Foto de Elliot Erwitt, 1976
El poemario de Sema Dola, pseudónimo de María José Regalado Blanco (Gijón, 1978), titulado El amor en las criaturas de un día, nos habla en clave lírica de la fugacidad de la vida en todas sus vertientes, desde lo sagrado a lo estrictamente cotidiano, captando lo sublime en las cosas pequeñas. y pasajeras, para mostrar su imbricación con lo trascendente y espiritual.
El libro, publicado por la Editorial Cuadranta, en 2024, abre con una frase de las Meditaciones de Marco Aurelio: «Somos todos criaturas de un día, tanto el que recuerda como el que es recordado», frase que, al mismo tiempo que proporciona el título del poemario, de inicio, nos da cuenta del tono confesional e introspectivo, de indudable reflexión filosófica, en torno a la transitoriedad que desarrolla la poeta. «Todo es efímero — dice, a continuación, el estoico emperador romano—, tanto la memoria como el objeto de la memoria. Está por llegar el momento en que habrás olvidado todo; y está por llegar el momento en que todos se habrán olvidado de ti. Piensa siempre que pronto no serás nadie y no estarás en ningún lado».
Sema Dola nos entrega autenticidad emocional en cada verso, prescindiendo de lo críptico, haciendo un uso legítimo y terapéutico de la poesía para cauterizar las heridas, aunque de sobra se sabe que cada poco volverán a supurar. «Me miro con cautela las heridas / y en todas estás tú». En un sentido machadiano del amor — “se canta lo que se pierde”—, la poeta concluye que «no queda en mí ningún resquicio / que no te nombre».
Profesionalmente, María José Regalado está especializada en Bioderecho por la UNED y es doctoranda en Ciencias Jurídicas por la Universidad de Cantabria. En el plano literario, fue ganadora del X Certamen de Relatos mineros Manuel Nevado Madrid y otros más de poesía, tanto en asturiano como en castellano. Es, asimismo, autora del poemario ilustrado Categorías aleatorias. Su obra puede leerse en diversas antologías y revistas feministas de América Latina.
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POSHUMANO
Un día comenzaron a medir nuestros pasos,
huellas de aire en la nieve,
no dejan registro
cuando llega el deshielo,
con la unidad de tiempo
que utilizaron para medir rocas.
Pero éramos personas,
Mujeres y hombres breves,
Al igual que suspiros de
efímeras,
y, aunque se empecinaron en negarnos,
las praderas nos nombran
en cada flor que visita una abeja.
CRIATURAS DE UN DÍA
Solo podemos aspirar a ser
recordados por unos pocos, quizás solo uno.
Un hijo que heredó la cálida impronta
del regazo materno.
Un amante que añora nuestro curvo volumen
por las noches. Algunos ni con eso contamos.
Solamente la hierba recordará la huella
que dejó nuestra espalda hasta la próxima
lluvia.
Sema Dola
