Hubo una vez un actor de Hollywood que representó lo que siempre creímos que era la quinta esencia de la caballerosidad británica. Se llamaba David Niven (Londres, 1910- Château-d’Œx, Suiza, 1983) y al releer sus memorias, ahora editadas por la editorial italiana Settecolori “C’era una volta Hollywood” (Había una vez Hollywood) en una impecable edición numerada de coleccionista, entiendes que si tu abuela hubiese dejado a tu abuelo por David Niven, serías la tercera persona en entenderlo después de ellos.
Niven vivió siete vidas en el tiempo en que se tarda en ver las cuatro temporadas de una serie de éxito. Con esa habilidad de ser serio y divertido al mismo tiempo, y vivir en la frontera donde la picardía limita con el cinismo, en sus memorias parece que estás sentado a su lado en una cena y Niven, con un martini en la mano, cuenta historias que te hacen pensar que está de coña o pasado de copas.
Buen actor de un mismo papel pero en distintas direcciones, David Niven demostró también ser un buen escritor con una novela Round the Rugged Rocks y su autobiografia que tituló The Moon’s a Balloon (La luna es un globo), publicada en 1971, y de la que vendió mas de cinco millones de ejemplares. Era también una historia de formación sobre el hacerse mayor y dejar la juventud, si eso implica ser expulsado de un internado, hacer trampas para entrar en el ejército, colarte en fiestas de Hollywood y hacerte el mejor amigo de Errol Flynn, un magnífico actor de vida poco recomendable.
Niven es honesto y no rehúye el dolor. Su infancia fue difícil, su vida amorosa estuvo llena de desengaños y la Segunda Guerra Mundial no fue precisamente un camino de rosas. Pero incluso cuando relata sus penas, lo hace con tal aplomo y humor que no te sientes deprimido, sino que te parece que te acaban de servir un gin-tonic y te dan ánimos mientras te pasan un brazo por el hombro.
Si “La luna es un globo” es la historia personal de Niven, “Había una vez Hollywood” , cuyo título original es “Bring on the Empty Horses” (Traigan los caballos vacíos) es un festival de nombres famosos, bien situados, con y sin pajarita. Aquí es donde Niven da rienda suelta a su narrador interior. El libro habla del Hollywood anterior a los agentes de relaciones públicas, a los tuits y a las historias de Instagram. Es el Hollywood en el que los actores aún querían ser británicos si querían parecer elegantes.
En estas memorias Niven salta de un recuerdo a otro como una mariposa nerviosa, pero siempre se posa en algo real. Una frase en una cena con Clark Gable va seguida de una tranquila reflexión sobre la soledad. Una anécdota sobre Orson Welles comiendo más de lo debido en el plató puede dar paso a una historia sobre Niven y la guerra. Este mix de luz y oscuridad da brillo al libro y te permite leer hasta la última página con la sensación de haberte divertido y vivido un poco mas.
Desde luego las historias son descabelladas. Habla de personas como Humphrey Bogart, Vivien Leigh y el alcoholizado W. C. Fields como si fueran personajes recurrentes de una comedia muy elegante. Hay una historia sobre Fields que guardaba una petaca en su sombrero de copa y bebe entre tomas diciendo que es un jarabe para sus problemas de sinusitis.
El arma secreta de Niven es la naturalidad. Sabe que estas historias son escandalosas y que el lector puede no creérselas. Pero la forma en que escribe, con tanta espontaneidad y mucho encanto, hace que no te importe. Estás ahí por el placer de la narración, no por las notas a pie de página. Si lo que quisiéramos fueran hechos y pruebas, leeríamos una biografía.
David Niven nunca parece tomarse a sí mismo en serio. Es un hombre que ganó un Óscar y lo definió como una casualidad encantadora. Sus memorias están llenas de admiración por los demás. Es veloz a la hora de elogiar, pisa el freno en la critica y siempre tiene a punto un comentario atrevido. Se nota que que le gusta la gente, aunque esté llena de defectos, ¿pero quien no los tiene?
Sin embargo, no todo es risa y diversión en este mundo, también hay momentos muy tristes, como cuando habla de su primera esposa, que murió en un extraño accidente y que trata con delicadeza. El actor deja que la verdad repose antes de transportarnos a otra historia de locura entre bastidores.
Si te gustan las historias sobre la edad de oro de Hollywood, pero quieres que las cuente alguien que no sea un narciso o un egocéntrico, David Niven es tu hombre. Si prefieres las memorias que se leen como confesiones encantadoras en una cena, este libro te hará sentir como si estuvieras en la mejor mesa, junto al invitado más interesante, además del mejor vestido.
Pero estas memorias no son solo recuerdos. Son reflexiones de que la vida, con su caos, su lado imprevisible y sus tonterías, merece que nos riamos de ella, incluso cuando las cosas salen mal. Ya lo sabes, ponte cómodo y lee las historias de este hombre como si estuvieras en una función de una obra representada a diario en un teatro. El actor principal es David Niven que representa su papel con elegancia, sabiduría y risas.