Ilustración de Natàlia Pàmies
Karina Sainz Borgo nos sorprende en La isla del doctor Schubert con una novela ilustrada por Natàlia Pàmies que traza una mitología particular, algo infrecuente en la actual narrativa española. La escritora y periodista venezolana, cuya primera novela La hija de la española (Lumen, 2019) obtuvo el favor de la crítica y lectores, además de obtener diversos premios y ser traducida a treinta idiomas, nos cuenta la historia del doctor Schubert, un berlinés que se retiró a una isla balear (Mallorca, aunque no se nombre) después de haber participado en las guerras del káiser y ser testigo, como cirujano, de horrores múltiples hasta el punto de que algún combatiente prefirió mutilarse a ser devuelto a las trincheras.
Sainz Borgo unifica el tiempo mítico y el moderno, pero sin actualizar del todo su novela. El doctor Schubert puede ser un hijo del siglo XIX o el actual, ya que junto a las pinceladas históricas de tiempos anteriores tenemos los ascensores acristalados de los hoteles o las piscinas climatizadas de la isla.
Lo que empieza en un tono barroco, con buenas metáforas y mejores asociaciones, desemboca pronto en un contar lleno de un lirismo que a veces se cruza con lo grotesco.

Karina Sainz Borgo. Foto de Maj Lindström
La otra protagonista de la novela es la amanuense o copista, que llegó a la isla en busca de un náufrago pero se encontró a Schubert, lo que refleja en las páginas del diario que escribe. Las mareas de las muchas travesías que emprendió la amanuense la convirtieron en “una sirena sin cola y una mujer sin rumbo. Una mensajera. Una copista. Una desgraciada”.
El resto de personajes conforman una galaxia de pequeños monstruos igual de frágiles y rompedizos que una copa de cristal. Gente como Tristán, el aposentador balear y responsable de las llaves de la isla del doctor Schubert, y que tiene a su cargo los trabajos más delicados, como alimentar a los mascarones de proa de los barcos, dar de beber a las furias y disuadir a los forasteros. O el farero Grifo.
En la novela no hay una trama principal, sino un discurrir de hechos maravillosos contados con una imaginación desbordante. Cuando un personaje menciona a otro se narra brevemente su historia. De este modo, La isla del doctor Schubert es una sucesión de pequeñas historias hasta crear un espacio mítico que nos habla de un pasado fantástico que nace de la pasión aventurera de los personajes de la novela.

Ilustración de Natàlia Pàmies
En el el texto hay juegos culturales y alusiones literarias a Borges, Ovidio, Conrad, Joseph Roth, Julio Verne los pintores Nahui Olin, Atl… Pero es Javier María y sus caballeros del reino de la Redonda, quien se lleva la palma. En las estanterías del doctor Schubert se nos cuenta que abundan los volúmenes encofrados del escritor que inventó a una mujer de nombre Berta y apellido Isla. Y el doctor Schubert fue instruido por el rey de Redonda en cómo leer los pensamientos ajenos.
Karina Sainz Borgo imbuye en el lector una serie de alusiones que dejan un rastro de sugerencias míticas hasta que terminamos el libro y nuestro héroe, el doctor Schubert, regresa a la biblioteca de donde surgió.
El acierto de esta novela consiste en seducirnos con lo que se cuenta de forma sucinta y cómo. Entre lo increíble y lo fantástico. Es en estas dialécticas donde se encuentra el valor de un mosaico breve e intenso que tiene mucho de fábula moderna, como cuando leemos que el cirujano berlinés se dedica a borrar de atractivos hasta el último rincón de su isla balear con el fin de deshacerse durante un tiempo de “forasteros, curiosos y advenedizos”.