A los que nos gusta el fetichismo literario esta carta de Jack Kerouac es una delicia. Escrita en 1963, no fue enviada a su destinatario, Philip Whalen. La misiva facilita una información muy interesante de las actitudes y motivaciones del escritor en sus últimos años de vida.
En el reverso de la segunda hoja hay una serie de dibujos de formas abstractas y que comenta al principio de la carta. Kerouac describe irónicamente este dibujo como una obra de arte, un regalo «que valdrá 10.000 dólares dentro de cinco años». El dibujo, realizado con lápiz y rotulador, como una pintura al óleo, puede ser mas valiosa si «de repente vuelve a aburrirse con la pintura».
Sigue luego contando que ha grabado una composición original para piano titulada «Procession of the Iroquois Chieftain» que -aunque sin puntuar, «porque no sé cómo»- ha grabado en una cinta. Al trazar sus impulsos creativos, cada vez con mayor destreza, desde el arte visual hasta la composición musical y el drama narrativo, viaja hacia y desde fragmentos temáticos. Sin embargo, la propia naturaleza fragmentada de esta carta apunta a la disminución de su capacidad para escribir la larga prosa de flujo de conciencia que le valió la aclamación con su obra maestra En el camino.
Whalen era un poeta budista zen afincado en California que mantuvo una relación estable con Kerouac hasta los años sesenta, a diferencia de sus compañeros de la Generación Beat mencionados en la carta: Gary Snyder, Allen Ginsberg, Burroughs, Albert Saijo, Gregory Corso, Neal Cassady, Jonathan Williams, Ed Dorn, Robert Creeley y Lawrence Ferlinghetti. Contemplando la relación entre la sensibilidad y la iluminación budista, Kerouac apunta especialmente a Snyder, que «no puede iluminar a ningún ser sensible porque todavía no lo es». Más amable, aunque igualmente reveladora, es su evaluación de Allen Ginsberg: «Ginsberg no es un ser que sienta que se deleita en el ser sintiente, aunque SÍ es un ser sintiente, sin embargo deseaba ser Satanás, habiendo fallado en eso, ahora desea la Inmortalidad como Gurú».
Tales comentarios, junto con el carácter disperso y coloquial de la carta, posiblemente reflejan un estado de inseguridad. En una carta anterior dirigida a Whalen, Kerouac describe su sentimiento de soledad: «Ni siquiera tengo teléfono, ni sé dónde está Allen, ni lo que Gary piensa de mí, ni de Creel, ni de ti en realidad» (Kerouac, 14 de enero de 1963; en Jack Kerouac – two volumes «Selected Letters, 1940-1956» & «Selected Letters, 1957-1969» Jack Kerouac] Charters, Ann (ed.) p. 355). Entre las enigmáticas alusiones a John F. Kennedy y a la Biblioteca del Congreso en la presente carta, se esconde la preocupación interna de Kerouac por su reputación entre sus compañeros -con la recién publicada Visions of Gerard, mencionada en la primera anotación, recibiendo malas críticas- y la reconciliación con su recepción popular como «Rey de los Beats», según el estudioso de la obra de Kerouac, como Michael Schmidt.
Entre los caóticos garabatos literales y figurativos, el valor inherente de la carta como exploración de la psique de Kerouac se complementa con la forma en que capta elementos de su futura producción literaria. La intención clara de su próxima incursión en la semiautobiografía queda atestiguada por las líneas: «Ahora voy a escribir una larga y aburrida novela sobre mí y mi padre y mis días de juventud como guapo jugador de fútbol, marino mercante, marimacho y poeta aborigen de Lowell y Nueva York y el Polo Norte (donde fuimos en el barco de 1942 en tiempos de guerra)».
Este párrafo, que apunta a un relato menos ficticio, capta los sentimientos que hay detrás de la obra que se convertiría en Vanidad de Duluoz. La carta, a veces incoherente, también presagia, tal vez con demasiado realismo, la obra de Kerouac de 1965 Satori in Paris, una «obra lamentablemente pobre», en palabras del biógrafo Barry Miles, que fue «obviamente escrita en una neblina alcohólica».
La presente carta está señalada por su anterior propietario, John Sampas, como no enviada, lo que arroja una nueva luz sobre la aversión de Kerouac a la correspondencia, que consume mucho tiempo y que detalla en el párrafo final. «Me gustas Phil», estipula Kerouac, «así que me tomo muchas energías para escribirte estas notas tan valiosas, que puedes guardar en tu culo para siempre». De este modo, la carta adquiere un tono de diario que permite a un Kerouac aislado expresar una variada gama de pensamientos, de otro modo reprimidos, sobre asuntos tan diversos como el proceso creativo, la sensibilidad humana, la espiritualidad, las relaciones personales, la celebridad y la aclamación nacional.
La carta se encontraba entre las pertenencias de Kerouac a su muerte en 1969 y finalmente pasó a manos del cuñado de Kerouac, John Sampas, que acabó teniendo el control de las obras literarias de Kerouac y con el tiempo vendió muchas de ellas a coleccionistas e instituciones. Esta carta se vende actualmente por una firma de Nueva York al módico precio de once mil dólares. Del beat al hit.
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