupando casi la mitad del espacio de la página, va escrita en letras de molde la palabra “La Verdad”, manuscrita con una tipología de letra claramente escolar. Y por debajo de esta palabra-título, en forma de flecha luminosa la representación de una estela luminosa producto de la llama de la vela encendida que porta la figurita femenina. Se aprecia claramente que Ramón ha querido subrayar el contenido textual -es decir el título- por encima de la representación gráfica. Vela encendida y espada son aquí dos símbolos que nos hablan del sentido combativo con que Ramón quería que se percibiese esta publicación que no se refiere, por paradójico que parezca, a El Postal. No se le puede pedir al joven Ramón objetividad en la utilización de los símbolos asociados a la representación de la alegoría de la Verdad, representados habitualmente por  un espejo, un libro o un reloj y saliendo desnuda de un pozo. Atributos demasiados complicados sin duda para un dibujante principiante como él. Lo que sí nos parece más relevante es que esta página corrobora que el Ramón estudiante confeccionó otro periódico con ese título, La Verdad. Veamos cómo.

 

En la [pg. 117] dibujó otra figura femenina, también de pie, sosteniendo un enorme estandarte en el que leemos “El Postal Curso 1902 a 903”. Esta figura no tiene nada de figura alegórica, es simplemente una figura-anuncio. Pero justo debajo de ella, escrito a mano (pero con una letra que no parece la suya) leemos lo siguiente: “Antes que el postal dos años o tres tuve un periódico en que escribía los artículos 6 veces con tinta. Se llamaba Verdad”. De esta publicación no ha debido de conservarse nada, salvo estas dos alusiones, el dibujo antes referido [pg. 69] y estas líneas manuscritas. “Antes […] dos años o tres” significa que su confección tuvo que tener lugar en torno a 1900 o 1899, fecha cercana al Desastre del 98 y la perdida de la Colonias, coincidiendo, por tanto, con lo que dijo en La sagrada cripta de Pombo (1924) en el capítulo dedicado a su autobiografía que conviene volver a recordar: “Publiqué el periódico de gelatina, difícil, desgarrador, con todos los dolores de una nueva dentición, que en mí fue terrible, céltica. Sobre todo, de aquel recuerdo del periódico, la impresión mayor que me queda es la de un suplemento que imprimí en mi imprentilla, cuando la pérdida de las Colonias, suceso que adiviné con un fuerte desprendimiento telepático de los riñones, metido entre la persiana y la esquina del balcón una tarde de tormenta. Solo al día siguiente se anunció la derrota” [Gómez de la Serna, Ramón. La sagrada cripta de Pombo. (Tomo IIº, aunque independiente del Iº, pudiendo leerse el IIº sin contar con el Iº. Madrid: Trieste, [1924], 1986: 569]. También en la [pg. 93] de El Postal hay otra alusión, bastante contradictoria con lo anterior, a ese “periódico” o “suplemento” llamado La Verdad, esta vez en el contexto de una página dedicada íntegramente a “Anuncios”. En uno de ellos aparece el título de esta publicación: “SERIE / ESTE Nº de la / VERDAD tra[e] Nºs 3 y 4 de la SERIE 1ª”, pero, sin embargo, para mayor complicación todavía, el anuncio situado por encima de este, referido a un establecimiento de trajes en la calle de Alcalá 10, viene con  la fecha “1902”, algo alejada ya de aquel 1899 o 1900. Con Ramón, lo sabemos, la cronología, ya se ha apuntado en otras ocasiones respecto de sus viajes, es, a veces, incierta. Dejémoslo así por el momento, aunque los datos que hemos recogido sobre ese “periódico” o “suplemento” titulado La Verdad no encajan entre sí, o al menos, yo no soy capaz de encajarlos adecuadamente.

 

Ya hemos aludido, valiéndonos de los recuerdos de su hermano Julio, a cómo su padre les hacía copiar al “carboncillo y difumino”, procedimiento habitual en el aprendizaje reglado de la Academia de Bellas Artes y utilizado también en la enseñanza del dibujo en el ámbito escolar, vaciados de los bustos de Sócrates, Séneca o Cervantes [Gómez de la Serna, Julio.Mi hermano Ramón y yo (The case of the remembrance)”. En Ramón Gómez de la Serna. El Circo. Barcelona: Plaza & James Editores [1943], 1987: VI]. Pese a la “condena” que suponían, en palabras de Julio, aquellas sesiones, Ramón publicó en El Postal un par de dibujos que son copia directa de obras de otros artistas.

