David Howard Thornton como Art en ‘Terrifier 2’
Seguimos con nuestro repaso a la narrativa que mas emparentada está con Halloween y el Día de los Difuntos. Aunque relacionada con el género de terror, el gore ocupa un espacio distinto. Se caracteriza por sus descripciones gráficas y viscerales de la violencia con el objetivo de provocar reacciones extremas en el lector, ya sea asco, fascinación o risa por sus exageraciones.
A diferencia del terror más psicológico o ambiental, lo gore se apoya en el trauma físico como mecanismo central del terror y la repulsión, y a menudo describe escenas de intensa brutalidad con detalles explícitos.
Este subgénero puede considerarse una extensión de las películas splatter del cine, que también se centran en la violencia gráfica y sensacionalista. Sin embargo, la literatura gore permite un compromiso más íntimo con la imaginación del lector, a menudo pintando imágenes grotescas y horribles en la mente del lector que pueden incluso superar las representaciones visuales en la pantalla. A través de un lenguaje detallado, los autores de ficción gore pueden evocar imágenes inquietantes que se aprovechan de las vulnerabilidades físicas y los miedos mortales del público.
El sello distintivo de la literatura gore es su enfoque visceral y sin complejos de la narración. Este tipo de ficción se nutre del valor del shock, creando una sobrecarga sensorial que sobrepasa las fronteras y explora los límites del sufrimiento humano. A menudo incluye representaciones gráficas de mutilaciones, desmembramientos y daños corporales grotescos. Suele centrarse en las sensaciones físicas inmediatas y las consecuencias de la violencia, con especial énfasis en el dolor, la sangre y la muerte. Esto lo distingue de otras formas de terror, que pueden centrarse más en el suspense, la atmósfera o lo sobrenatural.
Otra característica clave de la literatura gore es su tendencia a explorar los extremos del comportamiento humano, ahondando en el sadismo, la tortura, el canibalismo y otras formas de desviación extrema. Los protagonistas y antagonistas de estas obras suelen representar aberraciones morales o psicológicas, actuando como vehículos para exponer los aspectos más perversos de la condición humana.
La literatura gore también puede emplear temas de desesperanza y nihilismo, reforzando la idea de que la supervivencia o la redención no son el centro de atención. Por el contrario, la narrativa suele abrazar la idea de que la violencia es una fuerza inevitable e ineludible en la vida humana. En este sentido, comparte cierta resonancia temática con el horror existencial, pero la literatura gore difiere en que hace hincapié en el aspecto físico del sufrimiento humano.
Diferencias entre la literatura gore y la novela gótica y policíaca
Aunque la literatura gótica, la novela negra y la literatura gore se entrecruzan en el ámbito del terror, son géneros distintos con características específicas que los diferencian.
La literatura gótica es un género basado en el humor y la atmósfera, a menudo ambientado en entornos decadentes o encantados, como viejas mansiones o castillos. Explora temas como la locura, el aislamiento y lo sobrenatural, a menudo con un tono melancólico o romántico. Escritores como Edgar Allan Poe, Mary Shelley y Bram Stoker son autores góticos por excelencia, y sus obras crean miedo a través del suspense y de una atmósfera inquietante y premonitoria, en lugar de representaciones explícitas de violencia.
En la literatura gótica, el terror suele surgir de lo desconocido o de lo extraño, es decir, de cosas que nos son familiares pero que no son del todo correctas. La tensión suele aumentar gradualmente, haciendo hincapié en la confusión interna de los personajes, que pueden verse acosados por sus propios demonios psicológicos tanto como por cualquier fuerza externa. La violencia en las obras góticas suele ser más sutil o sugerente que explícita.

Una escena de Terrifier 2
En Frankenstein, de Mary Shelley, hay escenas de violencia y horror, pero enmarcadas en una narración trágica sobre la ambición humana, la moralidad y la búsqueda del conocimiento. La violencia es significativa pero no gratuita; sirve a un propósito filosófico o emocional más amplio, a diferencia de la literatura gore, en la que la violencia suele ser el foco central.
