Karl María Wiligut

Entre la caterva de iluminados maniáticos, falsos magos, ocultistas de pandereta y orates de toda calaña que contribuyeron al auge de la teatral parafernalia hitleriana, destaca la figura de Karl María Wiligut, llamado el Rasputín de Himmler”, que ambicionaba crear una nueva religión gótico- gnóstica de SS nazis, en la que se mezclaban delirios de pureza racial con remotas tradiciones y visiones del Grial.

El personaje en cuestión había nacido en Viena en diciembre de 1866. Fiel a la tradición guerrera de su padre y su abuelo, Wiligut ingreso a los 14 años en la Escuela Imperial de Cadetes vienesa y destacó en su trayectoria militar. Durante la I Guerra Mundial combatió en varios frentes, alcanzó el grado de coronel y fue condecorado. Luego vino la derrota y el hundimiento económico de Alemania, presagio de males mayores. Retirado del servicio activo se instaló cerca de Salzburgo y dedicó su tiempo al ocultismo y las cábalas teosóficas. En pleno trance místico se inventó la religión irmínica o irminista de reyes-sacerdotes, envuelta en ancestros indoeuropeos remotos que rendían culto atávico al dios germánico Krist, cuando miles de años atrás había tres soles en el cielo y la tierra estaba poblada por gigantes, elfos, gnomos, nibelungos y otros seres mitológicos.

Entretanto, las miserias domésticas, la ruina económica y las desgracias familiares le acosaban. Su único hijo varón murió apenas nacer, y la esposa (cuyo rotundo nombre era Malwine Lents von Teuringen de Bozen) intrigó para que le metieran en un manicomio entre escenas de violencia casera y amenazas de muerte.

Declarado mentalmente insano, Wiligut pasó varios años en un asilo de Salzburgo antes de abandonar a su familia y residir en Munich. Allí empezó a reclutar admiradores y neófitos en la llamada Orden de los Nuevos Templarios y elaboró un alfabeto rúnico de uso exclusivo. Poco después de conocer a Heinrich Himmler en 1933, la carrera místico-racista de Wiligut se aceleró. Ingresó en las SS y cambió su apellido por el de Weisthor; se trasladó a Berlín, ascendió en la jerarquía nazi y se convirtió en ayudante personal de Himmler, con quien mantenía frecuentes y alucinadas charlas.

Las fantasías de Wiligut/Weisthor fueron dando forma fabulosa al castillo de Wewelsburg, en Westfalia, destinado a escuela secreta y ceremonial de las SS. Según la leyenda, Wewelsburg había sido el último reducto de los hunos de Atila, y en el interior del castillo, emparentado con el Grial, había una mesa redonda donde se festejaban las hazañas del mítico rey Arturo, bajo una cripta denominada la Esfera del Muerto.

Pero las mieles del éxito no le duraron mucho a Wiligut. Sometido a medicación constante y consumido por el alcohol y el tabaquismo (fumaba constantemente), su comportamiento se volvió errático y la caída en picado se produjo a finales de 1938, cuando Karl Wolff, segundo en la jerarquía de las SS, visitó a la mujer de Wiligut y sus problemas psiquiátricos quedaron al descubierto. Discretamente fue apartado de las SS y su salud se deterioró gravemente.

Durante la II Guerra Mundial, Himmler asignó a su profeta irminista una cuidadora personal y ambos vivieron miserablemente en varias residencias y casas de huéspedes, hasta acabar en 1945 en un campo de refugiados de las fuerzas británicas de ocupación en Austria. Tras sufrir un derrame cerebral, Wiligut acabó sus días en una pequeña localidad de Alemania en enero de 1946. Dicen que se suicidó con cianuro, y sobre la tumba queda una lápida: “Nuestra vida se va como una charla banal”.

 

El castillo de Wewelsburg