 

La copia más importante [pgs. 79-81] es, sin duda, la de la cabeza de uno de los personajes que aparece en el cuadro de Eduardo Rosales, Doña Isabel la Católica dictando su testamento, pintado en 1864 para presentarlo  la Exposición Nacional, y actualmente conservado en el Museo del Prado. Realizado a pluma, pincel y tinta china y aguadas del mismo color, el dibujo de Ramón va explícitamente firmado con la expresión: “COPIA POR R G SERNA DE UNA / CABEZA PO (sic) ROSALES”. La copia de la cabeza del personaje puede tener dos candidatos en el cuadro de Rosales; uno, la figura correspondiente al cardenal Cisneros; y dos, la del personajes que aparece en el extremo derecho de la composición de riguroso perfil, testigos ambos del momento en que Isabel I de Castilla, fallecida en Medina del Campo en 1504, dicta su testamento en presencia de su esposo, Fernando II de Aragón y otros altos dignatarios de la Corte.

 

José Luis Díez comenta, al describir la obra, que “al extremo del lecho, acompañan a la reina en sus últimos momentos varios miembros de su Corte, encabezados por el Cardenal Cisneros, vestido con la dignidad de su hábito, entre otros nobles” [Díez, José Luis. El Siglo XIX en el Prado.Madrid: Museo del Prado, 2007: 205-211 y subraya, en otro texto, la “preocupación y extraordinaria maestría en captar en los rostros de los distintos personajes asistentes al acto los más mínimos matices de sus sentimientos interiores, así como la particular reacción de cada uno de ellos ante las palabras de la reina” [Díez, José Luis. Catálogo de la exposición La pintura de Historia del siglo XIX en España. Madrid: Museo del Prado, 1992: 216]. En cuanto “a la identificación de las figuras que acompañan a la regia protagonista durante sus últimas horas   -escribe José Luiz Díez-, casi nuca ha habido unanimidad en los distintos autores que se han ocupado de esta pintura” [ibídem, pg. 218]. También es interesante destacar -comenta-, que “debido al enorme e inmediato éxito alcanzado por el cuadro, fue copiado repetidamente por otros pintores decimonónicos en su época de aprendizaje […] y grabado  en 1877 al aguafuerte por Bartolomé Maura y Montaner” [ibídem, pg. 227]. Podríamos pensar que el dibujo de Ramón se inscribe dentro de esa corriente de copias y aprendizajes o fue simplemente sin más el producto de la admiración que sentía por la pintura decimonónica y por este pintor. Si comparamos la copia de Ramón con los personajes que aparecen en la escena, no hay duda de que puede tratarse tanto de la figura del Cardenal Cisneros como del personaje, de estricto perfil,  que aparece en el extremo derecho de la composición luciendo un collar sobre su vestimenta. Hay detalles gráficos en la copia que pueden avalar ambas atribuciones. En la figura que dibujó Ramón se intuye la representación de una forma sobre la cabeza que guarda semejanzas con el tocado que cubre la de Cisneros en la pintura, cuyos reflejos de luz ha intentado llevar, con éxito relativo, a su dibujo. También podría pensarse que lo que ha querido representar es el solideo que simboliza la dignidad eclesiástica de Cisneros.

Si, por el contrario, se tratase del otro personaje, la copia de Ramón hace hincapié en dos aspectos. Primero, en el estricto, adusto y robusto perfil de la figura. Segundo, en el detalle de la oreja que no tapa por completo su peinado. Si en el personaje de Rosales, solo se ve parte del lóbulo, en la copia de Ramón apreciamos completa la oreja, detalle que está, por el contrario, completamente oculto en la figura de Cisneros.