En la novela negra, por su parte, suele girar en torno a la resolución de un misterio, normalmente un asesinato, un robo u otro acto ilícito. El género se centra en el proceso de desentrañar el crimen, utilizando el razonamiento deductivo, la investigación y, a menudo, una compleja interacción de las motivaciones de los personajes. La violencia en las novelas policíacas suele ser instrumental para la trama, pero no se trata de forma tan gráfica como en la literatura gore. La atención se centra menos en el impacto visceral del crimen y más en las consecuencias legales, emocionales y sociales.
Dos autores clásicos como Agatha Christie o Arthur Conan Doyle, incluso cuando hay muerte o asesinato, los detalles truculentos suelen pasarse por alto en favor del desafío intelectual que plantea el misterio en sí. La violencia es aséptica y contenida, con la intención de despertar la curiosidad más que el horror o la repugnancia.
Aunque la literatura gore se considera a veces un género de nicho, en los últimos años se ha producido un aumento de las obras que adoptan su intensidad gráfica. Algunos ejemplos modernos son:
«La tropa» de Nick Cutter (2014)
Esta novela alabada por Sthepen King y no traducida al español que yo sepa es un ejemplo paradigmático de la literatura gore moderna. Ambientada en una isla aislada donde un grupo de exploradores se ve expuesto a un horrible contagio, el libro presenta implacables descripciones de desintegración corporal y sufrimiento extremo. Cutter no escatima detalles a la hora de describir los horribles efectos de la infección, ampliando los límites de lo que los lectores pueden soportar. La violencia en La tropa es explícita e integral para el impacto de la novela, convirtiéndola en una pieza por excelencia de la ficción gore contemporánea.
«Superviviente», de J.F. González (2012)
Superviviente, de J.F. González, es una entrada particularmente brutal en el género gore. Trata temas de tortura, secuestro y violencia sexual, y suele mencionarse junto a otras obras de terror extremo. La novela obliga a los lectores a enfrentarse a ideas perturbadoras sobre la crueldad humana, ya que sigue la lucha de una mujer por sobrevivir tras ser secuestrada por un grupo de criminales sádicos. Las descripciones gráficas de González y su negativa a rehuir los detalles más horripilantes la sitúan firmemente dentro de la categoría gore.
«El resucitador», de Wrath James White (2009)
Conocido por mezclar el terror con elementos del splatterpunk, The Resurrectionist, de Wrath James White, explora la violencia grotesca combinada con elementos sobrenaturales. El protagonista tiene el poder de resucitar a los muertos, lo que conduce a un ciclo de continuos y brutales asesinatos. El estilo de escritura explícito de White y su enfoque en los aspectos más repugnantes de la resurrección y la mutilación corporal hacen de esta obra otro ejemplo significativo de la literatura gore.
«Un payaso en un maizal», de Adam Cesare (2020)
Esta novela de terror podría parecer a primera vista más en línea con las típicas historias slasher, pero Adam Cesare aporta un elemento de violencia gráfica que le hace ganarse un lugar dentro del subgénero gore. El libro sigue a un grupo de adolescentes aterrorizados por un payaso asesino, y Cesare no escatima en el derramamiento de sangre. Aunque la trama tiene elementos de terror más tradicionales, las frecuentes y detalladas descripciones de horripilantes asesinatos lo marcan como un notable ejemplo de gore en la ficción de terror moderna.
«Encrucijada», de Laurel Hightower (2020)
La novela de Laurel Hightower mezcla profundidad emocional con gore implacable. El dolor de la protagonista por la muerte de su hijo la lleva a hacer un pacto con fuerzas más oscuras, lo que resulta en una serie de acontecimientos grotescos y sangrientos. Aunque es una obra más breve, Crossroads no rehúye el gore ni las descripciones gráficas de automutilaciones, lo que la convierte en una poderosa entrada moderna en el género.