Estamos en el Moscú revolucionario de 1922. Un conde ruso es condenado por un tribunal bolchevique a ser confinado en el conocido hotel de lujo Metropol de Moscú, que se encuentra entre la Plaza Roja y el teatro Bolshoi. La condena iba a ser a muerte, pero gracias a que en la época de los zares escribió un poema subversivo, se salva. Cierto es que desde la lujosa suite en la que vive es trasladado a una pequeña habitación y debe trabajar como jefe de sala del restaurante. Pero a Aleksandr Ilich Rostov no le importa demasiado. Es un auténtico caballero que acepta su destino y ejerce su trabajo con eficacia y educación.
Poco a poco establece relaciones de amistad con otros personajes alojados en el hotel, desde turistas revolucionarios al mismo personal que trabaja allí. Desde esta neurálgica atalaya, somos testigos de la historia de Rusia entre 1922 y 1955. Así los personajes de ficción se mezclan a veces con personajes históricos. El mismo hotel, de estilo modernista, fue durante la guerra civil rusa un lugar de encarnizados combates entre blancos y rojos.
Con la llegada al poder de los bolcheviques, la cita de Friedrich Nietzsche que había en la fachada: “De nuevo una antigua verdad, cuando construyas una casa, te darás cuenta de que has aprendido algo”, se cambia por una cita de Lenin: “Sólo la dictadura del proletariado es capaz de liberar a la humanidad del yugo del capital”. El nuevo gobierno bolchevique tuvo como una de sus sedes el Metropol, que pasó a llamarse la Segunda Casa de los Soviets, pues la primera era otro hotel de lujo, el Nacional.

Amor Towles en el Metropol
El conde ve como ya no lo frecuentan la gente pudiente y refinada, sino hombres de gesto severo vestidos con cazadoras de cuero y que son los nuevos dirigentes. Todo esto se vive de refilón en esta novela en el que se suceden las anécdotas y situaciones incluso cómicasen medio del terror de la época estalinista.
Además de su trabajo, ocupan la vida del conde un amigo escritor, su amante, una actriz , y Sofía, una pequeña huérfana a la que educa y convierte en su razón de ser, entre otros personajes. Son estos quienes le informan de lo que ocurre en el exterior mientras que sus lecturas de los grandes autores rusos le mantienen con vida interior.
Escrita de una forma clásica, lineal, Amor Towles (Boston, 1964) nos deleita con humor, sabiduría y generosidad gracias a unos amplios conocimientos de la literatura e historia rusa para ofrecernos un personaje redondo que logra conciliar la búsqueda de cierta felicidad sin la pérdida de las buenas maneras.