 

Sea como fuere, el interés que tiene esta copia juvenil suya de un cuadro de la pintura española del XIX es que es un ejemplo, entre otros muchos, de la utilización que Ramón llevo a cabo de estas fuentes iconográficas y antecedente del uso que volvió a hacer de ellas como he explicado, pero por otros motivos, de otra obra de aquel periodo, como fue el Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga (1888) de Antonio Gisbert, cuya reproducción incluyó en la Primera Proclama de Pombo (1918) [Alaminos López, Eduardo. “Ramón Gómez de la Serna: ´Ese soy yo, el que va a Pombo”. En Las palabras vuelan. Librosnocturnidadyalevosia.com de 25 de febrero de 2019]. También Ramón escribió en otras ocasiones sobre los retratos de grupo y otros personajes del siglo XIX a los que consideró como sus antepasados pombianos. Otra cuestión, que quizá nunca se podrá aclarar, es de dónde copió Ramón esta cabeza de Rosales. ¿Directamente del cuadro en el Museo? ¿De un grabado como el citado más arriba? ¿De una reproducción del cuadro en alguna revista?

 

La otra copia, que no he sido capaz de identificar, es la cabeza infantil que aparece en la [pg. 119]. Dibujada a pluma, tinta china y pincel con aguadas marrones para el fondo de la lámina, parece el trasunto de una imagen escultórica. El dibujo muestra un marcado tono “academicista” por el hincapié manifiesto en el tratamiento volumétrico, en el trazo de los rizos de la caballera y en el sombreado, a base de finas líneas paralelas en el rostro y parte del busto, lo mejor del dibujo sin duda, pero también es evidente el desajuste en ojos y boca, algo torcida, que confiere al rostro y a la mirada un tono poco amable.

 

Los jeroglíficos y adivinanzas, así como los chistes o baturradas formaron, sobre todo los primeros, como hemos visto, parte sustancial de El Postal. De mano de Ramón, en esta modalidad gráfica, se han conservados dos ejemplos. El jeroglífico [pg. 73], a pluma y tinta marrón, dispuesto en siete líneas (un jeroglífico por cada una de ellas), formado por palabras (en francés) y pequeñas figuritas y objetos (como por ejemplo: “le” + dibujito de un peine + “la tet” [sic] o  “le” + dibujo de un tintero + “de encre”). Figuritas y objetos que preludian ese universo de curiosas representaciones figurativas y de objetos intrascendentes que tanto le atrajeron luego.

 

Y el chiste o baturrada [pg. 87], realizado a pluma y pincel y tinta china, compuesto por dos figuras y un burro, situados en un paisaje bastante esquemático, acompañado, lógicamente, de la leyenda explicativa:  “De qe te ríes… tontu si es / me quería bañar”. El personaje, caído en el agua, porque el burro lo ha tirado,  increpa al otro que, con un gesto de asombro, se lleva una mano a la cabeza. Al fondo, el animal se aleja al trote. Lo cómico de la escena reside en la disculpa que ofrece el que se ha caído al agua. El carácter elemental de las figuras, casi de factura intencionadamente infantil, subraya la comicidad de la escena, en cuya representación Ramón ha puesto esfuerzo por dotarla de verosimilitud, acentuada por el apreciable escorzo del animal que huye asustado.

 

Ya hemos aludido al interés de Ramón por el mundo de los objetos. Estos, los objetos, también constituyen un cierto grupo en los temas tratados por él en sus dibujos en El Postal. Los hay de una sencillez elemental como el búcaro con flores [pg. 24] que cierra una página dedicada a adivinanzas o el tambor dibujado [pg. 111] con los colores de la bandera española precedido del título de la revista y con la inscripción “Con los Puestos de la Feria” que serviría de portada, casi con toda seguridad, a uno de los ejemplares de la revista. Imagen eficaz por su sencillez y fácil resolución, precedente de ciertos recursos gráficos a lo que fue tan dado Ramón posteriormente en el ámbito periodístico para llamar la atención sobre sus artículos. Más complejos y difíciles de interpretar son otros objetos que aparecen también en estas páginas de la revista. Así, el que aparece en la [pg. 27] en el contexto de lo que parece ser una adivinanza. ¿Qué objeto representa? ¿Es un cacharro de uso cotidiano? ¿Un recipiente para contener tabletas? En el interior del objeto dibujado se alcanza a la leer parcialmente la siguiente inscripción hecha con la imprentilla móvil: “[    ] TABLETAS 13 / CALLE [   ]”. ¿Se trata de una muestra exterior de algún establecimiento que vende ese producto? No es fácil determinar si lo que viene a continuación forma parte de este dibujo o es algo completamente distinto. Inmediatamente debajo, fuera del dintorno de ese objeto panzudo, se lee: “esta pintura negra [a continuación un círculo ⭕ todo negro] Tapones el mejor”, y debajo de esta líneas manuscritas en tinta morada va una figurita de un músico tocando un violín. Qué significado puede tener la alusión aquí a lo de pintura negra, es algo que se nos escapa.

