El propósito de una biblioteca es, de algún modo, organizar ese caos que surge cuando se acumulan libros en el tiempo y desbordan todos los espacios posibles, y que debe servir al lector a encontrar mejor sus libros. La forma más universal es ordenarla alfabéticamente, pero Susan Sontag se negó a poner a Pynchon cerca de Platón y rechazó este método.

Para los lectores corrientes, como es mi caso, una biblioteca personal puede servir también como un almacén de recuerdos, incluidos los personales; una forma de redescubrir y revisar ideas y sentimientos, y también ayudarte a disfrutar del placer de la reelectura. Una herramienta de investigación, que le permite encontrar nuevas ideas; y una fuente de placeres diversos: entretenimiento, belleza, inspiración y sorpresa.

Pero nada como mover todos los libros en una mudanza para descubrir también puede convertirse en una  tortura. Por eso conviene pensar periódicamente sobre los libros que realmente se necesitan y deshacerse del resto.

Lo más probable es que ya tengas unos cuantos libros, quizá más de unos cuantos. Estos libros te muestran dónde has estado y te señalan ideas y asuntos que quizá quieras explorar más a fondo.

 

 

Para ordenarlos, puedes agrupar tus libros en categorías. Puedes empezar con categorías muy generales, como «ficción» y «no ficción», o con categorías amplias de género o temática, como «historia», «filosofía», «novela negra», «memorias», etc., al igual que las secciones de una librería. A medida que avanzas, puede darte cuenta de que tiene muchos libros en la categoría «historia», tantos que sería útil empezar a dividirlos en subsecciones como «historia antigua», «historia medieval», «historia de Francia», etc., cada vez más detalladas.

A través de este proceso de ordenación y categorización, empezarás a desarrollar una imagen de tu vida lectora y tus gustos hasta la fecha. Si observas las categorías que parecen generar más subcategorías, tendrás un indicio bastante claro de que representan un área, un género o un tema que te interesa especialmente, lo que puede orientar las decisiones posteriores sobre la adquisición y organización de tus libros.

A la hora de clasificar, puede ser útil clasificar primero los libros en pilas de «leídos» y «no leídos». A continuación, mirando los libros que ya has leído, puedes identificar: libros que te encantaron y que quieres volver a leer algún día (conservar); libros que crees que no entendiste del todo en su momento, pero en los que has seguido pensando y que podrías volver a intentar más adelante (conservar); libros que disfrutaste en su momento, pero que no se te han quedado grabados en la mente y que no volverías a comprar hoy en día (considerar la posibilidad de donarlos); libros que abandonaste a mitad de camino y que no tienes ningún deseo de retomar (considera la posibilidad de donarlos).

Entre los libros que aún no has leído, podrías clasificarlos en  libros que siempre has querido leer, pero que aún no has podido (generalmente vale la pena conservarlos); libros que volverías a comprar si no tuvieras ya una copia (consérvalos); libros que alguna vez te parecieron dignos de ser leídos o útiles para investigar un tema en particular, pero que ya no sientes que necesitas (considera donarlos).

 

 

Estas categorías no son exhaustivas, pero pueden ayudarte en tu clasificación. Y no olvides de encontrar tus propios clásicos que no necesariamente deben ser un canon de «grandes libros». Y también deja espacio para los descubrimientos fortuitos. Si sólo compras libros que sabes que te van a gustar, tus experiencias de lectura pueden ser un poco como ir al mismo restaurante y pedir siempre lo mismo del menú. Seguro que es fiable, pero no sabes lo que te puedes perder. Y, a fuerza de repetir, incluso ese plato favorito puede empezar a perder su sabor. A veces, los mejores libros son aquellos cuya recompensa menos esperas; otras veces, necesitas leer un libro «malo» como limpiador de paladar, para reafirmar tus gustos.

Hay muchas maneras de organizar los libros, y no quiero ser demasiado minucioso. Elige la que creas que puede funcionar mejor para ti. Algunas de las opciones son basarse en el género o en la temática: podría en los tipos de categorías que he dicho antes; por orden alfabético, por autor o por título; o por orden cronológico, según la fecha de adquisición o lectura de cada libro: si se quiere resaltar la idea de una biblioteca como registro personal de una vida lectora.

Una vez que has decidido los principios básicos de organización de tu biblioteca en su conjunto, es posible que también quieras pensar en sistemas que te ayuden a navegar dentro de los volúmenes individuales. Si te sientes cómodo anotando tus libros, puedes crear un índice personalizado en la parte posterior de un libro mientras lo lees. En esas páginas convenientemente en blanco, yo suelo anotar ciertos números de página y algunas palabras que me ayudan a recordar qué fue lo que encontré interesante allí. Si prefieres no escribir en tus libros, puedes hacer algo parecido en un diario de lectura aparte.

Sin embargo, las bibliotecas tienen la costumbre de volverse un poco salvajes con el paso del tiempo; muchos libros no se pueden clasificar fácilmente, y las secciones tienden a difuminarse. Pero una biblioteca debe ser un poco caótica y contradictoria. Una biblioteca en perfecto orden sería un lugar bastante aburrido y poco inspirador.