Foto de Jean-Luc Coudun
José María Herrera escribe en La musa política (Bokeh, 2025) desde la perspectiva de distintas novelas sobre la memoria histórica, la corrección política, el totalitarismo, la mafia, la cuestión judía, los derechos de los animales, el tedio o el ecologismo. Y lo hace de este modo porque la ficción es un poderoso instrumento en contra de la falsedad y la impostura, e ilumina con mayor claridad y rigor la realidad.
Para José María Herrera el novelista tiene que practicar algo más que un género literario. También una forma de ver e interrogar al mundo. Un novelista no es simplemente un narrador, sino un pensador, un explorador de la conciencia humana, la historia y el lenguaje. Y aunque el arte de contar historias es importante, lo que distingue a un verdadero novelista es crear un espacio donde las contradicciones coexistan sin resolverse en una verdad absoluta. Para escribir de ello Herrera ha elegido la obra novelística de Giorgio Bassani, Milán Kundera, Ismail Kadaré, Leonardo Sciascia, Philip Roth, Salman Rushdie, J.M. Coetzee, Peter Esterházy, David F Wallace y Richard Powers.
Giorgio Bassani (1916-2000) es conocido sobre todo por su novela El jardín de los Finzi-Contini que cuenta la historia de una familia de judíos italianos de Ferrara bajo las leyes raciales de Mussolini. La obra de Bassani está profundamente relacionada con la memoria histórica, en particular con la amnesia colectiva que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Presenta a la comunidad judía de Ferrara como un microcosmos de la propia Italia y cómo la complicidad del país con el fascismo fue luego minimizada o ignorada.
Milan Kundera (1929-2023) teorizó bastante sobre el arte de la novela. El escritor checo nacionalizado francés ironizó con humor sobre la especialización, las ideas preconcebidas y cualquier complacencia frente al engaño que ofrece lo que es falso y se vende como verdadero. Los personajes de Kundera se encuentran atrapados entre el deseo personal y la conformidad ideológica, pero el humor les sirve tanto de resistencia como de medio para sobrevivir. Al burlarse de cualquier autoridad, Kundera enseña que la risa puede ser un acto de desafío contra quienes buscan controlarnos.
Por eso consideraba que el ayatola Jomeini no estaba capacitado para emitir la fetua contra Salman Rushdie por Los versos satánicos. La ausencia del sentido del humor le impedía realizar una lectura adecuada de un texto humorístico, como amplía el autor de La musa política en el capítulo dedicado a Salman Rushdie (1947). Los versos satánicos criticaban con ironía la autoridad religiosa y desataron una controversia mundial que condujo a una fatua del Ayatolá Jomeini en contra del autor. No faltaron algunos escritores como Roald Dahl, John le Carré, George Steiner y John Berger o la Academia sueca que se mostraron en contra de Rushdie.
Ismail Kadaré (1936-2024), diseccionó los mecanismos del poder totalitario. Bajo el régimen estalinista del dictador albanés Enver Hoxha, Kadaré escribió novelas alegóricas para evitar la censura. El palacio de los sueños es quizás su obra política más incisiva, en la que describe una burocracia distópica que vigila los sueños de los ciudadanos en busca de pensamientos subversivos. La novela revela cómo los estados totalitarios ejercen un control no solo sobre los comportamientos externos, sino también sobre la vida interior de los individuos.