 

Recipientes son  también los dos dibujados [pg. 43], precedidos por la palabra “Sacaliñas”. Representan dos cabezas de negros, de rasgos irascibles y grandes orejas, de ojos saltones y faz un tanto simiesca, a los que les ha escrito encima sus respectivos nombres: “Panchita” y “Pancho”. Ambas cabezas descansan sobre una base cuadrangular. Debajo y encerrados en rectángulos se leen varias inscripciones manuscritas: “eche V 10” y “Bonitos, R[  ]”. Todo ello a su vez parece estar dentro de una vitrina. El término “sacaliña” puede aclarar el significado del dibujo. Según el DRAE, significa “ardid para sacar a alguien lo que no está obligado a dar”. ¿Está con ello Ramón criticando alguna tipo de postulación? Las cabezas de las dos figuras, “Panchita” y “Panchito” recuerdan a las huchas con que se postulaba el día del Domund, día instituido en abril de 1926 y que los niños de mi generación -la de los años cincuenta- alcanzamos a ver con huchas (cabezas) que representaban distintas razas, eso sí de figuración más amable que estas que dibujó Ramón en su periódico escolar, pues creemos que los objetos aquí representados son precisamente huchas.

 

El objeto más curioso (y enigmático) de cuantos dibujó Ramón en El Postal fue el que aparece en la [pg. 93]. Se trata de un esquemático dibujo a pluma y tinta china, cuya composición geométrica formada a base de puntos y líneas convergen en un círculo en cuyo interior vemos una diminuta figura femenina de cuerpo entero, vista de perfil y atrapada en una red de rayas paralelas en diagonal. Alrededor de ese círculo central en los extremos de una cruz imaginaria ha dibujado cuatro semiesferas. ¿De qué se trata? ¿Qué objeto ha querido representar aquí el joven Ramón? La respuesta nos la ha dado recientemente el investigador de la fotografía Humberto Huergo Cardoso en un libro en el que ha compilado numerosos escritos de Ramón sobre la fotografía, precedidos de un amplio y sugerente estudio sobre esta faceta suya poco estudiada [Huergo Cardoso. Humberto. Ramón Gómez de la Serna. El desahucio a la vista. Escritos sobre fotografía (1908-1954). Introducción y edición de Humberto Huergo Cardoso. Madrid: Casimiro Libros, 2020: 11].

En la página 11 de este libro, Huergo Cardoso ha reproducido este dibujo al que le ha dado el título facticio, “[El ojo de la cámara]”, apostillando además “El autor apenas tenía 14 años”. Sí, efectivamente, se trata la representación del visor de una cámara fotográfica, probablemente una Kokad tipo Folding Brownie nº 2 (de 1902) o similar. Ramón ha querido representar, bien el visor de la cámara (la parte por el todo) o la captura (en su interior) de una imagen femenina, de una mujer elegante, en la que sobresalen tanto su busto como las nalgas, algo que evidenció, como hemos visto, en otros dibujos en los que aparecen mujeres, especialmente en el ya comentado, “En el puesto”. Es interesante subrayar cómo ya en este dibujo juvenil se cruzan, amalgamados, dos aspectos esenciales de los objetos a lo que Ramón dio tanta importancia en su literatura posterior. El objeto físico en sí y la imagen que le sugiere, que en un libro como El Rastro (1915) llevaría al paroxismo, interpretando aquel universo de objetos como “pozal de imágenes”.

 

Finalmente, nos queda por aludir a aquellos otros dibujos que tienen una función esencialmente decorativa. Bien asociados con las portadas [pgs. 26, 47 y 146] bajo distintos patrones compositivos, geométricos [pg. 47] o figurativos [pg. 146], sin olvidar las decoraciones, a base de pequeños trazos curvos como de ganchillo o ataurique, que inserta, a veces, en el propio título El Postal [pgs. 5, 17, 19 y 115]. También entran en este campo decorativo las composiciones florales como la que ocupa toda la página [76], la más elaborada de todos esos dibujos decorativos, en la que incluye dos golondrinas -golondrinas que colgaría años después en la decoración de su despacho y a las que dedicaría un libro- y una cartela con una diminuta marina en su interior; las ramas con flores [pgs. 132 y 135] o aquella otra que combina, de manera muy sugerente y novedosa, texto y dibujo en la [pg. 144].

