Del último verano ya apenas nos quedan sus lecturas, y si muchas fueron clásicos pendientes y personalísimos, es seguro que esta vez una coincidencia en diferentes puntos del asueto han sido las memorias en construcción de Deborah Levy. Literatura Random House publicó en mayo Cosas que no quiero saber y solo un mes más tarde, en junio, El coste de vivir, a la espera de un último volumen que completará el tríptico.

La vocación de este proyecto es evidentemente autobiográfica, pero esta es tan importante como el lugar específico desde el que se plantea, algo que lo convierte en la consciencia de escribir una vida dedicada a la escritura –pensada, interpelada, juzgada por ella–. No distrae entonces una de las citas que da apertura al primer volumen, la de Georges Perec, tomada de Especies de espacios: «Más o menos sé cómo me hice escritor. No sé exactamente por qué. Para existir, ¿realmente necesitaba poner en fila palabras y frases? Para existir, ¿me bastaba con escribir unos cuantos libros? […] Un día está claro que tendré que empezar a usar palabras para descubrir lo que es real, para descubrir mi realidad». Para descubrir, añadiría ella, las cosas que no quiere saber.

Cuando escribe estas memorias, Levy está en un momento crucial: a sus cincuenta años se divorcia y esta situación desencadena estrecheces económicas, una mudanza radical y la reinvención no solamente de la relación con sus hijas, sino de su propia identidad y del sentido de su existencia como mujer en un mundo organizado según normas patriarcales. Ese sentido último es, como se anunciaba, la escritura, pero también el feminismo.

Así, el primer volumen es honesto en el subtítulo: Una respuesta al ensayo de 1946 de George Orwell «Por qué escribo». En una entrevista, la autora de origen sudafricano cuenta: «Leí su ensayo Por qué escribo, de 1946, y quise contestarle. Una de las razones que cita es el propósito político. Y me di cuenta de que el mío era el feminismo. El mundo no está construido de forma favorable para nosotras». Ese epígrafe –Propósito político–, último del libro, viene antecedido de otros tres que también responden a los motivos que Orwell encuentra para escribir: egoísmo puro y duro, entusiasmo estético e impulso estético.

 

Deborah Levy

 

Deborah Levy escribe, y así se redescubre y construye lo que es el relato de su vida, en la dotación de significado total a los acontecimientos, y cree en este camino para llegar a través del texto a cierta autenticidad: «Cogí un bolígrafo y probé a anotar lo que pensaba. Lo que salió del bolígrafo y quedó sobre la página fueron más o menos todas las cosas que no quería saber». Una especie de oráculo, de conócete a ti mismo contemporáneo, aunque un tanto complaciente con la idea de literatura y verdad unidas.

A pesar de esto, Cosas que no quiero saber es un libro sabiamente armado, que maneja una autoficción íntegra en su relativo truco, y sitúa al lector o lectora en una disposición muy favorable de cara al siguiente volumen de su autobiografía. Sin embargo, en El coste de vivir hay una impostura que resulta de llevar al extremo ciertos presupuestos planteados en el libro anterior –como la centralidad del deseo y la vocación de ser escritora–, que se convierten en algunos pasajes de este segundo volumen en un gesto demasiado artificioso. Se rompe entonces el pacto porque aquella autocomplacencia literaria, y en ocasiones vital, apuntada ligeramente en Cosas que no quiero saber, aparece ahora sin pudor, con pasajes de vuelo literario francamente raso: «Quizá algún día volviera a arriesgarme a enamorarme, pero no pensaba entregarle mi corazón al cardiólogo» o «Me obsesioné con la bicicleta eléctrica. Iba sobre ruedas». Y también se espera algo más de algunas reflexiones, como «La identidad es una máscara», que en su mera enunciación no revelan más que el tópico.

Aunque en este caso el ánimo a la espera del tercer volumen de la autobiografía en construcción no sea óptimo, aún cabe ilusionarse con la idea de que sea un cierre en el que comparezcan de nuevo los grandes aciertos del primero, con su buen pulso narrativo y un magnífico juego de referencias y genealogía literaria.