La muerte de Sócrates de Jacques Louis David

 

La publicación de Elogio de Sócrates (Alpha Decay) del filósofo y helenista francés Pierre Hadot (1922-2010) es una profunda reflexión sobre la figura del filósofo ateniense.  En este texto de 64 páginas bien traducido por Javier Guerrero y que aparecerá el próximo 28 de octubre, Hadot desarrolla una de sus principales ideas, y es que la filosofía antigua no es una serie de conocimientos que asimilar, sino una práctica de autotransformación.

Hadot no solo ve en Sócrates a un gran pensador, sino también a un modelo de cómo vivir filosóficamente, destacando cómo el comportamiento y la enseñanza del filósofo griego trascienden la mera especulación teórica para convertirse en un ejemplo práctico de vida filosófica.

Sócrates no escribió ningún texto filosófico, pero su influencia en la tradición filosófica ha sido inmensa gracias a su método de enseñanza: la mayéutica o método dialéctico. Para Hadot, este método, que consiste en hacer preguntas a sus interlocutores  con el fin de guiarlos a descubrir sus propias contradicciones y, finalmente, la verdad, refleja la actitud fundamental de Sócrates hacia el conocimiento. Sócrates no se presenta como un sabio que posee las respuestas, sino como alguien que reconoce su propia ignorancia. Esta humildad epistemológica es, para Hadot, una de las grandes virtudes de Sócrates, y está en la base de su enfoque filosófico.

 

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La mayéutica, entonces, no es simplemente un método pedagógico, sino una manera de cultivar el espíritu crítico. Sócrates invita a sus interlocutores a examinar sus creencias y cuestionar las verdades que asumen sin reflexión. Hadot ve en esta actitud el origen de una de las grandes tradiciones filosóficas de Occidente: el escepticismo.

La duda socrática no es un fin en sí misma, sino un medio para llegar a un entendimiento más profundo de la verdad. El filósofo francés subraya que el proceso socrático de cuestionamiento continuo es también una forma de ascetismo intelectual, una purificación de las ideas preconcebidas que limita la verdadera comprensión.

Otro de los puntos clave en el elogio de Hadot a Sócrates es su enfoque en la ética. Para Sócrates, el fin último de la vida humana es la virtud, y la virtud es el conocimiento del bien. Este principio está en la base de su famosa afirmación: «Solo sé que no sé nada». En este sentido, Hadot subraya que la ignorancia que proclama Sócrates no es una falta de conocimiento superficial, sino el reconocimiento de la dificultad de conocer el verdadero bien en cada circunstancia.

 

Pierre Hadot

 

Hadot también resalta que, para Sócrates, la ética no era un conjunto de reglas abstractas, sino una forma de vivir. Sócrates sostenía que el autoconocimiento y la búsqueda del bien debían reflejarse en la acción cotidiana, en cómo uno se relaciona con los demás y consigo mismo. Este énfasis en la coherencia entre pensamiento y vida es algo que Hadot considera crucial en la comprensión del legado socrático. Sócrates no era simplemente un teórico de la moral; su vida fue un testimonio práctico de sus creencias. En sus diálogos con otros ciudadanos atenienses, en su defensa durante el juicio que lo condenó a muerte y en su aceptación tranquila del destino, Sócrates mostró que para él, la filosofía era ante todo un modo de vivir éticamente.

Hadot introduce un concepto fundamental en su lectura de la filosofía antigua: la idea de la filosofía como una forma de vida, más que como un mero sistema de ideas. Sócrates encarna esta noción.

La muerte de Sócrates es vista por Hadot como el acto culminante de su vida filosófica. Sócrates fue condenado a beber la cicuta por corromper a la juventud y por no creer en los dioses de la ciudad, pero aceptó su sentencia con serenidad y dignidad. Este gesto final es una muestra del poder de la filosofía sobre la vida. Sócrates no teme a la muerte porque ha vivido de acuerdo con sus principios. La búsqueda del bien y la verdad es, para él, más importante que la supervivencia física, y al aceptar su destino, enseña a sus discípulos que el verdadero filósofo no puede ser dañado por las circunstancias externas si su alma permanece en paz.

 

Sócrates enseña a Alcibíades. Cuadro de Marcello Bacciarelli 1776.