 

Esta última composición [pg. 144] es de una gran modernidad de diseño. Realizada a pincel y aguada de color marrón, puede “visualizarse” o entenderse como la proyección figurativa de un rostro (o una calavera) en cuyo interior se inscribe un texto que alude a la enseñanza. Del fondo emerge una forma que evoca             -junto con una serie de signos en su interior, una línea vertical, tres líneas onduladas a cada lado de aquella, dos pequeños trazos debajo de estas y dos pequeños trazos en la parte inferior de la línea vertical-, ese rostro, de cuyos ojos se desprenden dos lagrimones alusivos, probablemente, a lo que se dice en el texto respecto de ciertas asignaturas -cosmografía, inglés, francés- mencionadas en él. La cabeza, o calavera que también puede interpretarse así, contiene las formas esenciales que constituyen un rostro: nariz, quizá fosas nasales, cejas y ojos y boca. Pero lo  más interesante, a mi juicio, de este patrón formal es que el texto forma parte integral de una composición dibujada y no es un simple texto de imprentilla puesto allí sobre la página en blanco y luego arropado por los signos gráficos. ¿Se trata de la primera ilustración con que Ramón “aclaró” un texto escrito por él? Al menos el experimento puede considerarse como un anticipo de lo que vendría después. No olvidemos que en Trampantojos (1947) comentó que los dibujos que acompañaban a sus greguerías ilustradas tenían una función aclaratoria para hacerlas más comprensivas. No queremos decir con ello que este dibujo de El Postal pertenezca a esa categoría, pero sí que puede considerarse un precedente de la interrelación de dibujo y texto que caracterizó a sus greguerías ilustradas.

 

Otros dibujos de colaboradores

 

Ramón, como hemos visto, realizó muchos de los dibujos que aparecieron en El Postal. Pero también incluyó otros que dibujaron sus compañeros y colaboradores, cuya excelente calidad nos obliga, al menos, a reseñarlos. Además de presentar algunos jeroglíficos, F. Olivan firmó varios dibujos, entre ellos, un retrato del vigésimo quinto presidente norteamericano William Mac-Kinley, Jr., fallecido en 1901, una escena de esgrima  y un retrato de perfil de Sagasta en 1890 [pgs. 48,  83 y 107 respectivamente]; R. Castro fue autor de una magnífica cabeza de perro perdiguero [pg 36]; Gedeón o Gedeoncito, cuyo nombre evoca el de la revista satírica homónima, plasmó una estupenda caricatura del político conservador Francisco Silvela [pg. 59], cuya cabeza vemos colgada de un hilo, y otra caricatura política sin identificar [pg. 140]; Chispita firma un magnífico dibujo, a pluma y tinta china, de tono caricaturesco, titulado “Romanones abriendo el curso” [pg. 123], en el que se ve al político, de pie, abriendo una caja que lleva la inscripción “Curso de 1903”. Dentro de la caja hay seis pequeñas figuritas que, agitados, levantan sus brazos, como marionetillas o polichinelas. La fisonomía de Romanones está muy bien realizada, destacando ojos y bigotes, y también los detalles del traje de gala. Chispita firma como Chispa otra “caricatura política”, de gran calidad gráfica, de un personaje que fuma en pipa, cuyas volutas de humo forman una interrogación. Debajo de la figura aparece la palabra “Paraíso” [pg. 126]; Redondo firma un dibujo a toda página de una marina, cielo y mar borrascosos, con un barco de vapor, sin duda el dibujo menos ajustado a los contenidos temáticos de la revista [pg. 125]; Demetrio -que años después colaboraría como ilustrador en las páginas de La Tribuna con una serie de dibujos publicitarios de la marca de coches Packard- es autor de un retrato muy realista de Doña Evarista García Canedo, escritora y periodista que colaboró en La Revista. Periódico científico y literario, surgida en Madrid en octubre de 1875, entre cuyas colaboradoras figuró también Carolina Coronado, tía de Ramón. En el dibujo de Demetrio, vemos a la escritora pensativa, con la mano izquierda apoyada en la mejilla y escribiendo en un cuaderno con una pluma de ave. El dibujo, de corte muy realista, a base de pequeños trazos al modo de diminutas buriladas, se ajusta a un concepto académico del retrato [pg. 163]; sin autoría en la [pg.158] nos encontramos con una excelente caricatura del político Antonio Barroso y Castillo, del Partido Liberal-Fusionista, realizada a pluma con un dibujo de trazo fino y gran calidad gráfica, en la que vemos su cabeza de perfil ensartada por un tenedor que sostiene una mano férrea. Además de los caricaturistas reseñados -Gedeón o Gedeoncito y Chispita o Chispa- se mencionan en las páginas “Personal de El Postal” [pgs. 51-53] otros dos, Cachupin y Berruguin, de los que no se han conservado dibujos.

