Hay que estar ahí para sentirlo
Córdoba, martes 15 de octubre de 2019
5.00: El trajín comenzó al levantarnos a esa hora, la noche anterior dejamos los bolsos preparados, lo necesario para ir y venir, alguna muda de ropa por las dudas y campera para la lluvia, ya que el pronóstico brindaría los peores días primaverales y cambiantes de temporada. Unos mates y unas tostadas con mermelada de durazno fueron mi desayuno para engañar a mi estómago.
5:30: Ya estábamos en la ruta. Las chicas en el asiento de atrás se dispusieron a seguir durmiendo. Yo como copiloto de auto intentada hablar sobre cómo serían los planes una vez en Buenos Aires. Después de Arrecifes me dormí, me pegué una siesta y cuando desperté estaba en Campana, Buenos Aires. Es que soy malísima como acompañante, el paisaje me marea y parece que el hígado se me sube y se me escapa por la boca, así de terrible me siento cada vez que viajo.
14:15: Llegamos a Buenos Aires. Google Maps me indicó como llegar y dar la vuelta manzana y volver a doblar.
Llegamos al hotel en el que había hecho reserva vía internet, mi marido siguió camino a Ranchos. Una vez ubicadas en el hotel nos alistamos para irnos, una bandana naranja en el cuello como detalle. LP EN ARGENTINA, el grupo de Whatsapp habían dicho algo naranja que hiciera referencia al nuevo álbum.
15:50: Ya estábamos yendo camino al teatro, la lluvia no paraba era una garua finita y molesta que nos acompañó todo el día. Llegamos al teatro. Había una cuadra que doblaba la esquina, saludé a mis amigos con los que compartimos misma pasión, pero no nos conocíamos más que por los mensajes del grupo de fans. Después nos dirigimos a nuestros lugares, a simple vista el público estaba conformado por un 94% de mujeres y el otro 6 % de varones. Pusimos un pie en la fila y se nos acercaron los vendedores ocasionales con todo un merchandising completo inclusive paraguas y pilotos, compramos dos, eran pilotos chinos. Pero no nos queríamos seguir mojando. Aún nos quedaban cuatro horas más a la intemperie. La cosa fue que a las cinco de la tarde el frío me cortaba la espalda, ya tenía los pies mojados, las zapatillas y el pantalón, decidimos ir caminado a toda velocidad hasta el hotel y cambiarnos. Volvimos con la ropa seca porque nos tomamos un Uber al costo de $80 pesos, cosa increíble.
Volvimos, Paula nos cuidó el lugar.
19:30: Abrieron las puertas del Vorterix y empezamos a entrar, los de seguridad nos escaneaban las entradas, hubo gente que quedó afuera por la compra de entradas truchas. El lugar no era tan grande como me había imaginado por lo que me quede más tranquila. Eran casi las 21 horas y se me partía la cadera, me dolían los pies, pequeños empujones que venían de la multitud hacia mí. Había indicios que faltaba menos que en cualquier momento aparecía entre el efecto de humo …y así fue.
El Pi salió al escenario y fue un estallido de sensaciones, vestía pantalón de cuero negro y una camisa roja animal print desabotonada que dejaba ver parte del tatuaje de la fragata del pecho. Pero hay que estar ahí para saber lo que se siente, una maravilla de espectáculo cada canción, sus silbidos, sus gestos y su risa, yo me sentí en el aire. Había estado en un recital hace 25 años, me sentía como una adolescente, si bien los géneros musicales y la época eran distintas las sensaciones no fueron tan diferentes, similares a un calambre en el estómago. Yo estaba en la quinta o sexta fila, mi hija estaba en otra ubicación, pero podía verla desde donde estaba. La emoción era tan grande que olvidé que me dolía la cadera. El repertorio paso rápido, pero disfruté de cada segundo. Cerró el show con Lost on you, fue tan grande mi emoción que deje escapar algunas lágrimas.
Cuando la actuación terminó algunos nos juntamos para comer algo, ahí nomás al lado del teatro había una pizzería. Cualquier menú era válido. Milanesas, ensaladas, papas fritas y todos contentos. Al salir del restaurante estaba la combi de la artista lo que muchos de los que no tuvimos Meet & Greet corrimos a ver si alcanzábamos a saludarla y pedir un autógrafo. Qué nervios, había tantos seguidores todos empujaban y querían quitarte el lugar en medio del amontonamiento por lo que no logré acércame ni un centímetro a ella.
El Pi se corrió hacia la otra valla por lo que inmediatamente reaccioné y salí corriendo para ir hacia el otro lado, me quedé ahí viendo como todos salían con sus autógrafos en la mano y luego de unos minutos que se hicieron horas, conseguí acercarme más y pensé donde me firmaría, y no dudé en desatarme la bandana del cuello y le estiré mi brazo para pedirle una firma, ella tomó mi pañuelo y garabateó sus iniciales y segundos más tardes agarró mi celular y saco una selfi. Creo que jamás había sentido algo tan gratificante y que un acto de generosidad como un garabato en un pedazo de tela me haya llenado tanto el corazón. Me fui con mi trofeo.
La vuelta a casa fue toda una aventura, caminar bajo la lluvia hasta la boca del subte, dos combinaciones, un tren y finalmente once horas de ruta en vehículo.
Voy a la galería de mi celular, busco videos, chicleó play y me corre cierto escalofrío de volver a revivir a LP en el escenario. Eso es magia.