Yo no soy Mr. Noback, la última novela de Miguel Ángel Mendo, empieza con Carlos H. recién llegado al aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid procedente de Nueva York. Cansado, se dirige hacia la salida donde le esperan su madre y la novia. De pronto, en un imprevisto giro, Carlos ve que entre las personas que esperan la llegada del vuelo se encuentra una chica muy atractiva, Laura, con un cartel en el que se lee: «Mr Noback». Sin pensarlo dos veces, Carlos se dirige hacia la joven y la da la mano mientras le dice que es míster Noback. A partir de este divertido enredo de comedia clásica se desarrolla la trama de la novela en la que Carlos debe vivir en un mundo desconocido. La ficción nos enseña una suplantación de identidad, pero también nos habla de la mentira que tiene un lado positivo pese a todo. Pero dejemos que el autor lo explique mejor.
Al hacerse pasar Carlos H. por míster Noback impulsado por su atracción por Laura, ¿está ejerciendo una autoterapia del embuste?
Creo (no estoy seguro, aunque sea el autor) que Carlos H. está muy confuso en esos momentos, y no se plantea ninguna actuación de forma consciente. Es como si se hubiese producido un clic en su mente y, por primera vez, se diese permiso para actuar locamente. Una huida hacia delante.
¿Es el aprendizaje de la mentira una fase necesaria en el desarrollo de la personalidad?
No creo que venga así descrito en ningún tratado de psicología evolutiva, pero, en efecto, creo que, en un momento u otro de la infancia-adolescencia, toda persona tiene que enfrentarse a un mundo mucho más duro y más cruel que aquel en el que ha vivido inmerso en su ambiente familiar (en la mayoría de los casos), y para ello hay que, como mínimo, ser capaz de asumir aquello de «que tu mano izquierda no sepa qué hace la derecha». Yo mismo recuerdo una época en la que, en efecto, sentía una gran culpabilidad y sentimiento de desamparo y soledad por vivir en cierto modo en un mundo «undergound» con respecto a lo que sabían de mí mis padres, pero lo sentía como una necesidad para crecer. Creo que es un periodo de la adolescencia que todos pasamos, con más o menos éxito.
Si mentir es hacer creíble una fantasía, ¿cómo escritor eres un gran mentiroso?
Indudablemente. La vida corriente de las personas no interesa a nadie. Aunque, como todos sabemos, hay muchísimas veces que la realidad supera a la ficción. Hacer creíble una fantasía es todo un oficio. Es el oficio de un mentiroso; eso sí, solo ha de serlo en el papel. También es muy beneficioso para el escritor que exista esta convención, no tanto por motivos económicos (en mi caso) como porque es un oficio que te permite atreverte a «vivir» y a desarrollar situaciones que en la vida real te serían imposibles, por atrevidas, utópicas, irreverentes, arriesgadas, funestas… y un larguísimo etcétera.

Fotografía coloreada de Miguel Ángel Mendo
¿Para ti la novela es una vía para que tanto el escritor como el lector escapen a través de la fabulación de la triste verdad de la realidad cotidiana?
Sí, por una parte, como acabo de contestar en la pregunta anterior. Pero también es una ocasión para que el autor pueda transmitir ideas, emociones y planteamientos vitales que considera valiosos, o interesantes para poner su granito de arena a la hora de sensibilizar a la sociedad. Creo que ambos objetivos van unidos en las buenas novelas, y sobre todo en las que no se nota demasiado esa especie de manipulación ideológica del autor, que consideraríamos panfletaria. Debe ser o parecer algo sentido, verdadero, profundo. Pero es así como los regímenes totalitarios consideran a las artes, y tratan de impulsar unas y censurar o incluso destruir otras. Es un tema muy complejo y extenso.
¿Es Alejandro un mentiroso patológico, al ejercer la mentira desde el poder?
Tan patológico como lo es toda la sociedad. Vivimos en un mundo donde la mentira, la falsedad, la hipocresía, el cinismo (que es la mentira cuando al que miente no le importa que se sepa que está mintiendo)… es el pan de cada día. Evidentemente, hay personas y profesiones (como los políticos) que deben tener una especial habilidad para engañar y convencer al mayor número de personas posible de «verdades» que ellos mismos no creen. El poder siempre necesita de la mentira. Es, de hecho, su principal herramienta, sobre todo cuando se define como «el arte de lo posible». Y puesto que está ya aceptado así por todos, podemos llamarlo cinismo. De hecho (y perdón si alguien se siente herido) cada vez estoy más convencido de que, por ejemplo, la abogacía y la psicología humanista son actividades absolutamente contrapuestas.
Laura, ¿es la embaucada perfecta que precisa de la mentira para escapar de la asfixia de su relación con Alejandro?
Buena interpretación. No lo he analizado, pero me parece correcto. Hay algo en todo el devenir de la aventura que vive con Carlos que la transforma, le abre los ojos, y saca de ella el valor para convertirla en una persona más noble y menos interesada. Más valiente.
Como psicoterapeuta, ¿realmente crees que existe una psicoterapia de la fabulación?