 

Conclusión

En resumen, podemos concluir que la confección por Ramón de El Postal “periódico”, “revista escolar”, “semanario”, “periodiquito”, “cuadernillo ingenuo” o “revistilla” como se predica de esta modesta publicación escolar en los testimonios que hemos recogido-, fue la consecuencia y el producto de su “temprana rebeldía” y el “ciego empuje” de su afición literaria; de la superación de la timidez y del temor a la burla de los otros; de la expresión asimismo del aprendizaje en el ámbito familiar y el despertar a la vocación literaria; y del encuentro con una plataforma adecuada a su afán de promoción y publicidad, Y, por supuesto, correlato de su amplísima curiosidad como escritor en ciernes.

 

Pero también fue el vehículo adecuado para expresar sus afanes e intereses gráficos o, al menos, el soporte que le permitió iniciar en el ámbito del dibujo una trayectoria que años después sería muy fecunda y que forma parte indisoluble de su multifacética personalidad creativa. La parte gráfica de la revista El Postal     –en buena parte inspirada en las revistas ilustradas de la época y en las imágenes fotográficas reproducidas en postales o publicaciones periódicas- tuvo una importancia considerable dentro de esa amalgama de temas y asuntos que se trataron en ella. Sin esa parte no se entendería completamente la aventura que significó aquella casera y modesta revista escolar liderada por Ramón.

 

Si comparamos la calidad gráfica de los dibujos realizados por sus compañeros y colaboradores, la calidad de los de Ramón fue, a todas luces, irregular, pero interesante por varios motivos.  El primero, porque marcó ya, en aquella fase juvenil, cuando se estaba abriendo a la creación literaria, una posición que años más tarde desarrollaría ampliamente sin cortapisas de ninguna clase, recurriendo al dibujo como transliteración de algunas de sus ideas literarias, valiéndose, y ahí radica lo novedoso, de procedimientos gráficos claramente desinhibidos. Y segundo, que creo sustancial, porque ya en aquellos años juveniles observamos un rasgo que luego será fundamental y que impregnará toda su labor gráfica futura -en libros, artículos o greguerías-, el de la pluralidad estilística de la que siempre hizo gala. Técnicamente en El Postal, Ramón osciló entre un dibujo despreocupado y un dibujo correctamente acabado. Esa balanza se inclinaría en el futuro clara y mayoritariamente por la primera opción.

 

En este sentido es muy significativa la anécdota que recordaba el pintor y grabador Francisco Pompey en sus memorias. Pompey evoca una visita al despacho de Ramón en la calle de la Puebla en 1910, muchos años después de aquella experiencia escolar, en la que Ramón le explicaba “sus dificultades para dibujar ´cosas que se me ocurren´” y al mostrarle “algunos dibujos, ejecutados copiando unos grabados”, ante el consejo que le da el pintor de que “dibujase del natural y no de la estampa […] quedó perplejo, y un poco turbado -señala- me contestó: ´Me resisto a creer en los secretos de la técnica´” [Pompey, Francisco. Recuerdos de un pintor que escribe. Semblanzas de grandes figuras. Madrid, [s. ed.]: Artes Gráficas Iberoamericanas, 1972: 78; Albert, Juan Carlos. “Los dibujos de Ramón (exposición en Mapfre-Vida y dibujos en el Archivo General de la Administración del Estado. Madrid, BoletínRAMÓN nº 4, 2002: 70].

 

Técnica -suma de procedimientos, recursos, destreza y habilidad- que en algunos dibujos de El Postal le preocuparon sin duda, pero de la que se liberaría progresivamente en su ulterior faceta como dibujante (que no ilustrador de sus creaciones literarias). En definitiva El Postal fue, a su modo, el primer tugurio de imparidades gráficas que Ramón puso en pie.