Foto de Letizia Battaglia
Leonardo Sciascia (1921-1989) en El día de la lechuza (1961), escribe una novela policíaca que también es una acusación política, en la que expone la infiltración de la mafia en la política, los negocios y las fuerzas del orden. El mafioso se siente integrado en el orden establecido “que no sabe que lo es”, escribe José María Herrera. “Sirve un poder secreto que opera delictivamente y cuestiona el anhelo del Estado de monopolizar el uso de la fuerza, pero no está contra la ley, sino al otro lado de ella”. La mafia es la consecuencia de un vacío de poder que ha entendido que quien garantiza la seguridad del ciudadano puede atentar en contra suya al mismo tiempo.
Philip Roth (1933-2018) a menudo se encontraba en desacuerdo con la comunidad judía debido a como la representaba. Sus primeras obras, en particular el Lamento de Portnoy, conmocionó a los lectores por su contenido sexualmente explícito y la irreverencia de su protagonista hacia la culpa, la familia y la tradición judías. Algunos líderes judíos denunciaron la novela por obscena y dañina, argumentando que las descripciones de Roth de personajes judíos neuróticos y obsesionados con el sexo contribuían a las caricaturas antisemitas. Roth, sin embargo, se veía ante todo como un escritor estadounidense y se resistía a la idea de que su principal responsabilidad fuera representar o defender la identidad judía.
El sudafricano J. M. Coetzee (1940) es conocido por sus críticas al colonialismo y al autoritarismo, pero su obra posterior profundiza en los derechos de los animales. En la novela Elizabeth Costello (2003), publicada el año que ganó el Nobel de Literatura, cuestiona el trato ético de los animales en un mundo que los mercantiliza. Coetzee vincula la opresión de los animales con la de los hombres. Elizabeth Costello, la protagonista de la novela del mismo título, sostiene que el sufrimiento de los animales en la ganadería industrial es una crisis moral similar a otras atrocidades históricas.

Inauguración del monumento a la memoria de Giorgio Bassani en el cementerio judio de Ferrara, en el 2003
Péter Esterházy (1950-2016) transformó la historia de su propia familia aristocrática en una exploración del pasado político de Hungría. Armonía celestial (2000) es tanto una saga familiar como una meditación sobre las cambiantes fortunas de Hungría bajo la monarquía, el fascismo, el comunismo y el capitalismo. La obra de Esterházy mezcla documentos históricos, ficción y metaficción para mostrar cómo se entrelazan las historias personales con las nacionales.
El descubrimiento de que su padre fue informante del régimen comunista, explorado en Versión corregida (2002), le obligó a escribir sobre la traición, la memoria y la reescritura de la historia, en una obra que, según Herrera, resulta algo fallida. Si el traidor es un hombre despreciable porque vende su alma, desmantelar moral y psíquicamente a la persona en nombre de la historia ha sido uno de los mayores logros del comunismo, sostiene el autor de La musa política.
David Foster Wallace (1962-2008) consideraba el aburrimiento como un síntoma del vacío espiritual y fue el argumento de sus dos grandes novelas: El rey pálido y La broma infinita. Wallace criticaba la forma en la que los sistemas políticos y económicos manipulan la atención, convirtiendo a los individuos en consumidores pasivos en lugar de ciudadanos comprometidos. Al tratar el aburrimiento como una cuestión política, Wallace cuestionaba el papel de la distracción en el mantenimiento del control social, haciendo de su obra una crítica profética de la cultura digital contemporánea.

Una escena de la película Portnoy’s complaint (El lamento di Portnoy), de 1972, de Ernest Lehman y basada en la novela de Roth
Richard Powers (1957) se ha convertido en uno de los principales novelistas que exploran las crisis ecológicas. El clamor de los bosques es una novela que nos hace pensar nuestra relación con la naturaleza. Powers combina la investigación científica con la narración literaria para hacer de la destrucción ecológica un tema político, mostrando cómo la expansión industrial amenaza el futuro del planeta. Al hacer del medio ambiente el centro de su ficción, Powers lleva la literatura más allá de las narrativas centradas en el ser humano, alineando la novela con la urgente necesidad de una conciencia ecológica.
Ser novelista es abrazar la libertad de cuestionar, imaginar y construir otras realidades. El novelista no es un filósofo atado a un sistema, ni un político que busca votos, ni un sacerdote que ofrece la salvación. Es un trotamundos que se resiste a las identidades fijas, que juega con la perspectiva, que se permite tanto la ironía como la sinceridad, el desapego y la inmersión. Si hay una «moralidad» en la obra del novelista, es el imperativo moral de permanecer abierto, de resistirse a la verdad única, de captar la amplitud de la experiencia humana, como destaca con acierto José María Herrera.

Ronda, 1961. Doctor en filosofía. Ha colaborado con multitud de revistas (Cuadernos Hispanoamericanos, Frontera D, Revista de Occidente, Zenda, Libros, Nocturnidad y alevosía, etc) y es especialista en la cultura veneciana. Fue articulista de El Imparcial y ha publicado una docena de libros. Sus últimos títulos son: La musa política, El choque ideal, la tumba de Dios (y otras tumbas vacías), El telar de Penélope y Los archivos de Alvise Contarini.