Sede central del Instituto Cervantes en Madrid

 

Para escribir una crónica breve de estos últimos 50 años de la cultura española y no perderse por las ramas, es necesario un amplio conocimiento de lo que se habla, haberlo vivido desde distintos ángulos, y no hacer una interpretación política sesgada. Una tarea nada fácil y que el escritor y periodista barcelonés Sergio Vila-Sanjuán resuelve con habilidad y sentido común.

En el análisis que realiza en Cultura española en democracia. Una crónica breve de 50 años (1975-2024) (Destino, 2024) señala a cada década con su principal característica hasta llegar al presente. La primera fase abarca desde la Transición hasta los años noventa. Una época de esplendor de la cultura española que logró bastante proyección internacional. Además de celebrarse la Expo de Sevilla, las olimpiadas de Barcelona y el Quinto Centenario.

En este clima de euforia y libertad surgirán múltiples iniciativas oficiales y privadas en todos los ámbitos de la cultura, desde la creación del Instituto Cervantes, en 1990, la Casa de América en Madrid, museos como el Guggenheim de Bilbao, el Thyssen en Madrid,  periódicos, como El País, que tendrá una gran influencia en el ámbito cultural, hasta nuevas editoriales, el cine independiente, música…

 

 

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Atrás quedaba el franquismo, aunque desde los años sesenta pequeños núcleos de creadores habían conquistado ciertos ámbitos de libertad. En los años setenta, cultura y oposición van de la mano con una fuerte influencia del Partido Comunista. Entre diversos sectores de la juventud, los espacios de libertad son cada día más amplios y la contracultura que se difunde desde Barcelona, se amplía a toda España con revistas como Ajoblanco, El Rrollo Enmascarado, Star… conciertos o las Jornadas Libertarias del Parque Güell. El mensaje es en contra de la autoridad, comunitario, y donde se aboga por la libertad sexual, la despenalización del consumo de drogas blandas, la lucha por los derechos LGTBI y el feminismo, este último apoyado por la publicación Vindicación feminista.  

Con la llegada del Partido Socialista al poder en 1982 se intensifica la acción cultural. El entonces presidente del Gobierno, Felipe González, nombrará ministro de Cultura al escritor Jorge Semprún, el gran intelectual europeo que había estado en la resistencia francesa, los campos de concentración nazis, la lucha clandestina antifranquista.  Felipe González hizo varias de estas jugadas simbólicas porque creía en el valor de la cultura y también con propósitos sociales institucionales.

Por el contrario, la actitud de los gobiernos del Partido Popular se destacó por cierto desinterés aunque escaso intervencionismo. Durante la crisis económica, el Gobierno de Mariano Rajoy subió en algunos casos el IVA para actividades culturales del 8% al 21%.  En Madrid, una compañía teatral llamada Primas de riesgo decidió registrarte como distribuidora de revistas pornográficas ya que la pornografía pagaba en ese momento un 4% de IVA.

 

Jorge Semprún. Isolde Ohlbaum 1994 Colección M. Dominique Landman, París

 

En los años ochenta y noventa, época de prosperidad económica, predomina la despolitización, el relativismo, o lo que algunos pensadores definirán como la posmodernidad. En este entorno nacerá la Movida madrileña, con un mensaje joven, divertido y colorista, y en Barcelona se viven los años del diseño.

Un binomio, el de Madrid y Barcelona que siempre ha marcado la política cultural española. Para Sergio Vila-Sanjuán, Barcelona ha sido la capital de la modernidad y de las ideas desde finales del siglo XIX. El franquismo de alguna forma benefició a Barcelona porque estaba más lejos del centro y hubo más libertad de acción, lo que se vio en el cine y la publicidad. Con la democracia Madrid crece en libertad, es la capital y concentra medios de comunicación y poderes. A Barcelona le perjudica el proceso independentista que divide a la sociedad catalana y genera una mala imagen de Cataluña.

Cambio de siglo

A partir del 2000 entra en juego una nueva generación que ve el pasado con otros ojos y no está por la labor de no mirar atrás demasiado para que el proceso político siga adelante. Es entonces cuando se airea la represión del régimen franquista. Un espíritu revisionista que culmina con la Ley de Memoria histórica y coincide con el inicio de la crisis económica. Surge el movimiento de los indignados y el 15 M. En Cataluña empieza el proceso independentista.

 

Sergio Vila-Sanjuán. Foto de Ana Jiménez

 

Otros factores que influirán en el mundo de la cultura será la tercera ola feminista que inicia en el 2018. El autor apunta algunos datos. Desde el 2014 al 2020, el 54% de los puestos laborales en el sector cultural español lo ocupan mujeres, pero los puestos directivos son para hombres en una proporción superior al 70%.

El Covid fue devastador para las actividades culturales que exigían contacto con el público, pero positivo para la lectura y compra de libros. La suscripción a plataformas ensanchó más el mundo digital. De momento, la industria cultural emplea en el 2024 a cerca de 700.000 personas y representa el 3,3% del producto interior bruto español, una proporción similar a la de Francia.

¿Y el ministerio de Cultura que papel desempeña en este libro? Un ministerio de modelo francés no encajará bien en la concepción multicultural de España. Con los gobiernos del PP el ministerio ha sido de Educación y Cultura. Con los socialistas en una ocasión fue de Cultura y Deporte.  Según Vila-Sanjuán, en la práctica el Ministerio se ha visto incapacitado para coordinar las distintas administraciones culturales. Y en cuanto a la gestión de los ministros socialistas parece que las prioridades son otras. Durante la pandemia, el ministro de Cultura socialista, José Manuel Rodríguez Uribe, dijo que la cultura no era una cuestión prioritaria. Su sucesor, Miguel Iceta, declaró el 2022 como el año del renacimiento cultural tras la pandemia. Su ministerio invirtió más de 825 millones de euros en un plan de recuperación. En el cambio de Gobierno que Pedro Sánchez realizó tras las elecciones de 2023, el ministerio y el ministro fueron a un partido de la coalición gubernamental.

Respecto la política cultural, al final del libro, Sergio Vila-Sanjuán dice que queda por reformular el papel de la cultura. Si se desea o no ser un estado cultural. Qué sentido debería tener un término, originado en un país centralista, para otro tan descentralizado en sus estructuras como es España. Cómo llevar a cabo una coordinación efectiva de las políticas culturales del Estado con las de las autonomías y ayuntamientos. Tener una visión pluralista de la cultura española y potenciarla internacionalmente. En definitiva: ¿se puede volver a impulsar una acción cultural motivadora y eficaz como en los años 80 y 90?

 

Patio de butacas y gradas del Teatre Romea vistos desde el escenario. Autora: Clara Soler. Fuente: Ayuntamiento de Barcelona