No, la psicoterapia del embuste es una fabulación mía. Pero creo que sería muy interesante ponerla en práctica, ofrecérsela a personas que se sienten perdidas y acomplejadas en la vida social. Enseñarles a mentir con arte y con solidez, porque nunca, desde la infancia, se atrevieron a escapar de la corrección. Al menos como herramienta para conseguir no dejarse manipular constantemente. Sin llegar, claro, a que se entusiasmen y se conviertan ellos mismo en expertos manipuladores. Para eso está esa nueva profesión, los «coachers», que lo que quieren conseguir es que su cliente triunfe a toda costa, utilizando incluso la neurosis o los rasgos patológicos que aquejen a este. Esto no les importa, incluso puede ser una ventaja para avanzar más rápido y seguro hacia el triunfo, porque el cliente no ha acudido a ellos para «sanarlos». Además, en la actualidad la corrección política (del signo que sea) es el oceánico ámbito en el que deben sobrevivir nuestros pensamientos autónomos, y es tan potente que cada vez están sucumbiendo más. Por eso siempre deberíamos valorar en mucho a los rebeldes. A los rebeldes inteligentes.
¿Qué impulso oculto hay detrás de esta novela?
Bueno, como se dice en Alicia en el País de las Maravillas, lo malo de contar un secreto es que en ese preciso instante deja de ser un secreto. Pero, aparte de bromas, no es ningún secreto afirmar que me gustaría que fuésemos más capaces de liberarnos de nuestras ataduras morales y sociales y nos atreviésemos a perseguir, aunque sea de manera algo loca, nuestros más profundos deseos, aunque solo sean enormes intuiciones que no sabemos dónde nos van a llevar. La vida como una aventura. Sería un modelo para todos. Y yendo más al espíritu de tu pregunta, que tiene raíces muy visionarias, tengo que reconocer que el impulso, que has sabido reconocer en mi creación –no sé cómo–, procede de la frustración continuada y dolorosa por no lograr que un paciente mío se atreviese a tomar ciertas iniciativas básicas, fundamentales para caminar hacia su felicidad o su salud (es lo mismo). Inventar a un personaje que se atreve, que se enfrenta a su miedo, que se deja llevar por el deseo, fue una revancha, y fue terapéutico para mí.

Fotografía coloreada de Miguel Ángel Mendo
Al ser autor también de novela infantil y juvenil, ¿qué es lo que te gusta más?
Dejé de escribir literatura infantil hace más de veinte años. No sé por qué. Seguramente comencé a sentir la necesidad de utilizar todo el corpus léxico de que dispongo, por un lado, y también de tratar argumentos que al mundo de la infancia le interesan poco o nada. De alguna manera, aunque no exacta, mi paso por la literatura infantil (que me encantó y en el que aprendí muchísimo) coincide con la etapa desde que nació mi hijo hasta que se hizo adolescente. También en mis novelitas infantiles (casi todas para los lectores de 11, 12 y 13 años hacia delante) he intentado ser rompedor, proponer temas sorprendentes, personajes heterodoxos, aventuras e intrigas bastante poco paternalistas, pero siempre llenas de acción y de humor. Escribí las novelas que a mí me hubiese gustado leer a mis doce años. Luego, me he sentido muy orgulloso con el reconocimiento de dos premios Lazarillo, del Ministerio de Cultura, en diferentes convocatorias, una de cuento infantil y otra de novela juvenil, sobre todo cuando una gran editorial francesa quiso publicar uno de esos premios con la condición de que cambiase el final y, por supuesto, me negué.
¿Qué encuentras en el público infantil que no hay en el adulto?
Sinceramente creo que esas categorías son una invención en cierto modo. Diría que el público infantil es más sincero, pero también es muy manipulable, por lo que, para mí, la calidad en el mundo de la literatura infantil tiene que ver muchísimo que ver con la honestidad, largura, inteligencia, autenticidad, valentía y profundidad de la personalidad del autor, y con su intento de transmitir impulsos limpios, o duros, o bellos, por supuesto, pero sin la menor hipocresía o impostación. Y mucho menos con el éxito de las obras, que puede estar perfectamente calculado, como se está viendo cada vez más en la literatura en general.
¿Quieres añadir algo?
Agradecerte tu interés por la novela. Decir que fue muy divertido escribirla y reescribirla las veces necesarias. Decir que NECESITABA escribir una comedia, y que si algo de mi entusiasmo por el divertido y complejo juego que he inventado alcanza al lector, me doy plenamente por satisfecho, aunque la novela haya sido publicada en una editorial pequeña de Murcia y apenas se encuentre en ninguna librería. También quiero decir que hay muchas opiniones que afirman que la novela puede dar lugar a una estupenda película, por si alguien se anima. De hecho, estoy en tímidas conversaciones con alguna productora.
Una de mis fantasías es que apareciesen en una o en muchas salas de salida de aeropuertos personas -hombres, mujeres, o niños, qué importa- mostrando un cartel donde se viese escrito en letras grandes Mr NOBACK (Mr NO HAY VUELTA ATRÁS). Esa sería la clave para que diese comienzo una loca aventura real.
Miguel Ángel Mendo es psicoterapeuta desde el año 1981, siempre en estrecha relación con el mundo de la pedagogía alternativa. Ha sido profesor de cine, colaborador de la revista infantil El Acordeón, redactor del programa de RTVE La Semana: Informativo Infantil y Juvenil y de Cajón Desastre. Fotógrafo y periodista en el Equipo Yeti, colaborador habitual en El País Imaginario, y del Suplemento Dominical de El País, fue guionista de varios programas de radio y series de televisión. Además de literatura, ha escrito varias obras de teatro. Como fotógrafo fue miembro del Equipo Yeti, desarrollando una labor experimental durante los años de la transición. Es también traductor de literatura infantil, con más de un centenar de libros traducidos. Con una treintena de libros publicados, ha sido merecedor en dos ocasiones del Premio Lazarillo y ha recibido el Premio Altea. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, alemán, chino e italiano.